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Hong Kong, tan libre, tan próspero... tan capitalista

Su urbanismo ultramoderno contrasta con el tradicionalismo chino, lo cual resulta en una ciudad que genuinamente pertenece al siglo XXI. Su receta para el éxito es tan sencilla, que los burócratas le huyen como la peste. Si usted duda de la superioridad del capitalismo, visite Hong Kong

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FEBRERO, 2012. "En este momento hay crisis financiera hasta en el último rincón de este planeta. No hay lugar que escape a ella", escribió recientemente el Nobel de Economía Paul Krugman en The New York Times. Y nuevamente insistió, como buen keynesiano, que para subsanar la situación "se requiere inyectar mayor dinero público para eliminar las desigualdades". Afortunadamente, en Hong Kong nadie jamás ha oído hablar de Keynes y Krugman, si se lee ahí, es en calidad de analista de humor negro.

Quizá por ello, en Hong Kong la crisis ha pegado con mucho menor fuerza que en otros países más poderosos, como Japón, que lleva ya casi tres lustros sumido en una depresión económica, o Gran Bretaña, de la alguna vez fue colonia. ¿Y cómo se da esto? En primer lugar, en no hacer caso a las barbaridades propagadas por Krugman y, segundo, en estimular el comercio, que es de lejos la actividad más grande del archipiélago. Según un texto de The Economist, Hong Kong cerraría el año nuevamente como la economía más libre del mundo y con un ingreso per cápita de 29 mil dólares norteamericanos, mucho más arriba del país que hoy gobierna Barack Obama, por cierto. (Para darnos una idea, en México el IPC es de 8,350 dólares, casi tres veces menos). Para una región que rebasa los 7 millones de habitantes milagrosamente repartidos en un territorio tan pequeño, nos habla de un milagro. Un milagro del capitalismo cuando se le deja actuar sin ataduras y sin prejuicios rayanos en la estupidez, como los que padecemos en Latinoamérica.

En los años previos a la entrega a China de Hong Kong por parte de Gran Bretaña en 1997, decenas de empresarios optaron por emigrar a Canadá y a Estados Unidos, temerosos de que Beijing no cumpliría su palabra y engulliría a Hong Kong como lo hizo con el Tíbet. Ciertamente se había comprometido a respetar el sistema capitalista por 40 años y a mantener las libertades tanto individuales como de prensa. "Sería un suicidio financiero por parte de China si decidiera romper el acuerdo", escribió el analista Dan Felder. De hecho, con el solo traspaso del archipiélago, el PIB chino subió 5 puntos. Fue como si de golpe hubiera adquirido los estados norteamericanos de Kentucky e Illinois. Afortunadamente la capital comprendió la señal, pero hay otra razón mucho más poderosa, según The Economist: "La entrada de capitales foráneos a China depende de cómo se trate a Hong Kong; es una carta de presentación para el resto del mundo. La revista española La Ilustración Liberal lo expuso más claramente: "Los chinos no son tan tontos como para aniquilar al ganso que pone huevos de oro".

Por supuesto que todo puede cambiar conforme se aproxime la fecha en que Hong Kong pierda su estatus especial. Pocos temen que entonces se instaure ahí la dictadura del proletariado, pero sí que se extinga la libertad de opinión que los hongkoneses valoran más que su bienestar económico. Claro que otros conservan la esperanza que para entonces China sea una superpotencia despojada ya de verborrea comunista y permita ciertas libertades. Es, sin embargo, una apuesta de alto riesgo. Por lo pronto el Internet en la isla sigue siendo totalmente abierto y los periódicos no son sujetos a la censura oficial aunque, si hay que ser francos, se abstienen en lo posible de criticar al gobierno central.

                                             Crisis en mi rancho...

