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Y DEMÁS/Doblemoralistas
El tonto
(e hipócrita) de esta semana: Richard Branson
Este
magnate de la industria discográfica y la aviación mundial
exige cobrar altas tasas impositivas a los ricos y regalar
ese dinero a los pobres para reducir la desigualdad...
claro, siempre y cuando ese dinero no sea el suyo.
Hipocresía al cuadrado cuando hablamos de alguien que lleva
años viviendo un exilio fiscal para evadir impuestos
Versión impresión
JULIO, 2018.
Imaginemos que un día Michael Phelps nos saliera con que la
natación "es la más repudiada de las disciplinas
deportivas", que
Stephen King afirmara que
"escribir libros es la peor estupidez que uno pueda
concebir", que Julio Iglesias revelara que "grabar discos es
una manera perversa de hacer dinero", o que
Steven Spielberg afirmara
muy orondo que "el cine es una industria que debe ser
borrada del mapa, y quienes no estén de acuerdo con ello
deben ser boicoteados". ¿Qué pasaría? Nadie los bajaría de
hipócritas, tontos y desagradecidos por atacar aquello a lo
que se han dedicado, que los ha hecho triunfar y que los ha
enriquecido más de lo que alguna vez llegaron a imaginar.
Porque, si eso a lo que se dedican es tan nocivo y perverso
¿entonces por qué no optan por hacer otra cosa?
Sin embargo escuchamos a gente exitosísima en los negocios,
ya sean Warren Buffett,
Bill Gates, Jeff Bezos o
Mark Zuckerberg diciéndonos
a diario que el sistema de libre mercado "es injusto", que
"es un fabricante de pobreza" o que "fomenta el egoísmo y
concentra la riqueza en pocas manos". ¿Por qué a nadie le
parece un acto de hipocresía que esos magnates, gente que
ejemplifica en sí misma el éxito del libre mercado, critique
con saña a ese esquema económico que los hizo acumular
fortunas astronómicas?
La doble moral y la hipocresía pululan por doquier: actores,
directores y guionistas que ganan millones de dólares por
dirigir, actuar en una película o escribir una historia y
quienes claman por "aniquilar" al capitalismo, así como
cientos de celebridades que exigen "abrir las puertas" a la
inmigración ilegal pero que se niegan a acoger a esa gente
dentro de sus lujosas residencias; a políticos, activistas y
gente famosa que pide un "control absoluto de armas" pero
que participan
en películas donde hay
disparos a toda hora, o que siempre que salen de sus casas
lo hacen acompañados de guardias y agentes de seguridad
fuertemente armados; o empresarios que se asumen como
"progresistas" pero que emigran a otras latitudes cuando
esas políticas empiezan a afectar sus propios negocios.
O para resumir toda este doble rasero en un solo nombre:
Richard Branson.
Antes de seguir tenemos que enfatizar lo mucho que hay que
admirarle a Richard Branson, nacido en una familia de clase
media baja en 1950 y que a fines de la década siguiente
publicó una revistita impresa en mimeógrafo que comentaba
las novedades literarias londinenses; un hippie
tardío que también fue bibliotecario, trotamundos y en 1973
consiguió que varios amigos le prestaran dinero para fundar
una compañía disquera a la que originalmente llamó Virgin
Mary pero que se quedó simplemente en Virgin. Era una
apuesta arriesgada, máxime porque la firma se estrenó con el
disco
Tubular Bells de Mike
Oldfield. El inusitado éxito de ese disco le permitió a
Branson capitalizarse y a expandir su empresa, que
rápidamente se convirtió en ejemplo de música pop avant-garde.
La lista de artistas de talento que han trabajado en Virgin
es impresionante: Además de Olfield, Roxy Music, Orchestral
Manouvers in the Dark,
The Human League, Ultravox,
Culture Club, Paula Abdul, Janet Jackson y, en años
posteriores, George Michael y los
Rolling Stones. Igualmente
Branson ha estado detrás del financiamiento de películas
como La Última Tentación de Cristo. También se ha
vestido de azafata y de pirata para promocionar su línea
aérea Virgin; buscó cruzar el Pacífico en globo y el
Atlántico en una lancha de motor e incluso ya está
financiando naves que viajen al espacio.
La fortuna de Branson fue estimada por Forbes en
4,200 millones de dólares, la cuarta más importante en Gran
Bretaña. Estamos hablando pues de un magnate de altos vuelos
pues Virgin Group es poseedora de más de 300 empresas que
abarcan la aviación comercial, el entretenimiento --desde
estaciones de radio, sitios web, y la discoteca gay más
importante de Londres-- y hasta el área farmacéutica. Su
conglomerado da empleo a 48 mil personas y tiene presencia
en más de 30 países. Asimismo Branson ha publicado varios
libros sobre éxito empresarial y es un filántropo que
canaliza millones de dólares cada año para la investigación
contra el cáncer.
En muchos sentidos, Richard Branson es un empresario
admirable. Por eso sorprende que reniegue de lo que hace y
crea que lo suyo sea un actividad deleznable, claro, siempre
y cuando él no sea quien le realiza, lo que representa una
hipocresía tan grande como su fortuna.
Veamos lo que dijo Branson en una reciente entrevista con
The New York Times:
"Una solución para reducir la desigualdad es regalar
dinero", dice Branson, y propone más adelante, "un ingreso
mínimo que debe ser introducido en Europa y en América. Es
una desgracia ver gente durmiendo en las calles mientras
están rodeados de tanta riqueza material". En pocas
palabras, lo que propone Branson (también conocido entre los
progres como "un ingreso básico universal"), es
darles dinero en efectivo a todos independientemente de que
tengan un empleo o carezcan de él.
