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INTERNACIONAL

La revolución boliviolenta de Venezuela, contrastada con dos vecinos

Los años en que Venezuela apenas y registraba menos de 50 muertes violentas en un año, sus calles eran seguras a toda hora y los robos eran tan inusitados como una nevada en Caracas. Todo eso terminó con la llegada del chavismo al poder. Esa herencia está resultando peor que el desastre económico

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I. El pajarito, un mal consejero

MAYO, 2014. En su alocución radial previa a la Cuaresma, el presidente Nicolás Maduro exhortó a sus gobernados "a mostrar a los agentes del imperialismo (manifestantes) que somos un pueblo alegre que sabe festejar" y los instó a celebrar los carnavales. "Era inaudito, como cuando se hundía el Titánic y se exigía a los músicos a que siguieran tocando en cubierta", dice Rafael Villalba, un residente de Barquisimeto, y agrega, "por primera vez me recorrió un temor, de que el presidente Maduro no esté bien de la cabeza. Me aterra su desconocimiento e insensibilidad de la realidad venezolana".


Villalba, un pequeño comerciante de Barquisimeto --ciudad de casi millón y medio de habitantes, ubicada al occidente de Caracas-- es víctima directa de lo que él llama "la lista roja" que incluyó que recientemente se le ubicara entre las 20 regiones más peligrosas del mundo. "Por supuesto que no es un honor pero sí una muestra de la descomposición social que padecemos", dice Villalba vía Skype. "México también padece una alta delincuencia pero no creo que sea superior a la que tenemos aquí". Y cita dos ejemplos: "El pasado primero de enero un grupo de amigos celebraba la llegada del año nuevo cuando de repente llega a la casa una camioneta de la que descienden seis enmascarados, someten a todos a punta de rifles, les quitan sus pertenencias y vacían la casa. Se hace la denuncia y a los dos días otro vehículo pasa por la casa y arroja una bomba molotov al grito de '¡Viva Chávez!' En otro caso, mi cuñado fue asaltado a unos metros de la comisaría, va a la policía y lo regañan 'por salir a la calle con un reloj tan costoso' Y todo eso sin incluir las ejecuciones que ocurren en Barquisimeto, un promedio de 60 diarias".

Un reciente artículo de la revista Contenido respalda lo dicho por Villalba: "Venezuela registra 79 homicidios dolosos por cada 100.000 habitantes, casi el doble que Colombia y un contraste de 20 que ocurren en México". Villalba recuerda que en 1997, año de la subida de Chávez al poder "Barquisimeto era aún una población tranquila, con un fuerte impulso industrial y comercial. Por la noche era posible salir tranquilamente y los asaltos eran prácticamente desconocidos". Esta ciudad, perteneciente al estado Lara, es la cuarta más grande del país pero supera en el índice de homicidios a las otras tres. 

Asimismo, en la ciudad, señala Villalba, se han dado casos insólitos: "Te detienes en un crucero en rojo, un delincuente pretende asaltarte, se acerca otro que quiere hacer lo mismo, se pelean entre ellos y en eso llega un tercero que finalmente es el que te quita todo". Los asaltos, agrega, han sido perpetrados lo mismo en escuelas, centros sociales, autobuses, restaurantes y hasta en las iglesias. "Ni siquiera los chavistas se salvan: hace unas semanas varios de ellos sufrieron un atraco mientras organizaban una junta de su comité de defensa bolivariana".

Tampoco ayuda el brutal deterioro que la vida en Venezuela ha tenido el último decenio, que la inflación ronde ya el 57 por ciento mensual y que la escasez, en un pueblo tan acostumbrado al derroche y en consumismo, sea hoy un asunto cotidiano. "En las tiendas no se te permite comprar más de un artículo como papel sanitario, jabón, shampoo y en mi caso toallas femeninas", refiere Norma, la esposa de Rafael. Por supuesto que la escasez siempre tiene un remedio, comenta él: "Vas con el dependiente y te dice 'no tenemos eso pero...', ese 'pero' es un mensaje cifrado de que con unos bolívares extras te pueden vender el producto. Lo pides, el encargado va una bodega, saca el producto, te lo entrega pero no registra la venta para evitarse una multa de las autoridades chavistas..."

"Cuando eso me ocurrió, por primera vez me sentí cubana", afirma Norma. "El paraíso castrista de la escasez ha llegado a nuestra Venezuela. Y nuestro presidente sigue recibiendo consejos de los pajaritos..."


