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INTERNACIONAL

La tergiversación en torno a un acto de legítima defensa

Cuando solo se reportan las víctimas de un lado y tampoco se difunden las razones que dieron origen a una acción militar israelí, recibimos una versión a la cual le faltan muchas piezas para entender lo que realmente existe detrás de la operación Escudo Protector, una respuesta a la agresión que empezó desde lado palestino

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Por Roberto Rojas G.

JULIO, 2014. Dijo Jorge Luis Borges en una entrevista con Andrés Oppenheimer* allá en los setenta: "Supongamos, por ejemplo, que hubiera una guerra de Suiza contra los esquimales. ¡Todo mundo estaría a favor de los esquimales! Es un problema de sentimentalismo". O de ambivalencia moral, diríamos hoy. Basta asomarse a los periódicos y ver los noticieros en México --y de seguro, en buena parte de América latina-- para darnos la impresión de que el gobierno israelí entró en una súbita vorágine de locura y se puso a bombardear a la Franja de Gaza sin motivo alguno. Se da un recuento mayor de víctimas palestinas, muchos de ellos niños, algo que representa, por supuesto, una tragedia. Pero si nos asomamos al modo en que la prensa maneja esas notas resulta que siempre se trata de la "ofensiva" de Israel, como si éste hubiera atacado lesivamente a un grupo de inadvertidos pobladores. Incluso un columnista mexicano ha llegado a decir, en torno al conflicto, que "el gobierno israelí está haciendo con la población palestina lo mismo que los nazis hicieron con ellos durante la segunda guerra mundial".

Es una comparación absolutamente equivocada, tendenciosa y falta de fundamento. Los palestinos no son capturados arbitrariamente ni llevados en trenes, como si fueran ganado, a las cámaras de gas, ni tampoco se les convierte en jabones o portadas de libros. Fuera de ser una "ofensiva", es decir, una decisión arbitraria, Israel ha respondido a una serie de agresiones a su territorio que ya llevaban dos semanas antes de iniciar la operación Margen Protector (Protective Shield) para destruir los sitios donde se esconden el armamemento quienes disparan esos misiles.

Tampoco los nazis lanzaban miles de volantes horas antes de capturar a los judíos para pedirles que abandonaran los lugares que iban a bombardear donde se escondían sus líderes.

Igualmente los medios de comunicación olvidan recordarnos que antes de la "ofensiva" hubo acuerdos y conversaciones de paz entre el gobierno israelí y el gobierno de Unidad de Hamás y Al Fatah y que fueron violados con el lanzamiento de cohetes desde la Franja hacia poblaciones israelíes, hecho que encendió la furia de varios jóvenes judíos quienes --hay fanatismo y torpeza en ambos bandos, esto es innegable-- quemaron vivo a un chico palestino. Tampoco los medios refrescan la memoria a los lectores para decirles que los autores de esas barbaridades están detenidos y acusados de conducta criminal, todo al tiempo que quienes secuestraron y masacraron a tres jóvenes israelíes siguen sin ser castigados e incluso se les vanagloria entre miles de palestinos.

El premier isrealí Benjamin Neathanyahu es retratado como un monstruo sediento de sangre cuanto lo que ha hecho su gobierno es lo que haría cualquier otro país en caso de ver agredidos su territorio y la vida de sus ciudadanos. La "ofensiva", pues, es de Hamás y de Al Fatah e Israel asume una actitud más bien defensiva.

Mucho menos se hace énfasis alguno por parte de los medios de que el millar de víctimas palestinas, de los cuales hasta una tercera parte son niños, son empleados por Hamás como "escudos humanos". Es esa la gigantesca crueldad de esta guerra de la que casi no se habla. El gobierno palestino busca tener el mayor número de víctimas cuyas vidas bien pudieron ser salvadas de haber sido evacuadas de lugares que la inteligencia israelí ha ubicado como refugio de los radicales. Un gobierno al que realmente importara la vida de sus ciudadanos se esmeraría en construir refugios antiaéreos para protegerlos, pero a Hamás no le interesa hacerlo. Prefiere concentrarlos en blancos detectados por Israel. Los utiliza como "escudos" y más tarde se asume víctima de un brutal ataque por parte de su vecino.

El secretario de Estado John Kerry, con su habitual rostro adormilado, exigió a Nethanyahu que inicie "pláticas de paz" con Hamás, algo a lo que el líder israelí reaccionó con las cejas fruncidas: ¿Qué no se da cuenta Kerry que fueron los dirigentes palestinos quienes no respetaron los acuerdos, incluso aquéllos compromisos firmados hace unas semanas en El Vaticano frente al Papa Francisco. ¿Cuánto tiempo tomará al secretario de Estado norteamericano --de quien el columnista satírico PJ O'Rourke ha escrito que es "de reacción pasiva"-- para entender que Hamás no desea diálogo alguno sino la desaparición de Israel? 

Ahora bien, las agencias informativas dan como ciertas las cifras de muertos ofrecidas por los propios terroristas cuyo brazo político está también al frente del Gobierno de la Franja. Esto no excluye, naturalmente, el hecho que cientos de inocentes hayan muerto en los ataques. La alteración en el número exacto de víctimas es una tentación muy grande como para que Hamás no la utilice con fines propagandísticos.

La manipulación de cifras y tergiversación de razones en los medios ha dado resultados: en América latina, donde no pocos habitantes mostraron su euforia cuando Al Kaheda derribó las Torres Gemelas en Nueva York, la tendencia a ubicar a los palestinos como únicas víctimas de este conflicto es casi total. Cada mañana, el noticiero de Carlos Loret de Mola de Televisa da cuenta detallada de "los atroces bombardeos" de Israel, pero por lo menos hasta el viernes 25 de julio no había dado cuenta de que un grupo de militantes islámicos que se había colado a territorio israelí a través de unos túneles, había dado muerte a varios soldados. Es el relativismo social al máximo: no tiene caso reportar a quienes luchan uniformados.

Tampoco cabe en ninguno de estos medios el hecho de que a Israel es a quien menos conviene permanecer en un constante estado de guerra. Según The Economist, el país se ve forzado a emplear hasta el 16 por ciento de su PIB en gastos de defensa (en Estados Unidos la cifra ronda en un 7 por ciento, menos de la mitad), dinero que bien podría utilizarse en otras necesidades para el desarrollo en la agricultura, tecnología o simplemente ahorro interno. El hecho de que Israel despunte internacionalmente en estos rubros --el hoy indispensable aditamento USB fue diseñado en ese país-- ya de por sí marca un milagro. Y todavía se le ataca con misiles lanzados por su vecino, lo que obliga a crear una "coraza" defensora que cuesta millones de dólares y que no puede ser desactivada ni un solo segundo.

Hamás tendría mucho más que ganar con una Israel amigable que con otra beligerante. Pero en vez de ello se empeña en convertir en "mártires" a cientos de inocentes a los que después llora como víctimas de la maldad de Nethanyahu. 

El mundo no está tanto a favor de los esquimales en esta guerra, en alusión a Borges, sino de un gobierno totalitario. Cuando las democracias responden a una agresión --pregúntenle a Estados Unidos tras el 911-- serán los villanos absolutos de la película, competidores de Darth Vader.

* Heroes y Bandidos, Editorial Grijalbo, 1998

 

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