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El presidente menos norteamericano de Estados Unidos

El ciudadano promedio sigue intrigado por la personalidad de su actual mandatario, qué persigue y qué le encuentran de irresistible en otras latitudes. La razón no es tan complicada de dilucidar. Barack Obama busca implantar en su país una doctrina económica ajena a la que ha sido la historia de Estados Unidos

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ABRIL, 2012. Están por cumplirse cuatro años de su gobierno y buena parte del pueblo estadounidense sigue preguntándose quién es su actual presidente pues se sabe poco o nada sobre su origen mientras que la escasa información ha sido proporcionada por goteo o arrancada de fuentes no oficiales. La información sobre su currículum se convirtió en secreto de archicofradía y Harvard, alma máter del mandatario, se ha negado a proporcionar toda información académica durante el tiempo que pasó ahí. Hace unas semanas se filtró una fotografía donde se ve a un Obama estudiante en 1991 en un rally político. The American Thinker apuntó que la foto pertenecía a una protesta en contra de la Guerra del Pérsico.

También misteriosamente no ha habido ningún compañero de generación que haya expresado opinión alguna sobre Obama, aunque toda la información que ha brotado lo exhibe como alguien ajeno a los intereses de la mayoría del pueblo norteamericano y el caso del reverendo Jeremiah Wright es un ejemplo claro. Los ciudadanos que cada domingo asisten a los servicios religiosos no acostumbran suelen recibir discursos incendiarios y de lucha de clases sino sermones que alivien sus necesidades espirituales. De nuevo va la pregunta: ¿quién es realmente Barack Obama?

La respuesta no es tan difícil si la analizamos con su comportamiento y su discurso. Barack Obama es un presidente que sigue los dictámenes de la socialdemocracia, más que los de su propio país. Estos principios dan un rol preponderante al Estado, algo que tiene su base en el seguro social universal, coaliciones partido político-sindicatos y gasto público como impulsor de la economía. La social democracia también desalienta el individualismo promueve el trabajo colectivo. Esto quedó demostrado en un discurso dado en Kansas el pasado noviembre cuando Obama señaló que "el individualismo no ha funcionado en este país" y otro discurso hace alguna semanas en Fort Luderdale donde dijo que "antes de la Gran Depresión la economía estaba mal y volvió a estarlo después del New Deal... es mi compromiso reestablecer la grandeza de todos los ciudadanos y no solamente de grupos determinados".

En contraste, repasemos parte de un discurso que Ronald Reagan dio en 1983 ante una convención en Kentucky y (originalmente referido en The American Thinker): "La grandeza de los Estados Unidos radica en la individualidad de sus habitantes, cada uno de ellos con un proyecto distinto de vida. El desarrollo de nuestras capacidades individuales nos ha hecho en una nación grande y generosa". Y éste es el presidente al cual la prensa liberal compara con Obama. Sus planteamientos no podrían ser más equidistantes.

Lo dicho por Obama exhibe una tremenda ignorancia en torno a su propio país (y deja en claro que Reagan lo conocía muy bien): ¿Acaso Obama  nunca ha escuchado de Henry Ford, de Howard Huges, de Donald Trump, de Bill Gates o de Steve Jobs? Todos ellos representan el criterio individualista y fundaron empresas que a su vez dieron empleo a millones de personas. El individualismo es lo que ha hecho grande a los Estados Unidos, como bien decía Reagan. Obama, por el contrario, piensa que Estados Unidos debe adaptarse a la colectivización laboral estilo europeo para así integrarse al resto del mundo. No parece ser casualidad que sea en ese continenteb donde Barack Obama tenga tantos admiradores.

Otra muestra del enorme desconocimiento de Obama en torno al país donde nació radica en sus loas al New Deal y a la aseveración de que después de éste el país volvió a caer en la mediocridad. ¿Que jamás ha revisado los años cincuenta cuando Estados Unidos pasó de ser potencia sa superpotencia? Jonah Goldberg señala en su libro Fascismo Liberal: "No fue el New Deal el que hizo que Estados Unidos tuviera una prosperidad en épocas de la posguerra. Por el contrario, el déficit a consecuencia del conflicto era tan grande que para evitar otra nueva Depresión, el Estado redujo su presencia en la economía para concentrar su gasto militar ante la amenaza que representaba la URSS. Se volvió al individualismo y se convocó a la creatividad de los particulares. De hecho y contra lo que se cree comúnmente, no fue el New Deal el que provocó el boom económico de los años cincuenta, sino su desactivación".

Y agrega más adelante: "La más grande ironía de este proceso es que esto no se habría dado sin la Unión Soviética dentro del espectro político mundial. Esta amenaza hizo que Estados Unidos se viera precisado a reforzar su identidad, una identidad basada en el individualismo en contraste con la colectivización que ofrecía el sistema soviético". 

Quién sabe qué le habrán enseñado sus profesores de historia a Barack Obama cuando pasó por la escuela. Pero poco o nula conexión tiene con lo que realmente sucedió en Estados Unidos.

Como referíamos anteriormente, la social democracia señala como impostergable el seguro social universal, más conocido hoy como Obamacare. Está lejos de ser casualidad que éste no exista en Estados Unidos, donde los niveles de desempleo son altos, pero inferiores a los de España o Grecia donde el seguro social universal ha devorado millones de euros. El error de perspectiva de Obama (aunque quizá sea a propósito) es que si los servicios médicos son caros, es porque son privados, algo que encaja dentro de la mentalidad de la social democracia. Pero son caros porque son de alta calidad, tanto así que desde la vecina Canadá donde el seguro social universal fue implantado en 1962, miles de ciudadanos cruzan la frontera para atenderse pese a que en su país de origen es más barato.

Algo que también retrata a la social democracia es su negativa a ver la realidad. Pese al enorme endeudamiento interno y a la quiebra que el seguro social universal ha traído en prácticamente toda Europa (y en México, para qué ir tan lejos), Obama lo propone como algo que esta vez sí funcionará pese a que en Gran Bretaña y Suecia se busca el milagro que detenga el barril sin fondo en que se ha convertido su versión local del Obamacare.

Pero con todo y que Barack Obama ha sido un presidente tan distanciado de la esencia de su país como no se veía en décadas, sus posibilidades de reelección siguen siendo altas. Sigue contando con el respaldo de Hollywood --hace un mes se difundió un documental narrado por Tom Hanks donde sólo faltó que se pidiera a los espectadores agacharse para besar los zapatos del mandatario-- la prensa liberal, las televisoras más importantes y la comunidad académica. Más preocupante es que del lado republicano no se ve al candidato que logre enfrentarlo y derrotarlo. Hace tres décadas Ronald Reagan paró en seco el descrédito en que había caído Estados Unidos con Jimmy Carter pero hoy no se ve a un político rival con esas características. 

Lo que sí es un hecho es que la reelección de Barack Obama acelerará la intención del mandatario de igualar el esquema de Estados Unidos con el de Europa. Los electores norteamericanos pueden estar seguros que si le dan otros cuatro años en la Casa Blanca a Barack Obama, su país se parecerá más a Grecia y menos a Estados Unidos. Pero a la Grecia actual, no a la de los grandes pensadores como Platón y Aristóteles.

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