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A lo mejor se acuerda: Fidel Velázquez

Estuvo al frente de la que fue el gremio sindical más grande de América, y nadie podía aspirar a ser presidente de la República si no era palomeado previamente por él.  A casi de dos décadas de su fallecimiento, recordamos a Fidel Velázquez, autor también de frases inmortales en la política mexicana

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MARZO, 2017. La leyenda en torno a Fidel Velázquez Sánchez parece estar conformada por una obra selecta de superación personal. Nace en un hogar pobrísimo cuando iniciaba el último decenio del porfiriato, vende cubetas con leche de casa en casa durante su infancia y adolescencia, en plena revolución, pero debido a una serie engarzada de increíbles golpes de suerte se convierte en líder sindical cuya habilidad le permite quitarse de encima a otros caciques para asumir totalmente el poder de la que llegara a ser la central obrera más poderosa de América latina, incluso más que la peronista Central General de Trabajadores en Argentina.

Los políticos mexicanos ostentan fama mundial por sus frases no siempre afortunadas ("defenderé el peso como un perro"), pero ninguno igualó las puntadas verbales del viejo líder sindical. Cuando un periodista le inquirió sobre la posibilidad que la oposición llegue a arrebatarle el poder al PRI, Fidel respondió "no habrá nada de eso, a balazos llegamos y a balazos nos sacan", frase dedicada para quienes alguna vez llegaron a dudar de la naturaleza totalitaria del otrora poderoso tricolor. ¿O qué tal aquella frase "la política es como la fotografía, el que se mueve no sale"? Por supuesto que en la política actual ocurre exactamente lo opuesto pues para salir es necesario estarse moviendo. Sin embargo, durante los tiempos del fidelato --el gobierno del dictador isleño era el "fidelismo"-- aquello era una verdad irrebatible. Aludiríamos a José Alfredo, el sempiterno líder y su palabra eran, sencillamente, la ley.

Durante varios años el líder convocó a los medios a sus "conferencias de los lunes", que más bien eran monólogos. Hubo un momento en la historia cuando lo que dijera (u omitiera) don Fidel afectaba a la Bolsa de Valores y demás indicadores económicos. Con el tiempo las declaraciones fueron perdiendo fuerza al punto que degeneraron en meros farfullos que los reporteros interpretaban a su muy personal modo.

Lo que se dijo por décadas, asimismo, era que el poder de Fidel Velázquez era tal que ningún candidato a la presidencia de México del partido oficial podía serlo sin ser previamente palomeado, lo mismo que buena parte de su gabinete, en especial quien quedaría ubicado en la Secretaría del Trabajo. Si el líder decía NO, ese NO se quedaba.

Hay dos factores innegables cuando recordamos a Fidel Velázquez: Uno, al encontrarse en la cima del poder sindical demostró un importante poder de negociación con el sector empresarial, lo cual se tradujo en una notoria reducción de las huelgas, en especial desde mediados de los sesenta y, segundo, el recordar que buena parte de esa innegable paz social que existía en ese momento se debió al corporativismo que don Fidel defendía como si hubiera sido invento suyo: un corporativismo que lo mismo favorecía a los empresarios favoritos del régimen --quienes tácitamente también debían ser priístas-- que mandaba callar cualquier disidencia al interior de la CTM.

Una paz social, por cierto, impuesta muchas veces por caciques cetemistas protegidos del sempiterno líder. No parece ser casualidad que estados que actualmente sufren serios problemas de violencia y gobernabilidad, como Tamaulipas, Guerrero y Veracruz, hubieran sido también emporios de caciques cetemistas, a menos que olvidemos aquello de "en el cielo gobierna Dios, y en (Ciudad) Madero, la Quina".

Hubo un momento en el que se pensaba que Fidel Velázquez pudiera ser inmortal. Se pensaba que el país comenzaría a tambalearse a los pocos minutos de su ausencia física ocurrida, por cierto, casi 100 años exactos de su nacimiento, convirtiéndolo así en un personaje que literalmente vivió todo el siglo XX.

Según algunos biógrafos, a Fidel Velázquez le chocaba ser objeto de lisonjas, y más de un funcionario o político terminó por caerle de gracia cuando el líder olía rastros de lambisconería, lo cual no evitó, naturalmente, que Fidel mismo fuera lambiscón con los presidentes a quienes previamente había palomeado. Ordenó a sus agremiados a llevar miles de pancartas felicitando al presidente Miguel Alemán Valdés llamándolo "el primer obrero de la patria" o bien el "cachorro de la revolución", blasones que hoy suenan ridículos a un oído contemporáneo.

Don Fidel era partidario del "de todas todas" por lo que ordenaba a la estructura cetemista que sus miembros votaran por el PRI en las elecciones para alcalde, gobernador y presidente de la República, con fuertes sanciones, e incluso el despido para los desobedientes. Los biógrafos coinciden en que el corporativismo y el "estricto cierre de filas" cetemista, con todo lo ominoso que pudo ver, fue un elemento tan importante que le ahorró al país asonadas, intentos de golpes de Estado e inestabilidad social que por esos años asolaba a Sudamérica.

Las primeras fisuras de la ley y orden del fidelato cetemista comenzaron en los ochenta cuando el veterano líder hizo un tremendo coraje cuando su "bueno" para la grande, Alfredo del Mazo, perdió frente a Carlos Salinas, un tecnócrata al que no le profesaba simpatías. Tras una serie de roces con el PRI donde incluso don Fidel amenazó con ordenar a sus "huestes" a que votaran por Cuauthémoc Cárdenas (no lo olvidemos, hijo de un mandatario con quien don Fidel tuvo cerca amistad y donde aparece junto a él en una legendaria foto tomada el día de la expropiación petrolera) aunque al final se disciplinó y ordenó disciplinar a sus filas.

Finalmente no fueron balazos los que sacaron del poder a Fidel Velázquez sino su provecta edad. Luego de una rutinaria revisión médica --el señor casi nunca se enfermaba y asistía puntualmente a sus oficinas-- don Fidel fue internado y a los pocos días falleció en junio de 1997. El mundo político aceptó que extrañaría sus conferencias de los lunes y sus frases.

Sus sucesores carecieron de ese ingenio. Le suplió Rodríguez Alcaine, un líder charro de la CFE con cero carisma y a su muerte le siguió Joaquín Gamboa Pascoe, siempre tan gris como su trayectoria política y quien también falleció recientemente.

Indispensable citar a Fidel Velázquez, pues, en la historia reciente de México. Por ello no a lo mejor, sino con pocas dudas, el lector se acuerda de este personaje.

 

 

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