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Y DEMÁS/Tontos
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El tonto
de esta semana: Michael Moore
El admirar
a una celebridad no necesariamente implica compartir sus
puntos de vista políticos... eso parece bastante obvio,
menos para gente como Michael Moore, motivo suficiente para
otorgarle nuestro blasón que compartirá con, entre otros,
una ex candidata a la presidencia de Estados Unidos
Versión impresión
AGOSTO, 2017.
Michael Moore, el conocidísimo cineasta autor de
"documentales" tan llenos de falsedades como un discurso de
Nicolás Maduro, lleva rato sin pegar de hit --nótese
que acabamos de chutarnos un juego de Grandes Ligas por TV--
poco más de ocho años, es decir, prácticamente el mismo
tiempo que duró la presidencia de Barack Obama, esto si
recordamos que fue en el 2009 cuando Moore estrenó
Capitalism, a Love Story, y que en los años
siguientes el rechoncho director no encontró nada de
criticable, absolutamente nada, al entonces inquilino de la
Casa Blanca; tuvieron que pasar cinco años para que Moore
regresara con Qué Invadimos Ahora, un "documental"
que fracasó en taquilla.
La izquierda norteamericana, como la de buena parte del
mundo, encuentra todo criticable y digno de ser destrozado
cuando sus favoritos no están en el poder, pero al instante
en que sus ídolos llegan al poder, a los progres se
le moja la pólvora y se convierten en mansos corderitos...
más bien, borreguitos, y solo hasta que los votos vuelven a
sacar de circulación a los políticos de su preferencia,
vuelven a enseñar los dientes feroces. A diferencia de,
digamos, programas como South Park, que lo mismo le
pegan sin misericordia a los liberales que a los
conservadores (algo que explicaría su permanencia hasta hoy)
Michael Moore y sus colegas no son cineastas, son
propagandistas del Partido Demócrata, incapaces de disentir
o de hacer observaciones incómodas.
Predeciblemente y ahora que los demócratas fueron echados de
la Casa Blanca, Moore ahora sí prepara su artillería.
Veremos si su nuevos documentales, invariablemente saturados
de masoquismo y que suelen tener más éxito fuera de las
fronteras norteamericanas, prenden entre los espectadores
ansiosos de darse de latigazos en la espalda. Mientras tanto
y en una reciente entrevista concedida a Oprah Winfrey en la
cadena ABC, Moore sugiere que los demócratas escojan a una
celebridad de Hollywood para la candidatura presidencial del
2020, y para el efecto sugirió a Tom Hanks.
Entre otras cosas, nuestro tonto de la semana, sin quitarse
esa cachucha que según se ha dicho esconde una calvicie
avanzada, dijo en esa entrevista: "Primero que nada, las
celebridades que están de nuestro lado, son inteligentes".
Vaya vaya. ¿Se estaría refiriendo a Cher, quien alguna vez
dijo que los rostros de los presidentes en el Monte Rushmore
eran formaciones naturales? Luego agrega: "Si postuláramos a
Al Franken o a Tom Hanks ¿Quién no votaría por Tom Hanks?"
Jedediah Bila, co conductora del programa, manifestó su
desacuerdo y señaló que las celebridades viven fuera de la
realidad del ciudadano común, a lo que Moore respondió:
"Falso, en este momento estamos en TV, los norteamericanos
aman a las celebridades". Bienvenido al club de los tontos,
señor Michael Moore.
Si las celebridades per se fueran imán de votos para
los partidos políticos, en lugar de Tom Hanks Michael Moore
bien podría sugerir a Kim Kardashian, quien cuenta con
muchos más seguidores en Twitter o Intagram que el actor que
inmortalizó a Forrest Gump. Pensar que las
celebridades, por su enorme popularidad, lograrían más votos
que un político convencional, es subestimar la inteligencia
del pueblo norteamericano.
Moore parece no detectar algo obvio para cualquier fan de
Tom Hanks o de otros cientos de actores: la gente va al cine
a verlos caracterizar a otra persona, no a ellos mismos;
ciertamente Hanks posee un enorme carisma, pero esto no
necesariamente obliga a sus admiradores a compartir sus
preferencias políticas. Como muestra de ello, Hanks fue el
protagonista de un documental que daba desmedidas loas a las
bondades y maravillas del Obamacare y casi nadie, inclusive
sus fans más curtidos, se molestaron en verlo.
