El desarrollo de las ideas socialistas en Chile.  Sebastián Jans

9.6. EL DERRUMBE DE LOS "SOCIALISMOS REALES".

 

 

  

El Muro de Berlín y su simbolismo.

El muro de Berlín constituyó el simbolo del derrumbe de los llamados "socialismos reales", y de la división política, ideológica y militar de la Europa de la post-guerra, pero, por sobre todo, fue el simbolo de la opresión que impusieron los regpimenes bajo la influencia de la Unión Soviética. La imagen de la izquierda señala el momento de su construcción, en tanto la de la derecha, el momento en que es destruído por el pueblo alemán.

 

Prólogo

Capítulo Primero. LAS PRIMERAS DÉCADAS DE LA REPÚBLICA.

La Independencia.  

El proletariado en formación.   

Las ideas en pugna.

 

Capítulo Segundo. ARCOS Y LA SOCIEDAD DE LA IGUALDAD.

Santiago Arcos, su orígen e influencias

Chile a la llegada de Arcos

La Sociedad de la Igualdad.

El Club Reformista de la calle de las Monjitas. 

  La carta desde la cárcel.

 

Capítulo Tercero. FORMACION CAPITALISTA Y MUTUALISMO.

Montt, el último gobierno pelucón.  

La revolución burguesa de 1859

La expansión capitalista mundial.

El mutualismo de Vivaceta

Factores que influyen en la proletarización

La guerra del salitre

La guerra civil de 1891.

 

Capítulo Cuarto. LA CLASE OBRERA A FINES DEL SIGLO XIX.

Las grandes huelgas de 1890.  

El Partido Democrático

El régimen que reemplazó a Balmaceda

Alejandro Escobar y Ricardo Guerrero.

Las organizaciones socialistas precursoras.

 

Capítulo Quinto.RECABARREN Y EL PARTIDO OBRERO SOCIALISTA.

Los hechos sociales de principios del siglo XX.  

La "cuestión social".  

Dos años de sangrienta lucha de clases.

La masacre en la Escuela Santa María de Iquique

El democrático Recabarren

La Federación Obrera de Chile.

Recabarren, el socialista.  

El Partido Obrero Socialista. 

La crisis imperialista y la situación internacional

La Asamblea Obrera de Almentación Nacional.

La mesocracia y el populismo de Alessandri

Recabarren y el leninismo.

 

Capítulo Sexto. LA GRAN CRISIS DE LOS TREINTA.

La dictadura de Ibañez.  

La crisis y la caída de la tiranía.  

La sublevación de la Armada

La República Socialista.

 

Capítulo Séptimo. LAS DOS VERTIENTES SOCIALISTAS EN CHILE.

Fundación del Partido Socialista de Chile.  

Ranquil y Lonquimay.   

El Frente Popular

La represión de González Videla.

 

Capítulo Octavo. ALLENDE Y EL MOVIMIENTO POPULAR.

El Frente del Pueblo.  

El 2 de abril de 1957

El Frente de Acción Popular.  

El gobierno reformista de Frei

La Unidad Popular.  

Los mil días de Gobierno Popular.

 

Capítulo Noveno. LA RENOVACION SOCIALISTA.

El fin de la República Mesocrática. La dictadura de Pinochet.  

La crisis del Partido Socialista y el movimiento de renovación.

La opción de los comunistas.  

El liderazgo de Ricardo Lagos

El derrumbe de los "socialismos reales".

La Concertación de Partidos por la Democracia.

 

Conclusión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando el exilio chileno llegó a los países de Europa Oriental, al mundo de los socialismos reales, de alguna manera, se albergaba en ellos, cual más cual menos, la idea de que serían acogidos en el paraíso de los trabajadores. Carecían, seguramente, de esa esperanza, aquellos dirigentes que habían tenido la oportunidad anterior de alternar con ese medio, en sus viajes a la Unión Soviética o a los otros países del Este europeo, que integraban el Pacto de Varsovia. Pero, lo que primero aprendieron de sus anfitriones, era que llegaban al socialismo real, no a una utopía. Ellos les dijeron que habían hecho realidad el socialismo, gracias al liderazgo maxista-leninista ejercido por el PCUS.

