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Un álbum en que nadie creía y un proyecto que se antojaba descabellado darían lugar a uno de los soundtracks más conocidos del cine, la fundación de una compañía disquera y el surgimiento de un rock instrumental de alta calidad. Son las campañas tubulares de MIke Oldfield

Obras Maestras: Tubular Bells, de Mike Oldfield

Un álbum en que nadie creía y un proyecto que se antojaba descabellado darían lugar a uno de los soundtracks más conocidos del cine, la fundación de una compañía disquera y el surgimiento de un rock instrumental de alta calidad. Son las campañas tubulares de Mike Oldfield

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ENERO, 2013. Nacido en una familia de músicos, Mike Oldfield tenía de dónde asirse para desarrollar su talento. No solo su padre tocaba un instrumento: su hermana Sally es una connotada cantante y su hermano mayor Terry ha lanzado varios discos instrumentales. La familia Oldield es originaria de Reading, sitio tristemente célebre por albergar ahí la prisión donde Óscar Wilde pasó un par de años tras las rejas (más recientemente ha sido sede de varios conciertos) pero también el hogar de uno de los talentos musicales que ha dado Inglaterra, lo cual ya es decir.

Mike Oldfield nace en 1957 y desde niño toma lecciones de piano. Siempre un prodigio, a los cinco años sabía leer música perfectamente y ya componía algunas piezas. Luego empezó a tocar la guitarra y su talento causó aun más admiración. La gustaban los Beatles, en especial los experimentos con retazos de cintas. Sin embargo sus influencias eran mucho mayores al llegar a la adolescencia: los críticos han encontrado huellas de Sibelius, Vaughan Williams, Michael Legrand y Gustav Holst, el conocido autor de The Planets.

Apenas quinceañero, Oldfield se integra a The Kevin Ayers Band. Sin embargo pronto siente que su talento quedaría limitado si pertenecía a un grupo de modo que decide independizarse, apoyado por su hermana Sally, quien ya era cantante profesional. Tras varios experimentos fallidos e interminables horas de práctica, Oldfield consigue dominar con soltura el piano, el bajo y aun la batería aunque su pasión desde el inicio fue la guitarra. Todo ello sería indispensable para concretar un proyecto con el cual Oldfield venía trabajando desde 1971.

Los siguientes meses los pasó Oldfield obsesionado con un disco en el que utilizó más de dos mil metros de cinta, decenas y decenas de overdubs y cambios de secuencias; en un principio iba a tratarse de un disco convencional pero dados los constantes giros musicales y la necesidad de regresar a ellos --clara muestra de que Oldfield también era alumno de pioneros como John Cage-- hizo que todo se compactara en dos partes, sin interrupción alguna. "La intención, en cierto modo, era volver a las obras clásicas donde el título de la obra se subdividía en otras partes sin perder su consistencia", ha dicho Oldfield. Al finalizar 1972 y dándole los últimos detalles, Oldfield aún tenía pendiente el paso más importante, el encontrar quien distribuyera el disco, que luego de varias sugerencias, entre ellas Music for Breakfast, quedó en Tubular Bells.

El problema es que Tubular Bells era inclasificable. ¿Qué era, música clásica, instrumental, ambiental o representante del entonces incipiente género New Age? "Es rock, simplemente", respondió Oldfield, algo que sorprendió a muchos ejecutivos dado que no incluía letras. Uno de ellos, norteamericano, lo escuchó y prometió distribuirlo si se le añadían voces, algo a lo que Oldfield se rehusó, no solo por la integridad de su obra sino porque ya había gastado en ella más de 20 mil libras que se le habían convertido en pesada deuda y rehacerla dispararía los gastos.

Entonces apareció en escena Richard Branson, quien siempre lamentó haber estado muy joven cuando el hippismo estaba vigente. Branson, un tipo excéntrico pero con un privilegiado olfato para hacer negocios, recibió el demo y quedó sorprendido, tanto así que propuso lanzarlo con una nueva disquera, a la que llamó Virgin. Había muchas cosas en juego, pues si el Tubular Bells no funcionaba, su nueva empresa no podría despegar. "Siempre estuve consciente del riesgo, pero eso es lo que hace más interesante el hacer negocios", dijo Branson años después. Firmó a Oldfield y lanzó el disco, con duración apenas superior a los 40 minutos.