La violencia en Barquisimeto ha alterado la vida de sus habitantes. Se acabaron las fiestas, los bailes y las bodas realizadas a altas horas de la noche; hoy se efectúan a mediodía y a puerta cerrada, con más frecuencia las invitaciones están foliadas para evitar la presencia de colados indeseables. "Se dio el caso de una boda donde de repente tres tipos que habían entrado con invitación sacaron sus armas y se llevaron relojes, celulares y joyas envueltos en los manteles", dice Rafael. Algunos restaurantes exigen a los comensales que dejen alguna identificación en la entrada. Los camiones urbanos dejan de circular antes de las 9 de la noche, en las llamadas "zonas conflictivas" es imposible que uno de ellos entre ahí cuando apenas está oscureciendo. "A las 12 de la noche Barquisimeto es una zona desierta. Muchos hoteles cierran con llave y no te permiten la entrada a menos que hayas hecho reservación. Algunos de ellos revisan tu equipaje antes de registrarte como huésped", añade.

La mayor frustración, dice Norma, quien trabaja en un pequeño hospital privado, es que cualquier denuncia hecha en el departamento de policía "apenas y es tomada en cuenta, se toman los datos y todo queda archivado. En otras ocasiones algún juez o un 'doctor' --como se denomina en Venezuela a los abogados-- dice que la culpa es tuya: Afirman contundentes que los pobres se están desquitando por tantos años de despojos por parte de la oligarquía. Son argumento estúpidos porque a mi esposo a a mí nos ha costado muchísimo trabajo hacernos de un patrimonio para que alguien que jamás ha estudiado ni trabajado te lo arrebate en un asalto. Esa es la verdadera injusticia social". 

Agrega: "Nosotros no somos oligarcas, somos gente de bien que vivimos en un país que se está yendo al carajo".

A principios de año la conocida actriz y modelo Mónica Spear fue asesinada junto con su esposo durante un asalto. Para muchos venezolanos, esa fue una chispa que ha detonado las manifestaciones de indignación contra el presidente Maduro, algo lamentable, según Villaba, "primero porque se trataba de una personalidad muy querida por los venezolanos y segundo porque tenía que ocurrirle a una celebridad para que el gobierno dejara de echarle la culpa al imperialismo del asunto. Pero hay una larga lista de otras Mónicas Spear que claman justicia desde el más allá", dice.

II. Argentina ya tomó el mismo camino

Al igual que en Caracas y Barquisimeto, Buenos Aires solía ser una ciudad segura cualquier día del año. Aun en los momentos de peor crisis económica, se podía caminar por sus calles sin temor a ser agredido por la delincuencia. Claro que durante los años de la dictadura, que imponía un toque de queda a las 10 de la noche, salir de casa después de esa hora era causa de arresto, "pero todavía en los años de Menem, cuando ya no había toques de queda, Buenos Aires era muy segura", refiere vía Skype Adolfo Patoni, un residente de esa capítal. "Tampoco veías pedigüeños, ni limpiaparabrisas en los cruceros. Hoy todos ellos son aspecto cotidiano en nuestras ciudades..."

También eran absolutamente desconocidos fenómenos como las paredes grafiteadas, el comercio informal y los asaltos, que ahora hasta sufren altos funcionarios del gobierno de Cristina Kirchner. "Hoy se recomienda ya no ir solo a los cajeros automáticos ni hacerlo después de las 9 de la noche. Es una vergüenza que esta ciudad que heredamos de nuestros padres y abuelos está convertida en una pocilga producto del descuido y la delincuencia", dice Patoni.


La que era también una de las ciudades más limpias de América latina hoy se ve rebosante de basura en muchas de sus principales avenidas. Patoni atribuye el incremento a la corrupción durante el gobierno de los dos Kirchner: "Los estudiosos han comprobado que hay una relación directa entre la corrupción del sistema judicial y el aumento de la delincuencia. Se atrapa a un delincuente y con el unto (mordida) a las pocas horas sale libre de nuevo". Agrega: "Cuando los de arriba, es decir, el gobierno, no muestran el mínimo respeto por las leyes, muchos de abajo también se sienten con derecho a romperlas..."

A ello se acumula el deporte nacional de los argentinos, que es culpar a los demás de su propia suerte: "¿Qué es lo que suelen decir estos pillos cuando se les detiene? Que la pobreza los obliga a delinquir. Esto es falso, es como acusar de delincuente potencial a todo aquél que es pobre. La delincuencia se da porque se percibe el ambiente de impunidad en el sistema judicial..."

