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Con o sin Chávez, el futuro de Venezuela es funesto

Como ocurrió con el segundo regreso de Perón, quien murió en el poder, Venezuela se encuentra cerca de quedar atrapado en ese mismo destino si Hugo Chávez desaparece físicamente. Ese es apenas el inicio de lo que espera a un país acostumbrado a gastar sus recursos en vez de explotar su potencial

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ENERO, 2012. El caudillismo, enfermedad hacia la cual América latina no consigue encontrar cura, suele dejar efectos devastadores en el rostro de un país. La brutal concentración del poder que éstos logran son propicias para que una súbita ausencia traiga revueltas sociales o el regreso de otro mal igualmente nefasto, la dictadura. El caso de Venezuela presenta un panorama que difícilmente mejorará ante una eventual ausencia de Hugo Chávez, algo que muchos especialistas e insiders dan como un hecho para comienzos del 2013, Quizá Chávez ya no esté, pero el chavismo dejará secuelas por bastantes años en ese país.

Los caudillos mienten sin ambage alguno, seguros que ellos son más fuertes que la verdad y que éste debe estar a su servicio. El chavismo está construido a base de mentiras, como escribió Enrique Krauze en El Poder y el Delirio: mintió cuando afirmó en 1997 que él no se consideraba socialista, volvió a hacerlo ese año al decir que la iniciativa privada era básica en su proyecto y que no expropiaría una sola empresa: se aventó otra mentira al garantizar la libertad de expresión en Venezuela, mintió flagrantemente al afirmar que "estamos conscientes que la burocracia debe disminuir para dar campo a la productividad", mintió de nuevo al censurar la compra del voto y, ya más recientemente, mintió a sus simpatizantes al decirles que el cáncer en su cuerpo "había sido erradicado totalmente, como un milagro", todo con tal de amarrar su reelección.

Pero las mentiras siempre cobran factura, se sea caudillo o no. El problema de Venezuela es que las mentiras del chavismo saldrán bastante onerosas, esto para un país que parece llevar como carga histórica el negarse a aceptar la realidad, prefiriendo vivir en una burbuja de fantasía.

Nicolás Maduro, el "delfín" chavista, está lejos de ser lo que llamaríamos un moderado. El Nuevo Herald lo ubica como un político más chavista que el mismo Chávez, y a quien conviene que siga la maquinaras del sistema como hasta hoy dado que las reservas petroleras garantizan lubricante para darle vuelo al populismo por bastante tiempo. Sin embargo, Maduro deberá someterse a la Constitución, aprobada por su jefe, donde queda claro que la designación "por dedazo" no puede darse sin antes convocar a elecciones. Pero los mismos antichavistas dudan que ese trance pueda impedir que Maduro se convierta en el sucesor, electo en votación, de Hugo Chávez, algo que los especialistas llaman el efecto "voto por simpatía" que le garantizó un holgado triunfo a Ernesto Zedillo, quien suplió como candidato priísta a Luis Donaldo Colosio en 1994.

Pero hay dos factores que se están imponiendo a la fantasía del chavismo. Uno de ellos es la inflación, que este año cerrará con un 38 por ciento, de lejos la más alta del continente y la cual, según el especialista venezolano Roberto Meléndez, en realidad se acerca al 80 por ciento pero ha sido encubierta gracias al subsidio gubernamental. Otro problema es la delincuencia común, que desde el 2005 se ha duplicado en las grandes ciudades. Caracas, que hasta hace poco era una de las capitales más seguras de Sudamérica, es hoy víctima de bandas que lo mismo asaltan a transeúntes, tiendas, automovilistas y aun estudiantes afuera de los planteles. Meléndez atribuye esto no solo a la pobreza, "un factor que no necesariamente lleva a una persona a delinquir", sino "a la poca credibilidad y a la corrupción del sistema judicial de Venezuela, reflejo del desprecio absoluto hacia la legalidad, marca que distingue al chavismo", señala.

"Cuando un comerciante va y hace la denuncia correspondiente, se le da a entender que se lo merece por 'riquillo' y su caso suele empantanarse. Para el gobierno chavista los comerciantes, los empresarios, los hombres de negocios, son enemigos de la revolución y por ello se les considera como tales", agrega Meléndez.

¿Pero cuál revolución? Por lo menos en Cuba, los primeros años trajeron mejoras innegables en su sistema educativo y médico. Sin embargo los 15 años de chavismo han sido un desastre absoluto desde el principio. En este lapso Venezuela ha dejado de tener preponderancia deportiva pese a que los recursos públicos destinados a su promoción, no ha aparecido un solo autor de peso literario, la enseñanza se ha desplomado debido a las grillas de los chavistas y, para colmo, se ha perdido la hegemonía de las venezolanas como ganadoras de concursos internacionales de belleza, algo que un alucinado chavista achacó al imperialismo. Y del sistema médico, no hablar ¿cómo es eso que Chávez, el caudillo que no deja de alabar a los médicos en su día, optara por atenderse en Cuba? "Más bien, lo que temía es que, si se operaba en Venezuela, ya no saldría vivo del quirófano", señala el especialista Meléndez.

Pero quizá el problema más grande heredado del chavismo es la dependencia del gobierno. Hoy más que en toda la historia de Venezuela hay gente que no tiene otro ingreso más que su cheque de asistencia social. Lamentablemente lo que antes era considerado parte del gasto social se ha transformado en un sueldo, y no va a haber poder que logre quitar la idea a sus beneficiarios de que para devengar un salario hay que trabajar y no solo abrir la mano. Lógicamente que para recibir este dinero --equivalente a unos 1.800 pesos mexicanos al mes, toda una fortuna en la periferia-- hay que ser chavista de corazón, asistir a los aburridos "Comités de Defensa de la Revolución" (¿cuál?) y tomar parte en manifestaciones y protestas que con frecuencia ahogan a la capital.

Más arriba, el chavismo también recompensa bien a sus burócratas. Se estima que el número de empleados públicos en Venezuela, que siempre ha sido alto, ha dado un brinco del 145 por ciento desde que Chávez se hizo del poder. Su presencia se encuentra en todos lados, desde un pequeño sellado en una oficina pública que puede tomar días, hasta la jauría de inspectores fiscales que caen de sorpresa a los comerciantes morosos y quienes se van tras recibir el "unto" (mordida) que los calma por unos días. Curiosamente, los "visitados" suelen ser antichavistas aunque se da la paradoja de que la mayoría de los chavistas que reciben sus cheques no tienen que declarar un solo bolívar al fisco.

El comercio informal es otro negocio ampliamente explotado por el chavismo. Diariamente se dan clases de "marxismo-leninismo" as los afiliados a esas centrales, jerigonza que tiran inmediatamente al retrete dado que su supervivencia depende de la compra venta de artículos. Todavía a inicios de los noventa los informales estaban confinados a los barrios de clase baja de las grandes ciudades: hoy se encuentran por todos lados, incluso a las afueras de los modernos malls, y no hay fuerza que los mueva de ahí.

Todo esto no cambiará de un día para otro tras la ausencia de Hugo Chávez. más bien empeorará. Si Maduro se convierte en el próximo presidente se mantendrá la fantasía hasta que se termine el petróleo o estalle la megacrisis, lo primero que ocurra. Si gana un candidato de otro partido, desarmar la bomba será una tarea casi imposible y que incluso podría costarle el cargo, como le ocurrió a Carlos Andrés Pérez en 1992. Será un alto costo que hereda un caudillismo. Desafortunadamente los latinoamericanos somos reacios a aceptar las lecciones de la historia.

 

 

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