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Lee Kuan Yew, las lección que América latina se negó a aprender

Mientras por acá escuchamos embelesados las mismas fórmulas intervencionistas que han fracasado una y otra vez, este personaje mostró al mundo que el subdesarrollo no es un mal endémico ni una maldición del destino. Si separamos sus inclinaciones autoritarias, Lee Kuan Yew fue el hombre que hizo de Singapur una joya que rivaliza en competitividad y riqueza con Hong Kong

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MAYO, 2015. Gracias a este personaje, su país tiene un ingreso per cápita más alto que Estados Unidos y Suecia, duplica al de España y es cinco veces mayor al de su vecina Malasia. Es, después de Hong Kong, la economía más libre del mundo. Asimismo, este personaje logró configurar un país multiétnico donde cada quien busca su provecho personal sin interferir o envidiar el de los demás. Gracias a este personaje, su país es uno de los menos corruptos del mundo y uno de los más seguros.

Pero ante todo, Lee Kuan Yew, quien falleció hace algunas semanas, deja en claro algo irrebatible: un país deja de avanzar y se hunde en la mediocridad cuando existe un Estado de por medio empeñado en intervenir alterando las leyes del mercado.

Singapur debería ser un ejemplo para que un país que apenas unas décadas atrás era un enorme pantanal infestado de mosquitos y donde los prostíbulos para servicio de los marineros constituían la principal fuente de divisas, en una nación competitiva, con altísimos niveles de educación y una estabilidad económica envidiable.

Pero a diferencia de las exequias de Hugo Chávez a las que asistieron representantes de más de 70 países, apenas una decena, entre ellos Gran Bretaña --indispensable dado que Singapur pertenece a la Commonwealth--, Estados Unidos y Japón enviaron delegaciones para despedir a Kuan Yew. Un columnista mexicano refirió que su "régimen opresor que pisoteó la libertad de prensa apenas y merece una mención en la historia", como si Chávez, que mandó cerrar 50 periódicos, hubiera sido un campeón de los derechos humanos.

Lee Kuan Yew dejó escrita su filosofía, el porqué optó por dejar atrás los ímpetus comunistas de su juventud para sustituirlos por el libre mercado y un marco institucional que consideraba inviolable la propiedad privada. No deja de ser significativo que, como parte de este legado y de acuerdo a la Fundación Heritage, el milagro de Singapur no está marcado por la explosión del gasto público, que es apenas la mitad del estadounidense y un tercio del sueco

"Al principio y poco antes de separarse de Malasia y al igual que Nehru, en un comienzo me sentí influido por las ideas del socialismo fabiano en Inglaterra, pero pronto descubrí que antes de redistribuir el pastel tienes que cocinarlo. Por eso me distancié de la mentalidad del Estado de Bienestar, porque minaba el espíritu de una persona para prosperar y salir adelante", escribió Kuan Yew.

No extraña, por tanto, que de los labios de Barack Obama no haya salido una sola palabra de reconocimiento a Yew y que haya enviado a su funeral el vicepresidente Joe Biden quien, por cierto, ni emitió comentario alguno durante su visita.

Continuaba Yew: "También abandoné el modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones. Cuando la mayoría de países del tercer mundo denunciaba la explotación de las multinacionales occidentales en Singapur, nosotros las invitamos a entrar".

¿Recuerda el lector cómo la cacareada "sustitución de importaciones" era vista como como un elíxir por gobiernos como el de Luis Echeverría en México? Pues así nos fue.

Al leer a Yew sorprende cómo lo que él propuso y realizó en Singapur es totalmente lo opuesto a lo que ha hecho y se pretende hacer en América Latina.

Y al contrario de los globalifóbicos y las teorías enarboladas por el recientemente fallecido
Eduardo Galeano que demonizaban la globalización, Yew decía al respecto: "No olvidemos que el proteccionismo y un menor comercio equivalen a un menor crecimiento para los países en vías de desarrollo" y atribuía al crecimiento desmesurado del Estado como nocivo para la aplicación correcta de la ley: "Cuando las leyes son sencillas y fáciles de entender, la persona las cumplirá con eficiencia y honradez, pero si las leyes con confusas y abultadas se fomenta la corrupción gubernamental". Sin palabras. 

A diferencia de los gobernantes africanos que alimentaron un sentimiento antibritánico tras la independencia de sus colonias, Yew admiraba a Gran Bretaña: "Hemos aprovechado todas las ventajas que nos legaron los ingleses como el idioma, la democracia parlamentaria y el sistema jurídico" pero advertía que el Estado de Bienestar "da como resultado que un pueblo entero compite por hundirse en la miseria y la mediocridad. Las personas menos emprendedoras y trabajadoras no pueden igualarse con el resto a costa de empeorar la situación de las más emprendedoras y esforzadas", algo que, de nuevo, explicaría porqué Obama nada quiere saber de Yew. 

"Una cosa es ayudar a quien lo necesita", agregaba Yew, "y otra subsidiar el parasitismo. Si hemos de ayudar a alguien, démosle efectivo o activos y dejemos que decida cómo gastarlo. Cuando la gente se hace dependiente de los subsidios y el Estado ya no los puede proporcionar, la gente protesta". Pedrada a los irresponsables gobiernos griegos. 

