Y Demás/Profecías
Profecías
que son cualquier cosa, menos mayas
Una
vez que la hecatombe Y2K en el 2000 resultó ser una absurda falsedad,
había que buscar otro motivo para espantar a la humanidad con el fin del
mundo. Pero conforme se acerca la fecha fatídica conviene repasar cómo,
más que mayas, las profecías reflejan un sentido meramente occidental
Versión
impresa
FEBRERO, 2011. "La fecha es definitiva.. En las horas previas los cielos
comenzarán a cerrarse, un diluvio incesante subirá el nivel de los mares
y las principales ciudades quedarán inundadas. Millones perecerán. Los
volcanes estallarán en furia y se desbordarán los ríos, la tierra se
abrirá y de ella saldrán lava y gases venenosos que arrasarán poblados
completos. Menos de 48 horas después todo estará sepultado, como si la
raza humana jamás hubiera existido en el planeta. Será un nuevo comienzo
para un planeta cruelmente atacado por su máximo depredador, el
hombre..."
Cualquier crédulo de las famosas Profecías Mayas estaría de acuerdo con
el párrafo arriba descrito, y nos aseguraría haber leído algo al
respecto, lo que confirmaría, sin dudas, que el 21 de diciembre del 2012
habrá llegado el fin del mundo, tal y como lo pronosticó la civilización
maya hace más de mil años. Sólo se preguntaría por qué la fecha en
ese párrafo fue omitida. Tal vez porque toda esa hecatombe se refiere al
31 de diciembre... de 1999, de acuerdo a una "profecía
definitiva" que la desaparecida revista DUDA publicó el 3 de
septiembre de 1977 con el título "La prueba: el fin del mundo para
el año 2000", de ello hace 11 años. Y a menos que estemos viviendo
una existencia alterna tipo Matrix, que se sepa nada de esos temores se
materializaron en nuestro planeta.
Como tampoco ocurrió la llamada catástrofe del Y2K donde según esto las
computadoras que no registraban el nuevo milenio nos harían regresar a
1900 con lo cual desaparecían cientos de miles de datos, cuentas
bancarias y demás. Lo que sí han crecido son las cuentas bancarias de
quienes han explotado estos temores, como el alemán Ronald Emmerich,
quien dirigió 2012, cinta que recaudó 450 millones de dólares en
taquilla.
Lo que los "expertos" en el tema mencionan es que las profecías
mayas aumentan su credibilidad al compararlas con las profecías de
Nostradamus el cual, coincidentemente, ubica a la misma fecha como el fin
de la humanidad. Sin embargo y gracias al Internet, el autor tuvo acceso a
la película Las profecías de Nostradamus (1980) donde el narrador
era el desaparecido Orson Welles. En las casi 2 horas de cinta Welles jamás
menciona el 21 de diciembre del 2012 y en cambio señala que en 1996 la
humanidad experimentará una conflagración nuclear a cargo de un jeque de
un país árabe quien disparará misiles sobre las principales ciudades de
Occidente. ¿Cuando llegará el fin del mundo, o de la humanidad, para ser
más precisos? Según Orwell, en el año 2006 a lo cual seguirán
"mil años de paz... después de eso, Michel de Nostradamus ya no
escribe nada..."
Otro aspecto curioso es que en ese documental ni de faul Welles nos
habla de las "profecías mayas" y más bien apunta a evidencias
sobre el fin de la humanidad en las pirámides egipcias. Otra contradicción:
mientras Welles afirmaba que la guerra duraría 10 años --basado,
naturalmente, en los escritos de Nostradamus-- las profecías mayas
sugieren, como el artículo de DUDA, que todo ocurrirá en cuestión
de horas. Adicionalmente nadie parece ponerse de acuerdo: ¿el fin del
mundo llegará por una catástrofe natural o a consecuencia de una guerra
nuclear desatada por el hombre? Otros señalan que en el día fatídico
los polos de la tierra se moverán y provocarán desastres naturales
inimaginables. De nuevo, Nostradamus, el "gurú" de todo ese
asunto, olvida mencionar esta posibilidad.
(Sobra decir que, antes del 2000, los "estudiosos" aseguraban
que Nostradamus había puesto fecha final 1999, algo que dejaría en claro
entredicho las profecías del francés. Pero ahora resulta que la fecha se
recorrió. Si nada pasa el 21 de diciembre del 2012 seguramente la fecha
se recorrerá y así nos iremos ad infinitum).