Por supuesto que ello se debe a la presencia cada vez más persistente de los capos del narcotráfico que ya han protagonizado enfrentamientos por la disputa de sus territorios. "Durante muchos años los Kirchner desestimaron la presencia de esos capos, de que todo era invención de la prensa, y cuando ya es imposible ocultar la realidad ¡don Néstor culpó a la CIA de estarlos infiltrando en la Argentina!", escribe Patoni.

Un reciente artículo del diario bonaerense La Nación no se muestra optimista: "Argentina apenas está escalando la espiral de violencia que han sufrido Colombia, México y Honduras. El pronóstico es desalentador: los robos, los secuestros, la extorsión, los asesinatos, se ven al alza. Y al igual que en aquellos países, la corrupción es su principal combustible. "Estamos caminando, aparentemente sin remedio, hacia esa misma dirección". finaliza Patoni.

III. Santiago, hasta hoy un sitio seguro

Fasenlinea también logró contactar a Julián Velasco, de profesión arquitecto y residente en Santiago de Chile. Las últimas semanas han sido de mala suerte para el país, primero por unos temblores, una alerta de tsunami y luego unos devastadores incendios en Valparaíso. Pero Velasco nos dice vía Skype que "Chile sigue marchando viento en popa; persisten las diferencias sociales pero en general se respira optimismo". Y cuando se le pregunta sobre los índices delincuenciales que azotan a Venezuela y a Argentina, Velasco escribe rápidamente: "Santiago es una ciudad segura. Claro, no te metas a un arrabal a altas horas de la noche. Pero nuestras calles son tranquilas".

La consulta en la hemeroteca de un periódico chileno daba cuenta de lo diferentes que eran las cosas hace 41 años durante los erizados años de Salvador Allende: "Tan solo el 13 de julio de 1973, casi dos meses antes del golpe de Estado, se registraron 53 robos de todo tipo en un solo día y once tiendas habían sufrido asaltos. Y al igual que lo hicieron los Kichner, Allende culpaba de ello a la CIA. Pero todo se debía, como ocurre en Argentina --"y a Nueva York antes de la llegada de Giuliani", apunta Velasco-- a un sistema de justicia corrompido y politizado. "Esto no quiere decir que los índices de delincuencia bajaron mágicamente con la dictadura; todavía en los años 80 Santiago era una ciudad insegura, por un lado con los delincuentes y con el otro por una policía militar con poderes ilimitados. Todo empezó a cambiar con la llegada de la democracia a principios de los noventa..."

Tampoco es coincidencia que, según Transparencia Internacional. Chile sea el país menos corrupto de América latina. "Un sistema judicial sano y confiable es el mejor antídoto contra la delincuencia", señala Velasco. También cuenta la sensación de miles de chilenos de que el país está avanzando. Cuando este sentimiento se pierde, añade Velasco, "los índices de ilícitos repuntan. Lo vimos aquí tras la crisis económica de 1982. Aquellos lugares donde no se percibe rumbo ni futuro son los que hoy se encuentran más enproblemados de delincuencia".

IV. Conclusión

Con estos tres ejemplos sudamericanos, se ve una clara conexión entre el crecimiento en la intervención del Estado en la vida de sus gobernados y el aumento de la inseguridad, un aumento que trae consigo un erosionado respeto a las leyes producto de la corrupción. Cuando la legislación parece estar de adorno, todos se sienten con derecho a brincárselas. En el caso de Chile y Argentina, que sufrieron penosas dictaduras, muestran cómo se asume de diferente manera este trauma, Pero en el caso de Venezuela, cuya última dictadura, la de Rafael Pérez Jiménez, dio paso a casi cuatro décadas de gobiernos electos democráticamente --y con niveles relativamente bajos de actos delincuenciales-- el fenómeno se dio al revés, el totalitarismo ha traído consigo una alza en la criminalidad.

¿Hay remedio? Los gobiernos de Cristina Kirchner y Nicolás Maduro se están tambaleando y es dudoso que concluyan su gestión. Es de esperarse que, ahora sí, se imponga el sentido común de que la mejor manera de progresar es mediante el trabajo propio y no con la esperanza de vivir a expensas del Estado generoso que luego cobra la factura con golpes inflacionarios o de brotes violentos. Por lo que toca a Chile, debe imperar el optimismo de que no se cederá al canto populista que cada vez suena con mayor insistencia en los recovecos del gobierno de la presidenta Bachelet.


Menos gobierno, respeto a las leyes y mayor productividad son la clave. La lección, por supuesto, también se hace extensiva a México. Una lección que ojalá no se pierda en el vacío.

 

 

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