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Singapur, pesadilla de los neokeynesianos

Este país restrega diariamente a Paul Krugman sus prejuicios sobre la economía de mercado y de cómo sí se puede salir de la pobreza sin mayor intervención gubernamental. Con todo, la moderna y riquísima Singapur tiene aún facturas sin pagar, entre ellas la de un verdadero giro democrático

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JULIO, 2012. La primera impresión para quien llega al hiperactivo aeropuerto Changi de Singapur --nombre, como en México, del país y de la capital-- es de sorpresa. Unos agentes de Inmigración, extremadamente amables, proporcionan al visitante una especie de tríptico con recomendaciones sobre lo que está permitido y lo que está prohibido hacer: se pueden tomar fotos a lo que se guste, asistir a restaurantes, centros nocturnos y aun a sus exóticas salas de masaje. También se ofrecen indicaciones sobre cómo utilizar los taxis y los autobuses, cómo dar propinas y cómo cruzar las calles, siempre por las esquinas.

Prohibiciones: Hablar en voz alta en lugares públicos, fumar en interiores --no se permite introducir cigarrillos al país, y en cualquier tienda de conveniencia la cajetilla cuesta el equivalente a 140 pesos mexicanos-- usar goma de mascar; tirar basura y correr en las calles también son motivo de amonestación. Estas penas, se advierte, se pagan con latigazos, y si es bastante audaz como para querer sobornar a la policía se puede pasan tres años en prisión, se sea extranjero o no. Y si se le ocurra meter droga en el país no necesitará de abogados pues el delito es causal de pena de muerte, y ningún país, ninguna embajada, ninguna ONG, podrá cambiar el veredicto (en la vecina Malasia dos mexicanos fueron recientemente condenados a la pena capital por el mismo delito y ahí las leyes son relativamente más laxas que en Singapur).

Conforme se adentra el turista por sus calles, percibe que Singapur es una selva perfectamente urbanizada. Nada hace pensar que apenas en 1960 cuando aún era una colonia británica, la isla constituía un villorrio donde contraer paludismo era asunto común. Al recorrer las modernas autopistas, ver los semáforos perfectamente sincronizados y a lo lejos al área financiera de Singapur con tantos rascacielos como Nueva York, la palabra "progreso" retumba en la mente del visitante.

Sus cinco millones de habitantes se apretujan en una isla que comprende 700 kilómetros cuadrados. En lo económico el país presenta cifras de éxito indiscutible: el ingreso per cápita en 1964 era de 430 dólares pero en el 2011 cerró con la envidiable cifra de 50 mil dólares --en México es de 9,500 dólares-- cantidad muy por arriba de Gran Bretaña, país del que fue colonia. ¿Cómo fue posible que este país, que se independizó casi al mismo tiempo que Kenia, Tanzania, Uganda o Nigeria, los cuales padecen hoy una pobreza crónica, haya logrado semejante portento? A la economía de mercado, cuya aplicación fue tan a fondo que hace de Estados Unidos un país semisocialista en comparación con las regulaciones que aplica a su economía. Solo la mala fe por distorsionar la realidad hace que analistas financieros como Paul Krugman se nieguen tercamente a aceptar este hecho.

Los taxis son blancos con rojo. Sus choferes lo mismo hablan inglés --el idioma oficial-- que chino y aun tamil: muchos sikh, con sus cubrecabezas blancos que parecen envoltorios, han llegado de la India desde los 80 cuando el país comenzó a requerir mano de obra. Ninguno llegó desarrapado, todos tienen estudios universitarios aunque ello no sea indispensable para los taxistas nativos. Pero en un país tan obsesionado con la educación como Singapur, esta "distinción" se hace para evitar desplazamientos laborales y que el extranjero que quiera un puesto, realmente se lo gane.

