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Y DEMÁS/Charlatanes

Los desastrófilos, tan embusteros y tan campantes

Desde siempre hemos sabido de quienes predicen hecatombes, desastres naturales y el fin de la humanidad. Pero cuando llega la fecha y sus predicciones fallan miserablemente, nadie los señala y, en cambio, se ponen a vociferar en búsqueda de más armagedones. Sería hora de exhibir su impunidad

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DICIEMBRE, 2012. Estamos a unas semanas de saber si los mayas tenían razón y se confirma el epitafio que le vaticinaron a este planeta. Recordemos la fecha: 21 de diciembre del 2012. No sabemos exactamente de qué día, pero sí lo asumimos en el continente americano, entonces la debacle realmente ocurrirá el día 20 dado que el día se asoma primero por el continente asiático. ¿Pero que pasa si los agoreros del armagedón se equivocan y a la humanidad se nos da el privilegio de dar y recibir regalos de nuestros seres queridos el día 24? Nada: la paranoia vende, pero rara vez se distingue por ofrecer disculpas. Los desastrófilos tienen patente de impunidad una vez que sus supercherías no se concretan. The History Channel y el Discovery --que, se supone, son canales serios-- han dado amplia difusión a las profecías mayas, igual que como lo hacen con ese monumento a la charlatanería que es el fenómeno ovni. Pero podemos apostar a que el 22 de diciembre los directivos de esos canales no abrirán el pico para decir "ups, nos equivocamos": ya para entonces tendrán otra profecía, otro inminente desastre natural que difundir a sus televidentes.

Si las profecías mayas fallan, no será la primera vez en que los desastrófilos nos asustan con el petate del armagedón. Plagas, inundaciones, terremotos y epidemias han sido anunciadas como punto final de la vida humana desde hace cientos de años. Lo asombroso es que a esos desastres se haya unido la comunidad científica, o al menos gente que se supone ostenta barniz de seriedad dado su escepticismo. Igual se equivocaron anteriormente. ¿Por qué han de acertar esta ocasión?

Cuando los desastrófilos son ministros religiosos o algún iluminado que interpreta la Biblia a su muy particular percepción, los medios suelen burlarse del aludido cuando sus profecías resultan más fallidas que alguien que prediga nevadas en Honolulu. Ello ocurrió hace un par de años con el predicador Harold Camping. Pero el silencio es absoluto cuando se trata de gente secular, con estudios universitarios y supuestamente bien informada. Tomemos el caso de un economista, Robert Heibroner, quien escribió en un libro en 1984: "El futuro del hombre, me parece, es doloroso, difícil, quizá desesperado, y la esperanza que podemos sacar de esta perspectiva resulta en realidad muy escasa". Otro caso es el de Paul Ehlrich, quien como profeta es un fracaso absoluto. Este ecologista vaticinó en 1968 una futura hambruna donde "la batalla para alimentar a la humanidad ha terminado. En los setenta --una edición posterior cambió la fecha a los ochenta-- el mundo experimentará hambrunas. millones de millones de personas perecerán pese a los programas para combatirlas. Nada puede prevenir un aumento sustancial en el índice de muertes a nivel mundial como consecuencia".

El ex presidente Jimmy Carter, ingenuo por antonomasia, también le entró al juego profético. Durante un discurso televisado en 1977 y ya como mandatario, Carter señaló que "podríamos agotar todas las reservas probadas de petróleo en todo el mundo para el final de la siguiente década", es decir, los ochenta

Esta joya la encontramos en un ejemplar de la revista LIFE en enero de 1970 y cuya edición completa se encuentra disponible en el archivo virtual de Google: " Los científicos tienen evidencia tanto teórica como experimental para asegurar que dentro de una década, los habitantes de las grandes ciudades deberán utilizar máscaras de gas para sobrevivir a la contaminación ambiental" y agrega que, "hacia 1986, la contaminación del área habrá reducido a la mitad la luz solar que entra a la atmósfera"

El caso de TIME es altamente ilustrativo: Si a usted quiere adquirir un auto y el vendedor le cuenta maravillas, lo compra y resulta ser una falsedad. ¿Volvería a confiar en el vivales?

