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Y DEMÁS/Ensayo

La historia de EU y Obama, más diferentes no podían ser

Lo que dio origen al país más poderoso del mundo no fue el poner al Estado como el centro de todo, sino en la realización individual, algo que sus fundadores colocaron  en su Constitución como un derecho inalienable. Los cambios que sufrirá ese espíritu los años post Obama son hoy difíciles de calcular

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AGOSTO, 2013. "Honrad vuestro legado", fue la advertencia que Thomas Jefferson, ese "racista" que no solo tenía esclavos sino que los usaba con propósitos sexuales, advirtió a los futuros presidentes de los Estados Unidos, "todo lo hemos hecho por las generaciones venideras..." Esa declaración resuena hoy más que hace doscientos años, cuando fue proferida. Jefferson, ese prócer que la izquierda quiere que su rostro sea borrado del Mount Ruhsmore --aunque la cantante Cher haya creído que se trataba de "formaciones naturales"-- y que dejaba en claro que el declive del país llegaría en el momento que las futuras generaciones desconocieran las razones que dieron origen a uno de los países más exitosos en la historia de la humanidad.

Nótese que escribimos "países", no "culturas" ni "civilizaciones". Porque los Estados Unidos deben concebirse como un país que ha cumplido ese requisito como tal. Su Constitución ha sufrido 34 enmiendas, que no es lo mismo que redactar una nueva, algo que los latinoamericanos somos tan adictos a hacer, como si con ese solo nuevo documento las cosas fueran a cambiar súbitamente. Es un país democrático porque en su historia han coexistido los tres poderes, sin que uno esté sometiendo a los demás. Y. sobre todo, es un país exitoso porque ha sabido preservar el estado de derecho. Ha sido, en suma, un país exitoso porque sus próceres lo concibieron como tal, no como un apéndice que reproducía uno de los mayores defectos de Europa, el que unos eran quitados del poder mientras otros se sentaban sobre él.

Su mentalidad, el volver a edificar una torre más alta donde antes había habido dos rascacielos que fueron derribados por el odio (léase envidia) de un loquito que se la pasaba masturbándose viendo películas porno, el reponerse de al menos tres profundas depresiones económicas --en términos absolutos, el historiador Conrad Black estima que la de 1867 fue "peor que la de 1929" -- y el no jamás haber experimentado un golpe de Estado, suerte similar a la de apenas media decena de otros países, proviene de los principios de los próceres norteamericanos. Sin lo que ellos tenían en mente, sin lo que arriesgaron, sin decidirse a retar a Inglaterra teniendo en mente una propuesta mejor, los Estados Unidos se habrían hundido en la mediocridad.

Desde sus orígenes, esa sociedad dejó en claro que no se agacharía ante las imposiciones. Como se sabe, sus primeros colonos procedían de Inglaterra y de Holanda, la mayoría de ellos víctimas de persecuciones religiosas, unos por la cruzada de la Corona por convertirlos al anglicanismo a chaleco y a los otros por su protestantismo, perseguidos por la Iglesia Católica. Apenas unos años antes Inglaterra había tomado para sí el territorio que luego comprendería las 13 colonias, las cuales fueron habitadas mayoritariamente por gente que, primero, anhelaba cumplir la máxima bíblica de vivir con el fruto del trabajo propio y, segundo, deseaba que se les dejara en paz.

A Inglaterra no importaban gran cosa esas 13 colonias, al menos mientras fueron territorios improductivos, pues cuando de ahí empezaron a brotar enormes cantidades de trigo, café, azúcar y algodón, de repente Londres recordó que tenía que cobrar impuestos y aplicó exagerados aranceles de exportación a los colonos. La Corona estaba infestada de burocracia, de una nobleza parasitaria y de tributaciones despiadadas para sus súbditos. A diferencia de lo ocurrido en Latinoamérica, donde las capitales europeas se dedicaron a explotar sus colonias, en la relación Londres-13 colonias siempre imperó la práctica del comercio; injusta y parcial, pero práctica comercial al fin.

A lo largo del siglo XVIII (1700s) las colonias soportaron los abusivos aranceles, y cuando arreciaron las protestas, se envió al ejército británico para aplacar a los quejosos pues hasta antes los gobernadores se encargaban de impartir el orden y la justicia en esos territorios. La represión fue en aumento conforme avanzaba la presencia española y francesa en el norte del continente, máxime por la península de la Florida, propiedad española que se encontraba peligrosamente cerca de colonias como Virginia y las dos Carolinas. Para colmo, buena parte de esos tributos no eran regresados a las colonias y la mayoría se destinaban a la fabricación de armamento o la manutención de la burocracia en la isla.

