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MEDIOS
Después de los
Dukes, ¿hundirán al Crucero?
El revisionismo
políticamente correcto se acaba de anotar un triunfo al retirar una
serie mítica de la TV norteamericana. Evidentemente no será el último
caso para ir suprimiendo gradualmente la libertad de elección, algo
insólito en Estados Unidos
JULIO, 2015. Cuando un desequilibrado mental disparó en una iglesia de
Charlotte, Carolina del Sur y mató a una docena de asistentes, la masacre levantó una enorme indignación, aunque no tanto por los fallecidos, de quienes hasta hoy se desconoce si identidad, tremendo contraste con lo ocurrido en Ferguson, Missouri, con Michael Brown, el joven muerto por la policía y de quien se han hecho documentales sobre su vida, su familia y su infancia. Parafraseando a Orwell, para la prensa norteamericana, todas las víctimas son
indignantes, pero unas son más indignantes que otras.
Lo que sí atizó la matanza de Charlotte fue una campaña, hasta hoy exitosa, por parte de la izquierda norteamericana para erradicar de la vista pública la bandera
Confederada porque, según ellos, "incita al odio y al racismo", todo a raíz de que esa bandera aparece en una de las fotos que se tomó el mozalbete. De nuevo, qué raro: nadie ha exigido explícitamente que se
prohíban las banderas de Al Kaheda ni de ISIS en territorio norteamericano; es más, ni siquiera la bandera de la hoz y el martillo, utilizada como estandarte por decenas de grupos terroristas y guerrilleros que cometieron atentados mortales, desde ETA hasta Sendero Luminoso.
Ya encarrerados, y con clara anuencia de la Casa Blanca, estos activistas no solo consiguieron que Amazon retirara la venta de toda referencia a esa bandera, sino que fue retirada incluso de varias alcaldías en todo el país y hasta de algunos juegos de video. Y si la reacción no parece exagerada, además de ridícula, por orden de los canales propiedad de Warner, también salió del aire
Los Dukes de Hazzard, una de las series televisivas más famosas y queridas de los años 80.
Dejemos de lado que la serie haya dejado de transmitirse en canales de paga, donde uno eroga una cantidad por la programación que quiere ver. El argumento de los
progres norteamericanos para exigir la salida de The Dukes of Hazzard
es que "promovía el racismo" debido a que el automóvil de los protagonistas, llamado General Lee, trae pintada sobre el techo la bandera confederada.
Un argumento sobradamente idiota, como lo atestigua Ben Jones, quien hacía el papel de
Cooter (y que fue legislador en Washington, demócrata, por cierto): "El entorno de esta serie es familiar, con situaciones de picardía y buen humor, pero nunca simpatizante del racismo. ¿Esto quiere decir que los miles de personas que gustan de ver la serie son racistas? Por supuesto que no".
Agrega al respecto John Schneider, quien hizo el papel de Bo Duke (el rubio): "El lamentable acto de un joven con claros problemas emocionales no debe ser pretexto para suprimir del aire esta serie, no tanto por las regalías, que en mi caso son mínimas, casi inexistentes, sino porque ello atenta contra nuestra libertad de elección".
Para todo fan de los Dukes de Hazzard es imposible pasar por alto que la bella Daisy Duke era encarnada por la actriz Katherine Bach,
una beldad de claros rasgos latinos dado que su madre es mexico-americana. ¿Cuál racismo si en uno de los episodios de hizo clara
crítica, como advierte Schneider, de grupos supremacistas blancos como el Ku Klux Klan?
El periodista, historiador y político Patrick J. Buchanan apunta: "Un repaso histórico ecuánime al Sur
norteamericano en los años posteriores a la Guerra de Secesión muestra claramente que el número de matrimonios birraciales, no solo de blancos con afroamericanos sino de blancos con nativoamericanos, se fue incrementando hasta principios del siglo XX mientras en
el Norte del país los matrimonios birraciales eran vistos con horror y significaban la exclusión social", y remata: "Quizá la sorprenderá al lector saber
quiénes promovieron y aprobaron las leyes de segregación racial en el sur norteamericano para
evitar que la integración étnica siguiera ocurriendo: en efecto, los políticos surgidos del Partido Demócrata".