Igual que ocurre con el cometa Halley, la idea disparatada
de que la pobreza se resuelve haciéndole al Santa Claus y
que parecía enterrada hace poco más de dos décadas, regresa
con fuerza incontenible pese a que ha fracasado, sin
excepción, cada vez que se ha aplicado.
El otro lado del argumento de Branson --y con el que se ha
ganado prístinamente su ingreso al club al cada vez más
nutrido de los tontos semanales-- es que un empresario
piense que la pobreza se resuelve simplemente transfiriendo
dinero a los pobres sin nada a cambio. Ya que si se trata de
hablar en serio, ¿por qué entonces Branson no le descuenta
parte del salario a sus empleados y comienza a repartirlo a
los pobres de las calles de Londres o Nueva York? ¿Por qué
los fondos para ese "ingreso básico universal" tienen que
salir de otra gente y no de las ganancias del mismo Branson
y de su emporio?
Sí, es una desgracia ver gente durmiendo en las calles de
las grandes ciudades. Pero sería bueno que nuestro tonto de
esta semana visitara California, específicamente Los
Ángeles, y viera cómo cientos de personas duermen a la
intemperie, en las banquetas y lotes baldíos donde han
levantado pequeñas casas de campaña permanentes. Alguien
tendrá que decir a Branson que esas personas "rodeadas de
tanta riqueza material", viven en una entidad que, bajo la
batuta del inepto Jerry Brown, ha subido el salario mínimo a
11 dólares la hora, lo que ha propiciado el cierre de miles
de puestos de trabajo. Esa gente que vive en las calles
angelinas no es consecuencia del "capitalismo salvaje" sino
de las insensatas medidas "progresistas" del gobernador
Brown y de su amigote Barack Obama, empeñadas en destruir la
creación de riqueza y por ende de empleo. Antes de la
llegada de Obama a la presidencia y del gobernador Brown,
las personas que dormían en la calle eran apenas un puñado
pero hoy se calcula que son más de 2 mil, sobre todo en el
distrito de la senadora demócrata Maxine "Boquifloja"
Waters.
La hipocresía de Branson se antoja ilimitada: En su libro
Screw Business As Usual: Turning Capitalism Toward a Force
of Good (Al carajo los negocios como los conocemos:
cambiemos el capitalismo hacia una fuerza de bien), Branson
deja en claro que "hacer negocios puede ayudar a arreglar
las cosas y a crear un mundo más próspero para todos. Yo
creo en los negocios porque creo que los negocios pueden ser
una fuerza de bien". ¿Pero entonces por qué no aplicar esta
misma filosofía cuando se trata de combatir la pobreza?
¿Será que Branson ve a los pobres como personas incapaces de
hacer negocios y crearse un mundo más próspero para ellos y
a quienes venden sus bienes?
Entonces, de lo que habla aquí Branson es de instituir un
impuesto que grave a los más ricos y dárselo a los más
pobres para reducir la desigualdad. Pero por lo visto
Branson no parece estar muy dispuesto a colaborar el mismo
con tan noble, aunque inútil, causa. El Daily Telegraph
da cuenta que Branson lleva siete años exiliado para no
pagar impuestos en Gran Bretaña. "Son tasas verdaderamente
altas y que afectan la realización de transacciones
comerciales", dijo Branson a ese diario. ¡Aaaaaaah,
caraaaaaay! ¿Pues que no habíamos quedado que "para combatir
la pobreza hay que cobrar más impuestos a los ricos y que
ese dinero sea repartido entre los pobres que duermen en las
calles"? Si de ser solidario se trata con los más pobres, lo
lógico sería que Branson pagara sus impuestos para así
contribuir con ese objetivo ¿cierto? Pero en vez de ello se
las pasa evadiéndolos.
La situación es muy parecida a la del grupo irlandés de rock
U2 cuyos miembros por
décadas han exigido al gobierno irlandés que "transfiera más
dinero al continente africano para combatir la pobreza y la
hambruna". Pero resulta que Bono y sus amigos llevan años de
exilio fiscal de modo que sus ganancias las han canalizado a
Holanda y a transacciones off-shore donde las tasas
impositivas son más bajas. Una táctica radiante en
hipocresía: que se jodan los demás cuando se trate de pagar
impuestos para combatir la pobreza y la hambruna en África.
Un multimillonario que se ha beneficiado ampliamente con el
capitalismo exige tasar aun más a los ricos para que ese
dinero le sea entregado a los pobres pero que al mismo
tiempo lleva casi una década evadiendo impuestos; un
supuesto defensor de un "capitalismo más humano" que, sin
embargo, rehúsa toda posibilidad que los pobres abandonen su
condición convirtiéndolos en seres apáticos, siempre
atenidos a extender la mano y recibir dádivas. O como
acertadamente escribiera Juan Carlos Hidalgo, del Cato
Institute: "Si las dádivas realmente redujeran la pobreza,
desde hace tiempo los pordioseros habrían desaparecido de
las calles".
Por un lado, Adam Smith estaría orgulloso de Richard Branson,
pero por el otro lo consideraría un absoluto hipocrita y un
tonto desagradecido al que gustosamente le patearía el
trasero. Y esta es la gente que asegura desear ayudar al
capitalismo a ser mejor.
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