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Y Cristina, tan feliz en su burbuja...

En momentos que ya se avizora el fin del kirchnerismo y se agrava la crisis económica, la presidenta argentina se obstina en querer ver las cosas desde un ángulo en el cual a ella no se le puede achacar culpa alguna. Esa burbuja populista estallará en cualquier momento 

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MAYO, 2013. Durante una entrevista con la televisión griega, el ministro de Economía de Argentina, Hernán Lorenzino, fue acorralado al no poder responder la pregunta sobre porqué, si el país avanza que da envidia, la inflación se mantiene entre las más altas del continente. Ante la imposibilidad de dar una respuesta congruente y la insistencia de la reportera, Lorenzini amenazó con un "me quiero ir" y repitió la justificación de que "la situación argentina es muy compleja". Más tarde, en el twitter la frase #mequieroir fue una de las más festejadas y comentadas. (Quizá el ministro esperaba las mismas preguntas "de cunita" con olor a incienso que la arroja la televisora estatal).

Una razón es que, tal vez aleccionado por la presidenta Cristina Kirchner, quien en varias ocasiones ha dicho que "no cree" que la impresión de papel moneda produce inflación, el funcionario "se quería ir", pues de haber dicho la verdad, que conoce cualquier pasante de economía, su jefa lo habría despedido de inmediato.

La entrevista había sido hecha el pasado diciembre pero con motivo del reciente "cacerolazo" en Buenos Aires y otras ciudades argentinas, fue difundida en el país, máxime porque en ningún momento desde que registraron las protestas, la presidenta Cristina Kirchner se ha referido a ellas bajo medio alguno. En vez de ello, la mandataria viajó a Venezuela publicó las fotos que se tomó junto a la tumba de Hugo Chávez, un enésimo distractor que suele utilizar cada vez que no sabe cómo enfrentar la realidad del país del que gobierna. Entonces opta por encerrarse en su burbuja feliz.

El "cacerolazo" coincidió con el primer aniversario de la expropiación de YPF y ¡sorpresa! en ese lapso la empresa, que era una de las más competitivas del país, se ha desbarrancado: según el periodista Luis F. Quintero, del sitio libertaddigital.com, desde el 16 de abril del año pasado en que se consumó su expropiación, "el resultado operativo de Repson cayó un 0,2% en 2012 (medido en dólares) merced a una caída del 26% en la rentabilidad sobre el patrimonio neto y una deuda neta que se disparó en 232,5 millones de dólares (1.200 millones de pesos). Con un añadido: el fuerte encarecimiento del coste de financiación que pasaron de un 7% en 2011 al 12% en 2012. Además, el resultado de las filiales no consolidadas ha caído de forma dramática de 132,7 millones de dólares a poco más de 22 millones". Sería el colmo del cinismo que la señora Kirchner hubiera celebrado el primer aniversario de una empresa que, ya en manos gubernamentales, se está convirtiendo en una ruina.

Lo curioso es que tras el "cacerolazo", el gabinete económico comenzó a angustiarse en serio. No olvidan que esa furia provocó que en el 2001 hubiera cuatro presidentes en menos de tres meses y que uno de ellos, Eduardo Duhalde, tuviera que huir en helicóptero del Palacio Rosado para evitar ser linchado por la muchedumbre.


Lo que queda cada vez más en claro es que se le acaban los argumentos populistas a la mandataria quien, pese a todo, se niega a aceptar lo que pasa realmente en su país. "Cristina Kirchner tiene una obsesión por sentir que siempre va ganando, y cuando las cosas no van a su favor saca un as distractor", escribió el columnista argentino Miguel Ángel Chau, "su problema es que ya se le acabaron los ases... ahora está empezando a sacar puros jókers..."

De hecho la "nacionalización" de Repsol ocurrió a las pocas horas que Kirchner regresó de una cumbre en Cartagena donde no consiguió el apoyo de Barack Obama para la recuperación de Las Malvinas. A manera de desquite ("y echando chispas", según testigos), de inmediato ordenó iniciar el proceso de expropiación de una empresa que, desde su privatización en 1997, había funcionado con números negros.


El máximo distractor, naturalmente, son las Islas Malvinas. Ante el plebiscito realizado en las islas el pasado marzo donde un 99.8 por ciento de la población optó por mantener la soberanía británica, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, Guillermo Cardona, dijo que éste carecía de valor dado que "es imposible la autodeterminación por parte de una población implantada, como es el caso de los británicos en las Malvinas", y como es el caso, por cierto, de la población argentina, mayoritariamente de origen europeo y que asimismo fue "injertada" en ese territorio. 


Pero el acto de populismo más exacerbado de la presidenta ocurrió cuando Jorge Berboglio fue elegido como el Papa Francisco. La relación entre ambos se encontraba muy lejos de ser cordial, sobre todo cuando el hoy pontífice criticó el respaldo de la mandataria al matrimonio entre homosexuales y la práctica del aborto por lo que recibió de parte del Palacio Rosa epítetos poco edificantes como "medieval" y "retrógrado". Kirchner viajó rápido a Roma para entrevistarse con él y pedirle su apoyo para la recuperación de Las Malvinas, un acto, que sin embargo, de poco sirvió para levantarle la popularidad mientras la de Berboglio ahora sí que literalmente se fue hasta el cielo.

Y si bien una abrumadora mayoría de los argentinos consideran una afrenta la posesión de las islas, muchos comprenden perfectamente el porqué dela altísima votación de los isleños a favor de seguir siendo británicos. En el archipíélago no hay un solo desempleado, la criminalidad es prácticamente cero sus habitantes viven mejor que si lo hicieran en Leeds, Londres o Liverpool. ¿Para qué cambiar y ser gobernados por un país que lleva décadas sumido en el caos?

Sin embargo la señora Kirchner ha demostrado hasta hoy una inusual destreza para salir avante tras todas las pifias cometidas en su gestión (por algo el presidente uruguayo dijo que "Cristina era más terca que el viejo"). Pero tampoco puede esconder la realidad, el hecho de que con su gobierno la situación económica y social del país se ha deteriorado ostensiblemente. Eso ya no se puede ocultar, por más que la presidenta se niegue a abandonar su burbuja de fantasía populista.

 

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