Eso es lo que no termina de entender la izquierda en Estados
Unidos: una cosa es el entretenimiento y otra las ideas y
convicciones políticas de quienes trabajan ahí. Alguien
puede comprar y disfrutar los discos de Elton John sin
necesariamente estar de acuerdo con el matrimonio gay, o
pagar boleto para ver en concierto a Paul McCartney sin
forzosamente ser vegetariano como él. Lo que la gente admira
de las celebridades es su talento.
Es bien sabido que la mayoría de los norteamericanos no
comparten las ideas políticas de las celebridades de
Hollywood y sin embargo asisten al cine a disfrutar de sus
capacidades histriónicas. Esto quedó más que claro el pasado
noviembre: el 98 por ciento de las celebridades se alinearon
con Hillary Clinton pero eso no le alcanzó para llegar a la
Casa Blanca.
Más adelante Moore dice: "Los demócratas siempre le temen a
Hollywood y siempre les digo ¿en serio? Porque donde yo
vivo, la gente ama a Hollywood". Otro punto para otorgarle
el blasón a nuestro tonto de hoy: la gente ama a
Hollywood, aunque eso cada vez menos, por cierto. Pero no
ama las ideas políticas de quienes ahí trabajan.
Y eso de que los demócratas "le temen a Hollywood" es
bastante cuestionable. ¿Qué acaso Moore no vio a Leonardo
DiCaprio tomado del brazo de Al Gore durante una ceremonia
de los Óscares? ¿Qué andaba haciendo Gwyneth Paltrow en una
cena de honor a Barack Obama? ¿Qué tenían que hacer Steven
Spielberg, Cher, Chris Rock, el mismo Hanks, George Clooney
y Rosie O'Donell tomándose fotos y selfies junto a
Hillary Clinton? ¿Cuál "temor" demócrata a Hollywood si
Barack Obama exigió en el 2012, en una cena con decenas de
actores y directores, que en sus películas destacaran las
bondades del Obamacare? Aparentemente Michael Moore ha
vivido como un ermitaño, sin radio, ni TV ni Internet, ni
nada, los últimos ocho años.
Moore tiene razón cuando señala: "Los republicanos
postularon a Reagan, postularon a Schwarzenneger, a Gopher
(Fred Grandy) de
El Crucero del Amor, quien fue electo para el
Congreso en Iowa; postularon a Sonny Bono. ¿Por qué los
demócratas no postulan a alguien que la gente quiera? (en
ese momento se escuchó en algún lugar de Estados Unidos el
crack de un pedradón dirigido a la cabeza de Hillary
Clinton)
Inusitadamente con esa pregunta Moore da una respuesta
implícita: Aparte de haber olvidado mencionar a Clint
Eastwood, quien fue alcalde de su natal Carmel, California,
¿no será que el grueso del público votó por ellos porque
descubrió que sus inclinaciones políticas eran muy parecidas
a las suyas? Dicho de otro modo, el norteamericano promedio
ha encontrado en las celebridades republicanas más razones
para votar por ellos que si se tratara de actores
izquierdistas. (Moore también olvidó que Ben Jones, quien
caracterizó a Cooter en la serie Los Dukes de Hazzard,
fue senador demócrata por el estado de Virginia). Quienes
votaron por
Ronald Reagan no lo hicieron porque hubiera sido actor,
sino por la efectividad de su discurso político.
En suma y como explicación a nuestro tonto de esta semana:
las elecciones no se ganan postulando a actores o cantantes
famosos sino mediante propuestas racionales que, al hacerse
realidad cuando el político está en el poder, dan como
resultado en el bienestar y un mejor nivel de vida para los
gobernados.
Como sea, bienvenido al club de los tontos, señor Michael
Moore. Solo le pedimos que, antes de entrar al recinto, por
respeto a sus colegas se quite usted la cachucha y mándela a
lavar.
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