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Una generación aniñada

Con el crecimiento del estado nana en Norteamérica, difícilmente debería sorprendernos que miles de estudiantes deseen que todo se los resuelva el gobierno, pese a que en buena parte del mundo ese esquema ha traído fracasos, endeudamiento y mayor pobreza. ¿Habrá sido Steve Jobs el último de una élite de jóvenes estadounidenses que optaron por su independencia económica sin atenerse al Estado benefactor?

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NOVIEMBRE, 2011. Aunque trata se equipararse con el movimiento de los "indignados" que se ha dado en varias latitudes, los miembros del Occupy Wall Street rápido publicaron un "manifiesto" que más bien parece ser una carta a Santa Claus y que incluye, entre otras lindezas, que la sociedad "pague" no solo por su educación --obviamente gratuita para ellos-- sino que la Banca les otorgue créditos libres de intereses. Al leer todos los incisos del "manifiesto" obliga a preguntarnos si estamos ante una generación que, primero, es incapaz de valerse por sí misma y, segundo, muestra inaudita renuencia a juzgar las cosas ante su real dimensión, algo que nos lleva a concluir si no estamos frente a una generación que se quedó atrapada en su infancia, una infancia, por cierto, de niños malcriados.

Es bastante irónico que las manifestaciones comenzaran a darse al mismo tiempo que Steve Jobs, el genio creador de Apple, dejara de existir. Jobs, un hombre considerado a sí mismo "liberal" pero sumamente realista, advirtió en uno de sus últimos discursos públicos: "La vida es corta por lo que deben aprovecharla en su propio beneficio (...) no vivan la vida de los demás". Y en su propio beneficio significa explotar la propia creatividad. ¿Están los "indignados", "occupiers" y demás tratando de vivir su propia vida? No parece, máxime si piensan que una lluvia de dinero cortesía del Estado se las va a resolver. Con esa mentalidad no habrían durado un solo día en Apple y habrían sido despedidos por Jobs con un puntapie.

La sorpresa mayor es que este "manifiesto" se da en un país que hasta hace poco se distinguía por apoyar el espíritu empresarial y donde la presencia del Estado se limitaba a cobrar impuestos, no a dar tetera pública indiscriminadamente. Ante este panorama quizá estemos viendo en el futuro de Estados Unidos no a los sucesores de Jobs, de Bill Gates, de Donald Trump o de otros emprendedores: en vez de ello tendremos a una generación de jóvenes que se la pasan quejándose de son explotados y carentes en lo absoluto del espíritu empresarial que ha hecho de Estados Unidos la locomotora del planeta. Después de todo, ¿en qué país europeo se encuentran los equivalentes de Jobs o de Bill Gates?

Está lejos de ser una casualidad que los países donde los "indignados" han concentrado más seguidores sean aquellos donde la presencia del Estado en la economía se ha acrecentado el último lustro (incluido Chile, fenómeno que aumentó notoriamente durante el gobierno de Michelle Bachelet). ¿Es posible explicar estas concentraciones en España, en Grecia y en Italia sin la tremenda irresponsabilidad fiscal de sus gobernantes y sus burócratas? Desde antes que Barack Obama tomara el poder ya se veía cómo la injerencia de Washington estaba rebasando los límites que antes se consideraban impensables; el gobierno de Obama ha acelerado el endeudamiento interno lo cual sólo ha agravado a la economía y profundizado el rencor popular dado que la recuperación simplemente no llega. Pero en vez de ello los "occupiers" y demás hierbas culpan a los banqueros, a ese "1 por ciento", en el deterioro de su nivel de vida.

Los bancos responden de acuerdo al esquema económico que existe en la economía. Ninguno de ellos va a subir su tasa de interés cuando el ambiente para la inversión es favorable ni tampoco va a mantener las tasas fijas en una economía volátil. Los "occupiers" parecen desconocer este funcionamiento, como tampoco parecen detectar la incongruencia de pedir mayores controles a un sector financiero que ya se encuentra atiborrado de regulaciones, muchas de las cuales atentan contra el espíritu bancario. Si los "indignados" o los "occupiers" no tienen acceso al crédito bancario se debe a las condiciones económicas imperantes en Estados Unidos. Y no son los bancos los que se encargan de crear ese ambiente favorable, sino el Estado.

Los "occupiers" exigen que el Estado pase a ser una nana de tiempo completo que los consienta, que pague sus estudios desde kinder hasta profesional y que les dé todo aquello que no pueden lograr dentro de su propio esfuerzo. Son como aquellos niños que lloran y patalean cuando no se les compra una paleta o hacen berrinches porque en Navidad no se les dio el regalo que ellos esperaban.

Cierto que los banqueros también han cometido abusos, y muchos, en contra de los usuarios. Pero como escribiera el economista Edward Moses al respecto, "mientras más regulaciones absurdas se apliquen a la Banca y que le impidan realizar su labor que esencialmente consiste en prestar dinero para abrir un negocio, aparecerán los vivales que sacarán provecho de esa maraña. Es más sencillo que el responsable se haga perdedizo en un tupido bosque de trámites que en un sitio donde hay pocos árboles que estorben el panorama".

Si Steve Jobs hubiera pensado igual que los "occupiers" seguramente la revolución tecnológica de Apple jamás se hubiera dado. Cuando fue despedido de Apple en 1986 y en vez ez acogerse al welfare o la caridad pública, Jobs fundó NeXt y más tarde se le pidió regresar a Apple para rescatarla de la quiebra financiera total. En el proceso Jobs no recibió un solo centavo de "salvataje" gubernamental ni se puso a lloriquear ante el gigante Microsoft que para entonces ya se había devorado buena parte del mercado que antes perteneció a Apple. En vez de ello Jobs se plegó rigurosamente a una regla del capitalismo que consiste en hacer indispensable para el público un bien que jamás pensó que fuera a necesitar.

