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Barack Obama, un desastre envuelto en mentiras

La Universidad donde estudió se niega a revelar sus calificaciones y acumula tantas falsedades en su presidencia que sonrojarían al mismo Nixon. Cobijado y protegido por los grandes medios, su historial, sus amigos cercanos y sus influencias demuestran cómo Barack Obama se ha valido de la mentira para aumentar su vanidad política. Y apenas va a la mitad de su segundo mandato

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DICIEMBRE, 2014. En los ochenta el cómico Rodney Dangerfield protagonizó en Back to School a un multimillonario que nunca terminó la universidad y por ello decide reinscribirse décadas y toneladas de dólares después. En su clase de Economía se tropa con un profesor hiperdogmático que no permite cuestionamientos pese a que se le dice que sus clases nada tienen que ver con el entorno real. "Usted puede ser un hombre exitoso en los negocios pero en mi clase usted es un fracaso", le espeta el profesor al millonario. Más adelante al platicar con una colega, el profesor expresa la surrealista frase "lo que sucede es que mi realidad es incompatible con la realidad del señor Mellon (nombre del personaje que interpretó Dangerfield).

Lo que hoy ocurre con la presidencia de Estados Unidos podría llevarnos a concluir que ese profesor es hoy el presidente del país (todavía) más poderoso del planeta y que millones de norteamericanos tienen las mismas aspiraciones e ideas del multimillonario Mellon. A casi seis años de estar al frente de la Casa Blanca --y tras una histórica paliza que empequeñeció la que recibieron los demócratas en 1980-- se evidencia que la realidad de Barack Obama es totalmente incompatible con la del país donde nació. Por ello el analista Fred Barnes de The Weekly Standard tiene razón al señalar que "Obama sería un gran presidente... si usted viviera en Francia, Dinamarca o Suecia, no en Estados Unidos. Su agenda con las aspiraciones de la clase media norteamericana no podrían ser más dispares".

O bien, como otros han señalado, Barack Obama es el primer presidente norteamericano que por un lado lleva pegada al cuerpo la etiqueta políticamente correcta y por el otro el concepto de Estados Unidos de quienes fueron sus profesores en la universidad, una realidad, de nuevo, que solo existe al interior de las aulas.

A diferencia de otros presidentes, por ejemplo, John F. Kennedy, que procedía de lo más cercano a la realeza que hay en Estados Unidos, de Ronald Reagan, quien al llegar a la Casa Blanca llevaba tres décadas de ininterrumpida actividad política incluida una gubernatura, o de Bill Clinton, de quien un ex compañero suyo ya sabía desde mediados de los sesenta que "algún día llegaría a Washington a cierto edificio blanco" (y además la gubernatura de Arkansas), Barack Obama era un completo desconocido apenas a mediados de la década pasada. O al menos, desconocido para la opinión pública. No se registra un caso así en la política norteamericana reciente donde un político llegado de quién sabe dónde conquista tan rápido la Casa Blanca. El fenómeno no puede explicarse sin el apoyo de la prensa que súbitamente dejó atrás sus barajas que hasta entonces se consideraban indispensables para los demócratas, la del senador John Edwards y la ex también senadora Hillary Clinton. Meses después los periódicos, revistas y cadenas de televisión más importantes se enfocaron en ensalzar a un senador cuyas referencias, ya se había advertido, eran claramente de izquierda.

Estos medios minimizaron, por ejemplo, un hecho que habían detectado varios condiscípulos suyos: la gente con la que se juntaba y departía Barack Obama raramente era de color (algo similar ocurrió con su esposa Michelle). Cuando ya se perfilaba que sería el candidato demócrata, se descubrió que su best seller Dreams of my Father había sido escrito realmente por Saúl Alinsky, quien ha sido una especie de figura paterna para Obama desde sus años de universidad. Alinsky es un ex hippie que en los 6o estuvo presente en las violentas protestas durante la Convenión Demócrata de 1967 y quien además es hijo de un antiguo miembro del equipo de José Stalin. Este punto se menciona no a manera de infundir paranoia anticomunista sino al hecho que Alinsky difícilmente representa los deseos y anhelos para millones de norteamericanos alejados de su discurso incendiario. Obama lo ha llamado en varias ocasiones "mi mejor maestro".

