El desarrollo de las ideas socialistas en Chile.  Sebastián Jans

4.3. EL RÉGIMEN QUE REEMPLAZÓ A BALMACEDA.

 

 

Mariano Casanova

Este arzobispo de Santiago, siguiendo las directrices del Papa León XIII, inició el debate doctrinal contra las ideas socialistas, en 1893, cuando éstas aún comenzaban a esbozarse de manera muy incipiente.

 

Prólogo

Capítulo Primero. LAS PRIMERAS DÉCADAS DE LA REPÚBLICA.

La Independencia.  

El proletariado en formación.   

Las ideas en pugna.

 

Capítulo Segundo. ARCOS Y LA SOCIEDAD DE LA IGUALDAD.

Santiago Arcos, su orígen e influencias

Chile a la llegada de Arcos

La Sociedad de la Igualdad.

El Club Reformista de la calle de las Monjitas. 

  La carta desde la cárcel.

 

Capítulo Tercero. FORMACION CAPITALISTA Y MUTUALISMO.

Montt, el último gobierno pelucón.  

La revolución burguesa de 1859

La expansión capitalista mundial.

El mutualismo de Vivaceta

Factores que influyen en la proletarización

La guerra del salitre

La guerra civil de 1891.

 

Capítulo Cuarto. LA CLASE OBRERA A FINES DEL SIGLO XIX.

Las grandes huelgas de 1890.  

El Partido Democrático

El régimen que reemplazó a Balmaceda

Alejandro Escobar y Ricardo Guerrero.

Las organizaciones socialistas precursoras.

 

Capítulo Quinto.RECABARREN Y EL PARTIDO OBRERO SOCIALISTA.

Los hechos sociales de principios del siglo XX.  

La "cuestión social".  

Dos años de sangrienta lucha de clases.

La masacre en la Escuela Santa María de Iquique

El democrático Recabarren

La Federación Obrera de Chile.

Recabarren, el socialista.  

El Partido Obrero Socialista. 

La crisis imperialista y la situación internacional

La Asamblea Obrera de Almentación Nacional.

La mesocracia y el populismo de Alessandri

Recabarren y el leninismo.

 

Capítulo Sexto. LA GRAN CRISIS DE LOS TREINTA.

La dictadura de Ibañez.  

La crisis y la caída de la tiranía.  

La sublevación de la Armada

La República Socialista.

 

Capítulo Séptimo. LAS DOS VERTIENTES SOCIALISTAS EN CHILE.

Fundación del Partido Socialista de Chile.  

Ranquil y Lonquimay.   

El Frente Popular

La represión de González Videla.

 

Capítulo Octavo. ALLENDE Y EL MOVIMIENTO POPULAR.

El Frente del Pueblo.  

El 2 de abril de 1957

El Frente de Acción Popular.  

El gobierno reformista de Frei

La Unidad Popular.  

Los mil días de Gobierno Popular.

 

Capítulo Noveno. LA RENOVACION SOCIALISTA.

El fin de la República Mesocrática. La dictadura de Pinochet.  

La crisis del Partido Socialista y el movimiento de renovación.

La opción de los comunistas.  

El liderazgo de Ricardo Lagos

El derrumbe de los "socialismos reales".

La Concertación de Partidos por la Democracia.

 

Conclusión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El triunfo de las fuerzas insurgentes, en la guerra civil de 1891, que lideran los miembros del Congreso Nacional, echó por tierra el sistema de gobierno, que durante 58 años le dio a la oligarquía excelentes resultados. El gobierno presidencialista y autoritario del peluconismo, constituyó la herramienta con que la clase aristocrática se entronizó en el poder sin discusión alguna. La emergencia liberal de mitad de siglo, había puesto en jaque al conservadurismo a fines del gobierno de Manuel Montt, pero, la fusión liberal-conservadora, permitió el compromiso necesario para compartir el poder, anulando el extremismo político liberal, a cambio de la implantación del extremismo económico. Del gobierno de José Joaquín Pérez en adelante, se verá una tendencia definida perfectamente en esa perspectiva.

Los elementos progresistas de la burguesía minera, fenecerán como tales, a partir del momento en que no obtienen minerales de alta ley, como el que les había permitido amasar sus fortunas, debiendo invertir sus excedentes en la compra de tierras, asimilándose a la aristocracia terrateniente. El problema religioso será el único factor importante de discrepancia entre conservadores y liberales, que mantendrá la diferencia a partir de las Guerra del Salitre. En lo demás había muy poca diferencia. Los conservadores reconocían banderas en la defensa de los intereses de la religión católica, siendo uno de sus máximos líderes Manuel José Irarrázabal. Los nacionales, representantes de los ideales del peluconismo de Portales, eran los más auténticos conservadores, siendo el que cobijaba a los grandes comerciantes y banqueros. Los liberales, fueron definidos por Alberto Edwards (1) como aquellos sin dirección, sin ideas, sin unidad siquiera. Sus exponentes más significativos eran los hermanos Matte, siendo expresión de propietarios, empleados públicos, profesionales y parte de la intelectualidad. Una de las ramas de los liberales, serían, luego, los balmacedistas, que fue el partido de los empleados públicos destituidos por la insurrección parlamentarista. Los radicales, en tanto, eran fuertemente anticlericales y con influencia hacia los niveles medios de la sociedad, siendo su líder más prominente Enrique Mac Iver. Y, por último, estaban los democráticos, partido aún emergente, que agrupaba artesanos, pequeños propietarios y gente vinculada al mundo del trabajo.

