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El síndrome del Estado del Malestar

En el país que por muchos años se consideraba un paraíso en prestaciones sociales estallaron desórdenes donde se apunta como culpable, faltaba más, al libre mercado. Pero es en el oneroso Estado de Bienestar, cada vez más deteriorado, a donde hay que voltear

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JUNIO, 2013. Tenía que pasar. Luego de los desórdenes que se registraron en Estocolmo y otras ciudades suecas, la Associated Press culpó de ello al primer ministro "de derecha" Fredrik Reinfeldt "por su política de recortes al Estado de Bienestar". Igualmente Joe Conason, de la revista virtual salon.com enfatiza que "reducir el presupuesto público trae siempre la indignación pública. En Suecia, país pacífico por definición, la política fiscal de su gobierno se ha negado a aceptar ese hecho". En el Manual del Perfecto Idiota, escrito en 1996, ya se daba cuenta de cómo, luego de hechos similares ocurridos en París, se había culpado al libre mercado --llamado entonces "neoliberalismo"-- de algo enteramente obra del tan generoso como irresponsable gobierno de Jaques Chirac. "No será la primera, ni obviamente la última vez, que ello ocurra", dice una línea del libro.

Desde que Reinfeldt asumió el poder ha habido una serie de reformas, la mayoría tímidas, para conducir a Suecia a ser un país más competitivo. Pero ninguna de éstas ha alterado o tocado el Estado de Bienestar que tanto le aplauden los progres en el resto del mundo. Los desórdenes registrados tuvieron una razón que, por un lado, está ligada a esa condición benefactora y, por otro, tiene que ver con un país donde los jóvenes, en especial inmigrantes, no ven oportunidades de desarrollo o progreso. Desórdenes que, por cierto, no son novedad alguna pues se han registrado en ese país nórdico por lo menos durante el último decenio.

Al leer los textos de AP o de Conason, quedaría la impresión de que los jóvenes se volcaron a las calles fúricos porque les habían "cortado" su porción de Estado de Bienestar. Lo más seguro es que jamás han accedido a éste: lo que colmó la paciencia de estos rijosos, hijos de inmigrantes casi en su totalidad, fue el asesinato de un menor al que perseguía la policía. Cuando se anunció que los agentes no serían sometidos a juicio estalló la ira, es decir, ocurrió lo mismo que en Los Ángeles en 1992 y en París en 1995, y otras veces más... y ah sí, en Londres en el 2011. Todos esos casos tienen algo en común: se registraron luego de la agresión a alguien perteneciente a una minoría racial, y no tuvieron nada que ver con la reducción del Estado de Bienestar.

Veamos ahora este multicitado subsidio que, a ojos progres, parece ser lo más próximo al paraíso: desde que entra al jardín de niños, el ciudadano sueco ya está subsidiado por el Estado: a sus padres no les costará un centavo --o una sola corona: el país no adoptó el euro como moneda-- y más aún, quizá éstos se encuentren ya viviendo de la beneficencia pública. El Estado de Bienestar aplica también a las adolescentes que a los 16 años lleguen a embarazarse y, más aún, durante ese periodo se les proporciona más dinero hasta que el bebé cumple su primer año de vida. Si un ciudadano sueco es despedido de su trabajo difícilmente la pasará mal pues recibirá un cheque cuyas percepciones suelen ser mayores a las que cotizaría en una fábrica o en una oficina. En consecuencia, los economistas suecos con frecuencia refieren que en ese país la tasa de desocupados es muy baja, claro que cuidándose de apuntar cuántos de ellos realmente están laborando.

Como consecuencia, Suecia es uno de los países llamados primermundistas con menor dinamismo en el mundo. ¿Y de dónde consigue el gobierno el dinero para subsidiar a esos miles que cobran su cheque por desempleo? De quienes sí trabajan, faltaba más. El ministro Reindfelt ha hecho enormes esfuerzos para quitar decenas de regularizaciones que permitan la apertura de nuevos negocios o atraer inversionistas foráneos, pero no resultan suficientes. Por ejemplo, desde los años ochenta existe un trámite denominado "de impacto ambiental" donde el empresario debe esperar incluso meses para ver si se le autoriza operar su establecimiento. Los burócratas cuentan así con un poder omnímodo, y con criterios muy particulares, para aprobar o desautorizar la petición. 

