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Hillary ya se cansó, de su puesto y de Obama

Asumió el puesto como secretaría de Estado a manera de premio de consolación,  pero la química entre ella y Obama no se ha dado y, por el contrario, avizora un enfrentamiento. Añádase a ello la indecisión presidencial y se entenderá porqué Hillary Clinton ha amenazado con arrojar la toalla

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ABRIL, 2011. La sorpresa del entrevistador Wolf Blitzer, de CNN, fue enorme. Tras preguntarle a Hillary Clinton sobre el consabido tema de Libia el asunto se fue a su futuro político. A la pregunta de si continuaría como secretaría de Estado en caso que Barack Obama consiguiera la reelección tajantemente dijo "no"; ¿aceptaría la vicepresidencia? "no", ¿la presidencia? "no", ¡la secretaría de Defensa? "No". 

Más tarde trascendió, a través del sitio web thehill.com, que la esposa del ex presidente Bill Clinton está contando los días para dejar el que se considera es el puesto más poderoso después del primer mandatario. Sonaría extraño, pero no es así, según la página: Hillary está harta de una posición que, primero, no le deja ni un solo momento de vida personal y, segundo, la indecisión del presidente Obama la ha hecho cometer varios traspiés, el más reciente en Libia donde la inicial falta de definición permitió al dictador Moammar Jaddafi reorganizar sus fuerzas y lanzar una contraofensiva contra sus opositores. Pero Libia fue el último cabo que hartó a Clinton.

"Si no renuncia se debe a que ello provocaría fuertes remesones políticos y financieros así como una enorme grieta en el gabinete de Obama", señala el texto de thehill.com, "cuando se renuncia a la secretaría de Estado se hace en condiciones muy especiales y delicadas, no por un mero diferendo personal". (Alexander Haig fue el último titular de ese departamento en no terminar su gestión, en 1981, a los pocos días del fallido atentado contra Ronald Reagan).

Lo cierto es que, pese a la invitación, la mala química entre Obama y Hillary no ha disminuido pese a los intentos iniciales por llegar a una tregua. El resentimiento de ella, quien hasta principios de 1988 parecía tener el camino abierto a la presidencia, ha sido medianamente ocultado. Raras veces aparecen juntos en las conferencias de prensa ni mucho menos suele uno mencionar al otro públicamente. "Cyrus Vance, quien fuera secretario de Estado de Jimmy Carter, encontraba en éste a su guía al que debía consultarse diariamente. Ambos habían crecido juntos políticamente hablando y llevaban una relación de profunda amistad. Era alguien cercano al presidente y al mandatario. En cambio Hillary es vista como una extraña en el gabinete pese a que ella y Obama pertenecen al mismo partido político... nada tenía que ver en el equipo que llevó a la presidencia a Barack Obama", escribió el analista Jonah Goldberg.

¿Por qué entonces la invitó a su equipo? "Es algo que sin duda ocurrió cuando ambos buscaban la nominación de su partido a la Presidencia. Sin esta negociación seguramente Clinton habría abandonado las filas demócratas. Sin embargo y dadas todas las evidencias, Barack Obama le tendió una trampa: la Secretaría de Estado no suele ser un trampolín para llegar a la Casa Blanca y por el contrario, representa una tabla de desgaste terrible, agobiante. Lo que Hillary dijo en CNN no debiera extrañarnos..."

                                                        ¿Y dejé mi bufete por esto?

Autoproclamada baby-boomer, Hillary Rodham nació en una familia que por años se había inclinado a la causa republicana. La llegada de Hillary a la universidad coincidió con la presidencia de Richard Nixon y con el hippismo, al cual la futura secretaria se acogió superficialmente. En esos años conoció a Bill Clinton, por aquel entonces también estudiante de Derecho que se había afiliado a la Nueva Izquierda y a las plataformas "progresistas" de Yale. Los dos simpatizaron e iniciaron un noviazgo que no se interrumpió ni cuando Clinton, ya comprometido con ella, pasó un año en Londres como becado. Al regresar --y tras varias visitas de ella a la capital británica-- contrajeron matrimonio. El fue un estudiante regular pero ella se había graduado con honores. Una prueba de IQ que le realizaron entonces había arrojado un altísimo 134. Influenciada por su marido, Hillary también se inscribió en NI y comenzó a votar por los demócratas, algo que rompió una vieja tradición en su propia familia.