Cuando el país se independizó en 1963 y tras separarse de Malasia luego de una corta integración, solamente un grupo de británicos, obreros malayos y sirvientes chinos habitaban la isla. El principal negocio eran los casinos rústicos y los prostíbulos. Pero al asumir el poder Lee Kwan Yew (un tipo de rostro severo y con algo de sobrepeso) los tugurios desaparecieron y se aplicó una reforma radical de libre mercado. En un principio se pensó que Ywe fracasaría en su estrategia y el país sería absorbido por su ambicioso vecino, pero para 1975 Singapur ya estaba encarrilado para dejar atrás el subdesarrollo.

Singapur es un ejemplo claro de que el racismo se diluye cuando no existe desigualdad económica. Esta es una sociedad multicutural donde lo mismo conviven chinos, malayos, hindúes, griegos, pakistaníes y filipinos en las escuelas, oficinas, centros de diversión y tiendas departamentales. La inmigración ha producido una mezcla racial donde abundan las mujeres bellísimas. El visitante se queda atónito ante la variedad étnica que se ve en las calles de Singapur.

La población de origen latino es muy baja, menos del uno por ciento del total. La mayoría son investigadores en ciencias procedentes de Colombia, Chile, Perú, Argentina y mexicanos becados por el Conacyt. Muchas veces el choque cultural y gastronómico suele ser duro; entre otras cosas, hay que aprender a pedir permiso para casi todo y entregar las cosas con las dos manos. Se considera una ofensa apuntar a alguien con el pie y no "jalarle" a un baño público es objeto de fuertes multas.

El centro de la ciudad luce impecable. Tirar basura en la banqueta está prohibido y los grafiteros mejor dedicarse a otra cosa si no quieren pagar multas de hasta mil dólares lo que no incluye el cubrir el daño hecho a propiedad ajena. En Singapur y como en buena parte de Asia que fue colonizada por los británicos, la propiedad privada se considera sagrada y violarla implica la aplicación rigurosa de la ley.

A la entrada al Singapur Centre o zona financiero-comercial se encuentran unas plataformas con números digitales. Su función es registrar la cantidad de vehículos que ingresan a la zona. A éstos se les coloca una calcomanía con un chip; al final de mes el automovilista recibe una factura por "uso de vías públicas". Con ello se evita que los contribuyentes que no usan automóvil tengan que subsidiar injustamente el mantenimiento y pavimentación de todas las arterias.

Los hoteles son cómodos, ultramodernos, acondicionados con piscina termal y lujosos gimnasios. Asimismo el aire acondicionado y los "minisplits" son indispensables aunque la temperatura se mantiene entre los 25 y los 30 grados centígrados pese a ser un sitio bastante húmedo pues llueve mucho, hasta 170 días al año.

Tras fuertes debates, en el 2005 el gobierno autorizó la apertura de casinos en Singapur. En sus años como colonia esos establecimientos eran poco recomendables para visitar y con frecuencia se daban ahí hechos violentos. Pero los casinos actuales son ultramodernos, con miles de tragamonedas, cafeterías, salas de juego y pantallas para apuestas. Cuentan además con todas las medidas de seguridad y pagan altos impuestos. Después de Macao, Singapur se ha convertido en la región de Asia más famosa por sus áreas de casinos.

Las petroleras como Ipsol, Shell y varias más tienen gigantescos tanques de almacenamiento a orillas del mar. Singapur carece de recursos naturales pero cuenta con refinerías y enormes depósitos que reabastecen a los buques. Esto ha permitido al Estado hacerse de recursos sin aumentar exageradamente las tasas impositivas. No existe el salario mínimo.

El IVA es de ocho por ciento y aplica a todos los artículos, alimentos y medicinas incluidos mientras que el ISR es de un 16 por ciento pero las excepciones fiscales son muy atractivas para quien reinvierte sus capitales. Los automóviles son carísimos y solo se permite que circule cierta cantidad de modo que los embotellamientos, los claxonazos, las paradas en doble fila y los accidentes viales son muy raros. Los agentes de tránsito son cordiales y en vez de extorsionar a quien parezca turista lo orientan sobre la ciudad. Un soborno puede costar hasta seis meses de prisión.