Los años ochenta tampoco escaparon a la desastrolifia de estos científicos, quienes se enfocaron en la lluvia ácida como detonador del apocalipsis. La revista Der Spiegel, que se supone es seria, publicó un texto en 1982 titulado "Mueren los bosques", con todo y llamada de portada. Stern, la revista rival, no se quiso quedar atrás y señaló que los bosques de Alemania ya estaban muertos o a punto de perecer. Berhard Ulrich, un especialista en suelos de la Universidad de Göttingen, dijo al semanario que ya era muy tarde para rescatar los bosques de ese país: "Ya no se les puede salvar". (Nota personal: Una buena amiga se encuentra actualmente en Alemania donde está tomando un curso. Le mandé un mail y le pregunté si en Bonn, donde ella se encuentra, hay zonas boscosas. Me respondió en forma afirmativa, con diplomacia, aunque insinuando con todo tacto si me encontraba bien de la cabeza. Simplemente quería yo confirmar que Ulrich, charlatán superlativo, se había equivocado).

El periodista Fred Pearce escribió en The New Scientist en 1982: "Los lagos y los bosques están muriendo, y el daño es irreversible". Según el reportero --quien dudamos se le haya corrido a patadas de la revista por su equivocadísimo vaticinio-- "la mitad de los lagos de Estados Unidos están adquiriendo peligrosos niveles de acidez y se estima que los bosques desde Virginia hasta el centro de Canadá están sufriendo una pérdida en masa de árboles"

Los catastrófilos se volcaron posteriormente hacia el agujero en la capa de ozono. En los setenta los científicos descubieron un descenso en la concentración de ozono sobre la Antártica durante varias primaveras, detonante suficiente para levantar las banderas del armagedón. La causa, según el químico Raúl José Balderas, "se atribuyó a los clorofurocarbonos, los cuales se utilizan en refrigeradores y latas de aerosol pues éstos reaccionan a la luz solar. La desaparición de proliferación de ranas en algunos lugares y el aumento del melanoma se atribuyeron a la pérdida de esa capa". El infaltable Al Gore, el gurú de los catastrófilos contemporáneos, escribió en 1992 que ese fenómeno estaba provocando ceguera en salmones y conejos en la Patagonia. Sin embargo, Balderas explica que "todo eso carecía de fundamento; las ranas murieron a causa de un fungus, las ovejas padecieron un virus que afectó su vista y los índices de mortalidad a causa del melanoma se estabilizaron en ese tiempo pese al crecimiento del agujero en la capa de ozono"

En 1996 se logró un consenso mundial para reducir paulatinamente el uso de CFC y la capa muestra un deterioro mucho más lento, sobre todo el verano antártico. Pero está lejos de constituir un peligro que cobre millones de vidas y ponga en peligro en futuro de la humanidad.

El semanario TIME publicó en 1977 un texto donde advertía de la inevitable "era del hielo" que se avecinaba sobre el mundo "y 51 cosas qué hacer al respecto". Thomas Farlane, un especialista, dijo al reportero que "hay claras evidencias del enfriamiento del planeta que nos llevarán, para principios del próximo siglo, a una nueva era glacial. Enormes cantidades de hielo cubrirán el norte de Europa y en Estados Unidos la zona que comprende Kansas hacia el norte será en su mayoría inhabitable". Más adelante otra especialista, de nombre Bertha Holsbein, predecía "enormes emigraciones hacia el sur del planeta, sobre todo América Latina y África, donde podría registrarse una enorme sobrepoblación a la que habría que agregar hambrunas ante le escasa producción de alimentos". Ninguna profecía que se presente como tal puede prescindir de la muerte masiva de seres humanos por lo que Farlane señala: "millones de personas que carezcan de medios para moverse de su lugar de residencia perecerán de frío". Y más adelante remata con "habrá temperaturas bajísimas, impensables hoy. El norte del globo se convertirá en una gigantesca tundra siberiana".

Apenas cabe recordar al lector que aquellas profecías horripilantes jamás se materializaron. Pero ni Farlane, ni Holsbein, ni nadie de esa revista se disculpó ni vio dañado su prestigio académico. Pese a su increíble historial de profecías fallidas --en 1987 aseguró que "solo veo en el futuro a dos superpotencias que se disputarán la supremacía mundial: Japón y la Unión Soviética"-- a Paul Elherich se le siguió invitando a dar conferencias en auditorios y universidades.

Más asombroso aún que hoy muchos desastrófilos estén difundiendo exactamente lo contrario de lo que ladraban hace unas décadas. El caso de TIME es altamente ilustrativo: ¿cómo es posible que científicos renombrados cometan equivocaciones garrafales?. Si a usted quiere adquirir un auto y el vendedor le cuenta maravillas, lo compra y resulta ser un desastre. ¿Volvería a confiar en el vivales?