Al iniciar los setenta Bill comenzó una carrera política en su natal Arkansas y ella abrió un pequeño bufete jurídico que en menos de un lustro ya había crecido considerablemente. con una cartera superior a los 22 clientes, muchos de ellos bastante poderosos como Wal-Mart, fundada en Arkansas. Para 1980 Hillary podía considerarse una mujer económicamente exitosa, con casi 150 mil dólares anuales en ingresos, unos 300 mil actuales, cantidades que ni siquiera su esposo percibió mientras fue gobernador de Arkansas de 1984 a 1991.

El triunfo de Bill a la presidencia obligó a ella a delegar funciones en su bufete y trasladarse a Washington. Con sus finanzas independientes poco a poco fue entrando al mundo político norteamericano donde la diplomacia en la superficie contrasta con los puntapiés incesantes debajo de la mesa. Había otra razón, por supuesto: su esposo había caído varias veces en la infidelidad y aparentemente había logrado controlarle esos ímpetus a su cónyuge hasta que apareció Monica Lewinsky en escena. Según confiesa Hillary en sus Memorias, aparecidas en el 2007, "fue aquél un momento que ya no pude soportar (...) estuvimos más cerca que nunca de la separación pero logramos superarlo mediante el diálogo franco" aunque, según Goldberg, "un divorcio habría echado liquidado la presidencia de Bill e igualmente habría derribado las aspiraciones políticas de ella. Fue más que nada un arreglo político".

Cuando Hillary ganó la senaduría de Nueva York en el 2004 parecía encaminarse al siguiente paso, la presidencia. Y de hecho así lo indicaba todo hasta que tres años después entró en escena otro senador, también abogado, pero del que nadie había escuchado hasta entonces. Barack Obama carisma, algo que Hillary no había podido conseguir pese a sus esfuerzos. Y conforme avanzaba la popularidad de Obama, su presencia en los medios pasó a ser secundaria, e incluso se fue a tercer plano; gente que la había apoyado totalmente, como el magnate discográfico David Geffen, rompió públicamente con los Clinton; otras celebridades hasta hace poco fanáticas de Hillary, entre ellas Steven Spielberg, Harry Belafonte, Tom Hanks, Barbra Streisand, Bruce Springsteen, Johnny Depp y Jann S. Wenner, fundador de la revista Rollingt Stone, brincaron al vagón obamaniano sin rubor alguno. Pero las celebridades eran lo de menos para el Partido Demócrata pues quedaba claro que las huestes de Hillary la presionaban para que buscara su candidatura independiente en caso de no resultar nominada. 

"Obama le ofreció la secretaría de Estado en septiembre del 2008 cuando la victoria de Barack Obama ya era inevitable (...) no fue precisamente un gesto de amistad sino un detente", señala Goldberg. Jamás hubo una amistad entre ambos, agrega, "fue otro acuerdo de conveniencia, y sin amistad difícilmente puede haber una comunicación confiable entre ambos, lo que explicaría las pifias de Hillary en ese puesto".

Desde entonces las cosas no le han resultado fáciles a Hillary, sobre todo para explicar los vaivenes de su jefe, que van desde sus fallidas promesas de sacar a las tropas de Irak y Afganistán, cerrar Guantánamo --por el contrario, se reanudarán los juicios, aparte que se trataba de una propuesta de irresponsable populismo-- y lidiar con Jaddafi, un tirano que abiertamente celebró la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Los choques entre ambos ya no puede esconderse más. ¿Aguantará Hillary Clinton más tiempo en ese puesto? Algo se antoja cierto: después del 2012, quizá la actual secretaría de Estado añada un capítulo a sus memorias, el del infierno que le costó aceptar uno de los puestos más poderosos, pero al mismo tiempo más indeseables. de la política norteamericana.

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