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MEDIOS/Libertad de expresión
Francia ante su
momento decisivo
Tras el peor atentado
a la libertad de ideas que ha sufrido el país galo en muchas décadas
llega el momento de cuestionar abiertamente hasta dónde han llegado el
multiculturalismo y la etiqueta políticamente correcta a ocultar y
asilenciar lo evidente: que los enemigos de la identidad europea son los
principales beneficiados de la tolerancia discrecional
ENERO, 2015. Todos tenemos un programa, una revista, una película, que consideramos
deplorable, incluso insultante. Pero en una economía de mercado lo tomamos como parte de la
variedad de ofertas que si existen es porque encuentran un segmento de mercado que las
mantiene en circulación. Los tabloides, los pasquines que chorrean sangre, las publicaciones amarillistas, los
cómics seudoeróticos de pésimo gusto
son parte de este segmento que toleramos del mismo modo que asumimos
respetarán aquellos que están en desacuerdo con nuestros gustos como
lectores.
Charlie Hebdo está lejos de
ser una publicación refinada, y como muestra tenemos la portada de diciembre donde aparece la Virgen María pariendo a un bebé sonriendo. Pero es precisamente la democracia, que necesariamente conlleva la libertad de expresión, la
responsable que circulen semejantes revistas, todo dentro de un principio, el de que si algo no te gusta, no lo compres. Los editores y dibujantes de
Charlie Hebdo tenían el mismo derecho que garantiza la libertad de
imprenta a un cómic de altísima calidad. Y cuando esta libertad
se ve amenazada o mancillada, como ocurrió el miércoles 7 de enero en París, representa una falla de quien
supuestamente debiera resguardarla, esto es, el Estado francés.
Se supone que Francia garantiza esa libertad, pero parece no haberle enseñado a sus inmigrantes que deben someterse a las reglas del país que los acoge. Si un ataque de esta envergadura habría resultado reprobable en un país islámico, más sorprende que ocurra en uno de los países que dice pertenecer al mundo occidental, una
nación que sufrió una guerra civil que daría lugar a la Revolución Francesa para dejar en claro, que efectivamente, la frase de Voltaire que ya todos conocemos vendría a ser una realidad. Luego vendrían dos guerras mundiales en las que Francia participa y en las
que tuvo que luchar para seguir manteniendo en alto esa libertad de expresión.
En La Obsesión Antiamericana, uno de sus últimos libros, Jean Francois Ravel advertía que el fracaso de la
multiculturalización en Francia llevaría a episodios cada vez más frecuentes de violencia e intolerancia: "El
terrorismo islámico en general es hijo de una idea fija religiosa, no
de un análisis de las causas de la pobreza. Al contrario, rechaza como
incompatibles con el Corán todos los remedios que podrían contribuir a
dicha mejora: la democracia, la laicidad, la libertad intelectual, la
igualdad del hombre y la mujer, la apertura a otras culturas, el
pluralismo crítico".
Este ataque en el país donde no solo nace el multiculturalismo sino la etiqueta políticamente correcta también deja en claro que los terroristas se sienten seguros de que nadie los acusará directamente de ser fundamentalistas islámicos. Durante varios años los franceses se han quejado de que otros países, en especial los Estados Unidos, desean borrar su idiosincrasia y su valioso legado histórico;
como ejemplo, se obliga a las estaciones de radio a transmitir un 25 por ciento de artistas franceses pero hay difusoras que transmiten enteramente en árabe sin que reciban amonestación alguna. Mientras miraban recelosos al otro lado del Atlántico, los enemigos de su cultura, los que quieren que ese legado sucumba ante la ley de la sharia crecieron dentro de sus fronteras y hoy amenazan y liquidan a quienes no piensan como ellos.
Durante varias generaciones los inmigrantes árabes llegaban a Francia y asimilaban la nueva cultura, y muchos de ellos han dado satisfacciones a su nuevo país, como el futbolista Zidane. Es de notar cómo el odio y los ataques se han intensificado al mismo ritmo que, a rajatabla, los diferentes gobiernos franceses han querido poner en práctica la
multiculturalización, la cual termina promoviendo ghettos en vez de suburbios, resentimiento en vez de orgullo,
separatismo en vez de integración.
Sería un error que tras este atentado, los franceses se preguntaran porqué el fundamentalismo islámico los odia, o que se promoviera la autocensura para que ya no ocurra lo que le pasó a
Charlie Hebdo. En vez de ello, los parisinos deben dejar en claro a los inmigrantes árabes que, para lograr su progreso
deben someterse a las leyes que rigen a los demás, y eso incluye la libre circulación de pasquines. Por ello es de aplaudirse que los principales medios reprodujeron las portadas de ese semanario sin censura ni alteraciones.
Es también momento de poner en el estrado a la multlculturalización y a la etiqueta políticamente correcta, la cual impide identificar claramente a los enemigos de
la libertad de pensamiento que tanto sacrificio costó ganar a los europeos. Que lo ocurrido a los editores y
dibujantes de Charlie Hebdo sea el inicio de una lucha por recuperar esa libertad.
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2 comentarios
felipillovox escribe 15.01.15
La libertad de expresión no existe en los países islámicos, pero es muy su cuento. Es hora de que se diga a los inmigrantes que llegan a Europa que si no quieren que se hable mal del profeta Mahoma. En una democracia existe el derecho a ser irrespetuoso, y si no estás de acuerdo, cámbiale de canal o no compres la revista
belton.situs escribe
14.01.15
Como estamos viendo, la censura y el ataque a revistas que publican
porquerías les trae más publicidad y ventas con loo que se logra el
objetivo opuesto. Dicho de otro modo: terroristas pendejos |