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Un presidente que nomás no madura

Lo peor que puede pasarle a un país emproblemado es que al frente esté alguien que no tiene idea de lo que está haciendo y que achaca a los demás su propia incompetencia. Aparte de sus dislates verbales, Nicolás Maduro conduce hoy a Venezuela al fondo del túnel de donde la llevó su antecesor

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OCTUBRE, 2013. Conforme pasa cada día en la presidencia de Venezuela, se confirman los temores de que se trata de un hombre impreparado, inculto, ignorante de su realidad, y paranoico. Cada día su imagen se derrumba y su discurso más que abollado de que el imperialismo conspira en su contra sirve menos para confirmar el aterrador hecho de que Nicolás Maduro era el menos indicado para asumir un puesto que requería medidas congruentes y eficaces para salvar a Venezuela de la debacle que le dejó Hugo Chávez, el equivalente a inyectarle más morfina a un adicto a las drogas, o en este caso, al petróleo.

La reciente medida de Maduro por "intervenir" a la principal empresa de papel sanitario es una muestra más de su peligrosa insensatez. Es como si el mandatario desconociera los principios más elementales de la economía de mercado, que reacciona de acuerdo a las torpes decisiones de su gobierno, castigando así al mensajero en vez del autor de la escasez de ese artículo entre los venezolanos. Su cuerpo mismo parece estar reaccionando ante sus lamentables desplantes: durante su participación en la "marcha ciclista reviolucionaria" en el Cuartel de la Montaña, Maduro saludó con su mano derecha y, con el infantil temor de que se le acusara de "oligarca", rápido levantó el puño izquierdo, pero en la maniobra perdió el control y cayó de la bicicleta, dándose tremendo golpazo. La escena ha sido una de las más vistas en YouTube, algo que difícilmente pudiera extrañar, pues no tiene desperdicio.

Muchos venezolanos llaman ya un reality show la ya innumerable sarta de ridículos que Maduro comete frente a las cámaras. Y es que aparte de su incapacidad para gobernar, el presidente es un ególatra o, como dijo Teodoro Petzkoff, un analista opositor, "un mediocre al que de repente regalan una palestra". Si la presencia mediática de Chávez volvió insoportable el encender la televisión o el radio para no toparse con discursos preñados de tonterías, Maduro ha incrementado esos tiempos con el agravante de que no sabe decir otra cosa que denunciar supuestas conspiraciones imperialistas. 

El estudio de una agencia de medios en Caracas demostró que en uno de sus insufribles discursos, Maduro pronunció la palabra "imperialismo" 48 veces en menos de 30 minutos, niveles que desde hace rato abandonaron los Castro en Cuba. Y, como siempre, el "imperialismo" ha sido un ente abstracto pues Maduro, pese a afirmar "tener las pruebas" que hay para deshacerse de él siempre se abstiene de proporcionar nombres y publicar las fotos de esos presuntos conspiradores. (El gobierno de Obama acaba de cometer un error pidiéndole que, si tiene pruebas, que las demuestra, algo que le sigue el juego a Maduro, cuyo desdén de Washington lo ubicaba tácitamente como un orate que todo el día profiere peroratas).

Pero este reality show está saliendo muy caro a los venezolanos. Dado que el Estado es el primero en pisotear el derecho de propiedad y quedar impune --y a la tremenda corrupción de los órganos judiciales-- los índices de criminalidad, que con Chávez ya eran altísimos, se han agudizado, lo que ubica a Caracas en la indeseable posición como la ciudad más peligrosa de Sudamérica. La desesperación, y un índice inflacionario que ya empieza a cambiar sus precios semanalmente, aunado a la escasez, donde aun teniendo bolívares no se pueden conseguir productos básicos, han aumentado la desesperación entre los ciudadanos. Como muestra, hace unos días un camión que transportaba carne de accidentó en la capital y decenas de ciudadanos abrieron las puertas posteriores para robarse los filetes mientras el conductor se desangraba. En otra ocasión, dos hermanas se pelearon a golpes por la posesión de un paquete de harina. Una de las muchachas, de 18 años, perdió el bebé que esperaba.

                                                      Interminables dislates

A continuación invitamos al lector a repasar algunos errores garrafales de Maduro, quizá no tan graves como los de su política económica, pero si bastante reveladores:

Aparte del "pajarito" que le comunicaba consignas revolucionarias y la "multiplicación de los penes", Maduro ha dicho que "vamos a entregar 35 millones de libros y libras", que Venezuela tiene "millones y millonas de combatientes", confundió telescopio con estetoscopio y afirmó que Helsinski era la capital de Suecia. También animó a las "soldadas" de su ejército y fustigó a los críticos de su gobierno de estar atizando el "racismo social", sea lo que sea que eso signifique.

Y así como Chávez criticó a los personajes de Walt Disney "porque eran más conocidos que los héroes nacionales", Maduro censuró al Hombre Araña, cómplice de la "fábrica de antivalores" pues "fomenta la violencia". Es increíble, y más aún, patético, que un presidente achaque a unos personajes de ficción la promoción de la violencia y al mismo tiempo carezca de un plan eficaz para combatir la delincuencia la cual, naturalmente, ha achacado al "imperialismo".

Curiosamente, y tratándose de alguien que cada vez que puede enciende incienso a su antecesor, Nicolás Maduro rara vez menciona a Simón Bolívar en sus discursos o acude a él con la enfermiza vehemencia que le procuraba Chávez, quien se había embebido de la historia del Libertador, si bien toda tergiversada y acomodada a su gusto. La explicación es sencilla: Maduro no tiene idea alguna de quién fue Bolívar, y bastaría cualquier conversación o entrevista para confirmar su ignorancia, aunque para que ello ocurra pasará un tiempo pues ni Maduro ni su equipo más cercano conceden entrevistas a medios que no sean agachados, lambiscones o adictos al embute del régimen.

Y como cereza de tan infausto papel, Maduro carece, pudiera decirse que en forma total, del carisma de Chávez, capaz de arengar a las masas con palabrería que en alguien menos avezado, resultaría caótica y poco creíble. Eso es precisamente lo que sucede con los discursos de Maduro: aparte que su audiencia primero es "chavista" antes que otra cosa, los asistentes cabecean y bostezan ante alguien que habla con un tono aburrido y lleno de frases de cajón. "Hay que reconocer que Chávez, de no haber sido político, habría resultado un gran histrión. A Maduro, en cambio, lo habrían despedido de una escuela de actuación desde el primer día", refiere Tepkoff, "no se convence ni él mismo de lo que dice".

La única carta que juega a favor de Maduro es el petróleo: mientras disponga de éste habrá quienes soporten la sarta de discursos idiotas, los medios oficialistas seguirán justificándolo y millones de personas seguirán votando por el Partido Socialista Unificado de Venezuela con tal de no perder las prebendas, cheques y despensas que reciben mensualmente.

¿Pero hasta cuándo resistirá la situación actual el grueso de la población? El "caracazo" de 1989 ocurrió por motivos mucho menos graves que los actuales. Por lo pronto, cada día cientos de venezolanos se están convenciendo que haber votado por Nicolás Maduro fue la peor decisión de sus vidas. Y no se los dice un pajarito, sino la realidad, producto de un gobernante que, en primer lugar, llegó por la vía default al Palacio de Miraflores.


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1 comentarios

petatero87 escribe 18.10.13

A Maduro le encantaba el pájaro de Chávez y le sigue gustando desde ultratumba, aunque el dice que le silba. Pobre Venezuela, este güey está peor que el peje

 

 

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