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INTERNACIONAL

El Tonto del 2016. Nicolás Maduro

Es innecesario esperar hasta el fin de este 2016 para otorgar el mandatario venezolano un blasón tan poco honorable. Pero se lo ha ganado a espuertas: se ve prácticamente imposible que alguien vaya a disputárselo en lo que resta del año

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ABRIL, 2016. Decía don Hermenegildo L. Torres, fundador del Partido Único de los Pendejos, que un terco es un pendejo que busca el reconocimiento absoluto a su condición. Y por esa razón consideramos innecesario esperar hasta que concluya este 2016 para darle el título de Tonto del Año al presidente venezolano Nicolás Maduro. Difícilmente alguien superará o le disputará ese reconocimiento en los meses que quedan. Solo basta repasar sus recientes acciones y decretos para darnos cuenta que Nicolás Maduro es un tonto ligamayorista y que, como dijo el fundador del PUP, entre más tonto él mismo se descubre, más tonterías comete.

Porque las de Nicolás Maduro son tonterías que siguen emanando impunemente por parte de alguien que ya nos demostró ampliamente cómo las tonterías, el Imperio de la Babosada, tiene actualmente muchos personajes que quieren habitarlo. En la política internacional, Maduro prácticamente no tiene contendientes: Cristina Kirchner, quien también ya recibió el título de máxima tontería hace un par de años, para suspiro de todos dejó el poder hace poco más de siete meses. Quizá el alcalde de Nueva York Bill diBlasio puede disputarle el blasón como tontazo en un futuro. Es cosa de esperar; por lo pronto mencionemos que nos llevó a postular, y a nombrar, a Nicolás Maduro como Tonto de este 2016.

Por principio, hace unas semanas Maduro emitió un decreto en el cual reduce de 5 a 4 los días laborales en Venezuela, según él porque el país se encuentra en "una posición de emergencia energética" y se hace necesario ahorrar todo lo posible.

Populismo puro: ante la posibilidad que millones de venezolanos terminen por convencerse que el chavismo ha llevado a su pobre país a una sucursal del mismísimo averno, con una hiperinflación que cada hora destroza el poder adquisitivo, con índices de criminalidad insólitos en una Caracas que en su momento era una de las ciudades más seguras del mundo, con un desabasto de todo, con filas de cientos de metros para comprar artículos básicos como champú, pañales o pasta dentífrica, Maduro determina que todos trabajarán un día menos y por tanto serán más felices y darán loas al inepto bigotudo.

Pero esta decisión da cuenta de hasta dónde las cosas dentro de la cabecita del presidente Maduro no funcionan correctamente: ¿Nadie le ha dicho que los millones de obreros que permanecerán los viernes en sus casas de cualquier modo seguirán consumiendo agua y electricidad con el agravante de que producirán menos? ¿acaso espera que todos saquen a relucir su solidaridad bolivariana y por tanto mantendrán apagados sus televisores y el aire acondicionado de sus hogares frente a temperaturas superiores a los 35 grados?

Lo que traerá este dictamen populista será una considerable baja en la productividad de un país que ya de hecho produce poquísimo, además de los problemas sociales que acarreará el que el jefe de familia esté inactivo en casa otro día de la semana.

Sin embargo esta tontería de Maduro asume tonos mayúsculos de idiotez porque en todo momento evita enmendar la razón que dio origen a esta escasez energética. En el 2006 y en pleno apogeo del chavismo, el Estado venezolano expropió El Guri, la principal hidroeléctrica que produce el 65 por ciento de la energía que consume el país y poco después las dos empresas que suministraban energía eléctrica. Ambas funcionaban en números negros pero ante el deterioro salarial de la población, el servicio que ofrecían se fue haciendo más caro por lo que Chávez culpó a estas empresas y las transfirió al sector público. A los seis meses de la nacionalización las deficiencias del servicio comenzaron a ser notorias; la brutal ineficiencia burocrática del chavismo hizo que en menos de tres años, las compañías de electricidad comenzaron a racionar el servicio.

Pero en vez de resolver esta pifia, el presidente Maduro piensa (bueno, algún verbo hay que utilizar aquí) que la crisis energética se resolverá mágicamente con darle un día más de descanso a los obreros. Es la terquedad, intrínseca a todo aquél gobernante que se asume como "progre", de negarse a reconocer que se han cometido errores, que la estrategia no funcionó, en fin, que todos tenemos derecho a cometer burradas pero que una mínima inteligencia nos obliga a reconocerlas y a no repetirlas. Cuando nos negamos a hacerlo caemos en la condición que mencionaba el extrañado Hermenegildo Torres.

Esa no es la única tontería reciente de Maduro, por supuesto: eso de llamar a Mariano Rajoy "basura que ha llevado a la pobreza y al desahucio a toda España" sin voltear hacia lo que ha provocado en chavismo en Venezuela, habla de un grave y preocupante desequilibrio mental. Y una perla más: en otra de sus alocuciones, Maduro exigió a las mujeres que dejaran de utilizar las secadoras de pelo para ahorrar energía y les dijo, orondo: "Yo creo que una mujer se ve más bonita cuando se peina con los dedos y cuando de manera natural, deja su cabello secar".

Ya encarrerados en la sarta de tonterías que salen de la boca de Nicolás Maduro, ¿por que de una vez no prohíbe a los venezolanos evacuar sus intestinos para así remediar la profunda escasez de papel sanitario que padece el país?

Peinarse con los dedos para lucir mejor. ¡Hasta dónde ha llegado la tontez del mandatario venezolano! ¿Existen aún dudas de porqué decidimos adelantarle su reconocimiento aun antes que finalice este 2016?

Es triste cómo un país con tanto que admirarle --algo que encabezan sus mujeres-- esté encabezado por un tontorete sin carisma, que a diferencia de Chávez, carece de gracia para contar anécdotas, que cree entender el lenguaje de los pajaritos y que está seguro que el pueblo se alzará en armas si llegan a quitarlo del poder. Diríamos en México: Pobre güey.

 

 

 

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