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Segundos (la mayoría malos) regresos latinoamericanos

Si el próximo diciembre el PRI regresa a la presidencia 12 años después de ser echado entre abucheos, no será la primera vez que ello ocurra en la región. Argentina, Nicaragua, Perú y Venezuela ya pasaron por la misma experiencia la cual, con una excepción casi milagrosa, fueron decepcionantes. Solo para ir ya tomando nota

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MAYO, 2012. Conforme se acercan las elecciones federales, la pregunta causa preocupación y curiosidad: ¿qué pasará si el PRI regresa a la Presidencia de la República? ¿Habrá aprendido la lección que le impedirá repetir los errores que lo echaron de Los Pinos hace ya una docena de años, o sencillamente servirá para concluir que todo este periodo de alternancia no sirvió absolutamente de nada?

El caso de una fuerza política que parecía imbatible, se fue humillada y regresó triunfante está lejos de ser escasa en América latina. Si hubiera que señalar una diferencia con México es que no será el mismo caudillo o mandatario, sino el partido mismo. Naturalmente que ya nos hemos acostumbrado en muchos países a la alternancia partidista, comenzando por los republicanos y los demócratas que desde los años 40 no han tenido ausencias en el poder mayores a los ocho años. Aquí estaríamos hablando de un partido totalitario que durante siete décadas manejó a su antojo el Poder Ejecutivo --y buena parte de ese periodo también el Legislativo y el Judicial--, un partido que, lo recordamos, parecía estar absolutamente noqueado desde esa misma tarde en que se declaró vencedor a Vicente Fox Quesada; un partido que inclusive hace seis años quedó relegado a un tercer lugar luego de haber escogido como candidato a Roberto Madrazo, el equivalente a que este año se hubiera decidido postular para la máxima magistratura a Humberto Moreira.

Hay que advertir que aquí no incluimos las reelecciones seguidas, situación que ocurre hoy, por ejemplo, en Argentina con Cristina Kirchner. Se trata de formas de gobierno encarnadas en una persona a la que el voto volvió a darle una nueva oportunidad.

Entonces y dentro de ese entendido, ¿cómo le ha ido a los demás países latinoamericanos ante estos regresos? Optaremos por limitarnos a casos recientes. Veámoslos y posteriormente demos una conclusión.

ARGENTINA - Juan Domingo Perón abandonó su país en 1952 tras haber sido depuesto y su amigo Francisco Franco le ofreció asilo en España. Más de dos décadas después, avejentado y enfermo, el caudillo regresó a Argentina, se postulo para la presidencia y ganó abrumadoramente, el 78 por ciento de los votos. El porqué sufragar a favor de alguien que arruinó a un país que llegó a estar tan cerca de ser considerado país desarrollado es algo que podríamos abordar en otro momento. El caso es que en esta ocasión Perón venía acompañado de Isabel Martínez, una mujer que había sido su amante hasta que oficializaron la unión. Pero cuando se anhelaba por la vuelta de los tiempos de dispendio el general murió súbitamente. Se trató de cubrir el enorme hueco con su esposa, quien rápido trató de envolverse con la figura de la mítica Evita.

Solo que la mujer padecía de esquizofrenia, al grado que llegó a llorar frente a sus ministros y en varios discursos. Para colmo tomaba sus decisiones importantes aconsejada por un ministro apodado "Lopecito" y quien a diario le leía su carta astral. En sus tres años de gobierno la corrupción se disparó, la inflación alcanzó un inaudito 400 mil por ciento y comenzó la escasez. Cuando en 1976 ocurrió el golpe de Estado la mayoría de los argentinos suspiraron de alivio sin saber que estaban frente a la que sería una de las dictaduras más brutales del siglo XX.

NICARAGUA - La primera vez que llegó al poder, en 1979, Daniel Ortega lo hizo mediante las armas tras derrocar al dictador Anastasio Somoza. Lo que parecía ser una nueva fase del "experimento socialista" nunca se concretó en parte porque, a diferencia de Fidel Castro, Ortega llevaba una vida desordenada y un gusto por los lujos burgueses que no tardó en aflorar cuando él y su familia se hicieron de las mejores residencias que habían dejado quienes emigraron a la Florida (por lo menos el anciano dictador cubano las había convertido en escuelas, jardines de niños y refugios para indigentes). Por otro lado la Unión Soviética concluyó rápidamente que la revolución nicaragüense era en el fondo un latrocinio de bienes y se desentendió de sus promesas hacia los sandinistas, además de estar financiando, a altísimos costos, a Cuba.

En 1991 Ortega cedió a la presión y convocó a elecciones presidenciales las cuales, aseguró, "demostrarán que la gente volverá a confiar en nosotros". Su rival fue Violeta Vargas, alguna vez amiga suya, y quien conformó una coalición que terminó por derrotarlo pese a que el sandinismo controlaba totalmente la radio y la TV y contaba con el apoyo casi total de la prensa internacional (hubo corresponsales de la BBC, DeustcheWelle, RAI y The Washington Post que lloraron al conocerse la derrota).

Años después se supo que Ortega había abusado por años de su hijastra pero el incidente fue manejado escuetamente por los siempre incondicionales medios escritos. En el 2004 volvió a postularse para presidente y esta vez sí ganó. Desde entonces se ha afiliado a Ecuador, Venezuela y Argentina. Sus rivales lo han acusado de querer cambiar la Constitución para eternizarse en el poder. La situación del país sigue siendo tan precaria como siempre y Ortega sigue impune de las acusaciones que se le imputan.

