El desarrollo de las ideas socialistas en Chile.  Sebastián Jans

6.2. CRISIS Y CAÍDA DE LA TIRANÍA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La crisis económica de 1930

El impacto del derrumbe financiero en Wall Street en 1929, se dejó sentir con fuerza en Chile, a partir de 1930. Miles de trabajadores quedaron sin trabajo, y comenzaron a deambular por las ciudades.En las imágenes, se advierte a trabajadores esperando frente a la puerta de una hospedería (1), lugar de alojamiento de indigentes para no dormir en la calle. En la foto 2, jóvenes proletarios sin trabajo, en una época en que el ejercicio laboral obrero de niños y jóvenes era parte de lo cotidiano. En la foto 2, trabajadores en comedores de beneficencia. 

 

Prólogo

Capítulo Primero. LAS PRIMERAS DÉCADAS DE LA REPÚBLICA.

La Independencia.  

El proletariado en formación.   

Las ideas en pugna.

 

Capítulo Segundo. ARCOS Y LA SOCIEDAD DE LA IGUALDAD.

Santiago Arcos, su orígen e influencias

Chile a la llegada de Arcos

La Sociedad de la Igualdad.

El Club Reformista de la calle de las Monjitas. 

  La carta desde la cárcel.

 

Capítulo Tercero. FORMACION CAPITALISTA Y MUTUALISMO.

Montt, el último gobierno pelucón.  

La revolución burguesa de 1859

La expansión capitalista mundial.

El mutualismo de Vivaceta

Factores que influyen en la proletarización

La guerra del salitre

La guerra civil de 1891.

 

Capítulo Cuarto. LA CLASE OBRERA A FINES DEL SIGLO XIX.

Las grandes huelgas de 1890.  

El Partido Democrático

El régimen que reemplazó a Balmaceda

Alejandro Escobar y Ricardo Guerrero.

Las organizaciones socialistas precursoras.

 

Capítulo Quinto.RECABARREN Y EL PARTIDO OBRERO SOCIALISTA.

Los hechos sociales de principios del siglo XX.  

La "cuestión social".  

Dos años de sangrienta lucha de clases.

La masacre en la Escuela Santa María de Iquique

El democrático Recabarren

La Federación Obrera de Chile.

Recabarren, el socialista.  

El Partido Obrero Socialista. 

La crisis imperialista y la situación internacional

La Asamblea Obrera de Almentación Nacional.

La mesocracia y el populismo de Alessandri

Recabarren y el leninismo.

 

Capítulo Sexto. LA GRAN CRISIS DE LOS TREINTA.

La dictadura de Ibañez.  

La crisis y la caída de la tiranía.  

La sublevación de la Armada

La República Socialista.

 

Capítulo Séptimo. LAS DOS VERTIENTES SOCIALISTAS EN CHILE.

Fundación del Partido Socialista de Chile.  

Ranquil y Lonquimay.   

El Frente Popular

La represión de González Videla.

 

Capítulo Octavo. ALLENDE Y EL MOVIMIENTO POPULAR.

El Frente del Pueblo.  

El 2 de abril de 1957

El Frente de Acción Popular.  

El gobierno reformista de Frei

La Unidad Popular.  

Los mil días de Gobierno Popular.

 

Capítulo Noveno. LA RENOVACION SOCIALISTA.

El fin de la República Mesocrática. La dictadura de Pinochet.  

La crisis del Partido Socialista y el movimiento de renovación.

La opción de los comunistas.  

El liderazgo de Ricardo Lagos

El derrumbe de los "socialismos reales".

La Concertación de Partidos por la Democracia.

 

Conclusión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así como Alessandri había tenido una fuerte ligazón con los capitalistas ingleses, Ibañez se convirtió en aliado de los capitalistas norteamericanos. A los capitales norteamericanos les aseguró los monopolios del cobre, de la energía eléctrica, del salitre, de los tranvías y del comercio. El caso de la Compañía Salitrera de Chile (COSACH), es un ejemplo típico: fue formada en julio de 1930, entregándole el 50% de las utilidades salitreras a los capitalistas norteamericanos, además de asegurarles gran parte de las reservas, suprimiendo los pagos por derechos de exportación (entre 1929 y 1930 se exportaron 2.898.141 toneladas métricas).

Se calcula que, en 1930, las inversiones directas del capitales norteamericanos en Chile, sumaban 729 millones de dólares, seguidos por los ingleses, que tenían inversiones por 330 millones, y los alemanes, con 125 millones de dólares. El balance del ejercicio del comercio exterior chileno, entre 1927 y 1933, arroja un resultado bastante expresivo: un superhabit de 2.853.776 pesos de 6 peniques. Ese superhabit, sin embargo, jamás ingresó al país, debido a que eran utilidades de las empresas de comercio exterior de propiedad extranjera, tales como la Duncan Fox, la Grace & Cía, la Weir Scott, etc.

Los primeros años de la dictadura dieron la sensación de una notable bonanza, que permitió emprender algunas reformas de carácter económico, dándose paso al Instituto del Crédito Industrial, con el fin de estimular la inversión hacia la industria liviana. Se crearon cooperativas agrícolas, se incentivó el crédito hacia los pequeños propietarios agrícolas, además de establecer varias barreras tarifarias.

Para estimular el empleo, se solicitaron varios empréstitos a la banca extranjera, para desarrollar un gran plan de obras públicas. El gobierno recibió nueve empréstitos, que provocaron una mayor subordinación de la economía chilena.

