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Porqué los italianos dicen odiar a Berlusconi y porqué siguen votando por él

Payaso, exhibicionista, ególatra y una desgracia como político son algunos de los epítetos que ha recibido Silvio Berlusconi. Desde el exterior parece ser odiado y sin embargo se va y vuelve tranquilamente del poder. ¿Llegará el día en que finalmente se le acabe tanta suerte al también magnate de los medios?

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OCTUBRE, 2011. Quizá se trata del insulto final, Siempre bocón y malhablado, en un acceso de furia el primer ministro italiano Silvio Berlusconi se refirió, palabras más a menos, a la primera ministro alemana Angela Merkel como "un gordo trasero que no se antoja". Hubo la obvia protesta diplomática por parte del gobierno germano y la nota fue reproducida por los diarios de todo el mundo. Referirse así a la jefa de gobierno del país más poderoso de la Comunidad Económica pudiera ser un acto de arrogancia o de absoluta falta de tacto., En Italia la indignación también fue notable, pero quizá menos importante. ¿Qué más se podía esperar de un político sobre el que han caído toda suerte de acusaciones y sigue inamovible? Para los italianos fue otra puntada por parte de quien hace rato rebasó todos los límites de la mesura.

Como tampoco parece importarle al mismo Berlusconi el que se le ubique como un amigo personal del sátrapa Mohammar Khadaffi, con quien realizó buenos negocios y al que gracias a sus influencias logró que el ex dictador comprara una parte accionaria de un equipo de futbol para que ahí pudiera jugar uno de sus hijos. A Francia y a Gran Bretaña, cuyas cabezas de gobierno visitaron Libia hace un par de semanas, poca gracia ha hecho que Berlusconi, para variar, finja indiferencia y voltee para otro lado. ¿Pero qué hacer? Italia es uno de los miembros más prominentes de la CEE y Berlusconi seguirá al frente mientras los italianos continúen eligiéndolo.

Tres veces Berlusconi se ha ido del gobierno entre bullas y descrédito y tres veces ha vuelto triunfante, como si fuera una reencarnación del mexicano Antonio López de Santa Anna. Es un fenómeno que a los analistas más centrados del país de la bota cuesta trabajo comprender. La razón más probable la explicó recientemente el escritor colombiano Santiago Gamboa, quien radica en Roma desde 1997: "Berlusconi es lo más italiano que puede haber. Una especie de italiano profesional. Le gusta cantar arias, le gusta el fútbol, presume de tener en su oficina las mujeres más hermosas del país y hace fiestas con jovencitas; su dentista es una modelo que aparece desnuda en las revistas, hace chistes todo el tiempo, en fin. Los italianos votan por Berlusconi, pero no lo dicen en público. He vivido muchos años en Italia y pocas veces he encontrado italianos que reconozcan haber votado por Berlusconi. Extraño, ¿verdad?"

Berlusconi es, también, el multimillonario que todos gustan detestar. Igual que Emilio Azcárraga, "El Tigre", Berlusconi recibió una empresa de la comunicación relativamente pequeña para convertirla en un meganegocio que maneja diariamente millones de euro y que lo mismo incluye revistas que van desde moda, chismes, automovilismo y soft-porno; casi una mitad de las frecuencias radiofónicas le pertenecen lo mismo que los canales de televisión más vistos en ese país. También ofrece servicios de Internet, telefonía celular y manejo de casinos. La revista Fortune extimó su fortuna en unos 2,200 millones de dólares, algo que lo convierte en el hombre más rico de Italia. ¿Se nos pasó decir que también posee cadenas de supermercados, tiendas de autoservicio y una empresa de comésticos? Es como si Televisa y Carlos Slim unieran sus emporios para darnos cuenta del inmenso poder que posee Silvio Berlusconi.

Ese poder la he permitio capear los escándalos. Hace unos meses una adolescente procedente de un país de Europa Oriental lo acusó de haber abusado de ella ("falso, fue de mutuo consentimiento y nunca pensé que fuera una menor de edad", se justificó el magnate), en otra ocasión su esposa hizo tremendo coraje cuando se le vio abrazado por dos bellas jóvenes --las muchachas que apenas llegan a la veintena de años parecen ser su mayor pasión-- así como un paquete de fotos donde claramente mostraban una orgía. En las juntas con sus ministros se la pasa contando chistes para luego ponerse serio y golpear furiosamente la mesa y después volver a contar chascarrillos. Con toda razón Mario Vargas Llosa comparó hace meses a Berlusconi con Hugo Chávez, a quienes llamó "payasos" en su columna Piedra de Toque. Pero a pocos payasos en este mundo se les puede comprobar que hayan tenido 140 amantes al mismo tiempo.

Pero independientemente de sus payasadas, ¿cómo funciona la Italia de Silvio Berlusconi? A diferencia de sus empresas, que cada día arrojan mayores utilidades, como primer ministro los resulatdos han sido poco alentadores. La burocracia ha sido por décadas uno de los principales problemas que padece el país de la bota, y ésta ha crecido, según The Economist, un 23 por ciento desde que Berlusconi asumió el poder, una cantidad cercana al 23.4 por ciento de Grecia, algo que explicaría sus problemas de insolvencia. Las protestas contra Berlusconi por parte de sindicatos, grupos estudiantiles y desempleados son cosa diaria pero, como señala Gamboa, "todos hablan mal de Berlusconi y sin embargo sigue obteniendo altas votaciones aunque ningún italiano reconozca haber votado por él". ¿Y por qué?

Porque, ya lo dice Gamboa, Berlusconi ha sabido representar y adueñarse del alma de los italianos. Igual que Mussolini, igualmente conquistador, igualmente bocón e igualmente payaso, Berlusconi ofrece el show que la gente le pide y, al igual que el duce, carece de atractivo físico pero es capaz de ligarse a las mujeres más bellas de su país, claro síntoma de la fascinación por el poder. Y es imensamente rico, lo que ya sabemos que es juzgado con pasmosa doble moral no únicamente en Italia sino en el resto del mundo donde al millonario se le desprecia, no así a su riqueza.

La situación, por tanto, no es determinar cuánto tiempo los italianos tolerarán en el poder a Silvio Berlusconi, sino en el futuro seguirán escogiendo a alguien con las mismas características de un político que en el país de la bota no es precisamente algo peculiar. De otro modo la historia de ese país seguirá registrando muchos berlusconis más.

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