El único afroamericano con el que Obama se sabe mantiene ligas cercanas es el reverendo Jeremiah Wright, quien todavía ofrece servicios religiosos en una iglesia de Chicago. Fue Wright quien se congratuló de los ataques del 11 de septiembre del 2001 llamándolo "el momento en que los pollos son rostizados en casa". Pero la prensa volvió a crear cortinas de humo que cesaron cuando Obama dijo que "apenas y conocía al reverendo Wright" y lo llamó "ese tío chiflado que todos solemos tener", pese a que Obama rara vez se perdía sus sermones dominicales a los que siguió asistiendo apenas unos días antes que fuera nominado candidato presidencial demócrata, caso distinto al que, por ejemplo, se supiera que el ex candidato republicano Mitt Romney hubiera llamado "tío chiflado" a un amigo cercano que fuera simpatizante nazi. Tampoco sirvió de advertencia que en uno de sus discursos, Michelle Obama dijera que (a propósito de la candidatura de su esposo) "es la primera vez en mi vida que me siento orgullosa de ser norteamericana).¿Es posible imaginar que semejante barbaridad hubieran dicho en la campaña de sus maridos Jacqueline Kennedy o Nancy Reagan?

Es de reconocer que la campaña para posicionar a Obama fue excepcionalmente hábil, protegiéndolo de cualquier acusación obviando el hecho que, dentro del concepto que manejan muchos activistas, al ser blanco por el lado materno convertía a Obama en parte de los "esclavistas" --nunca se ha enfatizado que es mulato, por cierto-- o que su padre tenía escaso conocimiento, aparte de sus prejuicios políticos, de lo que realmente son los Estados Unidos. Y se hizo así para crearle a Obama una coraza sobre cualquier crítica a su forma de gobierno, tildando de "racista" a todo aquel que osara criticarlo pese a que la ley de ese país considera a todos iguales ante la ley y sin distinción de razas, incluso su presidente.

Adicionalmente, con Obama la etiqueta políticamente correcta se convirtió en una ola gigantesca que busca asilenciar no solo cualquier crítica contra el presidente sino toda opinión que no concuerde con las líneas establecidas por los "progresistas" de ese país. No es secreto que los norteamericanos ya están hartos de ser "políticamente correctos", una mordaza que va en contra de su historia, de su libertad de expresión y de decir lo que se les pegue la gana sin temor a ser reprendidos o encarcelados por una Policía del Pensamiento. Obama es el primer presidente políticamente correcto en su totalidad, lo que lo ha llevado a ser desesperadamente ambiguo en sus discursos. ¿Los integrantes de ISIS luchan por instalar un califato, leen el Corán y están dispuestos a matar a los "infieles" que no se sometan a la sharia pero no son islámicos? Igualmente, en ningún momento Obama ha dicho que los autores de los atentados en Boston eran musulmanes. Imaginemos el absurdo de que Franklin Roosevelt hubiera declarado la guerra al Japón absteniéndose de decir que sus gobernantes eran japoneses? 

La imagen de Obama ha sido construida en torno a un muro de mentiras, de tergiversaciones y de omisiones. La prensa consiguió el registro académico de George W. Bush en Yale sin autorización de la dirección de esa universidad pero no ha puesto objeción alguna a que Harvard se niegue a revelar el registro académico de Barack Obama: sus ex compañeros de generación prácticamente se esfumaron y solo existe una foto aparentemente tomada en el campus donde Obama participa en una manifestación contra el ataque norteamericano a Libia en 1986. (El sitio americanthinker localizó a un compañero de generación quien afirma que Obama era un "buen estudiante" pero que no recordaba le hubieran otorgado la "mención honorífica" que se le atribuye).

