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MEDIOS/Mentirosos
Bryan Williams es
apenas una gota en un mar de pus periodística
Todavía se cree,
ingenuamente, que la prensa norteamericana suele ser sacrosanta,
íntegra, veraz y confiable, pero en los últimos 15 años ha sufrido
una corrosión donde el caso de un célebre conductor periodístico
viene a ser la regla, no la excepción, de tanta podredumbre moral
FEBRERO, 2015. La verdad es que el hecho de que un periodista
progre haya mentido al público está lejos de ser un acontecimiento aislado. Súbitamente
sus colegas y aun miembros de su sitio de trabajo repudian a Bryan Williams y exigen su renuncia, que se dio parcialmente pues la NBC le concedió seis meses de "gracia" mientras se calman las aguas. ¿Pero eso le quitará a Williams lo embaucador? Dudoso.
Williams aceptó que el helicóptero en el que viajaba en el 2003 en Irak fue no fue atacado por un misil, algo que lo habría obligado a realizar un aterrizaje de emergencia.
Increíblemente, por más de una década Williams recordaba, incluso frente a David
Letterman en el 2013, ese aparente momento de valentía periodística que lo convertiría en héroe en el oficio de la prensa. Orillado por los soldados que estuvieron en el frente a que dijera la verdad --un helicóptero efectivamente fue atacado, pero había despegado media hora antes-- Williams aceptó lo que los gringos llaman
wishful thinking, esto es, el dar una falsedad como cierta.
Pero al final se trata de una mentira. Por eso es de risa la reacción exagerada de los demás medios norteamericanos que llevan años mintiéndole a sus lectores y a sus espectadores. ¿Que nadie en NBC corroboró lo dicho por Williams antes de darle la dirección del noticiario más importante de la TV abierta en Estados Unidos? (Williams tomó ese puesto tras la muerte de Peter Jennings en el 2005). Ahora se presume que el bocón Williams haya inventado más cosas (decía Enrique Jardiel Poncella que el mentiroso que promete no mentir más sigue mintiendo), entre otras al haber
presenciado en Nueva Orleans a un hombre atentando contra su vida en el estadio de futbol que sirvió de refugio, frustrado porque no llegaba la ayuda de Washington tras el huracán Katrina, o
haber visto una docena de cuerpos que eran llevados por la corriente. Sobra decir que nadie investigó sobre los registros del suicida en la morgue ni existen fotografías de los supuestos
cadáveres.
Esa "información", que ponía el ex presidente Bush como un irresponsable e insensible ante la tragedia de un inclemente huracán --ni a Williams ni a nadie se le ocurrió echar eso en cara del gobernador de Lousiana, quizá porque era demócrata-- fue uno de los flancos por el cual los
progres norteamericano le pegaron hasta donde quisieron al ex mandatario. Es incuestionable que por este tipo de reportes, los altos ejecutivos de la NBC optaron por darle a Bryan Williams el puesto informativo más
alto de la televisora.
Ahora que se destapó la cloaca y brotaron las enormes mentiras de Williams (aunque en este caso se aplica más el término tergiversación, dado que llevaban un objetivo específico de manipulación) sus colegas y otros medios han reaccionado con furia y exigen que se le aplique mayor castigo que una mera suspensión de seis meses, o al menos eso es lo que se quiere hacer creer a la opinión pública.
Lo que realmente ocurrió, como dice el columnista Miguel Canto, de theamericanthinker.com, el punto no es tanto que Bryan Williams "haya mentido, sino que lo hayan descubierto", algo que pone en
entredicho la supuesta sacrosanta pureza periodística de los principales medios norteamericanos. Una actitud paradójica dado que los últimos 15 años se han caracterizado por el manejo habitual de las mentiras en los medios electrónicos y nadie se ha dedicado a investigar su veracidad (recordemos que en el caso de Williams éste se
autoinculpó; de haberse quedado callado sus cuentos aún seguirían impunes), y cuando se detecta al mentiroso se crea un breve escándalo distractor y
tutti contenti.
No es la primera vez que la prensa liberal es atrapada in fraganti, por supuesto. Basta recordar casos como el de Jayson Blair, del
The New York Times que decía estar cubriendo un reportaje en California cuando se encontraba en su departamento en Manhattan, del caso de una niña
afroamericana en un barrio pobrísimo, publicado en The Washington
Post y que le valió el Pulitzer pero que al final resultó ser falso o, más recientemente, el artículo de
Rolling Stone sobre una violación tumultuaria en un campus de Virginia,
ficticio desde su primera letra hasta el punto final. Bryan Williams es apenas otra gotita en el mar de hipocresía y nulos valores éticos que conforman a buena parte del periodismo en Estados Unidos.
Lo vergonzoso del asunto es que los mentirosos acusen a otro mentiroso. Los críticos de Williams también han engañado y siguen engañando a la opinión pública.
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