La burocracia en Singapur constituye apenas un 2.3 por ciento de la fuerza laboral, es decir, tres personas por cada 100 habitantes contra un 23 por ciento y un 32 por cada 100 en Argentina. Casi todos son empleados administrativos, maestros de universidades públicas y personal de seguridad (policías, soldados, etc). Abrir un negocio en Singapur toma dos días de trámites (en México, 31) y a las empresas foráneas basta que muestren un plan de expansión comercial para que empiecen a laborar.

La educación es una obsesión. Muchas escuelas y universidades abren los siete días de la semana. Instituciones como Yale, Harvard o MIT tienen planteles ahí de modo que alguien puede graduarse sin jamás haber pisado Estados Unidos (el programa de estudios es idéntico). A los 18 años todos los alumnos deben complementar su ida a clases con el servicio militar, que dura dos años. La relación con su vecina Malasia ha sido de altibajos por lo que Singapur --que es miembro de la Commonwealth-- está dispuesto a todo para garantizar su soberanía.

                                                                   No todo es paraíso

Con lo anterior, suena comprensible la decisión del multimillonario Eduardo Saverin, uno de los fundadores de Facebook, de renunciar a su ciudadanía norteamericana y optara por instalarse en Singapur dado al "acoso" que sufría por parte del fisco. Pero Singapur está lejos --aunque su vegetación pareciera dar esa idea-- un paraíso.

El orden y la seguridad son fundamentales. Los índices de criminalidad se encuentran entre los más bajos del mundo de modo que se puede caminar por las calles a cualquier hora del día o la noche, pero conviene recordar que el país es una dictadura y que Kwan Ye la concibió así (el actual primer ministro Lee Hsien Long también respalda esa posición). Durante los setenta hubo protestas que fueron fuertemente reprimidas y sus líderes encarcelados. El partido en el gobierno es el mismo desde que se declaró la independencia. Hay otros partidos políticos pero ninguno consigue ganar una elección importante. En tal sentido Singapur se parece al PRI mexicano de hace cuatro décadas aunque con un gobierno mucho más competente.

Los periódicos locales están atiborrados de noticias financieras y publicidad de los casinos pero sus editoriales no contienen una sola columna crítica, tanto así que puede decirse sin ambages que no existe la libertad de expresión. El Internet es libre pero hay páginas a las cuales se ha bloqueado el acceso, sobre todo pornográficas o del gobierno chino. Cualquier crítica de Twitter a Hsien Long, al ejército o a las instituciones está restringida. Asimismo los noticieros televisivos son objeto de fuerte censura: todas las notas deben ser revisadas por el Ministerio del Interior antes de salir al aire. Por su parte, Amnistía Internacional ubica a Singapur como un país donde la violación a los derechos humanos es sistemática y donde existen presos políticos.

Singapur pues presenta pros y contras como modelo a seguir. Es un edén para el libre mercado pero sin democracia su prosperidad queda incompleta.

 

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2 comentarios

permanazo79 escribe 05.07.12

Con este artículo acerca de Singapur y de los otros países dragones que han publicado recientemente siento que me estan hablando de otro planeta ¿ seguridad en las calles, policias honestos, taxistas amables, calles limpias sin grafitis y cero contaminacion ambiental ? Que coraje que México haya perdido la posibilidad de haber tomado el mismo rumbo económico de esos países por culpa de los gobiernos priístas que ahora amenazan con regresar a terminar de partirnos la madre

andres_malestra escribe 14.05.12

Es falso que Singapur tenga un gobierno que gaste poco de hecho y segun Wikipedia, Singapur destina un 8.2 por ciento de su PIB a la educacion, mucho más que en México y proporciona muchas prestaciones a sus habitantes como son fondos de ahorro y seguro de desempleo La diferencia es que allá si es un gobierno honrado y acá tenemos una cleptocracia corrupta que solo nos deja migajas

 

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