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¿Es Detroit el adelanto de un futuro post Obama?

Sus alcaldes han sido demócratas por más de medio siglo, los sindicatos dilapidan el dinero a raudales, su burocracia no deja de crecer y los trámites para instalarse ahí son interminables. Detroit no será la primera ciudad en declararse en quiebra y, con una ayudita de Obama, quien sigue el mismo esquema económico, quizá la bancarrota alcanzará a todo el país

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AGOSTO, 2013. Joseph Schumpeter, autor de la teoría de la destrucción creativa, señalaba que la innovación llevaba consigo el requisito de deshacerse totalmente de aquellos elementos que entorpecen un proceso productivo. El principio lo vemos diariamente al reformatear una computadora donde la limpia es total, pero por lo visto, en términos de conveniencia política mantener lo que otro economista, Frederick Hayek, llamó "privilegios ominosos" prefieren no aplicarse aunque al final la realidad termine por imponerse, como bien lo definía Schumpeter al señalar que "oponerse a la destrucción creativa es oponerse al progreso mismo de la especie humana".

La ciudad de Detroit, que acaba de declararse en quiebra total, es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando se quiere frenar la destrucción creativa. Los resultados son desastrosos, máxime porque esta ciudad llegó en su momento a ser una de las más dinámicas no solo de Estados Unidos sino de todo el mundo, y con el PIB más alto de todo el país. Y hay un punto, una conclusión a la que nadie ha querido llegar respecto a la quiebra financiera de esta otrora pujante ciudad, que llegara a tener casi dos millones de habitantes y hoy ya tres cuartas partes de ellos: el rescate financiero de Barack Obama que supuestamente serviría para resanar a la economía local. 

Ha sido todo lo contrario: según un blog publicado por theamericanthinker.com, el "salvataje" de nada ha servido para que Detroit salga adelante: "Solo le fue útil a los sindicatos de Chrysler y de General Motors, quienes habían negociado su apoyo a Obama a cambio de esos recursos. Lo más saludable --y aquí, agregamos nosotros, se asoma Schumpeter con irónica sonrisa-- habría sido dejar quebrar a esas dos empresas para empezar de nuevo, pero no se hizo y Detroit está pagando las consecuencias". Paradójicamente, la Ford Motor Company, que declinó recibir los fondos públicos, ha capoteado las cosas de mejor manera.

No puede achacarse totalmente a los sindicatos de estas dos empresas el quiebre de la ciudad, aunque su responsabilidad resulta enorme. La culpa la tienen los gobiernos municipales botarates que durante décadas han ahuyentado a los potenciales inversionistas con altísimas tasas impositivas, una burocracia local improductiva apapacahada por los sindicatos y la que no se puede despedir y la carencia total y absoluta para una estrategia de desarrollo. La que alguna vez fue uno de los pilares del American Dream se ha comnvertido en un lugar donde el ayuntamiento cobra impuestos sin regresar un solo dólar en servicios públicos. "El 63 por ciento del presupuesto público de Detroit se destina al pago de sueldos", señala el texto de theamericanthinker.com, sin incluir a quienes, por cláusulas sindicales, se jubilaron a temprana edad. Se calcula que un 42 por ciento de los habitantes de Detroit viven, en una u otra forma, del gobierno, lo que explica el declive de su actividad productiva. En los años sesenta esa cifra no llega ni siquiera al cinco por ciento".

Pero mientras los burócratas de las oficinas locales que llegan a sus sitios de trabajo a las 9 de la mañana y se retiran a sus casas a descansar pasadas las 2 de la tarde perciben prestaciones de ensueño, a los bomberos de Detroit no se les han proporcionado nuevos vehículos apagafuegos; "los más recientes son de 1992 y a veces tenemos que pagar las refacciones con nuestro propio dinero", se quejó un tragahumo a un periodista del Washington Times. Sus sueldos se han incrementado apenas un 2.3 por ciento desde el 2008, en contraste con casi el 12.4 por ciento de los burócratas de oficina. Otro tanto sucede con los elementos policiacos de Detroit, ubicada como la tercera ciudad más peligrosa de Estados Unidos: Un reciente artículo de The Wall Street Journal da cuenta que existe un déficit de policías en la ciudad, y que los pocos aspirantes deciden colocarse en otro lado ante los bajos sueldos y el altísimo riesgo.Sus seguros de vida para ellos y sus familias son menores de los que gozan los policías de Dallas, Denver o Minneápolis, ciudades donde la tasa delicitiva es mucho más baja. (En este punto apenas cabe recalcar que Detroit ha sido ininterrumpidamente gobernada por los demócratas desde 1961).

