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Y DEMÁS/Siglo XX
Grandes momentos de
la historia: el puente aéreo a Berlín
Aunque se insiste hoy
en presentar a la URSS como parte del pelotón chiflado, su amenaza fue
seria y estuvo a punto de engullir una ciudad clave del mundo
occidental. Décadas más tarde y ante nuevos intentos de suprimir la
libertad en Europa, es menester recordar el heroico puente que impidió
morir a la capital germana
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JUNIO, 2013. En momentos en que Europa parece resignada a perder paulatinamente su libertad, resulta urgente que sus habitantes recuerden el altísimo precio que han tenido que pagar en el pasado para recuperarla o para mantenerla. Y en tal sentido, el puente aéreo a Berlín es una lección que, en otras circunstancias --y sin la asfixiante mordaza políticamente correcta de por medio-- debería enseñarse en todos los planteles educativos del continente.
Con la caída del nazismo se avizoraba que Europa, y el mundo en general, entraban en una nueva etapa de prosperidad. Ya se había pasado por casi 6 años de guerra, la más terrible de la historia, por lo que la opinión general
era que la humanidad jamás debería pasar por una situación similar. Por ello,
se asumió con seriedad la amenaza que podría representar la Unión Soviética, el aliado que inevitablemente disputaría el poder a Estados Unidos al finalizar el conflicto. Ello quedó en evidencia al conocerse los términos del Tratado de Yalta entre Roosevelt, Churchill y Stalin, celebrado semanas antes de la muerte del mandatario norteamericano.
Para varios historiadores, las concesiones se debieron a la muy debilitada condición física de Roosevelt, pero para otros era parte de una consigna para expandir a la URSS, y señalan como prueba que miembros de su gabinete, entre ellos Harry Dexter White, Harry Hopkins y
Alger Hiss, habían sido agentes de la KGB o simpatizantes soviéticos, según se supo después. El caso es que las ganancias para Moscú habían sido de ensueño: media docena de países quedaban en su órbita: una vez que los aliados ocuparon el territorio alemán para
repartirlo en cuatro partes, la URSS se quedó con la porción más grande, algo que también ocurrió una vez que Berlín, la capital,
era dividida en cuatro sectores.
Algo increíble dentro del Tratado de Yalta es que, si bien muchos documentos fueron firmados por los asistentes, hubo otros en los cuales la URSS se comprometía "de palabra" a respetarlos. Fundamentalmente había dos de ellos: Moscú
mantendría las libertades de los berlineses que quedaran dentro de su sector, lo que incluía elecciones libres, de prensa, de tránsito y de religión y, segundo, a permitir el cruce de sus habitantes a los otros tres sectores. Por supuesto --y algo que fue parte de su esencia-- la URSS mintió flagrantemente en el primer punto aunque en el segundo lo mantuvo, cada vez con mayores restricciones, hasta 1961, cuando erigió el Muro de Berlín
una vez que casi la mitad de su fuerza de trabajo había huido al lado occidental.
Se dieron muchas concesiones más en Yalta, pero según el historiador inglés Norman Davies, hubo una en la cual Winston Churchill, quizá molesto ante tanta condescendencia frente a la URSS, convenció a Stalin a comprometer su firma en un inciso clave, el acceso de alimentos y bienes desde Alemania hacia Berlín, rodeada por los soviéticos y que quedaría a 179 kilómetros de la parte occidental. Tal vez esa firma, insiste Davies, impidió que Moscú terminara por devorarse a esa ciudad germana.
A finales de 1945 se establecieron tres rutas aéreas, dos de carretera y otro par de ferrocarril. Las dos últimas no serían revisadas en lo absoluto pero tampoco podrían detenerse en el camino para recoger a quienes buscaran refugio. El acuerdo parecía funcionar pero el lado soviético, que lejos de "respetar" las costumbres de los berlineses, aplicó una aplanadora de marxismo-leninismo y enarboló la "dictadura del proletariado", comenzó a producir bienes que ni de chiste la gente compraba en los otros sectores. Para mediados del 46 la devastada Berlín ya comenzaba su dolorosa reconstrucción, pero del lado oriental las cosas funcionaban en cámara lenta. ¿Qué proseguía? Claro, un punto que Stalin se había "comprometido" a mantener de palabra y del que nadie había exigido un compromiso firmado.
Desde antes que amaneciera el 8 de junio de 1947, las tropas soviéticas cerraron los accesos ferrovarios y de carretera a Berlín. El diario
Pravda anunció que "a partir de hoy", la ciudad debería abastecerse del sector oriental, y así elevar sus
ingresos (otro problema era que los marcos occidentales circulaban sin problema en los sectores británico, norteamericano y francés pero se consideraba un chiste a los marcos orientales y muchos establecimientos no los aceptaban). Era también un mensaje para el presidente Harry Truman, quien había endurecido su discurso hacia los rusos, en contraste con Roosevelt, quien cariñosamente llamaba "Tío Joe" a Stalin;
fue una manera, como se dice en México, de que Truman mostrara "si era tan salsa" como afirmaba.
A Truman no le quedaba otra que el endurecimiento. Estaba en juego su reelección, además que ya había expresado en privado sus sospechas de que su
antecesor había actuado "de espaldas" a los intereses norteamericanos en Yalta, según
Davies.¿Constituía un acto de "buena voluntad" el haber cedido a la órbita de la URSS un grupo de países cuya extensión en kilómetros cuadrados equivalían a tres cuartas partes de la de Estados Unidos?
Truman convocó a los aliados a una reunión urgente. el lado occidental de Berlín contaba con suministros para unos 10 días, tras los cuales sus habitantes o adquirían lo que necesitaban del lado oriental o se morirían de hambre. El plan de Moscú era claro y obvio: liquidar a la orgullosa capital alemana ante los ojos condescendientes de los demás aliados. La única opción era transportar los bienes por vía aérea, aun a riesgo de que los soviéticos dispararan desde tierra. El 24 de junio comenzó la operación: aviones británicos, norteamericanos, australianos, Nueva Zelanda y algunos canadienses implantaron el puente aéreo con Berlín. Desde el Kremlin podían escucharse el rechinar de dientes y el coraje de Stalin y de su gabinete. La estrategia conjunta de Washington y Londres funcionó pues ningún avión fue derribado aunque hubo otros que cayeron a tierra debido al sobrecargo.
Durante casi año y medio continuó en transporte de bienes, comida y medicamentos al ritmo de seis aviones por minuto. Muy pronto el lado occidental tenía más bienes que el lado oriental, que pese a no contar con el bloqueo aún seguía padeciendo escasez de artículos básicos. El puente aéreo había demostrado al mundo --si bien no era la intención directa de los otros aliados-- la inaudita ineficacia del comunismo, un sistema que, irónicamente, era ferozmente defendido y alabado en buena parte del mundo occidental.
Por fin, el 12 de mayo de 1949. Moscú anunciaba la reapertura de las vías para autos y trenes hacia Berlín. El bloqueo había terminado. "Pueden estar seguros que nunca los dejaremos solos", dijo Truman en un discurso radial dirigido a los berlineses.
En momentos en que la libertad de Europa se encuentra nuevamente amenazada, por un lado por la
etiqueta políticamente correcta y por el otro por el fundamentalismo islámico, es menester recordar el puente aéreo que salvó a Berlín, y la hazaña de muchos quienes se ofrendaron para mantener viva esa libertad.
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