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INTERNACIONAL

Ya sin la presión de los electores, Obama está mostrando su verdadero rostro

Dolido porque los electores lo reprobaron en las elecciones intermedias del pasado noviembre, Barack Obama ha llevado a cabo una venganza al profundizar su agenda progresista  en vez de haberse moderado, como esperaban muchos ciudadanos. Y pisará más el acelerador

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JUNIO, 2014. Cuando perdió la mayoría en las elecciones intermedias de su primer mandato, Bill Clinton optó por mover su agenda más al centro, "de acuerdo a lo que los electores habían expresado en las urnas", según escribió Dick Morris, quien fuera su asesor por aquellos años. Un enorme contraste con lo que ha hecho Barack Obama, quien sabedor que ya nada tiene que perder, ha radicalizado su agenda de gobierno hacia la izquierda de una manera que habría dejado pasmado a Franklin D. Roosevelt.

El mismo Morris escribió recientemente: "Otro presidente habría hecho lo posible para negociar sus reformas con los republicanos; no es verdad que éstos sean los cerrados a la concertación. Por el contrario, hemos visto cómo al presidente no le interesa nada más que lo que él considera es lo correcto, es decir, lo que está en su mente. Siente que se le traicionó en las elecciones intermedias y ahora busca el desquite".

Las elecciones legislativas del pasado noviembre, que según analistas como Andrés Oppenheimer "no fueron tan importantes", en realidad han sido el mayor coraje que Obama ha experimentado desde que tomó el poder en el 2009, de acuerdo con Morris: "Me preguntó cómo no iban a ser importantes esas elecciones pues redujeron a los demócratas a su mínima expresión en las dos cámaras. Lo que Obama ha hecho, en abierta represalia, es actuar dentro de aquello que puede hacer sin consultar al Congreso y al Senado. Esto es escandalosamente inusual para una democracia como la norteamericana."

La primera de esas acciones es la amnistía a por lo menos cinco millones de inmigrantes ilegales, una medida que reta abiertamente a las leyes cuando existen por lo menos 10 millones de personas de todo el mundo que enfrentan a una feroz burocracia migratoria que les permita residir, con toda su papelería en orden, en Estados Unidos. "¿Para qué gastar miles de dólares en tramitería si puedes entrar ilegalmente al país y podrás ser amnistiado por el gobierno federal? Sería ingenuo pensar que la decisión de Obama no acelerará el tráfico de inmigrantes ilegales en la frontera con México", escribe Morris.

La amnistía de Obama tiene el claro propósito de convertir en ciudadanos --y en votos-- a millones de personas que, agradecidas, sufragarían por los demócratas, cosa que de todos modos iban a hacer, como recuerda el analista afroamericano Walter E. Williams del sitio townhall.com: "Reagan lo hizo (la amnistía) en 1987 pero el número de nuevos ciudadanos que votaron por primera vez como norteamericanos por el Partido Republicano en 1992 fue apenas perceptible. La mayoría de los inmigrantes procedentes de América latina ya traen una abrumadora mentalidad afín a los demócratas".

Pero la decisión más controvertida tiene que ver con el reconocimiento que Obama hizo a la dictadura cubana, algo que nunca mencionó en campaña y que viene a ser una afrenta abierta a quienes no están contentos con su forma de gobrenar. Ciertamente el diálogo entre Washington y La Habana se dio con intervención del Vaticano, pero hoy se ve que Obama utilizó este reconocimiento como forma de desquite ante el Senado que no le ha permitido, entre otras cosas, cerrar Guantánamo.

"El embargo ya no tiene razón de ser y ocurrió cuando yo aún no nacía", ironizó Obama el año pasado, declaración tan desafortunada como si en su momento se hubiera reconocido a Sudáfrica en tiempos del apartheid dado que éste se instauró hace mucho tiempo. Peor aún, Obama dio este paso sin exigir gran cosa a cambio a los hermanos Castro. De nuevo la comparación con Sudáfrica: ¿se habría recibido con beneplácito el terminar un embargo sin exigir a su gobierno que desarmara y echara abajo su política de segregación racial?

Obama ha mostrado un desprecio por la historia siempre y cuando no corresponda a sus intereses. Echó en cara a los cristianos que en el pasado hayan sido racistas pero se le olvida que el embargo (los progres prefieren llamarle "bloqueo", una falsedad dado que Cuba comercia libremente con muchos países) tiene un origen legal totalmente válido: a partir de 1960 los entonces barbudos iniciaron una ola de nacionalizaciones y expropiaciones sin intención alguna de dar una indemnización que debe aplicarse según la ley internacional ante tales situaciones. 

El apropiarse de algo sin compensación económica constituye un innegable robo de modo que el Senado, en repuesta a las inquietudes de los dueños de las propiedades incautadas, emitió un embargo que se levantaría, no cuando la dictadura castrista abandonara el poder como se ha hecho creer, sino cuando La Habana pague esas indemnizaciones, cosa que a casi 60 años de la revolución se ve totalmente improbable. El embargo no fue un capricho de los yanquis sino una modalidad en derecho internacional de la que Cuba se ha carcajeado por más de medio siglo.

Casi todos los dueños originales de esas propiedades ya fallecieron; a sus hijos y nietos en el exilio tampoco les interesan tanto como el hecho de que Obama, sin importarle que con este reconocimiento a la dictadura cubana ponga en bandeja platinada el sur de la Florida a los republicanos en el 2016, esté dando tantas concesiones sin poco o nada a cambio.

"La derrota de noviembre le dio a Obama el pretexto ideal para impulsar su agenda progresista en política exterior, curiosamente en aquellas acciones que no requieren la aprobación del Congreso", escribe el cubano Humberto Fontova, y agrega: "Puede uno estar seguro que la última voz a la que Obama escuchará en este proceso es a la de los exiliados cubanos; éstos se encuentran en el sótano de sus prioridades".

La actitud consentidora, como era de esperarse, no ha sido retribuida por La Habana. La misma semana en que en Panamá se formalizaba la luna de miel entre Obama y los Castro (¿acaso alguien cree que Raúl va a actuar sin consultar a Fidel?), el gobierno reprimió una manifestación de las Mujeres de Blanco en la capital. "Muchos se preguntan porqué antes de reconocer a Cuba, Obama no exigió a Raúl Castro a que aclare la muerte del disidente Osvaldo Payá, exija convocar a elecciones libres y libere a los disidentes", escribe Fontova. "Esa no es parte de su agenda".

¿Hasta dónde llegará el rencor de Obama? Es difícil precisarlo, según Fontova: "A estas alturas de su presidencia, queda claro que no piensa detenerse, y de ello dejará moretones a sus contrincantes que durarán mucho tiempo".

 

 

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