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LITERATURA/Prensa

Por si quedaran dudas del espíritu totalitario del The New York Times

Considerado un adalid de la libertad de expresión, este matutino es en realidad un frecuente promotor de propuestas que esconden un afán totalitario aderezado, por cierto, con una escandalosa doble moral. Un reciente artículo lo deja más que claro.


NOVIEMBRE, 2014. Si por algo serán recordados los años de Barack Obama, será por la increíble sumisión de los principales medios norteamericanos hacia la figura presidencial. Los mismos periódicos que lograron sacar a Nixon de la Casa Blanca, que denunciaron el Contragate y que insistieron hasta lograr que Bill Clinton aceptara que había tenido una relación extramarital con Mónica Lewinsky, siguen sin encontrarle nada criticable al mandatario pese a las evidencias que claramente exponen a Obama como alguien que no tiene empacho alguno en mentir ni mucho menos en aceptar que se ha equivocado.

El New York Times, periódico que es visto con reverencia en el mundo y se le considera el sacrosanto recinto de la libertad de expresión, encabeza esta lista de encubrimientos y tergiversación de la realidad. Es su prestigio de otrora el que la ha permitido salir impune con propuestas supuestamente "progresistas" pero que esconden, al final, el espíritu totalitario de ese matutino. Con Barack Obama, el New York Times ha terminado por quitarse la máscara, hundido en el fango de la doble moral y la editorialización encubierta de nota informativa. 

La poquita decencia que le quedaba al New York Times terminó de caerse el pasado primero de noviembre con un artículo escrito por David Schanzer y Jay Sullivan en el cual proponen "eliminar" las elecciones intermedias para renovar el Congreso en los Estados Unidos.

Empecemos con esta perla: "Twitter, las video cámaras que están por todos lados, los canales de noticias las 24 horas y otras tecnologías más nos proporcionan un nivel para palpar la realidad que nadie pudo haberse imaginado. En la edad moderna no necesitamos de una elección cada dos años para comunicar a los políticos electos sus deseos y perspectivas".

Veamos este punto: este par de autores --uno de ellos aún estudiante universitario-- dan por un hecho que quien escribe en el Twitter, ve CNN todo el santo día o monitorea las calles de una ciudad sabe mejor que quienes no les interesan las redes sociales lo que el país requiere y necesita. Sin usted no tiene Facebook, ni Twitter, es un expulsado social que no merece ir a votar; eso déjeselo a los ilustrados que están en línea y tienen TV por cable en casa.

Obviamente hay más por parte de este dúo dinámico: "Hubo un tiempo en el que las elecciones intermedias tenían sentido. Al nacer el país, la Constitución representaba una nueva forma de gobierno republicano por lo que era importante para que al menos una parte del Congreso estuviera consciente de las necesidades de su gente. Pero en el presente, especialmente cuando la confianza de los norteamericanos en su gobierno está en un su punto más bajo, estas elecciones intermedias carecen de sentido. Debemos eliminar las elecciones intermedias por completo".

¡Esa es precisamente la razón de las elecciones legislativas intermedias, que el votante pueda manifestar su desconfianza hacia quienes están en el gobierno! Los fundadores de Estados Unidos --léase Washington, Jefferson, Franklin-- estaban conscientes que a la mitad de su mandato el gobernante se engolosina de poder y hará lo posible para no dejar que se le escape, de ahí que el Congreso le representa un contrapeso, o más bien un recordatorio, de que el poder le ha sido cedido temporalmente. Si el presidente ha hecho un buen papel en su primer tramo, el electorado lo recompensará o lo refrendará con una mayoría legislativa; en caso contrario recibirá una reprimenda en votos. No resulta casual que Hugo Chávez y Rafael Correa promovieran la eliminación de las elecciones legislativas intermedias pues éstas vienen a ser un método efectivo para moderar los ímpetus de un Ejecutivo que se siente más fuerte que los otros poderes.

"El ciclo de dos años no solo es innecesario sino dañino para la política norteamericana", especifican los autores en otro párrafo.

Por supuesto que para ellos son ciclos innecesarios con un presidente cuya visión de país es muy distinta a la de millones de norteamericanos. Supongamos que hoy se eliminaran las elecciones intermedias y en el 2018 el presidente fuera republicano. ¿Qué exigirían entonces Schanzer y Sullivan? Por supuesto, la urgente restauración de algo que hoy consideran "no solo innecesario sino dañino".

Sin embargo, dentro de este pelambre totalitario, aparece al peine: 

"Otro apunto respecto a las elecciones intermedias es que el electorado suele ser blanco, con recursos económicos y con mayores niveles de educación que quienes votan en las elecciones presidenciales. Las elecciones de cada dos años requieren que nuestros legisladores tomen esto en cuenta".

En primer lugar, este par quiere que se eliminen las elecciones intermedias porque las minorías no suelen votar en ellas, cuando se trata de un derecho y una obligación ciudadanas. El argumento es tan estúpido como sugerir que se eliminen aquellas elecciones donde los niveles de abstencionismo son alarmantes. Pero de un abstencionismo muy enfocado, y es aquí donde brota el desprecio, un racismo a la inversa, hacia la población blanca norteamericana cuyos derechos para ejercer su voto son idénticos a los de quienes prefirieron quedarse en casa. 

¿Qué pasaría si alguien sugiriera eliminar las elecciones presidenciales porque en ellas votan más afroamericanos y de otras minorías raciales? Hoy se le estaría exigiendo cárcel. Pero Schwanzer y Sullivan quieren que se eliminen las intermedias porque son elecciones "blancas" en un periódico de circulación mundial y nadie dice nada.

Las elecciones intermedias son la mejor arma con que cuenta el equilibrio de poderes en los Estados Unidos. Proponer su eliminación es abogar por mayores prácticas totalitarias que le permitan a un presidente ser omnipotente y, entonces sí, poder cambiar la Constitución a su antojo. 

El artículo de este binomio involuntariamente cómico fue publicado días antes de las elecciones donde los demócratas sufrieron su peor derrota legislativa desde los años 20. The New York Times ha demostrado que se sentiría más cómodo como vocero del gobierno castrista o de Nicolás Maduro. 

 

 

 

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