Un texto aparecido en la página electrónica salon.com daba cuenta de un tal Randall Womack, experto en informática, advertía en 1999 que el hoy olvidado Y2K, "nos hará retroceder un siglo en unos minutos, los horarios en los trenes, aviones, metro y en las oficinas enloquecerán; quienes estén cotizando para su pensión habrán perdido todos sus ahorros, los satélites dejarán de funcionar". Y por si ello no bastara para dejar al lector con el corazón acelerado, Womack advertía que, al sentirse defraudados, miles de ahorradores se volverían locos, habría hambrunas y el orden social quedaría hecho pedazos". 

Los desastrófilos también nos han asustado con las abejas asesinas, supuestamente parte de un experimento genético en alguna parte de Sudamérica que salió mal y que luego invadiría el resto del continente, hasta Alaska; explosiones demográficas que acabarían con la producción de alimentos y desembocarían en canibalismo; el invierno nuclear que convertiría a la Tierra en una roca más fría e inhabitable que la luna; guerras a causa del dominio del agua, cada vez más escasa; pérdida gradual de los minerales, la lluvia ácida, las vacas locas, cáncer producido por el uso de teléfonos celulares... la lista es tan grande como el número de charlatanes que propagan esas supercherías.

Lo más increíble y paradójico del asunto es que los desastrófilos y la comunidad científica, que se manifiesta intransigentemente atea, tiene ligazones directas con el Apocalipsis. Los desastrófilos tienen a sus cuatro jinetes: químicos (DDT, CCFs, lluvia ácida), epidemias (gripe aviar, SARS, sida, ébola, vacas locas), población (hambrunas, explosión demográfica) y recursos naturales (petróleo, metales).

Más asombroso --y que asimismo se conecta con la incongruencia de sus postulados que antes anunciaban un enfriamiento global y ahora suponen lo contrario-- es que hasta hace unos años se consideraba al tabaco "inofensivo" y se culpaba al DDT, respaldado por las grandes trasnacionales, de querer ocultar la verdad. Willhelm Hueper, quien fue el primer director del Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos, escribió un texto en 1955 titulado "Cáncer del Pulmón y sus Causas" donde ufano apuntaba que "Los contaminantes que arrojan las industrias a la atmósfera son responsables en gran parte de la propagación del cáncer del pulmón. El fumar cigarrillos no es causal de cáncer del pulmón". ¿Habrán corrido a Hueper con un puntapié por sus aseveraciones más que erradas? Lo dudamos.

Durante el reciente caso del virus de la gripe en México, Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud dijo a la prensa que "las posibilidades de que esto se convierta en una pandemia y un peligro para la humanidad son bastante altas". Pero los muertos no pasaron de 70 y la señora Chen continuó en su puesto como si nada.

Lo mismo ocurrirá, sin duda, conforme la mañana del viernes 21 de diciembre comience a convertirse en tarde. Los ingenuos que construyeron comunidades aisladas en Yucatán para salvarse de la hecatombe --de nuevo la Biblia: ¿que no hizo lo mismo Noe y su arca?-- solo encogeran los hombros y volverán a sus sitios de origen sin que nadie los tache de alarmistas y mentirosos. Los autores que cobraron miles de dólares en conferencias y regalías por sus libros de las profecías mayas simplemente alargarán la fecha (de hecho algunos ya lo han empezado a hacer) en busca de una nueva catástrofe que anunciar.

Si algún día llegamos a colonizar la luna, sería ese el sitio ideal para enviar allá a los catastrófilos: ahí les podríamos llamar, con entera justicia, lunáticos.

 

 

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2 opiniones

belton.situs escribe .20.12.12

Lo mas increible de las profecias mayas es que canales como Discovery, History y National Geographic les dieron amplia difusión a lo que desde el principio sabiamos era una vacilada a la que solo los incautos le hicieron caso, me da pena que esos canales le hicieran el juego a esta tonteria

paco_meraz escribe 20.12.12

Escribo esto unas horas antes de la fatídica hora y luego que en Asia donde inició el 21 de diciembre no ha pasado absolutamente nada excepto que el clima está más frío la verdad esto de las profecías mayas o toda esta gente que se empeña en que se acabe la humanidad volverán pronto a decirnos que no, que los mayas pusieron la fecha para el 2020 o cosas de esas, todo esto yo lo veo como un negocio engañabobos.

 

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