Los ejecutivos que habían rechazado a Oldfield por considerar que el rock instrumental no era viable, tuvieron que comerse sus declaraciones: Tubular Bells se disparó al número uno de las listas británicas, algo que incluso sorprendió al mismo Oldfield. Por su parte Branson obtuvo capital suficiente para que Virgin creciera rápidamente y empezara a contratar a otros artistas avant-garde. Seis meses después Oldfield recibió su primer cheque por regalías que prácticamente lo convertía en millonario. Pero ahí no terminaba todo: era necesario realizar giras de conciertos para promocionar el Tubular Bells, algo que no era sencillo pues muchos de los efectos eran difíciles de reproducir en vivo, pero el músico solucionó el problema con horas de práctica y disciplina con los demás participantes. Incluso presentó la obra a la Reina Isabel.

Entonces Oldfield recibió una noticia fuera de su control. Alguien había comprado los derechos del intro del Tubular Bells para incluirlo en el soundtrack de una película de terror titulada The Exorcist. Cuando ésta fue estrenada la venta del disco se fue hasta el techo en Estados Unidos, donde Oldfield era un desconocido. Sin embargo, el compositor confió luego que no le había gustado esa decisión: "La intención era crear imágenes y sentimientos entre quienes lo escuchan, y ahora 'The Centinel' (así se le llamó a ese segmento, lanzado luego en forma de sencillo) trae imágenes de exorcismos, algo que estaba lejos de mi mente cuando la escribí".

El disco empieza con hipnótico teclado programado en un sintetizador al cual se le van agregando otros instrumentos, minutos después entra una sección de sonido que Oldfield ha relacionado con "descripciones carrolianas" en relación al autor de Alicia en el País de las Maravillas, más tarde se escucha un acompañamiento de violines que parecen enloquecer para dar lugar a un requinto y deliciosa coda con coros cortesía de su hermana Sally y un piano barroco. Una catarata de ritmos, desde lo medieval hasta el fox-.trot, atraviesan a lo largo del disco que de inmediato fue calificado como una obra maestra.

Y cuando parece que han terminado las sorpresas, algo que hoy podríamos llamar bonus-track es la interpretación de "The Sailor's Hornpie", más conocida mundialmente por ser el tema musical de Popeye el Marino. "Al principio se le tomó como una broma pero alguien en la consola de grabación gritó 'déjalo, es un final genial!' De hecho en los conciertos esta parte gusta tanto al público que se pone a bailarla". Más tarde llegó The Orchestral Tubular Bells, elaborada como una obra de música clásica. Previsiblemente, tuvo menos éxito pero los coleccionistas de Oldfield suelen atesorarlo.

El enorme éxito del Tubular Bells entusiasmó enormemente a Oldfield quien en menos de dos años lanzó un par de discos también instrumentales, Hergest Ridge y Ommadawn. El primero era una elaboración acústica que parecía definir la campiña inglesa para de ahí irse a una enloquecedora y desconcertante lluvia de sintetizadores; la segunda era más introspectiva, incluso mística que a muchos hizo pensar en la cultura druida o el mundo de El Señor de los Anillos. Sin embargo ninguno repitió el éxito de Tubular Bells por lo que Oldfield cayó en una depresión y un estancamiento como artista que le duró tres años. El problema con esos álbumes era, como escribió el crítico español José Miguel Pardo, "el querer llevar las cosas más allá, como un circo de tres pistas, excesos en los que también había caído Emerson Lake and Palmer". Igualmente importante fue que luego de "The Sentinel", Oldfield ya no retornó a las listas norteamericanas donde hasta hoy se le considera 'hit de un día'.

Y aunque Mike Oldfield dijo a la revista mexicana Cine Premiere en 1994 que "cuando termino un proyecto no vuelvo a él", lo cierto es que en el caso del Tubular Bells, lo ha reciclado varias veces, una en 1992 con su Tubular Bells II y en siete años más tarde con Tubular Bells Millenium Edition y finalmente el Tubular Bells III, todos ellos grabados con la firma WEA. La mayoría contienen melodías donde destaca la genialidad de Oldfield, sin embargo en muchos sentidos se pierde el factor sorpresa del primer disco, que solía provocar expresiones de admiración entre quienes lo escuchaban por primera vez.

Consciente de que quizá jamás repetirá la suerte del Tubular Bells, Mike Oldfield sigue desarrollando su privilegiado talento. Desde mediados de la década pasada radica en Mallorca, España, país donde Mike Oldfield es prácticamente venerado.

 

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1 opiniones

luisfabian75 escribe 26.01.13

Qué gusto ver que hablan de Mike Oldfield y un disco que muchos consideran su obra maestra, he escuchado el Tubular Bells innumerables veces durante varios años y en cada ocasión encuentro una nueva sorpresa, olvidemos de la introduccion, que es la parte más choteada, concentrémos y entremos de lleno a este mundo entre místico y lleno de misterios, también es super recomendable el Tubular Bells II que Mike Oldfield grabó en 1992

 

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