Para aquellos exiliados que no integraron las altas responsabilidades de la Unidad Popular, para los anónimos militantes, la experiencia que vivieron, en muchos casos, fue hasta traumática, o, cuando menos, negativamente sorprendente. Les impactó profundamente las condiciones del Estado policiaco, los profundos problemas sociales que consideraban imposibles en una sociedad socialista, la enorme estructura burocrática, la carencia de iniciativa, la ineficiencia, la indiferencia, la instisfacción popular, la falta de libertad.

En fin, aspectos que eran inconcebibles para la mentalidad del izquierdismo chileno, que honestamente suponía que, en aquellas naciones del Este europeo, se habían hecho realidad las grandes aspiraciones de la revolución socialista. Errores garrafales en los procesos productivos, superlativización del control político, ausencia de verdaderas motivaciones sociales, marcada tendencia dogmática en la cotidianidad partidaria, desconfianza ante todo juicio relativo, acento conspirativo en las formas habituales de la participación política de base. Para el participativo militante chileno, fuese comunista, socialista, radical o mapucista, era inconcebible la jerarquización de la conducción política a través del comisariato, es decir, la generación política desde la superestructura partidaria, sin considerar la discusión de base.

Muchos trataron de explicarse aquellas situaciones, como consecuencia de factores culturales, o bien, ante la inseguridad de su situación personal o familiar, por su condición de exiliados, y trataron de adaptarse, incluso, revisando sus planteamientos ideológicos, una recursividad natural. Sin embargo, lo cierto es que, en su gran mayoría, llegaron a la conclusión que eran sociedades en crisis, producto de la carencia de libertades y la ausencia de un espíritu crítico en todos los niveles del trabajo político y en el desenvolvimiento social. Había una estructura de dominación político-policial, donde las dirigencias y los distintos niveles de decisión constituían una burocracia piramidal, que se recreaba y se constituía desde la superestructura, sobre la base de la conspiración y los privilegios.

La hegemonía que un grupo dirigente establecía, repartía prebendas y cooptaba su continuidad hacia la base social, sin importarle la burocratización y la lenidad, haciendo que el sistema administrativo del Estado se volviera ineficiente e incapaz de innovar frente a los problemas evidentes que imponía la realidad. El conservadurismo se imponía de esa manera en la salvaguarda de los privilegios de algunos y la marginación de los demás.

Frente a esa desalentadora realidad, el exilio chileno que llegó a los países del "socialismo real", en su gran mayoría, paulatinamente optaron por emigrar hacia Europa Occidental. Aquellos que se beneficiaron con los privilegios que les entregaba el gobierno, se quedaron para promover desde allá, su validación política personal y colectiva.

Sin embargo, algo estaba ocurriendo de manera imperceptible. En la Unión Soviética, un grupo de la tecnocracia del PCUS, ligado a las instancias de mayor lucidez en la evaluación de la confrontación con el mundo occidental, comenzaba a esbozar una conclusión en que advertían las profundas insuficiencias del sistema y de las estructuras sociales y estatales para enfrentar los desafíos de una confrontación con EE.UU. que, hacía rato, había dejado de ser industrial-militar, para convertirse en tecnológica-militar. El equilibrio de la "guerra fría", surgido en la post-guerra, sustentado en la capacidad industrial, había quedado superado, y solo era posible restablecerlo a través de la innovación tecnológica y la adaptación a una realidad mucho más dinámica.

Soterradamente, se fue dando una reflexión que reconocía la enorme incapacidad de la burocracia partidaria y estatal, vinculada a los órganos de la inteligencia del Estado, especialmente, a la KGB, acogida por el mismo Yuri Andropov, su jefe político. Y cuando advirtieron que la estrategia militar y tecnológica norteamericana apuntaba a un sistema de escudo satelital y nuclear, que se conocerá posteriormente, de manera ampulosa, como el proyecto "Guerra de las Galaxias", hará que esa reflexión de la tecnocracia se haga extensiva también a la cúpula militar, que advertían el enorme riesgo de desequilibrio estratégico, que la agresiva capacidad de innovación de las empresas norteamericanas estaba poniendo al servicio de la maquinaria militar de ese país.