Y por lo que respecta a los mayas, inventores del cero y avanzados astrónomos,
sin embargo carecían de un sistema único de escritura y simbología; no
existía la uniformidad para transmitir mensajes dentro de la extensa zona
que alguna vez llegó a albergar al imperio maya. Así, los símbolos de
quienes habitaban en la península de Yucatán no necesariamente eran
coincidentes con los de quienes poblaban lo que actualmente es Guatemala y
parte de Belice. Ello podría tener una explicación: celosos de que sus
conocimientos pudieran pasar a manos ajenas, aun dentro de su misma etnia,
los sacerdotes de alto rango manejarían su propios códigos: más aún,
si alguien que no perteneciera a la élite se hiciera de esos documentos
no le representarían nada y le seria imposible interpretarlos. Recordemos
que los mayas eran tribus en guerra constante, de modo que no serían tan
ingenuos para permitir que sus conocimientos fueran conquistados por el
enemigo en caso de perder una batalla. Ese temor hizo que muchos códices
fueran difíciles de descifrar cientos de años después, y cuando se
hizo, por sus descendientes ya occidentalizados y con los prejuicios del
mundo moderno, comenzaron a surgir las "profecías" que
anunciaban cataclismos.
"Imaginemos que dentro de cientos o miles de años ya no existiera lo
que hoy es la región vasca en España y un arqueólogo de ese entonces
que tuviera conocimientos básicos del idioma español se encontrara algún
libro escrito en vascuence; dado que su mapa le indicaría que esa región
pertenecía a España va a querer traducir esos escritos al español,
labor dificilísima y a la que agregaría interpretaciones de su propia
cosecha. Exactamente lo mismo se ha hecho con los códices mayas",
refiere el arqueólogo español Manuel Hirande.
La muestra más clara de semejante galimatías la tenemos con los
conocidos Libros del Chilam Balam, un completo recopilatorio de la
cultura maya. El problema, agrega Hirande, "es que pertenecen a
diferentes épocas del imperio maya y sus autores son incontables. Si a
ello agregamos que muchos de los papiros se encontraban en mal estado, a
su interpretación se antepuso irremediablemente nuestras creencias y modo
de pensar presentes".
Quien sí se acercó al fatídico 2012 fue nuestro viejo conocido
Alexander Humboldt, quien en 1810 publicó el Código de Dresde, un
recopilatorio del modo en que los mayas desarrollaban sus calendarios
diarios y astronómicos. Según Humboldt, los mayas manejaban tres
calendarios que se relacionaban entre sí; el ciclo de uno de ellos era de
20 días, otro de 18 meses y el tercero marcaba un ciclo más largo cuyo
origen se remontaba a lo que en nuestro calendario sería el 3114 A.C. Y
es aquí donde se encuentra el meollo de las cacareadas profecías: según
Hirande, fue el arqueólogo Eric S. Thompson quien comparó los ciclos
mayas con el calendario gregoriano de modo que la historia maya iniciaba
tres mil años antes de Jesucristo y terminaba el 21 de diciembre del 2012.
Hirande apunta que otro arqueólogo, Michael D. Coe, sazonó el asunto con
el catastrofismo gracias a un libro publicado en 1966 "donde el autor
señalaba que, de acuerdo a la interpretación de los calendarios, el
mundo estaba a punto de entrar en la quinta etapa del universo la cual
ocurriría en la fecha antemencionada. Y es que, según éste y otros
autores, los mayas señalan ese momento como de gran importancia aunque
jamás mencionan catástrofes o cosas semejantes, más bien manejan puros
simbolismos que bien pudieron hablar de la llegada de un monarca o algo así...
los terribles cataclismos no son más que una invención contemporánea".
Otro estudioso de los jeroglíficos llamado Mark Van Stone señaló al
diario chileno El Mercurio que los textos no son "profecías"
sino que más bien "los eventos que vaticinan (o 'recuerdan') estas
fechas casi siempre son triviales: es como si dijéramos 'el 21 de junio
de 2051 será viernes, y se celebrará el cumpleaños número 100 del señor
X'".
Muestra de lo contemporáneo en que son interpretadas estas "profecías",
todas ellas señalan catástrofes que ocurrirán en los países ricos,
quizá como castigo por su avaricia y explotación de los más pobres (en
el filme 2012 de Emmerich, el único lugar que se salva de la
hecatombe es África). Toda profecía que se precie como
tal incluye la destrucción de Los Ángeles o Nueva York pero rara vez
afectan a Calcuta o a Bolivia; de hecho ninguna de ellas jamás mencionó
a Haití, azotada por un devastador terremoto en el 2010 y que
aparentemente se le fue de largo a Nostradamus y a los códices mayas. El
"documental" de Al Gore sí señala a un país pobre, Karabati,
ubicado a mitad del Pacífico, el cual afirma será cubierto por agua
debido al "calentamiento global". Pero será una hecatombe,
claro, producida por los países ricos, es decir, Estados Unidos.
Pero aun y cuando ya fueron desenmascaradas como una superchería, las
"profecías mayas" siguen vendiendo libros y haciendo que
decenas de "especialistas" ganen dinero con sus conferencias. La
máxima de PT Barnum que seguramente conoce el lector sigue tan vigente en el siglo XIX como en el actual.
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