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LITERATURA
Sobre la amistad de
Gabo con cierto patriarca antillano
Un pendiente que
quedó en torno a la reputación del gran escritor recientemente
fallecido gira en torno a su cercana relación con Fidel Castro. ¿Era
válido, como se afirmaba, que la amistad entre ambos estaba por encima
de la política? Nadie opinaría lo mismo si habláramos de las migas
entre Borges y Pinochet
MAYO, 2014. Una vez que las cenizas de Gabriel García Márquez fueron dispersas en suelo mexicano y colombiano, que de nuevo nos hemos asomado s su obra y que hayamos escuchado exageradas loas como el decir que fue "el mejor escritor de la historia después de Dickens", según Salman Rushdie (ni siquiera podría serlo en habla española: ¿Rushdie jamás ha oído hablar de Cervantes, de Lope de Vega, de Borges, de Vargas Llosa?), queda claro que el Gabo, independientemente de la grandeza literaria que nadie podrá arrebatarle jamás, deja un pendiente y una pregunta que, de nuevo, revolotea en el ambiente: ¿Hasta dónde era justificable su admiración y su silencio ante el abuso de los regímenes totalitarios, específicamente el de Fidel Castro?
Como buena parte de los miembros del llamado boom literario latinoamericano, García Márquez quedó profundamente impresionado con la revolución rusa ala que dedicó encendidos ensayos y artículos. Plinio Apuleyo, uno de sus mejores amigos aunque tenían discrepancias ideológicas, recuerda que cuando ambos viajaron a la URSS a fines de los cincuenta, el autor de La Hojarasca "solo pudo encontrar aplausos ante lo que se nos estaba presentando", pero a su vez, "el y yo sospechábamos, que todo era una escenografía que no reflejaba la realidad política soviética". Dicho de otro modo, que el "paraíso socialista" era una mentira.
García Márquez comenzó a dudar de la "maravillosa cronometría soviética" , como alguna vez le llamó Pablo Neruda, pero nunca lo expresó abiertamente. El Gabo conoció a Fidel Castro en
1959 y la empatía fue instantánea. Otros escritores, entre ellos Apuleyo Mendoza y Mario Vargas Llosa también visitaron Cuba en varias ocasiones hasta que el romance acabó cuando Castro se quitó la máscara democrática y comenzó a encarcelar a los escritores que pensaran distinto a su gobierno.
Cuando medio centenar de intelectuales publicó un manifiesto para repudiar el encarcelamiento del poeta Bernardo Padilla, el Gabo se enfureció al ver incluido su nombre entre los firmantes y exigió que fuera remocido. Castro también enfureció --obviamente se pasó el Manifiesto por el arco del triunfo-- y exigió una "disculpa" a los reponsables o de lo contrario serían considerados personas
non-gratas en la isla. García Márquez fue el único que viajó a La Habana y tras unas horas de plática, su amistad con el dictador antillano quedó restablecida.
Desde entonces hemos escuchado todos los argumentos imaginables para justificar la amistad Gabo-Castro. Pero tomemos una, la del ya mencionado Rushdie, quien escribió que "es una relación más allá del hecho de que uno sea novelista y el otro un gobernante. Si no se entiende eso, no se entenderá nada".
Argumento impecable ¿cierto? Castro y García Márquez mantuvieron una sólida amistad donde sus actividades cotidianas pasaban a segundo plano, pero supongamos por un momento que lo mismo dijera Jorge Luis Borges tras recibir el premio que le otorgó
Augusto Pinochet, de que la amistad entre ambos estaba por encima que se tratara de un usurpador del poder. ¿Por qué entonces nos topamos con esa vergonzosa doble moral cuando se analiza la relación de los literatos con el poder dictatorial?
Soslayar el que García Márquez haya intercedido ante Fidel para liberar a una treintena de presos políticos seria absurdo y ello, en cambio, le merece elogio. Pero el Nóbel de Literatura 1982 tenía en Cuba una residencia ubicada en una zona exclusiva para la
nomenklatura castrista. De nuevo ¿se habría justificado que Borges tuviera una cómoda casa para hacer más placenteras sus visitas a Santiago aunque hubiera gestionado ante Pinochet la salida del país de algunos disidentes políticos?
A García Márquez no le habría agradado que el gobierno colombiano le obligara a escribir sobre
determinado tema y amenazarlo con cárcel si se resistía a hacerlo. Igualmente, sin duda
denunciaría que se hubiera puesto tras las rejas a todo aquel escritor que no estuviera de acuerdo con los postulados de la revolución mexicana. ¿Por qué entonces el que ello ocurriera en Cuba le merecía un aprobatorio silencio'
Otro asunto que nos hereda el Gabo es el "realismo mágico", magistralmente descrito en la mítica Macondo. Pero se debió advertir que era una hechura exclusivamente garcíamarquesiana pues así no tendríamos imitaciones deplorables, entre ellas los libros de Isabel Allende y Laura Esquivel o de películas de calidad cuestionable, entre ellas
Como Agua Para Chocolate, dirigida por Alfonso Arau,
perdidamente enamorado de ese ficticio realismo Fue un error pretender trasladar el "realismo mágico" literario al cine o, peor aún, querer imitarlo; era un producto enteramente suyo; por ello pocos se fueron por esa vereda, y quienes lo hicieron produjeron historias pálidas (aunque el Gabo, a su vez, estaba influenciado por las novelas de Juan Rulfo).
"El escritor que se diga 'comprometido' pronto se topará ante un dilema: el de apegarse o alejarse de la libertad selectiva donde solo merece
expresarse todo lo que sea afín a lo que le conviene", escribió Orwell en 1938. La omisión de García Márquez se acopla perfectamente a lo expresado por Orwell. Cayó en la "libertad selectiva", y ello es algo que tanto aduladores como críticos no deben olvidar.
Foto: cortesía
frontpage.com
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