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La dupla Assange-Correa, todo un show

En un caso donde la doble moral y el discurso tergiversado se pasean impunemente, ha surgido el pacto entre un presidente populista y un hacker divulgador de secretos oficiales. A esta función todavía le quedan varios actos

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SEPTIEMBRE, 2012. Julian Assange, el superhacker fundador de Wilkileaks, no parece ser un ingenuo, pero pidió asilo a un país cuyos ataques a la libertad de expresión ocurren a diario al punto que Rafael Palacio, del diario quiteño El Universo, se vio obligado a pedir asilo en Estados Unidos. Quizá Assange jamás haya leído absolutamente nada sobre el presidente Rafael Correa o, por el contrario, lo conoce también que entre ambos han decidido hacerse cómplices con un fin común, para uno, evitar que se le juzgue en Suecia y el segundo, convertirse en líder de la izquierda latinoamericana ahora que se avizora el final de Fidel Castro o de Hugo Chávez, y Correa quiere ser el siguiente en llevar la batuta.

Si hubiera que mencionar un caso plagado de incongruencias, el Assangegate las acumula por montones: un personaje que ha afirmado en varias ocasiones que el público tiene derecho a ver toda información considerada confidencial pero que con anterioridad aceptó poseer datos de la Inteligencia cubana o de Corea del Norte y rehusó revelarlos porque, dijo, "se vulneraría su seguridad interna", o bien un presidente graduado en Economía en la Universidad de Chicago --la misma de Milton Friedman-- autodeclarado enemigo de la libre empresa y quien ha manifestado varias veces "admirador profundo" de Fidel Castro pero que fue recibido de mala gana por el dictador únicamente hasta su tercera visita y eso luego de semanas de ruegos y trámites diplomáticos. También entre los simpatizantes de Assange se dan las contradicciones: dos de ellos, los directores Roman Polanski y Oliver Stone, ambos de origen judío, han manifestado que Assange debe ser enviado a Ecuador y abogan por su libertad pese a que el dueño de Wikileaks no ha renegado de su amistad con Israel Shamir, acusado de antisemita y de haber negado el Holocausto.

Lo que parece estarse cocinando dentro de Assangegate es una comedia de víctimas y héroes prefabricados (al villano, prefabricado también, ya lo conocemos desde hace rato, es Estados Unidos). Y para concretarla se vale emplear la doble moral más impune donde nada importa, donde un hacker y un presidente que desde hace rato han mostrado su desprecio a la legalidad, exigen que ésta se aplique en torno a la decisión de una Corte. Y donde, además, se sabe que cualquier resquicio puede ser utilizado a su favor bajo el principio de que se trata de una "persecución" contra ambos, proveniente, faltaba más, del imperialismo norteamericano, una conspiración donde, curiosamente, han evitado involucrar directamente a Barack Obama.

La extraordinaria buena suerte de Julian Assange terminó en el 2010 durante uno de sus frecuentes viajes a Estocolmo, Ahí conoció a dos mujeres declaradas "fans" suyas, Anna Ardein y Sofia Weldin. La plática llevó a otros temas y de ahí los tres se fueron a un hotel. La primera aparentemente fue violada por el hacker mientras dormía y la otra fue forzada a tener relaciones sin preservativo sin existir acuerdo previo, algo que dentro de la ley sueca es causal de abuso sexual, con penas que van de dos a seis años de cárcel. 

Es aquí donde conviene resaltar que sobre Assange se libró orden de aprehensión solo hasta que éste no asistió a dos comparecencias en Estocolmo y se le declaró prófugo. Lo increíble, escribió el periodista Jonathan Lehman, la acusación contra el australiano era relativamente fácil de revertir si acudiera ido a la Corte en Suecia acompañado de un hábil abogado. ¿Por qué no lo hizo? Tal vez alguien lo mal aconsejó o, sencillamente, el mismo Assange sigue creyendo que está por encima de cualquier legislación de cualquier país. O sencillamente pensó que su fama mundial lo haría inalcanzable. En todo caso se trató de un garrafal error de cálculo.

La idea de que todo el asunto esconde un circo orquestado se dio cuando Assange se asomó por una de las ventanas de la embajada de Ecuador en Londres y declaró que su caso era una "cacería de brujas" por parte del gobierno norteamericano el cual buscaba llevarlo a ese país y condenarlo a muerte. También acusó a la Gran Bretaña por no brindarle el salvoconducto que le permita asilarse en Ecuador. Sin embargo y como apunta la periodista Yesenia Álvarez, la figura del asilo diplomático no existe en las leyes inglesas. Dicho de otro modo, agrega, Ecuador le concedió asilo a Assange presentando una asombrosa torpeza e ignorancia de cómo funciona el sistema judicial británico de manera que Londres no tiene obligación alguna para entregar el salvoconducto.

Esta situación fue luego contemplada por el juez español Baltasar Garzón, quien se ofreció a defender a Assange. Según el jurista, ya también bastante desprestigiado, se acudirá a la Convención de los Refugiados donde asilo y refugio sí tienen el mismo fin. Garzón sostiene que su cliente es un "perseguido político" y por lo tanto Gran Bretaña debe darle el salvoconducto que le permita viajar a Ecuador. Solo que el gobierno inglés no ha presentado cargo alguno contra Assange. Adicionalmente, ¿perseguido político de quien? ¿De Suecia? La acusación en su contra es penal, no política. ¿De Estados Unidos? Washington tampoco ha emitido una orden de captura, la cual difícilmente prosperaría pues el fundador de Wikileaks no ha cometido delito en ese país. Naturalmente que Assange y Garzón señalan que el objetivo es extraditarlo de Suecia a la Unión Americana donde podría ser condenado a la pena máxima por las filtraciones de su sitio web. Solo que, apunta la periodista Álvarez, "la Convención Europea de Derechos Humanos impiden que Suecia y Reino Unido extraditen a una persona a un país en el que se contemple la pena de muerte".

Mientras tanto, el Ecuador, el presidente Correa sigue gustoso jugando la carta de la hipocresía, ofreciendo asilo a Assange apenas medio año después que echó mano de todo su poder para un periódico que lo acusó de ser un dictador en ciernes. ¿Se imagina alguien su reacción si esos reporteros filtraran al público documentos secretos de su gobierno como lo hizo Assange?

Correa se encuentra a mitad de su mandato, y el país comienza a caer en una profunda crisis económica, con una sociedad profundamente dividida y niveles de corrupción que ya se creían erradicados. Solo la queda a Correa, como buen populista, moverse más a la izquierda para luego asumirse como víctima de oscuras conspiraciones imperialistas que de paso puedan permitirle alterar la Constitución para quedarse más tiempo en el poder. Como mencionamos al principio del texto, el mandatario anhela convertirse en el nuevo estandarte de la izquierda totalitaria de América latina ante una posible desaparición física de Fidel Castro y de Hugo Chávez.

Al dar asilo a Assange, Correa convertiría a su país en faro de atracción para los "progres" y ganaría titulares como activista internacional. De esa manera saldrían ganando los dos: Assange por haber huido de la justicia sueca, y Correa para legitimar su "proyecto socialista" cada vez más deshilachado. Y, por supuestó, cualquier acusación en contra de ambos sería automáticamente interpretada como "persecución política". 

La pichada parece ir por ahí. Y solo hay de dos; jonrón o ponche.

 

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