Sin embargo Obama no ha salido tan bien librado como sus incondicionales amigos de la prensa. Charles Krauthammer, uno de los columnistas más agudos del The Washington Post, escribió que el día que el presidente marcó la hecatombe legislativa para los demócratas se dio cuando mintió a los norteamericanos al decir que "si desean conservar a su doctor, podrán hacerlo", en momentos que el Obamacare, o seguro de salud, estaba en lo más alto de la discusión en el Congreso. "Y fue una mentira más irritante dado que el 'no soy un pillo' de Nixon o 'juro no conocer a esta mujer, la señorita Lewinsky' de Clinton, no afectaban directamente al bolsillo de las familias norteamericanas como indudablemente ocurrirá con el Obamacare", señala Krauthammer.

Al final, no pueden existir dos realidades, como decía el maestro de la película Back to School. Una es un espejismo, y ésta es la de Barack Obama. La otra, solo está esperando que transcurran los dos años de gobierno que le quedan para enviarlo a casa. Al perder la mayoría en ambas cámaras, Barack Obama debería sentirse obligado a ver que es lo que en verdad quiere en pueblo que, engañado, votó una y hasta dos veces a su favor. Por el contrario: con la amnistía hacia los inmigrantes ilegales que decretó una semana después de su tunda electoral, el presidente dio una muestra más que la realidad de millones de norteamericanos es muy diferente a la suya.

Extra

El Obamacare, el ariete que esconde una revancha personal

DICIEMBRE, 2014. Barack Obama ha cambiado de opinión varias veces --más preciso sería decir mentido-- primero al decir en el 2006 que "quien desee venir a trabajar a este país debe llegar con sus papeles migratorios en regla", luego al declararse opositor al matrimonio gay y en decir que la reforma al sistema de salud no implicaría que el cotizante fuera a perder a su doctor. Pero en lo que concierne a ésta última, más conocida como Obamacare, queda claro que el mandatario no variará ni un ápice aunque tenga que violar la Constitución y una mayoría, el 43 por ciento de sus conciudadanos según una reciente encuesta de Gallup, que se oponen a que sus fondos de salud dependan exclusivamente del Estado norteamericano.

Cuando varios internautas buscaban más archivos que expusieran las mentiras y el desdén de Jonathan Gruber hacia los "estúpidos" votantes norteamericanos, alguien encontró el segmento de una entrevista que Obama concedió a la NBC en el 2008 semanas antes de la Convención Demócrata donde fue nominado.

Esto fue parte de lo que dijo Obama a la reportera: "Me encontraba junto a mi madre en el hospital de Honolulu, en momentos que el costo de su tratamiento era inalcanzable en mi familia. Poco después que murió, concluí que habría que hacer que el sistema de salud en Estados Unidos estuviera al alcance de todos. Esta es una de mis principales propuestas de campaña".

Suena muy conmovedor, por supuesto, y digna de comentar la impotencia de un hijo frente a su madre enferma. Pero lo que olvidó decir Obama, de acuerdo a una investigación realizada por el periodista Seth Thomas del sitio americanthinker.com es que la madre del actual presidente llegó a Hawaii en estado muy grave procedente de Indonesia, donde vivía, luego que se le realizó un diagnóstico equivocado en ese país... un diagnóstico hecho, por cierto en un hospital público. Cuando la mujer se encontraba en Honolulu, el mal ya se encontraba muy avanzado.

Con lo anterior, concluye Thomas. "lo que en realidad tenemos, lejos del dolor de alguien que perdió a un ser querido, es a un político sin escrúpulos ni sentimientos que hará lo posible por materializar sus ambiciones por 'transformar' a Estados Unidos. Inevitablemente, con el tiempo los norteamericanos sabrán quién es realmente Barack Obama".

 

 

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