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A ver, seamos honestos...

Argentina insiste en recobrar Las Malvinas aunque sin consultar a los kelpers, es decir, los habitantes del archipiélago, quienes seguramente preferirán a la lejana Corona inglesa a un Estado históricamente ineficaz y adicto a la mentira. En caso de un remoto plebiscito, Argentina lleva todas, todísimas, las de perder

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FEBRERO, 2012. Con motivo del 30 aniversario de una invasión y el estreno de una película sobre la vida de una ex primera ministro, el tema de las islas Malvinas o Falkland vuelve a convertirse en centro de conversación. Es Argentina donde, por supuesto, es abrumadora la exigencia de que Gran Bretaña devuelva ese archipiélago que ha estado en su jurisdicción desde 1834. Y nuevamente, como hace tres décadas, el gobierno austral ha removido las aguas diplomáticas para entablar negociaciones con Londres. Desde allá, el primer ministro David Cameron ha afirmado que "el diálogo está abierto" aunque de principio descarta en absoluto tocar el tema que más interesa a la Argentina, que es la soberanía del territorio. Conforme se aproxime la fecha que comenzó la guerra en 1982, sin duda se intensificará la tensión aunque Buenos Aires ha señalado que no contempla, "por ahora", otra invasión como la de aquel año y que fue ordenada por la dictadura al mando de Leopoldo Galtieri.

Aún no conocemos el desenlace de esta nuevo episodio malvinesco, o faklandiano, pero sí podemos suponer algunas de sus razones. Al igual que en los años de la dictadura, Argentina está a punto de entrar al tenebroso mundo de profunda recesión económica. Muchas cifras comienzan a derrumbarse, las cuentas felices del gobierno de la señora Cristina Kirchner se esfuman y su feroz keynesianismo comienza a enviar las primeras facturas. Pareciera ser el momento ideal para distraer un poquito la atención pública con el asunto de las islas. 

La fórmula le funcionó a Galtieri y a sus compinches: al iniciar 1982 los militares se encontraban ante el descrédito absoluto y las protestas en las calles eran cosa cotidiana. Tras la invasión más de millón y medio de ciudadanos se runieron en la Plaza de Mayo y las afueras del Palacio Rosa para apoyar al gobierno. Si la medida funcionó entonces, utilizarla de nuevo para desviar el descontento popular suena muy, muy tentador.

Ahora bien, solicitamos aquí al lector que vea las cosas objetivamente en torno al asunto de las islas. Todos somos latinoamericanos y por tanto debemos respaldar la exigencia de Argentina, un país talentoso que nos ha divertido con su humor de alta calidad reflejado en Les Louthiers, Mafalda y Maitena, un país que produce el mejor rock en español del continente, un país que nos dio a genios de la letra como Borges o Cortázar, a periodistas como Andrés Oppenheimer, a tenistas como Gabriela Sabatini, al churrasco y al tango de Gardel. Si hay un pueblo al que admirar, es al argentino.

Pero, de nuevo, seamos honestos. Si usted fuera un kelper, o residente de las Islas Malvinas ¿qué preferiría?:

- ¿Ser gobernado por un parlamento que sí lo representa o por una Cámara donde a los diputados les importa un cacahuate su opinión, como ocurre en Argentina con sus legisladores (y naturalísimamente, en México)?

- ¿Gozar de plenos derechos laborales o ser obligado a pertenecer a sindicatos como la Confederación General de Trabajadores (CGT) donde se le obliga a gritar vivas al peronismo, el equivalente a que a un obrero inglés se le obligara a dar hurras a la era de Churchill?

- Tener una moneda fuerte y aceptada mundialmente como la libre esterlina. o una moneda como el peso argentino, sobrevaluado y que no se le acepta en ningún otro país? (situación que ocurre también con el peso mexicano)

- ¿Pagar altos impuestos pero de los cuales usted puede pedir todo detalle en lo que se gastan, o cubrir impuestos altísimos para mantener una burocracia como la argentina que jamás debe rendirle cuentas a nadie? (y mucho más costosa que la monarquía inglesa, para quien quiera sacar comparaciones).

- ¿Tener un fondo de ahorro garantizado y que usted puede escoger libremente, o atenerse al seguro de retiro argentino cuyos fondos fueron confiscados por su gobierno para financiar su altísimo gasto público?

- ¿Tener como gobernante a un primer ministro del cual usted puede hacer escarnio en los periódicos si se le pega la gana, o estar sujeto a leyes draconianas aprobadas arbitrariamente que restringen la libertad de prensa y amenazarlo con cortarle el suministro de papel si maneja usted un medio crítico al mandatario?

- ¿Confiaría usted su patrimonio a un gobierno que sin rubor alguno le pasa a cada rato la factura por su irresponsabilidad administrativa?

- ¿Estaría usted de acuerdo en dar "moches" a la burocracia para cualquier trámite o seguir bajo la tutela de un país que penaliza duramente la práctica de esos sobornos?

- ¿Le gustaría usted dejar el estado de derecho que lo protege de abusos del Estado a otro donde el día menos pensado puede despojarlo de sus bienes bajo la acusación que se hace por el "bien común"? (El "corralito" viene a la memoria)

En una columna reciente, Gina Montaner puntualizaba que "si alguien se anima a viajar hasta este remoto archipiélago compuesto por 200 cayos comprobará que sus casi 4.000 habitantes se reafirman en su identidad de islanders o kelpers (palabra derivada de los kelp o algas que abundan en el territorio). En estas islas del Atlántico Sur lo que se estila es el té de las cinco y no el ritual del mate". En tal sentido el analista norteamericano Bill Broadford --quien visitó las islas en el 2008-- escribió que "la suerte de las Malvinas y su actual auge es muy similar al de Hong Kong pues la distancia con Londres hace que la burocracia se mantenga alejada y se goce de libertades económicas y empresariales que ni siquiera existen en la misma Gran Bretaña. Por principio, en las islas no hay un solo desempleado pues quien desee trabajar aquí debe venir previamente contratado, y si pierde su trabajo entonces es repatriado". 

Más tarde agrega que "estas islas cuentan con un pasado negro que muchas organizaciones ecologistas han procurado mantener despierto y vivo, para no olvidarlo". Como muestra, agrega, hay un arpón con la inscripción de que mató a "20 mil ballenas de 1924 a 1965". Más adelante señala no haber encontrado "nadie, uno solo, que no se sintiera ciudadano inglés. A quienes viven en (la capital) Port Stanley la Argentina les parece algo remoto, un sitio políticamente inestable, con una economía en crisis y con el que tienen poco en común. Pero ante todo, los habitantes de estas islas quieren que se les deje vivir en paz, tanto de Londres como de Buenos Aires..."

Tras concluir la guerra de Las Malvinas, un chiste entre los isleños decía que pensaban erigirle una estatua al dictador Galtieri por haberlos sacado del olvido en que los tenía la capital, un olvido tal que si hubiera habido plebiscito en ese entonces se habría votado mayoritariamente por adherirse formalmente a la Argentina. Pero tres décadas después las cosas son distintas,. tanto así que las preguntas formuladas líneas atrás tienen una respuesta obvia. Seamos honestos: aunque nos duela, somos parte de una América latina que nadie quiere emular.

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