Todas estas medidas crearon una sensación de progreso y optimismo, que favoreció la estabilidad del gobierno durante los primeros dos años. Sin embargo, todo ello se desplomó abruptamente, a partir del 29 de octubre de 1929, cuando se produce el desplome en la Bolsa de Valores de Nueva York, dando paso a la Gran Depresión, que afectó profundamente la economía mundial, durante los años siguientes. Según un informe de la Liga de las Naciones, Chile sería uno de los países más afectados, especialmente, entre los años 1931 y 1933. El 1931, las exportaciones cayeron en un 36 %, afectando especialmente al cobre y al salitre, la cesantía afectó a más de 300.000 personas sobre una población de 4.287.445 habitantes, la incipiente industria se paralizó, la agricultura tuvo grandes pérdidas, los sueldos cayeron a los niveles más bajos de imaginar.

Se calcula que más de un 25% de la población quedó en la extrema miseria. Informes de organismos internacionales, señalan que durante la Gran Crisis, Chile tuvo los índices de mortalidad infantil y de tuberculosis más altos del mundo. La paralización de las fuentes productivas mineras y agrícolas provocaron la emigración hacia las ciudades, que se vieron invadidas de personas deambulando, en busca de comida y un lugar de abrigo, que incluso morían en los sitios públicos de frío y hambre.

Toda la estructura económica y social del país se vio convulsionada, lo que traería consecuencias políticas e inestabilidad social. La dictadura ya había tenido sus primeros problemas, enfrentando las conspiraciones de sus opositores. En septiembre de 1930, se había conocido el complots del avión rojo, protagonizado por disidentes en el exilio, encabezados por Alessandri y Grove. Esto como consecuencia de la formación en Buenos Aires, en mayo de 1929, de un Comité Revolucionario, compuesto por exiliados, dirigido por el general en retiro Enrique Bravo. Entre los conjurados se encontraban Marmaduque Grove, Pedro León Ugalde, Carlos Vicuña Fuentes, etc. Éstos establecieron contactos con la guarnición militar de Concepción, bajo el mando de general José María Barceló – el verdugo de Magallanes -, que había prometido poner sus tropas al servicio de la conspiración. El 20 de septiembre de 1930, los miembros del complot en Buenos Aires, se embarcaron rumbo a Chile, en un avión trimotor Fohher de color rojo, volando hacia Concepción, donde aterrizaron, para conocer la traición de Barceló, que obligó a sus oficiales a mantenerse fieles al gobierno. De éstos, solo se mantuvieron leales a la conjura el capitán Germán Troncoso y el teniente Carlos Charlín Ojeda. Apresados los pasajeros del avión rojo, algunos fueron relegados a Isla de Pascua y otros deportados a los países vecinos.

Sin embargo, lo que las conjuras no pudieron, lo lograría la crisis económica. El gobierno, al declarar la moratoria de la deuda externa, no hizo más que acelerar la crisis. Junto con ello se redujo drásticamente el gasto público, afectando incluso al personal de las FF.AA., sostén del régimen. Los impuestos fueron incrementados en un 7%. El 16 de julio de 1931, el Ministro de Hacienda, Pedro Blanquier, da a conocer el estado de la economía, anticipando que el déficit fiscal de ese año sería de 145 millones de pesos. Anunció también, que el servicio de la deuda externa se suspendía por carecer de reservas de oro, por lo cual, el pago se haría con moneda nacional. Los agentes económicos reaccionaron con escozor, produciéndose una crisis de gabinete cinco días después.

En las calles de Santiago, comienza la agitación social. Quienes asumen la batalla contra el régimen, son los estudiantes, especialmente de la Universidad de Chile. Allí existía el grupo Avance, que vanguardizaba al movimiento estudiantil, de tendencia socialista, que contaba entre sus miembros a Julio Barrenechea, presidente del centro de alumnos de Derecho y de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH); y Salvador Allende, presidente del centro de alumnos de Medicina. A ese grupo pertenecían también Oscar Waiss, Astolfo Tapia y otros estudiantes, que después tendrían indudable importancia política. En la Universidad Católica, el grupo Renovación, encabezados por Bernardo Leighton, perteneciente a la Juventud Conservadora, junto a Manuel Garretón, Ignacio Palma, Eduardo Frei y Ricardo Boizard, se sumaron a la protesta.

En el centro de la ciudad se suceden, día tras día, las manifestaciones y los disturbios. El 22 de julio, sendas asambleas en la Universidad de Chile y la Universidad Católica, acordaron suspender las clases hasta conseguir la caída de Ibañez. Constituida una Unión Civilista, entre miembros de los partidos políticos opuestos a la dictadura, ésta convoca a un desfile por las calles del centro de Santiago, que es acogida por los médicos. En la manifestación es herido de muerte el estudiante d medicina Jaime Pinto Riesco, en cuyos funerales se suceden los disturbios, muriendo el profesor Alberto Zañartu, ante lo cual, los profesores secundarios declaran la huelga.

La efervescencia social provocó la muerte de varios policías, los que, literalmente, fueron ajusticiados, haciendo que la función de los carabineros se hiciera tan insegura, que sus mandos resolvieron permanecer con el personal en los cuarteles. Como no había vigilancia policial en las calles, los sectores acomodados formaron guardias blancas, aumentando la sensación de ingobernabilidad.

El 26 de julio, el dictador se reunió con sus principales colaboradores, resolviéndose que solicitaría un permiso constitucional. El día siguiente, de madrugada, tomó un tren hacia Argentina, vía Los Andes-Mendoza, marchando hacia el exilio, mientras Santiago hervía de apoteósica alegría.

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