Así, se irá produciendo una simbiosis entre los generales jóvenes y la tecnocracia, dentro del PCUS, respecto de la necesidad de una profunda reestructuración del Estado soviético, de la economía y del sistema de gestión política. Enfrentaron de inmediato el gran dilema de cómo hacer aquello posible con una dirigencia hegemónica de líderes ancianos y conservadores.

Tardíamente, tal vez, ello sería posible con la complicidad de la ley biológica, y con la capacidad conspirativa de generar liderazgos efímeros a partir de la muerte de Leonid Brezhnev, es decir, exaltando al poder máximo del PCUS a aquellos que estaban más próximos a su fin biológico. Ello, desde luego, desestabilizó a la gerontocracia partidaria, y dio espacio necesario para la emergencia de un liderazgo joven, que será personificado en Mihjail Gorbachov, el último líder del Estado soviético, un protegido de Yuri Andropov.

Gorvachov impuso dos grandes conceptos que remecerían al sistema soviético, al punto de llevarlo a su desintegración: perestroika y gladsnot (reestructuración y transparencia). Prestroika, para cambiar las estructuras económicas y gladnost para las estructuras de poder. Sabemos que la enorme estructura burocrática fue incapaz de soportar la presión de aquellos cambios, y que la Unión Soviética se desmoronaría estrepitosamente.

Para la izquierda chilena, la apuesta de Gorbachov tuvo un impacto profundo. Para los socialistas, la perestroika significaba la ratificación de sus planteamientos críticos frente a los "socialismos reales", sostenidos desde los años 1940. Para los comunistas, el impacto fue mayor, ya que ello ponía en evidencia lo que nunca habían querido ver. Los aires de apertura que las jornadas de protesta contra Pinochet habían conquistado, aunque fuera de un modo muy relativo, permitieron que el libro "Perestroika" de Gorbachov, un best-seller mundial, circulara con gran profusión, siendo motivo de amplios debates en las instancias políticas de la izquierda chilena en reconstrución.

Sin embargo, en ningún momento, nadie estuvo en condiciones de prever la enorme magnitud de la crisis, que se estaba desarrollando, y que, a los pocos años, produciría la hecatombe de los "socialismos reales" y su desaparición del escenario europeo oriental.

En cambio, frente a la realidad soviética y de los países europeo-orientales, en los ámbitos de la socialdemocracia europea occidental resaltaba una alternativa vital y de ascendente proyección. Distintas figuras políticas intervenían directamente en el debate ideológico y se proyectaban con prometedoras perspectivas en el concurso democrático por el poder. En España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) llegaría al gobierno, encabezado por el joven y carismático Felipe González, cercana referencia, por cultura y coincidencias históricas, para los socialistas chilenos, que mantuvieron estrechos vínculos con González, en forma directa, o a través de la Encargada Internacional del PSOE, Elena Flores.

En Francia, Mitterand planteó su propia opción, que hizo posible su acceso a la Presidencia de la República Francesa, donde gobernó discrecionalmente o con el Partido Socialista Francés o con la derecha, en los gobiernos llamados de cohabitación, tan propios del singular presidencialismo francés. Los socialistas franceses mantuvieron estrechas relaciones con el exilio chileno, especialmente, por medio de los dirigentes Pierre Muroy y Michel Rocard, sin olvidar el hecho que, simbólicamente, el gobierno socialista francés nombró como Embajador en Chile, durante el periodo más candente de la lucha democrática de los años 1980, a León Boubier, un ex combatiente de la resistencia anti-nazi.