El otro elemento de diferenciación, según la posición de cada cual respecto del poder, será el poder ilimitado del Presidente de la República, capaz de intervenir directamente en los mecanismos electorales, al punto que, cada uno de los que ejercía éste cargo, estaba en condiciones de heredar el cargo a su propio candidato. Este último aspecto no dividía verticalmente a liberales y conservadores, sino que de modo horizontal. Será esta cuestión la que gravitará como detonante en el conflicto entre Balmaceda y el Congreso. El Presidente no chocó contra un partido, sino que se enfrentó con todas las fuerzas políticas y económicas de la oligarquía.

El capitán de navío Jorge Montt, que encabezó el movimiento militar, asumió la Presidencia a nombre del Congreso insurrecto, a fines de 1891. A pesar del nombramiento de este jefe naval, a la cabeza del gobierno, la insurrección no tuvo carácter de alzamiento militar, sino que estuvo enteramente en manos de jefes civiles, es decir, de la oligarquía financiera, mercantil y terrateniente.

La consecuencia política inmediata de este hecho, fue la consagración del parlamentarismo como sistema de gobierno, que implementó las reformas que hicieron desaparecer casi por completo la autoridad presidencial, mientras el Congreso detentaría un poder sin limitaciones. Los Presidentes se limitarían a dirigir el gobierno, de acuerdo a las tendencias predominantes en el Congreso. En adelante, las crisis ministeriales serán la expresión lógica de los cambios de las alianzas partidarias, donde los Presidentes acatarán esos cambios sin buscar el favor de un grupo especial, al menos aparentemente. Así por ejemplo, en diez años, entre 1891 y 1901, hubo veinte ministerios a consecuencia de las variaciones de las combinaciones políticas de los partidos.

Jorge Montt formó su primer gabinete, en diciembre de 1891, de acuerdo a las representaciones existentes en el Congreso: dos conservadores, dos radicales, un liberal y un nacional. Se inició el régimen parlamentario, donde el cohecho y el fraude electoral constituirían el modo de asegurar el dominio político, donde era indispensable poner grandes sumas de dinero para conseguir cargos de representación política, al punto que, poseer un cargo en el Congreso, era como tener un título nobiliario. Para los magnates del país, tener un cargo parlamentario era como pertenecer a un club. El descuido por la situación del país, la ineficacia de la administración pública, la corruptela institucionalizada, permitió que el país cayera en un abismo en que naufragó por 34 años, hasta que un grupo de oficiales jóvenes del ejército, en 1925, pusiera fin al predominio oligárquico

El rol del clero en la afirmación de ese régimen fue fundamental, sobre todo ante el carácter que había tomado el problema religioso, especialmente, durante el gobierno de Domingo Santa María, antecesor de Balmaceda, a consecuencia de las leyes de matrimonio civil, los cementerios laicos y la creación del registro civil, que ponía estos en manos de funcionarios públicos, quitándole a la Iglesia Católica el poder que, por ese efecto, tenía sobre la población. A ese hecho, se sumó otro conflicto que había enfrentado al gobierno de Santa María con la jerarquía eclesiástica, en la que Balmaceda, en tanto ministro, había sido parte, y que dice relación con el conflicto que tuvo el gobierno con el Nuncio Celestino del Frate para designar al reemplazante del arzobispo Valdivieso, que ejercía de jefe de la Iglesia Católica chilena, quien había muerto. La designación de monseñor Mariano Casanova significó un revés para el gobierno, y el prelado no vaciló en bendecir la insurrección congresista contra el diablo Balmaceda.

Monseñor Casanova, ligado a los terratenientes y a la oligarquía, será el primero en iniciar la lucha doctrinal contras las ideas socialistas, que comenzaban a difundirse, por esos años, entre los grupos proletarios. El 23 de abril de 1893, fiesta del Patrocinio de San José, el arzobispo Casanova daría a conocer su "Pastoral sobre la Propaganda de Doctrinas Irreligiosas y Antisociales", donde diría: "Hace tiempo que, a favor de una libertad que no puede ser ilimitada, se propagan en el país doctrinas irreligiosas y antisociales, que envuelven grave peligro para la fe de nuestro pueblo y amenazan socavar los fundamentos en que descansa el edificio social". Explayándose respecto del mal de la época, que significa para él la propaganda socialista, por medio de publicaciones y reuniones celebradas por las asociaciones obreras y artesanales, aseguraba que la simple enunciación de esas doctrinas demostraba que traerían consigo la ruina de la sociedad establecida por Dios. Denunciaba que el socialismo establecía como un derecho, la igual repartición de los bienes de fortuna y la destrucción de la propiedad particular. Aseguraba tajantemente que "la doctrina socialista es, pues, antisocial, porque tiende a trastornar las bases en que Dios, autor de la sociedad, ha establecido. Y no está en manos del hombre corregir lo que Dios ha hecho". A su juicio, los pobres, al no tener fortuna, tenían menos necesidades, por lo cual, eran felices en su pobreza, y que privar al hombre de los consuelos de la religión, se les quitaba la causa de sus mejores alegrías y de sus más gratas esperanzas. En cierto modo, esta Pastoral era el reflejo de la Encíclica "Quod Apostolici", del Papa León XIII, que, en 1879, calificaba las ideas socialistas como mortíferas pestilencias.

Curiosamente, la visión de monseñor Casanova, se unía así a la de distinguidos tribunos del Congreso, entre ellos a la del radical Enrique Mac Iver, que hacia fines del siglo XIX sostendría una intensa pugna doctrinaria, al interior de su partido, con Valentín Letelier, que representaba dentro del radicalismo las tendencias pro-socialistas.

 

Notas

"Bosquejo histórico de los partidos políticos chilenos". Alberto Edwards.

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