Gracias al espíritu emprendedor de Jobs, la empresa Apple, que "expertos financieros" como Paul Krugman habían considerado "moribunda" cuenta hoy con activos que superan a los que el gobierno de Obama tiene en sus arcas. Y en el colmo de la eficiencia, Apple tiene apenas 45 mil empleados, es decir, un poco menos de los que cuenta el Departamento de Educación, que es de 39 mil burócratas. Por ello resulta desalentador que gente como Steve Jobs serán cada vez más escasas si persiste el ánimo de ir reduciendo la libertad económica en Estados Unidos y persiste la mentalidad pasiva de los "occupiers" quienes dentro de unos años deberán asumir puestos gerenciales. ¿Sabrán como hacerlo o terminarán hundiéndose en la mediocridad en la que viven miles de jóvenes en Francia, España, Italia u Holanda y quienes esperan que todo les caiga del Estado?

Ese futuro será difícil que se dé si persiste la "excepcionalidad" de Estados Unidos la cual Obama ha negado repetidamente. La intención de su gobierno hoy es clara, y consiste en equiparar la política social norteamericana con la de Europa; el seguro social universal u "obamacare" es una muestra clara de ello. Nadie en su equipo de trabajo ha reparado en el terrible deterioro que la seguridad social gratuita ha tenido en la mayoría de esos países ni en el desastre que la educación completamente gratuita ha traído dondequiera que se ha implementado. En México, de hecho, conocemos sobradamente toda esa ineficiencia.

"Quienes fueron jóvenes rebeldes en los sesenta, esos hippies que querían tumbar al sistema y que amenazaron con liquidar al capitalismo más tarde se convirtieron en gerentes de empresas productivas, en políticos brillantes y en personas comprometidas con la libre empresa!, escribió recientemente el columnista Jonah Goldberg.. "Es posible que lo mismo ocurra dentro de unos años con los manifestantes de Wall Street. En contra está el factor de que la economía norteamericana es hoy mucho más vulnerable con un gobierno cada vez más gordo e ineficiente, en esa situación habrá más gente que se obsesione con vivir de la caridad pública en vez de batallar con la tramitería oficial para abrir un negocio"

                                                                    Niñerias

Entonces y si el gobierno norteamericano es abiertamente corresponsable de la crisis económica actual, ¿por qué prácticamente nadie lo ha culpado directamente de la debacle?

De acuerdo al sitio americanthinker.con, el movimiento está lejos de ser espontáneo, tanto así que hay manifestantes que reciben 35 dólares diarios por cada día que acampan en Wall Street. Una parte de ellos son pagados por AdBusters, empresa canadiense de publicidad "alternativa", así como por Ben and Jerry's, una mutinacional que vende helado y también por parte del multimillonario George Soros.

Cuando entre los que apoyan a los "occupiers" se encuentran dos empresas y un millonario "progresista" algo apesta sin remedio. Asimismo, la página NRO.com logró que un manifestante en Wall Street confesara que "diariamente" se le entregaban 40 dólares por parte de ACORN, una ONG que apoyó a Barack Obama en su campaña y la cual se encuentra bajo investigación pues no ha aclarado el destino de casi 400 millones de dólares. No es difícil deducir a donde están yendo a parar.

Por otro lado se encuentra el respaldo financiero de AFL-CIO, el sindicato más grande de Estados Unidos y el cual, no casualmente, también estuvo detrás de las protestas globalifóbicas de Seattle en 1999. También se cuenta con la presencia de la AUW, o Union Auto Workers y que depende directamente del AFL-CIO. Ello explicaría porqué en ninguna protesta se ha hecho alusión alguna a los sindicatos de General Motors o de Chrysler los cuales al igual que los bancos recibieron transferencias de rescate financiero por parte del gobierno norteamericano sin que se haya dado cuenta clara del destino de ese dinero.

También está el infaltable apoyo de los "analistas" como el ya referido Krugman quien escribió recientemente en The New York Times que los "indignados" en Wall Street "obligan a tomar decisiones más drásticas y urgentes contra el sistema financiero, incluida la nacionalización de los bancos" cuando es precisamente el estratosférico déficit del gasto público del gobierno federal el que sumió en el fango a la economía. Krugman podría ser un excelente guionista de humor negro y es imposible tomarlo en serio, con todo y su inmerecido Nóbel de Economía.

También está la desvergüenza absoluta del ex gobernador de Nueva York Elliot Spitzer quien dijo en una reciente columna que "los ocuppiers ya ganaron". Difícilmente afirmaría lo mismo si se le echara en cara que algún "indignado" le recordara cómo se gastó 100 mil dólares en sexiservidoras, dinero procedente de los contribuyentes norteamericanos.

Con todo y si hay algo rescatable en los "occupiers" es que entre ellos hay gente de buena fe la cual, efectivamente, fue esquilmada por los bancos pero que también ha perdido toda confianza en Obama. Aún no surge un líder en el movimiento de modo que cuando ello ocurra inevitablemente comenzará a haber fricciones y rompimientos. Según theamericanthinker, los radicales están lejos de ser la mayoría pero dan esa impresión porque la prensa suele darles prioridad por sobre aquellos que se manifiestan pacíficamente. Es de esperarse que éstos también comiencen a tomar voz con el paso de los meses.

"Estamos a favor del capitalismo pero queremos que sea inclusivo, los bancos se han apropiado de él", dijo uno de los "indignados" en Wall Street. El argumento es impecable, solo que para lograrlo es necesario que Estados Unidos vuelva a ser el país con la estructura capitalista de la que hoy innegablemente carece. Es la única manera en la que ahí surjan más Steve Jobs y menos Michael Moores.

 

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