Pero como lo ha dicho Carlos Alberto Montaner: La izquierda no se conforma con una canica como trofeo: siempre querrá toda la bolsa. Obviamente
ahora se pugnará porque otras series televisivas de antaño sean retiradas del aire con la idea de que son "racistas" o "insultantes".
¿Por qué no empezar entonces con el Crucero del Amor? El capitán (léase "capitalismo") Stubbing es blanco, al igual
que toda su tripulación, la cual tiene relegado al pobre Isaac, un
afroamericano, a la degradante posición de cantinero. ¿Y por qué a bordo del Ocean
Princess (o para el caso, Aaron Spelling, el productor de esta serie) únicamente se daban romances entre heterosexuales?
En Los Ángeles de Charlie, también producida por Spelling --ese racista-- ¿por qué tiene que ser un hombre el que dé las órdenes a tres muchachas, no es esto acaso una clara representación del peor sexismo? En más de una ocasión los villanos de la serie eran afroamericanos ¿por qué se les estereotipaba como criminales?
James Bond le da una
nalgada a una chica en Goldfinger ¿habrá que exigirle una
disculpa a Sean Connery, el actor que lo caracterizó, por ese acto claramente machista? Asimismo, el espía obliga a un villano afroamericano a tragarse una pastilla que lo inflará hasta hacerlo estallar en
El Hombre del Brazo de Oro, aparte de poner a otro afroamericano como un sirviente, motivo
de sobra para retirar de Netflix y los videoclubes para siempre a tan abominables películas.
En la Isla de Gulligan el elenco únicamente lo conformaban blancos ¿No es eso un claro caso de racismo contra las minorías étnicas?
El lector puede reírse de estos ejemplos. Desafortunadamente, la corrección política carece de sentido del humor. ¿Hay que apostar porque en el futuro estas series y películas también saldrán de circulación por su "abierto racismo"?
Bien lo advertía Ronald Reagan en uno de sus discursos: "Estados Unidos ya ha aprendido cómo reaccionar ante quienes desean
atacar nuestras libertades desde afuera. La pregunta está en saber si sabremos reaccionar ante quienes desean
atacar nuestras libertades desde adentro". En apariencia, y hasta hoy, la respuesta es negativa.
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Dukes (y Daisy) de Hazzard
[Mayo, 2005]
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Otra
perla que exhibe a los ecoestafadores y todos tan campantes
Cuando un medio que se
asume serio da por serias predicciones que fracasan con todo el estruendo
imaginable, ¿no sería hora de cuestionar su ética periodística y su
manipulación disfrazada de reportaje? Llegó la fecha, la fatídica
predicción no se cumplió y la ABC sigue inmutable a la realidad, muy
diferente a la que daba por cierta hace ocho años
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1 comentarios felipillovox escribe 11.07.15
¿Saben cuál es el siguiente objetivo de esta gente sin quehacer? ¡Los
Picapiedra! ¿por qué no aparecen negros en ninguno de los episodios? Pedro y Pablo son miembros del Club de los Búfalos Mojados, el cual no permite la entrada a las mujeres ¿no es esta una actitud abiertamente sexista? Vilma y Bety eran amas de casa (título por cierto, que ya es políticamente incorrecto) ¿acaso sus esposos machistas no las dejaban trabajar? ¿Y por qué en la serie no aparece ningún gay, algo que deja en claro la homofobia de Hanna Barbera? ¿Por qué se humilla
ahí a los animales, monos y dinosaurios mostrándolos como serviles semáforos, escobas, botes de basura,
agujas de tocadisco, planchas o elefantes que sirven como regadera, exponiendolos a un peligro mortal con el agua caliente?
En un episodio vemos a Pedro adentro de una iglesia, algo que ofende a quienes no con cristianos, y peor aún, hay episodios donde los personajes aparecen fumando puros. Hay que exigir que ya no se sigan transmitiendo Los Picapiedra pues promueven actitudes antisociales y estereotipos racistas!!
¿Que no hay quien detenga esta pendejada políticamente correcta? |