"Es la sociedad civil y no el Estado el que esencialmente tiene que ayudar a los más desfavorecidos; la misión de los funcionarios no es administrar como monopolio la filantropía de una sociedad, sino impedir su florecimiento. El Estado no puede reemplazar el calor personal y el contacto directo de los voluntarios. Muchos Estados occidentales se han convertido en burocracias manirrotas donde funcionarios bien pagados carecen de esos sentimientos de altruismo que sí poseen los trabajadores voluntarios"

Yew nunca visitó América latina --a Estados Unidos un par de ocasiones-- pero su diagnóstico del porqué países como los nuestros no avanzan es pasmoso, exacto hasta el último detalle. Pero en lugar de escucharlo volteamos nuestros oídos a gente como Galeano, Thomas Piketty, Robert Stiglitz, Paul Krugman y otros gurús que insisten en poner al Estado como centro de nuestra existencia y ubican al capitalismo como embajador del mismo Lucifer.

Veamos lo que Yew opinaba del empresario, otro demonio para los economistas e ideólogos progres: "El sueño de la riqueza nos atrae a todos, pero todos aquellos que innovan y que crean nuevos bienes y servicios se convertirán en los nuevos ricos. Pocos nacen con mentalidad empresarial y menos todavía triunfarán. El éxito empresarial necesita de cualidades extraordinarias como elevados niveles de energía, perspicacia para ver oportunidades donde otros ven problemas e intuición para anticipar qué productos o servicios serán rentables", precisamente el espíritu empresarial que Barack Obama está buscando asfixiar en Estados Unidos.

Y como coscorrón adicional a esos neokeynesianos que proponen crecer con déficit e inflación Yew escribió: "¿Cuáles han sido los factores que han permitido salir de la recesión mejor que muchos países? Primero, presupuestos equilibrados durante muchos años sin déficit en los gastos corrientes y con una balanza exterior en superávit. Con eso hemos conseguido una divisa con valor estable. No necesitamos endeudarnos en grandes sumas de dinero porque no tenemos necesidad de sobregastar". (Pedrada a Luis Videgaray, secretario de Hacienda mexicano).

Por extraño que parezca, y de acuerdo a otra parte de su texto, Yew veía como imperativo el desarrollo individual a partir de una propuesta aplicada colectivamente, esto es, interferir en la vida privada de las personas para que siguieran el camino correcto, lo cual hace del experimento en Singapur un fenómeno netamente colectivista, y para hacerlo se requiere aplicar el autoritarismo. En los regímenes de izquierda éste se emplea para fortalecer y preservar la permanencia del gobierno en el poder. En el caso de Yuan Yew, el autoritarismo se usó para conseguir un bienestar particular.

Yew lo describió de esta manera: "En la cultura norteamericana el interés del individuo es primero lo cual convierte a Estados Unidos en una sociedad agresivamente competitiva. En Singapur el interés de la sociedad va antes que el del individuo, esto con el fin de conseguir una mayor competitividad".

Una manifestación como las habidas hace unos meses en Hong Kong serían impensables en Singapur. A fines de los setenta los estudiantes y varios líderes marcharon para exigir reformas educativas y sindicales y se les aplastó sin miramientos. El Estado supervisa directamente los contenidos de los noticieros, los periódicos no ofrecen una sola nota crítica al gobierno, la libertad de asociación está restringida, el servicio militar obligatorio incluye a hombres y mujeres, dura dos años y únicamente los lisiados están exentos. También se prohíbe la homosexualidad --ni de chiste se exhibieron en Singapur películas como Secreto en la Montaña--, la goma de mascar es motivo de multa y los latigazos se aplican a faltas menores. El tráfico de drogas merece la pena capital.

Kuan Lee no era, en conclusión, un admirador irrederento de Adam Smith. Su totalitarismo ha sido muy cuestionado y criticado por los mismos que no ven nada de ominoso en que un presidente mande encerrar a los líderes opositores como ocurre en Venezuela, o que se niegue a recibir a los observadores de los derechos humanos, como suele hacerlo el gobierno cubano.

En lo económico, el legado que deja Kuan Lee es impecable, un minúsculo país mucho más poderoso que la mayoría de sus vecinos y que en 1962 tenía un nivel de vida ligeramente inferior al de Bolivia, según The Heritage Institute. Separarlo de los afanes autoritarios de su recientemente fallecido líder es un reto para todo presidente latinoamericano que se atreva a hacerlo. O, al menos, tomar sus elementos más positivos ante el desastre que, increíblemente, aún proponen los Paul Krugman en este lado del Pacífico.

 

 

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2 comentarios

manue_gtz_v escribe 21.05.15

Que irónico que en lo setenta Asia fuera una región donde se intentaba convertirlo al comunismo a chaleco y hoy sea un lugar donde el capitalismo está encontrando un campo fértil para prosperar, ahí están los ejemplos de Vietnam y de China, en otros tiempos ultracomunistas

permanazo79 escribe 15.05.15

Las ideas de Lee Kuan Yew jamás funcionarían en latinoamérica porque allá todos están dispuestos a trabajar por un bien común y aquí buscamos el mayor beneficio propio con un mínimo de trabajo, a este señor lo hubieran tumbado del poder a los pocos días porque nuestro cáncer no es la corrupción, es la güeva

 

 

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