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Y DEMÁS/Remembranzas
A lo
mejor se acuerda: Studio 54
Durante casi tres años, las celebridades más importantes del
arte, el cine y la música se reunían en la disco de una urbe
en decadencia donde cometieron toda suerte de excesos como
si el mundo estuviera en cuenta regresiva. Vaya tiempos.
Demos un vistazo retrospectivo a la Studio 54
Versión impresión
MARZO, 2018.
"Solamente la mafia hace más dinero que nosotros", fue la
forma en que se pavoneaba Ian Schrager en sus días de mayor
gloria. Schrager, un ex beisbolista miembro del Salón de la
Fama, era propietario de la legendaria disco Studio 54 a
fines de los 70 junto con Steve Rubell. Hubo un momento en
la historia de Nueva York donde ninguna celebridad de la
época podía faltar a su cita con la Studio 54. Era también
un momento en que la urbe atravesaba por el peor momento de
su decadencia, algo que cualquiera que fuera lo bastante
afortunado para entrar a la disco podía atestiguar.
Ya sin los reflectores ni las cámaras, ni los micrófonos o
los fans delante de ellos, estas celebridades departían con
sus iguales sin importarles su reputación, aunque no
evitaron que mucha fotografías ahí tomadas dieran cuenta de
lo que ocurría al interior. Ahí estaba el Jet Set
despojado de su glamour, dormitando en los sillones, quizá
por haber tomado alcohol en exceso o, más frecuentemente,
tras consumir varías líneas de cocaína.
Los testigos recuerdan, por ejemplo, a Art Garfunkel, la
mitad del dúo Simon and Garfunkel, viendo fijamente quién
sabe hacia dónde luego de fumarse algunos carrujos, bien o a
un
Mick Jagger ebrio junto al
bailarín Mijail Barishnikov...
La Studio 54 fue abierta por primera vez en agosto de 1977
en lo que anteriormente había sido una enorme bodega donde
se almacenaba alcohol ilegal durante la Prohibición, luego
sería un enorme teatro; Rubell y Schrager eran dos
veinteañeros quienes pidieron prestado para acondicionar el
local y convertirlo en un sitio ideal para los excesos de
todo tipo con la música disco como fondo. Se contrató a los
mejores DJs de la gran manzana, se construyó una enorme
pista de baile rodeada con sillones en los tres niveles. Los
meseros únicamente vestían shorts y se movían en patines.
Había un plus para los asistentes VIP, pequeñas
habitaciones en el piso superior para que los visitantes
tuvieran más intimidad, fuera de la mirada de curiosos.
Durante los primeros meses la Studio 54 tuvo asistencia
regular que no la distinguía del 300 y pico de discos que
operaban en la ciudad, pero de repente decenas de
celebridades, entre ellas el artista plástico Andy Warhol y
el vocalista de
Aerosmith Steven Tyler,
encontraron en la Studio 54 el sitio ideal para pasársela
bien, alejados de los fans y de la prensa.
La lista de asistentes a la Studio 54 es gigantesca y
fácilmente pudo haber sido un directorio telefónico de
celebridades: aparte de Jagger, Brooke Shields o
David Bowie,
Michael Jackson acudía con
frecuencia lo mismo que Woody Allen, Cher, Liza Minelli,
Truman Capote, Deborah
Harry, la vocalista de
Blondie, Andy Warhol,
Rod
Stewart, Grace Jones,
Olivia Newton John, Dolly
Parton,
Robin Williams,
Isabella Rossellini,
Elton John o Bianca Jagger
montada en un caballo blanco a cuyo lado caminaba un joven
desnudo.
Los asistentes deberían esperar por horas para recibir el
"privilegio" de entrar a la disco. Todos esperaban recibir
la mirada ya fuera de Rubell o de Mark Benecks, los
encargados de decidir "quién sí" uy "quién no" había sido
elegido por los dioses para pasar una noche inolvidable.
Según confesó Schrager años después, existía la consigna de
dar preferencia a aquellos que fueran gays, lo que
explicaría que Warhol y Capote no tuvieran mayor dificultad
para entrar. Al último se daba preferencia a las parejas;
las mujeres que fueran solas tenían cero posibilidad de
ingresar a la disco.
Cuando la cantidad de gente famosa acude en tropel al mismo
sitio, la fama se devalúa, por lo que no necesariamente ser
una conocidísima celebridad daba acceso inmediato a la Disco
54. Se sabe que a Frank Sinatra se le negó el acceso
simplemente porque a Rubell no le dio la gana dejarlo
entrar. Asimismo, los integrantes de
Chic, una de los grupos
disco más importantes de ese momento, también se quedaron
con las ganas de ingresar pese a que en la música de fondo
se escuchaban sus canciones. Nile Rodgers comentó luego que,
como represalia, escribío "Le Freak", la cual tenía el
título original de Fuck Off, un recordatorio para los
dueños d ela disco, pero su disquera Atlantic,
comprensiblemente alarmada, los persuadió que le cambiaran
de nombre.
Las paredes estaban tapizadas
con portadas de la revista Interview, propiedad de
Warhol y, al fondo del recinto se veía un a media luna
fememnina frente a una enorme cuchara que contenía cocaína,
la cual Steve Cuozzo escribió en The New York Post,
"era el combustible indispensable si querías pasarla bien;
al centro de cada sillón había una mesita con 'líneas'
disponibles y las cuales eran llenadas nuevamente en cuanto
se acababa la droga, como sucede con los aperitivos en un
restaurante".
Para una ciudad como Nueva York, que entonces iba en caída
libre --el número de homicidios rebasó el millar al cerrar
1977 y se pedía a los turistas que abandonaran Central Park
pasadas las 6 de la tarde para que evitaran ser víctimas de
un atraco-- esos excesos, esas bacanales, las orgías, esa
Sodoma y Gomorra, parecían ser una consecuencia natural de
esa decadencia.
Cuando Rubell regaló a Warhol un barril repleto de dólares y
la nota se hizo pública, los sabuesos de la IRS, la
encargada de cobrar impuestos en Estados Unidos, levantaron
las orejas y ordenaron una auditoría a la disco. Resultó que
Rubell y Schrager debían al fisco poco más de 3 millones de
dólares por lo que la Studio 54 fue obligada a cerrar y
Rubell pasó un tiempo en prisión. Poco después la Studio 54
volvió a abrir bajo una nueva administración donde
igualmente abundaron los excesos. Pero ya no fue lo mismo.
Las celebridades, preocupadas por la presencia cada vez
mayor de papparazis, dejaron de asistir y la moda se esfumó,
todo al tiempo que la música disco también comenzaba a se
repudiada por las disqueras y el público en general. (Rubell
murió en 1989, Schrager sigue siendo un empresario: fue
perdonado por Barack Obama por sus problemas legales y acaba
de abrir un hotel en China).
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