Y la autorización es apenas el principio del calvario. El comerciante debe cubrir un Impuesto a la Renta del 44 por ciento a sus ingresos, y un IVA del 25.5 por ciento, el más alto de Europa. Como señala el analista Alan Reynolds de The Cato Institute, "en Suecia el empresario mantiene al gobierno y tiene que dejar atrás su búsqueda de utilidades". Igualmente, los complicados trámites para contratar a un empleado y, luego, las complicaciones aun mayores al querer despedirlo, hacen de Suecia un país poco atractivo para la inversión. La prueba más clara de ello, añade Reynolds, es que "una de las empresas más grandes salidas de Suecia fue el grupo musical Abba, allá en los setenta, que durante un tiempo fue su principal fuente de divisas. Otras empresa han sido Volvo y Ericsson. Pero todas ellas fueron o han sido más prósperas fuera del país que adentro".

Un claro objetivo del Estado de Bienestar es desalentar el afán de lucro, es decir, el principal lubricante que existe para abrir una empresa y crear empleos. Esto ha traído duras repercusiones entre los jóvenes suecos donde el principal propósito una vez que se termina la universidad es "colocarse", es decir, garantizarse un cheque del Estado de Bienestar. En otros países este pago viene a ser una forma temporal de aminorar los efectos del desempleo, pero para muchos suecos es el objetivo final, vivir del Estado el resto de sus vidas (y hasta ahora no hemos contemplado a los burócratas, que no son pocos en Suecia, y quienes tienen prestaciones de ensueño naturalmente subvencionadas por los contribuyentes cautivos).

Porque el Estado del Bienestar en Suecia es, aludiendo al ex secretario de Hacienda mexicano Pedro Aspe, un mito genial. El ciudadano que gustoso recibe su cheque del Estado tarda en darse cuenta de cuánta de esa porción la destinará al pago de impuestos, de los cuales ni un solo artículo de consumo se encuentra exento en Suecia (incluidos alimentos y medicinas, punto que nuestros progres mexicanos omiten mañosamente). Reynolds estima que de esos cheques, hasta un 35 por ciento son regresados al Estado mediante el pago de impuestos. Pero no importa: al grito de "peor es nada", miles de suecos prefieren vivir en la ilusión de que es posible recibir dinero sin estar sujeto a un empleo en una oficina o una fábrica.

Otra más: los burócratas tienen la opción de jubilarse tras 18 años de servicio activo de manera que abundan quienes a las 43 años dejaron de ir a sus centros de trabajo y hoy solo esperan su cheque (el primer ministro logró aumentar a 25 los años trabajados). Ser favorecido por el Estado de Bienestar es bueno, pero es muchísimo mejor ser un burócrata en Suecia; en comparación, los jubilados dentro del sector privado tienen percepciones mucho más reducidas.

Con los años, esta combinación donde se premia al comodino y se castiga al emprendedor lleva a una mínima creación de riqueza. En consecuencia, el Estado de Bienestar se ha hecho más selectivo, más cerrado y donde la lucha por sus canonjías se ha hecho mucho más feroz, una lucha donde están exentos los inmigrantes y sus hijos quienes, por otro lado, no se han asimilado a su nuevo país. El discurso muticulturalista ha promovido la noción de que estos inmigrantes no están obligados a integrarse a su nuevo país, factor clave para que puedan prosperar. Ya lo apuntaba el fallecido analista Jean Francois Revel en La Obsesión Antinorteamericana: "El multiculturalismo en realidad está condenando a la pobreza a los inmigrantes: en vez de adaptarse y asimilarse, se crea una barrera invisible de odio y resentimiento hacia el país que los ha acogido".

La situación en Suecia es, por tanto,.doblemente explosiva: un Estado de Bienestar cerrado a los nuevos llegados junto con una economía que produce muy pocos empleos debido a su baja competitividad. Ahí radica la causa de los recientes desórdenes en Estocolmo. Achacarle todo l gobierno "derechista" de Reinfeldt o al capitalismo en general --el cual lleva años sometido a duros torniquetes en Suecia-- es una tontería cubierta con el betún de la mala fe.

 

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