PANAMÁ - Un caso más bien pintoresco fue el de Arnulfo Arias, quien tres veces se postuló como presidente, tres veces lo depusieron y las tres veces ganó con amplia mayoría. Sus gobiernos en consecuencia fueron bastante costosa aunque en ellos propuso medidas tan escandalosas como esterilizar a la población de color para así acabar con la pobreza que quejaba a esa etnia. La última ocasión Arias fue removido por acción directa de la CIA y en su lugar quedó Omar Torrijos.

PERÚ - En 1985 un joven egresado de La Sorbona, aficionado a la música de mariachis y bohemio irrederento llamado Alan Garcia ganó la presidencia del Perú. Era la primera vez que su partido, el APRA, lograba tal hazaña luego de décadas de haberla buscado (su fundador fue Víctor Manuel Haya de la Torre, quien vivió en México en los años 40). Lo primero que hizo fue decretar una moratoria unilateral al pago de la deuda externa y decretar aumentos de hasta 50 por ciento a la burocracia "para que ahora sí se pongan a trabajar"; creó una nueva moneda, el inti, y luego quiso nacionalizar bancos y casas de bolsa, aunque allí se topó con el inesperado rechazo encabezado por el novelista Mario Vargas Llosa, lo cual terminó por detener el decreto. En 1990 dejó el poder en medio de la peor situación económica en décadas. Huyó primero a Miami y luego a Colombia luego que el gobierno de su país lo acusara de enriquecimiento ilícito --entonces no había tratado de extradición entre ambos países-- pero en el 2003 regresó a su país y salió libre de todos los cargos, lo que le permitió regresar a la política. 

Cuando oficializó sus intenciones tres años después el diario El Comercio le preguntó si pensaba que la gente volvería a confiar en él respondió: "He aprendido de mis errores, que sin duda cometí muchos. Hoy el mundo marcha en otra dirección, donde el Estado y los empresarios deben trabajar juntos sin que uno invada las áreas del otro... la experiencia ha demostrado que sin esta cooperación no podremos abandonar nuestro subdesarrollo", en clara referencia a Chile, donde entonces gobernaba Michelle Bachelet, una mujer por la que García había expresado su admiración.

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En su segundo mandato como presidente de Venezuela, Rafael Caldera no solo llamó una tontería al neoliberalismo sino que reinstauró los subsidios y ordenó la liberación de Hugo Chávez. Ya desde entonces el país iba encaminado al despeñadero

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Sin embargo su regreso a la presidencia fue más bien circunstancial: temerosos de un posible triunfo de Ollanta Humala, los votantes del partido que quedó fuera en la primera vuelta y de tendencia centro-derecha, se resignaron a votar por García quien, en efecto, cumplió su promesa y mantuvo el rumbo económico de su antecesor (y enemigo suyo) Alejandro Toledo. García simplificó la tramitería para abrir nuevos negocios, alentó la llegada de inversión extranjera y privatizó los fondos de retiro. Con todo en su gobierno abundaron los casos de corrupción por lo que su partido ya estaba muy desprestigiado.

VENEZUELA - Cuando llegó por primera vez a la presidencia, Carlos Andrés Pérez representaba a esa generación de políticos inspirados en el neokeynesianismo de aquellos años. Populista y carismático, Andrés Pérez formalizó la expropiación de la industria petrolera al comprar la deuda de los inversionistas. El acceder directamente a unos mantos superiores a los de México le permitió financiar proyectos faraónicos y subsidiar prácticamente toda la economía al punto que hasta fines de los ochenta, pagar impuestos era una actividad desconocida para la mayoría de la población. La moneda se mantuvo tan ridículamente baja en comparación con el dólar que se hizo costumbre viajar a Miami de shopping los fines de semana.

El hecho de que esa bonanza basada en ilusiones terminara poco después de terminado su gobierno, la memoria de Andrés Pérez fue idealizada y añorada. Los más grandes suspiraban por los "tiempos chéveres" y los más jóvenes se quejaban por no haber tenido tal suerte. Fueron éstos los que votaron masivamente por él en 1991, luego de varios gobiernos tan mediocres como corruptos. Pero en vez de vestirse como Santa Claus el presidente esta vez lo hizo como "neoliberal" y comenzó a eliminar subsidios con lo cual se disparó la inflación una vez que los precios se adecuaron a su valor real. Hubo protestas callejeras al tiempo que la irritación fue capitalizada por Hugo Chávez, un teniente paracaidista. Andrés Pérez lo mandó encerrar por lo que Chávez se asumió como víctima de la "represión" y se hizo muy popular. Sin embargo el mandatario renunció en 1993.

Su sitio fue ocupado otro ex presidente, Rafael Caldera, quien de entrada llamó "una tontería" al neoliberalismo y restauró los subsidios que mantuvieron una economía ficticia. Más tarde ordenó liberar a Chávez con lo que el camino para que éste se acercara a la presidencia quedó completamente abierto.

Tras este repaso histórico, queda claro que en retorno de estos caudillos, presidentes o fuerzas políticas han sido negativos, con la notoria excepción de Perú. Ello deja entrever que lo que está en juego el próximo julio en México es mucho. Los venezolanos y los argentinos votaron por el regreso de esos gobernantes esperanzados que con ellos volverían los tiempos de una tranquilidad que resulta engañosa desde cualquier perspectiva. Y los gobernadores priístas que ha tenido el país recientemente muestran que dentro del tricolor nada ha cambiado y que tanto el endeudamiento como la inflación y la impunidad serán constantes en caso que Enrique Peña Nieto se convierta en el próximo presidente de México. 

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