Hacia 1760 la situación ya era insostenible. Para abreviar una historia larga, los comerciantes locales optaron por tirar al río cientos de miles de sacos de té por los altos aranceles, hecho que pegó muy duro a la economía inglesa, que ya tenía ventajosamente colocado ese producto. También por ese tiempo, un grupo de individuos ya tramaba algo que, para su tiempo, se veía descabellado: luchar por la independencia o, mejor dicho, traicionar al Rey inglés, por aquel tiempo Jorge III.

¿Y quiénes eran los próceres, esos sesenta hombres que firmaron el Acta de Independencia? Eran personajes a los que, en primer vistazo, menos convenía independizarse de Londres. George Washington era un austero pero disciplinado general del ejército inglés, Hamilton tenía frecuentes tratos con la realeza británica y había realizado jugosos negocios con ellos, Benjamín Franklin era un intelectual que aparte del inglés dominaba el francés y el latín y era un inventor que fácilmente habría obtenido subsidios por parte de la Corona con solo solicitarlos, y Jefferson era un hacendado de la alta sociedad... inglesa radicada en América.

Estos próceres, sin embargo, tenían un concepto en común: La libertad era un derecho que el hombre adquiría con su nacimiento. Hasta entonces, afirmaban, el ser humano había estado sometido al deseo de emperadores, reyes, tiranos, papas, jefes tribales y generales. Lo que defendían no era su propia libertad, sino la permanencia del gobierno al cual servían. Los ejemplos de la historia donde el hombre nacía dependiente de un Estado o un soberano eran innumerables: para los próceres norteamericanos, era el individuo, y no el Estado, la esencia de una nación.

Como es obvio, semejantes conceptos, sin duda novedosos, también emanaban un tono subversivo. Y por supuesto, la mera Declaración de Independencia norteamericana no hizo a las colonias independientes de un día para otro. Hubo decenas de batallas, como la de Maine, en la que participó Washington, y miles de vidas se perdieron hasta que Inglaterra se resignó a perder sus territorios en 1786. Curiosamente, su vecina Francia también entró en una vorágine antimonárquica aunque, a diferencia de lo ocurrido con las colonias, el movimiento se radicalizó rápidamente

Naturalmente que ese idealismo fue transformándose conforme transcurrieron las décadas. Pero el derecho a la libertad de conciencia, y el realizar un proyecto personal de vida, es lo que ha hecho de Estados Unidos un experimento exitoso. Ningún otro país, empezando por los europeos, siguió el mismo camino libertario y, en vez de ello, se la pasaron buena parte del siglo XIX sumidos en monarquías absolutistas donde la libertad individual seguía siendo despreciada.

En este punto, y como referíamos en otro texto, se trata de quitar lustre a la idea de los próceres norteamericanos con el hecho de que fueran "racistas" pues tenían esclavos --parcialmente cierto: de los 60 firmantes, solo 23 los tenían, según Black-- cuando esa modalidad era absolutamente común para la época y, segundo, cómo es que esas críticas no son tan feroces ni corrosivas contra Francia, Portugal u Holanda, países que igualmente practicaron la esclavitud y a los que nadie pide "indemnizaciones" por hechos que hicieron hace más de 150 años.

Y es que, los próceres norteamericanos llegaron a una conclusión revolucionaria para la época: la libertad individual garantiza la creación de riqueza. Barack Obama no lo ve así: dado que no ha honrado el legado de lo que dio origen al país que gobierna, por eso a Estado Unidos le está yendo como le va.

 

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1 opiniones

frankcossio78 escribe 13.07.13

Estados Unidos fue el primer país de la historia creado por la masonería dado que Washington. Jefferson, Franklin, Paul Revere, John Hamilton y casi todos los que firmaron el acta de independencia eran masones. La masonería propone la creación del "hombre renovado", es decir, despojado de creencias religiosas como el catolicismo al que considera una "superchería" así como se opone a las monarquías consideradas a sí mismas como un derecho divino. La masonería se propagó a América latina tras la independencia norteamericana que siguió exactamente la misma fórmula de luchar contra la monarquía europea y el clero, que en ese tiempo estaban íntimamente ligadas. Luego vendría la división de los grupos masónicos como los del rito yorkino y el rito escocés, de ahí las continuas revueltas por el poder que hemos sufrido los mexicanos. Estados Unidos, México y casi todos los países de Latinoamérica fueron inventos masones

 

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