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Elecciones peruanas, la difícil encrucijada

Ya Mario Vargas Llosa dijo que con todas las reservas, votará por Humala en la segunda vuelta, pues por el otro lado se avizora el regreso del totalitarismo. Son los candidatos menos idóneos para sobrellevar el mejor momento económico que el Perú ha tenido en décadas pero ni modo, habrá que elegir entre el purgante o el aceite de ricino

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MAYO, 2011. La suerte reciente del Perú ha sido como la del tahúr que suele tomar la decisión equivocada una vez que tiene todas las cosas a su favor: en los ochenta escogió a un populista emborrachado de keynesianismo que en menos de cuatro años hundió a un país que parecía no podría caer más; más tarde optó por un ingeniero desconocido contra uno de escritores más célebres de habla hispana. Más tarde votó por un economista brillante que se hizo famoso tener pésimo tino para escoger a sus colaboradores. Hace cinco años volvió a escoger al autor del desastre de los ochenta quien representaba, como lo dijo Mario Vargas, el menor de dos males, pues del otro lado estaba el populista Humala Ollanta, quien en la primera vuelta había obtenido un altísimo 34 por ciento, aunque muy lejos de lo que se requería para ganar la presidencia.

Para fortuna del país, esa última vez el albur funcionó a medias Alan García realmente se había rehabilitado y no sólo apoyó sino que profundizó las reformas de su antecesor Alejandro Toledo, enemigo político suyo. Esta continuidad ha permitido al Perú obtener un crecimiento anual del 4.5 por ciento, entre los más altos del continente. García concretó la firma del Tratado de Libre Comercio con México y Estados Unidos además de haber realizado una simplificación administrativa que beneficiaba sobre todo a la inversión extranjera. Para un país donde se tomaban 36 días de trámites para un papeleo que rebasaba los 100 metros de extensión --según resalta Hernando de Soto en su libro El Otro Sendero--, esto constituye un logro extraordinario. Como consecuencia, la pobreza se ha reducido hasta un 36 por ciento y al economía formal, que hasta hace poco se consideraba moribunda, ha regresado con bríos extraordinarios.

Sin embargo la popularidad de García alcanza un ínfimo 14 por ciento, tanto así que el APRA, su partido, ni siquiera postuló candidato a la presidencia. ¿Por qué?

En primer lugar, porque millones de peruanos consideran que García no hizo lo suficiente en inversión social y, segundo, porque ante el progreso innegable que hoy se ve en el Perú, esos votantes sienten que aquellos beneficios aún lo les llegan directamente. En los últimos tres años se abrieron modernos malls en las principales ciudades peruanas, incluida Ayacucho, durante mucho tiempo sede del movimiento subversivo Sendero Luminoso. Pero quizá esos votantes aquello no es suficiente y desean resultados que ellos puedan palpar, y para eso está el populismo de Ollanta. Es una lección que los latinoamericanos no terminamos de aprender, y que en México también conocemos sobradamente. En el 2006 17 millones votaron por López Obrador, cuya plataforma era extrañamente muy parecida a la de Humala. Como ha escrito Álvaro Vargas Llosa: el populismo es la droga con la que los latinoamericanos recaemos con más frecuencia sin importar los desastrosos saldos que nos ha traído en el pasado.

Al igual que sucede en Nicaragua y Argentina, los peruanos han acudido a fórmulas ya probadas que los gobiernen en el futuro, la prueba más clara es García, quien derrotó a un candidato relativamente nuevo pero que en su discurso lo mismo alababa a Hugo Chávez que mencionaba al general Velasco como su "héroe" y un "ejemplo", sin recordar por un momento que esa dictadura dejó al país sumido en una profunda crisis económica y con una altísima inflación que apenas hasta mediados de los noventa comenzó a ser relativamente controlada.

Para esta nueva elección la tendencia en buscar el futuro en el pasado se mantiene prácticamente incólume: hasta apenas mes y medio atrás, el candidato que encabezaba las encuestas era el ex presidente Alejandro Toledo pero cuando Humala Ollanta reapareció y movió su discurso más al centro logró arrebatarle una buena cantidad de simpatizantes a la que se sumó otra importante de indecisos. Esta masa de votantes pertenece en buena parte a ese sector de la renaciente clase media que es parte de la burocracia y que considera que con Humala no habrá peligros de recortes presupuestales. También están allí quienes consideran que la recuperación económica no ha sido lo suficientemente rápida porque ellos aún no la perciben.