Mientras en nuestras ciudades latinoamericanas, y aun de Estados Unidos, vemos calles principales con infinidad de negocios vacíos y con el letrero de "Se Renta", aderezados con el infaltable grafitti, en la avenida Victoria, una de las más importantes de Hong Kong, no hay un solo local desocupado, y cuando esto ocurre vuelve a ser utilizado pese a que la renta oscila entre los 10 y 15 mil dólares mensuales (sí, leyó usted bien la cantidad), la disputa entre los comerciantes para instalarse en esa avenida es muy alta. En esa y en otras calles del centro de la ciudad es posible ver anuncios de todas las marcas mundiales, desde Benetton, Louis Vutton, Prada, Versace y las que uno se pueda imaginar.

Asimismo en Hong Kong, Kowloon y los llamados Nuevos Territorios, que hacen frontera con China, es posible encontrar todas las franquicias de restaurantes, incluso algunos que, aparte de Estados Unidos y Australia, solo operan aquí. La enorme variedad de comida china encuentra una similar cantidad de restaurantes, puestos callejeros y diminutos locales: franquicias como KFC, McDonald's, Burger King y decenas más pueden verse a no más de tras cuadras de distancia cada una, al igual que las 7-Eleven, una cadena que, no coincidentemente, es propiedad de chinos hongkoneses. Estas tiendas de conveniencia se multiplican hasta el infinito a través del archipiélago. Hong Kong tiene otras marcas mundiales: la mayor cantidad concentrada de Rolls Royce y Lamborghinis en el menor espacio. Los autobuses urbanos son de dos pisos, son lujosos, indican la siguiente parada en inglés y chino, sus asientos son acolchonados, y si se es turista pueden conseguirse tarjetas prepagadas bastante baratas. 

Pero lo más importante, y que hace tan poderoso a este ex protectorado, es su esquema fiscal, sin el cual nada podría funcionar en Hong Kong del modo en que actualmente sucede. Por principio, existe un impuesto único del 10 por ciento a las ganancias netas, lo mismo que el IVA y otros gravámenes. Y lejos de la creencia de Krugman y otros fanáticos de las alzas impositivas, los empresarios no se llevan las ganancias sino que las reinvierten en la economía. "Con un 10 por ciento de tasa única se da el mejor crecimiento al desarrollo, lo que repercute en un alza en el nivel de vida", escribió en analista Alan Reynolds. "Por otra parte el Estado hongkonés también gana: con una tasa razonable no hay razón para evadirla y se recaudan más impuestos".

El temor que pone en peligro el experimento más exitoso en la historia del capitalismo lo constituye, por supuesto, el gobierno chino. Aún falta tiempo para el 2047 pero poco a poco el peso de la burocracia de Beijing empieza a sentirse en en archipiélago. En los primeros años que el territorio volvió a ser regido por China los funcionarios asistentes a las juntas del ayuntamiento local solo se sentaban y daban aprobaciones tácitas, con escasos discursos e intervenciones. Pero a partir del 2006 han pedido --lo que en términos con el gobierno es exigido-- algunas medidas para "eliminar las desigualdades", y que tuvo su logro más reciente en junio cuando se impuso una Ley de Salario Mínimo, la cual, como apunta Reynolds, tuvo resultados contraproducente en toda economía donde se ha puesto en práctica, "y Hong Kong no será la excepción".

Lo increíble de todo es que hubo un momento, en tiempos de la posguerra, cuando Hong Kong era más pobre que países como México y Argentina. La respuesta a porqué se dio a ello es muy sencilla y la dio el periodista inglés John Derbynshire, quien vivió varios años en Hong Kong: "El Estado es como un león que se come todas las gallinas, tu comida, se mete en tu casa y te quita tu libertad. Hong Kong ha resultado ser excelente domador de leones". 

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1 comentarios

permanazo79 escribe 20.02.12

Da envidia ver cómo otras regiones del mundo siguen avanzando y en México seguimos hundidos en la mediocridad por la avaricia de nuestros políticos. El enemigo del desarrollo no es el libre mercado sino la burocracia, lamentablemente en este país sea quien sea el que llegue a la presidencia cree que la solución a nuestros problemas radica en tener más gobierno cuando hemos visto que el gobierno es el principal causante de nuestros problemas...

 

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