En Suecia, Olaf Palme, líder socialdemócrata, fue otra de las referencias obligadas para la izquierda chilena, por la modalidad del sistema político-social, y por la amplia acogida al exilio chileno. Sin embargo, el pragmatismo y la modestia ideológica de la social democracia nórdica no iban con el espíritu latino del chileno, más voluptuoso en la indagación ideológica. Así, donde más tenían que aprender, menos analizaron.

En Italia, la emergente figura de Bettino Craxi, subyugó a no pocos dirigentes del socialismo, sobre todo por su experiencia en gobiernos de coalición con la Democracia Cristiana, cuando comenzaba a construirse la relación entre socialistas y demócratas cristianos en Chile, contra la dictadura de Pinochet. Además, ya hemos indicado en un capítulo anterior, la propuesta convergencista, surgida en el Seminario de Ariccia. Con los años Craxi, incluso vendría a Chile, para manifestar su proximidad con la causa democrática chilena y con el socialismo, especialmente.

Sin embargo, Italia no solo influiría a través de Craxi. Previamente, la realidad que viviría el Partido Comunista Italiano (PCI), encabezado por Erico Berlinger, animó fuertemente el debate en el exilio y en la clandestinidad de la izquierda chilena. En realidad, la gran revisión de los Partidos Comunistas no había comenzado, ideológicamente, en la Unión Soviética, sino en el PC más poderoso de Occidente, el PCI. El "aggiornamento" de los comunistas de ese país, consideró una profunda crítica a las visiones clásicas del marxismo, y una re-visión que consideraba el pensamiento de Gramschi como su base, hacia ámbitos que tenían que ver con las culturas, como referencias necesarias para entender de un modo distinto el determinismo de la lucha de clases y de los modos de producción.

Pero, volviendo al rol de la socialdemocracia europea en el debate ideológico y su influencia en el pensamiento del socialismo chileno, hubo dos partidos de la socialdemocracia que resultaron menos relevantes: el laborismo inglés y la socialdemocracia alemana.

Predominando en Inglaterra la política conservadora de Margaret Tatcher, el laborismo inglés estuvo volcado de lleno a la política interna, y a levantar un liderazgo alternativo a la avasalladora personalidad de la "Dama de Hierro". Las vinculaciones hacia la causa chilena estuvieron radicadas solo en la juventud del laborismo, con un carácter más bien testimonial. Líderes posteriores del laborismo, como Blair y Strow, se formaron también en el sentimiento de repudio a Pinochet. Si hubo vinculaciones, ellas trataron de ser desarrolladas por el ala trotskista de la juventud laborista, que buscó relacionarse con la izquierda clandestina en Chile.

El PSD alemán no fue una influencia importante, pese a su importancia en la realidad de la socialdemocracia internacional, a pesar de la dedicación de Willy Brandt hacia el Tercer Mundo, donde tuvo una proyección más bien global que particular. Bajo su apoyo, por ejemplo, por medio de la Fundación Friedrich Ebert, se publicó en Venezuela, para toda América Latina, bajo la dirección de Karl Ludolf Hübener, la revista "Nueva Sociedad", cuya edición estaba radicada en San José de Costa Rica.

Esta publicación de carácter bimensual, circuló por toda la dirigencia socialista o socialdemócrata latino-americana, sirviendo como medio de difusión de la reflexión política e ideológica de su clase política en reconstrucción, luego del periodo de dictaduras militares que caracterizó la historia americana, entre los 1970 y 1980. Allí publicaron sus ensayos Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Carlos Andrés Pérez, Ricardo Lagos, Ricardo Nuñez, Enzo Faletto, Walter Guevara, Jaime Paz Zamora, Luis Alva Castro, Fernando H. Cardoso, en fin, toda la izquierda no comunista de Centro y Sud América.

 

   

   

Distintas visiones ideológicas del socialismo.

Andropov, Chernenco, Gorvachov, Craxi, Felipe González y Mitterand, en el mismo orden, fueron en los años 1980, los referentes de las distintas visiones del socialismo, que influyeron decisivamente en las ideas socialistas en Chile, de fines del siglo XX. Cada uno perfiló su política de acuerdo a convicciones distintas y formas distintas de entender los procesos sociales.

 

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