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Por qué Europa cayó en la barranca

Fueron varios los factores pero hay cuatro que explican el cómo un continente que hace apenas una década tenía opciones promisorias hoy se hunde en las deudas y la irresponsabilidad fiscal. Lamentablemente, esas razones están respaldadas en el acta constitutiva de la Unión Europea

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FEBRERO, 2013. De nuevo la pregunta: ¿qué posibilidades tiene Europa este año para abandonar su crisis económica? Muy pocas si consideramos que poco se ha hecho para enmendar las pifias que sumieron a ese continente en el caos en el que se encuentra actualmente. Y es que en tal sentido debe considerarse que muchas de las causas están garantizadas o han sido abiertamente apoyadas por la misma Comunidad Económica. Demos un repaso a cuatro de ellas.

La burocracia-- Los empleados públicos son el elefante en el cuarto europeo. Nadie quiere mencionarlos pese a que se sabe sobradamente que esta situación es responsable en buena parte del desastre económico del continente. Baste repasar el caso griego como prueba irrefutable de ello: al comparar los censos del año 2000 y del 2012, y luego reproducidos por theamericanthinker.com, en el primer año Grecia tenía 83,874 mil burócratas federales pero 10 años más tarde se dio el brinco a 279,233 mil, es decir, más del triple, con el añadido de unos 23 mil empleados que se jubilaron aun dentro de la edad productiva, acogiéndose a un programa del Estado griego que les daba esa prerrogativa pues mantendrían el mismo salario de los trabajadores en activo. ¿Y de dónde salió el dinero? De los créditos que Grecia obtuvo de los otros países miembros de la UE y que derrochó sin pensar que algún día tendría que pagarlos.

¿Por qué lo hizo? Sencillo: para amarrar el apoyo de los sindicatos oficiales y el voto de la burocracia a verse de repente frente a una lluvia de beneficios salariales que no fueron financiados en producción sino en préstamos llegados de fuera: lo mismo que por décadas hicieron los gobiernos latinoamericanos radiantes en irresponsabilidad. También se erogaron fuertes cantidades en obras fastuosas y vistosas, lo cual explicaría que todavía en el 2009, antes que estallara la crisis, el ex primer ministro Georgiu Papandrieau hubiera sido reelecto con un margen aplastante. Lo peor del asunto es que Grecia no da indicativos de que reducirá su gasto público, está entrampado, como señala el analista Jonah Goldberg, "en su propia irresponsabilidad".

El fracaso muticultural-- Por décadas Europa recibió oleadas de inmigrantes sin que se registraran los choques con la policía que se ha habido recientemente en Londres, Alemania y Francia. Quienes llegaban sabían que inexorablemente tendrían que adaptarse a las costumbres de su nuevo país, así como el aprender su idioma y seguir sus costumbres. Sin embargo desde principios de los 80 la etiqueta multicultural brincó de los campus universitarios a la vida pública, y sus resultados han sido desastrosos.

Dentro del concepto de que en un mismo lugar pueden convivir varias culturas --y en el entendido de que al querer integrar a los recién llegados se está repitiendo el esquema del "imperialismo colonial"--, se ha hecho de lado la obligación de enseñar el idioma local a los hijos de los inmigrantes. Así, en Ramadán, al niño musulmán no habrá de llamársele la atención en el salón, y si a los padres no les parece que una representación pública donde aparecen personajes con cabeza de cerdo y piden que se prohíba porque insulta sus preceptos religiosos, terminarán saliéndose con la suya, sin importar que muchas sean tradiciones nacidas en el Medioevo.

El problema, escribió el ya fallecido Jean Francois Revel en La Obsesión Antiamericana, "es que muchos de estos hijos de inmigrantes no llegan a la secundaria y un apenas un puñado logran graduarse de la universidad (...) la multiculturalización es causa de resentimiento dado que esos jóvenes en realidad ya no pertenecen ni al país donde viven ni al país de donde provienen sus padres". Para colmo, la multiculturalidad está garantizada y aplica a todos los países miembros de la Comunidad, y no acatarla es delito. "Con el pretexto de erradicar el racismo en la Mancomunidad, el multiculturalismo ha devenido en un racismo inverso y al cual censurar se considera políticamente incorrecto", escribió el columnista español Pedro Luis Pacheco.

Y sí, la religión también cuenta en la ecuación-- Desde su unificación en 1992, los burócratas de la CEE han hecho todo para erradicar a la religión del discurso público de los miembros. Aludir a la divinidad es hoy motivo de enconadas críticas hacia cualquier funcionario que las mencione. En las escuelas se ha prohibido toda manifestación de celebración religiosa e incluso hasta en Gran Bretaña, donde nació la Iglesia Anglicana, el Estado prohibió a los empleados públicos llevar crucifijos, aunque hay activistas que quieren llegar más allá al restringir los crucifijos en todo el territorio inglés excepto dentro de los templos (ni siquiera en sus afueras), así como "eliminar" o "modificar" el nombre de universidades que lleven el "Saint", entre ellas Saint George, una de las más prestigiosas de Gran Bretaña.

Como resultado, Europa tiene hoy millones de jóvenes que no son precisamente ateos ("por lo menos en tal caso tendrían una convicción", escribe la revista online Spiked) sino que no profesan religión alguna. Por cientos de años la religión fue factor de unión en Europa, al punto que estadistas como De Gaulle y Churchill mencionaban a la divinidad en sus discursos. Pero hoy las iglesias se van quedando vacías y muchas de ellas son hoy rentadas para objetivos completamente distintos. El mismo ex primer ministro británico Tony Blair reconoció en un artículo que se trata "de un error": "Sin fe, es decir, sin religión, los jóvenes no saben de dónde vienen, cuál era la religión de sus padres y de sus abuelos, y así difícilmente podrán bosquejar el futuro", esto por parte de un político que, por cierto, en el 2009 se convirtió al catolicismo.

"Una sociedad despojada de sus iconos religiosos será doblegado más rápidamente", escribió el célebre filósofo marxista Herbert Marcuse, a quien sin duda los burócratas de la CE deben tener en alta estima.

 

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