Sin embargo el repunte más grande se dio con Keiki Fujimori, hija de un expresidente que actualmente se encuentra en prisión. Cuando Keiko regresó al Perú luego de haber vivido varios años en Estados Unidos --es egresada en Derecho en la Universidad de Columbia-- obtuvo una importante diputación que le permitió anunciar sus planes de postularse, algo que fue recibido entre carcajadas por los críticos y al hecho de que la reputación de su padre sería su carga más pesada. Sin embargo su popularidad fue ascendiendo al punto que el próximo junio disputará la presidencia a Ollanta en la segunda vuelta. Ello parecería hablar enormidades de la tremenda desorientación del votante peruano aunque encuentra otra explicación: el "chinito" aún goza de enormes simpatías entre quienes recuerdan el horror de los años en que Sendero Luminoso tenía en jaque a la sociedad peruana. Fujimori cumplió su palabra de que detendría a Abimael Guzmán, el cabecilla del movimiento, algo que este sector le agradece. Sin embargo se olvida que más tarde Fujimori disolvió el Congreso y aplicó un autogolpe de Estado, ello sin mencionar al tenebroso asesor Vladimiro Montesinos, a quien el novelista Jaime Baily dijo que era el "Beria de Fujimori", esto en relación a Lavrenti Beria, "achichincle" de Stalin y a quien se le atribuyen por lo menos un millón de muertos durante aquel régimen de terror.

Sin embargo este masa considera que las medidas autoritarias a veces son necesarias para implantar el orden, del mismo modo en que los seguidores de Humala consideran que algo de populismo y gasto gubernamental son necesarios para una economía en proceso de expansión.

Keiko Fujimori ha declarado que dejará que la ley siga su curso y que no influirá para que su padre sea liberado, algo que incluso dentro de su equipo se considera poco probable, ingenuo incluso. "¡Por supuesto que lo intentará, es su progenitor!, escribió Bayly en una columna reciente. El temor, de nuevo, es la corta memoria de los peruanos o, quizá, su tendencia a perdonar esa peccata minutae a sus presidentes; después de todo Alan García también pasó una temporada en prisión y durante un tiempo fue buscado por la Interpol, acusado de enriquecimiento ilícito y violación a los derechos humanos.

Hay otra implicación que traería la elección de Keiko: España, Ecuador, Nicaragua y Suecia ya manifestaron que "revisarán" su relación con Perú --es decir, cortarán relaciones-- si ello llega a suceder, aunque su reacción será de absoluta diferencia si es Humala quien obtiene el triunfo.

Por lo que toca a éste, muchos votantes han llegado a considerar que la moderación de su discurso es real pues tiene como objeto convertirse en un nuevo Lula. Hay quienes no están seguros y, aun más, temen que esté disfrazando su cercanía con Hugo Chávez pues sabe bien que ésta fue la que le alejó votantes en el 2006. El analista político peruano Juan Brady escribió: "Humala tiene pensado regular la inversión extranjera, imponer controles de precios a los productos básicos e incrementar el gasto público, entre otras, cosas, para una especie de subsidio mensual a las personas de la tercera edad. Las dos primeras golpearían a dos de las razones del actual auge de la economía peruana y el tercero se convertiría en un factor inflacionario a mediano plazo. Pero es éste un discurso que suena muy bien a muchos peruanos tras décadas de decirnos que somos víctimas de intrigas imperialistas".

En ello coincide Álvaro Vargas Llosa quien señala: "La retórica del 'somos pobres, la culpa es de ellos' --ampliamente abordada en el libro Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano-- ha arraigado tanto entre nosotros que ha resultado muy difícil erradicarla y ha sido el principal aliado que ha permitido a Chávez, a Correa, a Evo Morales y a otros más hacerse del poder". Pese a ello, "y con las reservas del caso", su padre, el más reciente Nóbel de Literatura, aseguró que votará por Humala ante la amenaza del retorno fujimorista. "una decisión de la que espero no arrepentirme", escribió en su columna Piedra de Toque.

En países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá o Estados Unidos el cambio de gobierno no tiene en vilo a los inversores ni se discuten los afanes totalitarios de los candidatos, pues se trata de políticos que son de forma, no de fondo. Pero en América latina no hemos podido superar ese trance. Ello se debe en gran medida a lo endeble que continúa siendo nuestro estado de derecho. Humala ha sostenido que él cambiará la Constitución como presidente, algo que invariablemente ha incluido adecuarla a su gusto para eternizarse en el poder.

Quedan pocas dudas de que lo que menos necesita Perú en estos momentos es a un populista que se ha declarado admirador del general Velasco. Pero tampoco la economía peruana necesita de la hija de un político que en plenas funciones mostró sus afanes totalitarios. Quizá a Keiko Fujmori ello no le ataña directamente, aunque es innegable que, sin su apellido, jamás habría obtenido ni el 10 por ciento de los votos que la llevaron a la segunda vuelta. Las dos medicinas son sumamente amargas: la desincronización total entre la realidad y los anhelos de un país.

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