                                                                      ***

"¿Recuerda usted esa película de Regreso al Futuro donde al regresar al presente, el protagonista se encuentra con una comunidad violenta donde las balaceras y los crímenes se escuchan a toda hora? Ese es el Detroit de hoy", dijo un residente de la otrora ciudad de los motores al periodista de The Washington Times.

Un paseo por el centro de Detroit confirma su deterioro. Las calles que hasta hace décadas lucían orgullosas con los autos ahí fabricados circulando por toda la ciudad hoy se ven descuidadas, cubiertas de graffiti y con una escandalosa cantidad de locales cerrados. Los car-dealers que abundaban en su perímetro hoy están abandonados y se caen a pedazos. El alza en los prediales del insaciable ayuntamiento de Detroit y el cierre de las inmobiliarias ha dado por resultado que existan enormes cuadras con casas abandonadas rodeadas de pasto seco y con los vidrios destrozados. En ellas pululan grupos de pandilleros que venden drogas y controlan grupos de prostitución. El 40 por ciento de las farolas de alumbrado público no funcionan y el 911 tarda 58 minutos en atender una llamada.

Muchos señalamientos de tránsito están rotos, fueron vandalizados o están pintarrajeados de graffitti. En Detroit está regulada la venta de arnas pero el índice de asesinatos por bala es el más alto de Norteamérica. En el primer cuadro, otrora rebosante de actividad, hay decenas de lotes donde antes hubo edificios que luego fueron derribados y --otra vez se asoma Schumpeter-- nadie volvió a construir en esos terrenos. También hay innumerables complejos comerciales desocupados que se caen por falta de mantenimiento y locales industriales con candados en sus puertas que se carcomen entre las ratas y el olvido.

Declararse en quiebra no será fácil para Detroit. De hecho un juez la consideró "ilegal" pues perjudica a los pensionados de la tercera edad y a los empleados públicos. Por su parte, los sindicatos ya anunciaron que no permitirán un solo recorte presupuestal. No es casual que Alan Reynolds, de Cato Institute, haya comparado a Detroit con la Gran Bretaña cuando Margaret Thatcher asumió el poder; el problema, dice, es que "en vez de una Dama de Hierro, a Detroit y a Estados Unidos les quedan todavía tres años de un presidente que cree que las cosas se solucionan con un mayor intervencionismo del Estado". Raúl Estrada, un mexicano residente en la vecina ciudad canadiense de Hamilton y consultado por fasenlinea, señala que "Detroit parece a ratos otras ciudad mexicana, calles con baches, inseguridad, delincuencia, corrupción y políticos incompetentes". Reynolds ve el asunto con más preocupación: "Detroit es una clara muestra del destino al que nos lleva el socialismo cuando es gobierno. Lamentablemente, dudo mucho que sea el primer y único caso que veremos en el futuro próximo".

La pujante Detroit de los tiempos de Henry Ford parece haber ocurrido en otra galaxia, igual la que dio nacimiento a firmas disqueras como Motown, conocidas mundialmente. ¿En qué momento de agotó el espíritu visionario de los habitantes de este conglomerado del automóvil? 

Hay quienes lo achacan a la llegada, a principios de los ochenta, de los automóviles compactos japoneses y de firmas como Toyota, Mitsubishi o Honda. La crisis energética de 1979 disparó el precio de los combustibles y el consumidor buscó vehículos que consumieran menos gasolina. Los sindicatos del automóvil en Detroit se negaron a modificar las líneas de ensamblaje para construir unidades más pequeñas --Schumpeter se asoma de nuevo-- por lo que la Ford, GM y Chrysler perdieron competitividad en el mercado; para 1985 esta última se encontraba en la quiebra total, pero eso sí, inundada hasta el cogote de compromisos sindicales. Las ensambladoras de automóviles se hundieron no por la insensibilidad del capitalismo, como acusa Michael Moore en su "documental" Roger and Me --desde hace rato se sabe algunas "víctimas" son actores locales-- sino por la obstinación de los sindicatos para mantener sus privilegios.

Lo que analistas como Reynolds y Mark Steyn temen, es que Detroit sea el inicio de la herencia que dejará Barack Obama cuando abandone la presidencia. "Los signos son inequívocos, en estos cuatro años hemos visto un aumento descomunal del Estado norteamericano, de su déficit fiscal y de la cantidad de gente cuyo principal ingreso son los cupones de comida y el cheque por desempleo. Detroit, simplemente, ya traía esta tendencia desde muchos años atrás, con más de medio siglo de alcaldes demócratas", señala Steyn.

Según Reynolds, en la misma cuerda floja de Detroit caminan New Orleans, Chicago, St. Louis Missouri y Los Ángeles donde, añade, "señalar que sus últimos alcaldes también han sido demócratas es más que una mera anécdota".

 

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1 comentarios

jose78 escribe 10.09.13

Ahora sí que a esa pobre ciudad sus gobernantes le dieron por Detroit

 

 

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