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Osama y el doble rasero de la prensa norteamericana

Lo que ayer era delirio belicista se convirtió desde el lunes pasado en acción que garantiza a Barack Obama su reelección. Cómo cambia la óptica del periodismo de nuestro vecino del norte, que hoy criticaría la caída de bin Laden si el presidente fuera republicano. Su reputación yace hoy en el fondo del mar junto al cadáver del terrorista más buscado del mundo

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MAYO, 2011. La reacción de los medios norteamericanos en torno a la muerte de Osama bin Laden recuerda el chascarrillo del tipo aquel que criticaba a su vecino por tener un hijo vago que además gustaba de beber mucho. Finalmente el vecino se le enfrentó y le echó en cara que él tuviera también un hijo flojonazo y gran consumidor de cerveza.

"Tu hijo es igual de irresponsable que el mío, no trabaja y se la pasa bebiendo todo el día ¿Por qué no críticas a tu hijo como lo haces con el mío?", le inquirió el vecino.

"Porque lo que hace tu hijo son defectos de su presente, y lo que hace el mío son experiencias para su futuro", replicó el vecino criticón.

Los mismos que han exigido a Obama que cierre Guantánamo aplaudieron gustosos que Barack Obama hubiera sido ultimado en Pakistán.. Por ningún momento les pasó que fue ahí donde nació la operación que daría con el paradero de este terrorista gracias a la identificación de un "contacto". Por supuesto que las cacareadas violaciones a los derechos humanos que se achacan a esa instalación no suelen molestarlos tanto como los presos políticos del gobierno cubano que languidecen no muy lejos de ahí. No había porqué criticarla esta vez: era una experiencia "para el futuro".


La irritación tampoco les ha hecho mella esta vez dado que la operación donde cayó Obama es idéntica a la de los años de George W. Bush, cuya política exterior ha sido no sólo refrendada sino respaldada por alguien que como senador criticó hasta donde pudo a su antecesor. Cuando lo hacía el vecino era una desgracia, pero ahora, aparte de representar una experiencia, es algo bueno para todos.

Imaginemos por un momento que todo esto hubiera ocurrido en la presidencia de George W. Bush. Las páginas editoriales estarían saturadas de críticas de porqué hasta ahora, porqué no se consultó al Congreso, porqué se tiró al río el cadáver de Bin Laden y no se permitió que fuera examinado --lo que, por supuesto, desataría una catarata de escepticismo donde se clamaría que no, que Osama sigue vivo-- y se diría que todo era parte de una acción electorera que beneficiara al presidente. Esto último es precisamente lo que los periodista obamófilos dan como un mérito, el que el actual inquilino de la Casa Blanca tenga ya garantizados otro cuatro años luego de esta acción; incluso Wolf Blizter, de CNN, tuvo la puntada de decir "esto hace prácticamente innecesarias las elecciones del año 2012". Si un comentarista hubiera dicho algo semejante con George W. Bush como presidente, hoy sería alguien más en la lista de desempleados en Norteamérica.

En tal sentido ninguno de ellos tampoco ha hecho mención, como si lo haría en caso que un republicano fuera presidente, que la muerte de Obama cae como extraña y afortunada coincidencia para Barack Obama. Todavía el sábado anterior su popularidad rondaba un 40 por ciento y se había visto obligado a revelar su acta de nacimiento ante las presión del multimillonario Donald Trump. Sin duda ello tendrá un efecto para las elecciones del próximo año pero no tanto como para garantizarle una doble presidencia: de aquí a entonces pueden pasar muchas cosas y el furor actual habrá disminuido notoriamente.

Tampoco nos recordarán que este golpe tiene un obvio simbolismo, más que una amenaza real. Desde hace tiempo Obama había dejado de tener peso decisivo en Al Kaheda, de lo contrario su refugio estaría fuertemente resguardado y sin embargo los encargados de la operación sólo se enfrentaron con un vigía en posesión de un viejo rifle. También se les olvidará decir que Obama cumplió, quizá involuntariamente, la promesa hecha por Bush en el sentido de terminar con bin Laden, una carambola que de paso nos lleva a los escépticos quienes sostienen que lo ocurrido el 11 de septiembre del 2001 fue orquestado por Bush y por Dick Cheney. ¿Este hecho convertirá entonces a Obama en cómplice del engaño?

Tampoco le cuestionarán a Obama --como sin duda lo habrían hecho con George W. Bush-- que Osama bin Laden estuviera refugiado en un país que se supone es uno de los aliados más confiables que Estados Unidos tiene en Asia,. y sobre todo tan cerca de una zona residencial exclusiva para altos miembros del ejército paquistaní quienes, a menos que sean unos idiotas, desconocieran que tuvieran como vecino al terrorista más buscado del planeta.

Tampoco le increparán porqué durante su discurso fue el presidente quien se asumió como el cerebro del operativo sin dar crédito alguno a sus estrategas ni a la investigación hecha por la CIA. Tampoco le echarán en cara su "belicismo" con una declaración con claras referencias de estrategia militar. Dick Cheney habría sido un belicista, pero Obama es un experto.

Un escandaloso doble rasero donde la realidad es cambiada de manera tal que George Orwell la hubiera considerado exagerada. Hace años para la prensa Osama bin Laden era el terrorista justiciero de los pobres y desde ayer se convirtió en una valiosa pieza política para conservar la Casa Blanca. Y ahora sí, naturalmente, habrá película. Dúdelo usted.

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1 comentarios

garcia_morell_luis_escribe 09.05.11

Vaya giros de la historia, Osama bin Laden es ultimado por órdenes directas de Barack Obama y en vez de la indignación y el oportunismo que tendríamos si el presidente fuera George W. Bush, hay aplausos y pocos han pedido explicaciones de porqué su cuerpo fue arrojado al mar. Me extraña que nadie esté ahora indignado pese a que Obama está siguiendo exactamente la misma linea de su antecesor en su lucha contra el terrorismo islámico, una doble moral, como bien dice este artículo

 

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