Internacional
Nunca
lo extrañaremos, Mohamar Jaddafi
Tras una dictadura que
duró 42 años, el déspota robó, huyó y lo pescaron, como se llamaba
aquella vieja película setentera. Mohammar Jadaffi hace hoy compañía e
bin Laden y a Hussein en algún rincón del infierno. Pero los problemas
para construir una Libia democrática apencas comienzas a aparecer en el
horizonte
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impresa
OCTUBRE, 2011. Pasa siempre que un tirano es despachado al infierno. Una vez consumado el hecho
resulta que no tenía amigos y que todos estaban conscientes de la clase de alimaña que era. Cuando en aquella navidad de 1989 se difundió por el mundo la muerte del sátrapa Nicolae Ceaceuscu, súbitamente es esfumaron aquellos que lo habían alabado, o simplemente se hicieron tontos, como el infaltable Noam Chomsky quien apenas unos meses antes había asegurado en
The New Left Review que Rumania difícilmente seguiría la ruta de los otros países del bloque oriental dado que, inventó, "en Alemania Oriental y Checoslovaquia el pueblo repudia a sus líderes. No es el caso de Ceaceuscu". Como se ve, si quisiera hacerle al Nostradamus, Chomsky moriría de inanición.
Cuando ya se está muerto para qué sirven los amigos, pareciera ser también lo dicho por
Silvio Berlusconi poco después que se dio a conocer la muerte de
Mohamar Jaddafi a manos de los rebeldes libios señaló que "termina así una era de represión en Libia". Qué raro: hasta hace poco el primer ministro italiano era tan amigo del fallecido dictador que incluso había intercedido para que éste comprara acciones de un equipo de futbol
con el fin de que ahí jugara su hijo. Igual ocurrió con buena parte del mundo: la ONU reconoció a
Jaddafi pese a que había derrocado a un gobierno legítimo, y qué decir de nuestro otrora locuaz bufón Hugo Chávez quien llamaba "mi hermano" a
Jaddafi.
Lo que aquí tenemos, aparte de un personaje ante el cual el mundo se hizo
el bobo por sus excesos, fue alguien que desde el principio fascinó a los medios de comunicación y a no pocos políticos. Muchas veces se publicó su biografía, de cómo vivió en la más absoluta miseria cuando era un niño y era un pastor ovejero y de cómo por esfuerzo propio consiguió escalar posiciones militares hasta que
se hizo del poder, esto en 1969. Medio planeta lo admiraba y lo consideraba un "reformista". La ingenuidad fue tal que incluso el Selecciones del
Reader's Digest lo alabó en uno de sus artículos. Algunos lo veían como una especie de Lawrence de Arabia,
otros como un redentor del África postcolonial. Sólo hasta que Jadaffi comenzó a eliminar a sus enemigos, a aplastar la libertad de expresión, a cerrar periódicos y a sus directores y a construir un gobierno basado en el culto a la personalidad fue cuando el mundo
descubrió ¿sorprendido" que Mohamar Jadaffi era un dictadorzuelo, aunque
nunca se le llamó así abiertamente.
Pero un dictadorzuelo al cual se le trató bien durante buen rato, precisamente hasta 1985 cuando un avión de Pan Am estalló sobre el cielo escocés y se
le atribuyó la responsabilidad al dictador libio. Luego vendrían los bombardeos norteamericanos e ingleses a Trípoli. En esos tiempos hubo quienes defendieron al tirano, entre ellos varios manifestantes que se apostaron a las afueras del 1010 de Downing Street londinense, por entonces residencia de la ex primer ministro Margaret Thatcher.
Pero quizá estamos exagerando sobre lo que dijimos al principio. No todos han renegado de su amistad con
Jadaffi. Es cuestión de horas para que Chávez se pronuncie y de paso suelte su
infaltable acusación al imperialismo yanqui pero ya escuchamos a Louis Farrakhan, de Nation of Islam, quien recibió opíparamente a
Jadaffi en sus visitas a Estados Unidos y el cual ahora llama "criminal" a Barack Obama (!!!) por deshacerse de él. Vaya suerte, en el mismo año se han ido
Jadaffi y bin Laden ¡y esto en un gobierno que se supone iba a ser totalmente
distinto al de ése otro tipo que tiene las manos ensangrentadas, George W. Bush! Sorpresas te da la vida, cantaba Rubén Blades hace décadas.
Lo extraño es que hace poco más de un año Jaddafi viajó a Naciones Unidas y saludó de mano a Obama. Fue en ese recinto, por cierto, donde
el tiranuelo se aventó un discurso cercano a las 3 horas y tan saturado de sandeces que su intérprete se desmayó, exhausto. En todos esos viajes el señor rehusó hospedarse en hoteles neoyorquinos por temor a que le sirvieran alimentos envenenados y por ello se llevó a sus cocineros para ponerlos bajo la carpa que ordenó colocar en Central Park.
Una escena adelantada de los chiflados que hoy ocupan Wall Street.
La fallecida periodista italiana Oriana Fallaci lo describió como "un hombre que olía mal, irascible y de trato seco, áspero, con unos ojos llenos de odio". Cuando el también periodista PJ O'Rourke visitó Libia tras una interminable serie de trámites dio cuenta de cómo la fotografía de
Jadaffi aperecía por todas las calles del país, y aun en las carreteras y concluyó que "el culto a la personalidad nunca es bueno, y menos aun cuando a la gente le caes mal". Como ocurre en todas las
dictaduras, O'Rourke comprobó que detrás de los elogios, los vivas y el agradecimiento sempiterno de los libios hacia su Jefe por haberlos liberado de la opresión europea, el resentimiento estaba latente tras un poco más de confianza con los lugareños.
Los problemas apenas empiezan en Libia, sobre todo para formar un gobierno democrático tras 42 años de dictadura, la tercera en duración luego de los hermanitos Castro y Kim Il Sung en Corea del Norte, otro amigazo de
Jadaffi quien por cierto, hasta hoy no ha manifestado siquiera un eructo.
Nunca lo extrañaremos, Moammar Jaddafi. Es dudoso que, a donde haya ido a parar, se tope con esas 72 vírgenes con ojos de
venadito.
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