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Estalla el enésimo tango populista en Argentina

La irresponsabilidad del matrimonio Kirchner comienza a cobrarle la factura a la economía austral pero a la presidenta, embelesada frente a un espejo, cree que con no tocar el tema de la crisis ésta va a dejar de existir. Lo bueno es que, por fin, se avizora el colapso de un gobierno tan corrupto como ineficiente

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FEBRERO, 2014. La inusitada ola de calor en las principales ciudades argentinas hizo que durante la temporada navideña el termómetro llegara hasta los 45 grados centígrados (el peor verano austral desde 1926, para quienes crean que es consecuencia del calentamiento global). Este era un indicativo de que las cosas estaban muy calientes en el país y terminaron por estallar a mediados de enero cuando el gobierno decretó prohibir la venta de dólares, factor que aceleró la fuga de capitales ante el temor de una devaluación del peso y que finalmente se confirmó el día 20 cuando la moneda brincó de 5 a 8 unidades por dólar.

¿Y qué hizo la presidenta Cristina Kirchner en medio de la debacle y el descrédito? Primero culpó a los "vaivenes" de la economía mundial y horas más tarde viajó tranquilamente a La Habana para asistir a una "cumbre" de democracias latinoamericanas donde paradójicamente Cuba es el anfitrión, y aprovechó, faltaba más, para tomarse un cafecito con Fidel Castro.

La devaluación pone en aprietos al sector productivo argentino, resignado a ver cómo el 2014 será otro año de mediocre desempeño, más inflación y desbocado gasto público. Pero también lo será para el gobierno de la presidenta Kirchner, que ante la debacle se verá obligado a sacar dinero de la forma tradicional en que lo hacen los gobiernos irresponsables, como el suyo: endeudamiento, subida de impuestos e impresión de billetes. No le queda otra ahora que se agotaron las reservas confiscadas al fondo de pensiones hace años años y que dejaron a millones de personas en el limbo económico una vez que alcancen la edad de jubilación.

También ya se le acaba el aire populista; el (inexplicable) gozo por la expropiación de la empresa española YPF se evaporó y hoy solo los más incautos e ingenuos creen en la verborrea discursiva en contraste con lo evidente, esto es, que casi todos sus funcionarios son unos incompetentes de talla grande.

Durante buena parte de su gobierno, la Casa Rosada ha denunciado culpables de la crisis, algo que confirma lo dicho por el periodista Andrés Oppenheimer en el sentido de que "culpar a los demás de nuestros propios errores es el deporte favorito de los argentinos". Si no es el imperialismo entonces son los comerciantes "hambreadores" actualmente obligados a congelar sus precios para "contener" la inflación; si no es su vecino Chile entonces son los malos patriotas que sacan dólares y a los que se registra con perros cuando viajan a la vecina Uruguay; si no son los bancos entonces son las trasnacionales a las que ya se les debe poner un hasta aquí "luego de llevarse el dinero de los argentinos", según escribió un periodista servil. Al final ni Cristina ni su difunto esposo Néstor parecen tener la culpa de nada.

Sin embargo el gobierno asume que contará con el respaldo de un 40 por ciento de la población argentina que de una u otra manera depende económicamente del Estado, un aumento de casi un 6 por ciento desde los años del "neoliberal" Menem. Como muestra, los días 28 de cada mes las banquetas de las principales ciudades se llenan de gente que hace fila en las oficinas de gobierno y quienes ni de chiste se paran por ahí para trabajar. Son los "ñiques", llamados así por un pan que se vende nada más ese día. Los "ñiques", aviadores a quienes se extienden cheques del gobierno sin trabajar podrían fácilmente constituir un 23 por ciento de ese total, según un estudio de The Cato Institute.

Pero lo más increíble es que los culpables históricos de la debacle nacional siguen siendo idolizados y adorados. A la presidenta le ha gustado acompañarse en sus discursos televisivos con la imagen de Eva Perón al fondo.

                                               El costoso circo de los Kirchner

Pero según insiders, ni la inminente debacle ha hecho ni hará cambiar la mentalidad del gobierno argentino. La presidenta ha mostrado un alarmante desconocimiento de la realidad, comprobable para todo aquel que se asome a su cuenta de Twitter ("Cuba podría dar lecciones de democracia al mundo" es una reciente joya de estulticia). Hoy se sigue pensando que con controles de precios más rígidos se podrá contener la inflación y aumentar los impuestos a los "ricos", de modo que así se pueda llegar hasta el 2015, año electoral. El problema es que los acontecimientos se están adelantando y ni siquiera la memoria de Evita podrá salvar esta inminente debacle argentina.

La terquedad fue la constante del matrimonio Kirchner. Hasta el último momento el ex mandatario sostenía que el "libre mercado" en los años de Menem era lo que había hundido a la Argentina cuando fueron la corrupción y el clientelismo corresponsables de la catástrofe del 2001. Asimismo, Kirchner era un convencido de que la economía se reactivaría con mayor gasto público, y consideraba un acto subversivo cualquier opinión contraria: cuando un editorialista del diario La Nación cuestionó que ello solo creaba "engañosas cortinas de humo", Kirchner se enfureció tanto que ordenó una auditoría fiscal contra el matutino.

Doña Cristina no le va muy a la zaga a su extinto marido. Aún se recuerda, con una mezcla entre jocosa y de humor negro, cómo la presidenta escribió en Twitter, pese a la abrumadora evidencia en contra, que "solo los tontos creen que la impresión de billetes produce inflación". Al respecto escribió el columnista Carlos Ball-: "Por primera vez en la historia queda comprobado que los tontos tenemos la razón".

La carpa del circo de los Kirchner comienza a derrumbarse, y todo lleva a que en este 2014 Argentina entrará, por enésima vez, a una recesión económica. La respuesta del gobierno kirchnerista es previsible: culpará al comercio, a las trasnacionales, al imperialismo y hasta al FMI. Este ha sido el triste tango argentino desde los años de Perón, y se ve imposible que esa mentalidad cambie ante esta inminente crisis.

Solo falta que la presidenta tenga al madurez necesaria para reconocer sus pifias, pero es dudoso: solo piensa en sí misma, embelesada frente al espejo.

 

 

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