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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

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Y demás/Televisión de antier

Los Dukes (y Daisy) de Hazzard

[NOTA:  Las personas nacidas antes de 1980 pudieran encontrar la información aquí contenida como incomprensible]

MAYO, 2005. Hubo dos momentos tristes para mí en 1980. Uno de ellos, que la chica que me gustaba del salón dijo “¡no!” cuando le pedí que fuera mi novia. El otro ocurrió cuando supe que el poblado de Hazzard sólo existía en la imaginación de los guionistas y en la serie que el canal 5 de México transmitía los jueves a las 8 de la noche (los lunes era Los Ángeles de Charlie, los martes Quincy, los miércoles Emergencia y los viernes Los Pioneros. ¡Caray! ¿Cómo es que se acuerda uno de esas cosas?)

Hasta ese instante había sido yo fan de Los Dukes de Hazzard. La primera vez que escuché ese nombre creía que iba a ser una serie árabe pues la mencionaban como jazzárd, con acento en la segunda vocal. Por aquellos años sin televisión por cable (o al menos restringida a  zonas residenciales) mi primer encuentro con Bo y Luke ocurrió en marzo de ese año (80). Una imagen que me impactó fue cómo el General Lee volaba al saltar de una rampa tirando kilos de tierra. “¿A poco se puede hacer eso con un auto?”, pensé.

Así y durante los siguientes cinco meses no me perdí un solo episodio de Los Dukes de Hazzard. Toda actividad social, salida con los amigos --e infructuosos intentos de comunicarse telefónicamente con el prospecto de novia con el obvio pretexto de “saludarla"-- evitaron que la agenda de ese chiquillo de 13 años perdiera su cita con el condado de Hazzard. Eran tiempos en que la videocasetera Beta  dominaba al universo pero era carísimo adquirir una, y el TiVO, ya no digamos Internet, se veían como hoy se ve la llegada del año 2079. Para disfrutar del programa había que cumplir todos los pendientes, cenar, dejar todo listo para el día siguiente y esperar los acordes de Waylon Jennings con que abría la emisión. La espera sólo fue frustrante una vez cuando en ese horario pasó un  partido de fútbol de la selección nacional.

¿Qué tenía de espectacular los Dukes de Hazzard? En primer lugar, la moda country inundaba todo lo que nos llegaba desde el Norte-norte; ahí estaba de nuevo Travolta, enfundado ahora con botas y sombrero en la cinta Urban Cowboy, el odiado J.R. estaba a punto de recibir un disparo que lo pondría en silla de ruedas en Dallas mientras que la música que escuchábamos era de Kenny Rogers, Eddie Rabbitt, Willie Nelson y Crystal Gayle, está última muy parecida a la cantante mexicana Daniela Romo. También se puso de moda el caballo eléctrico.

La segunda razón eran los hermanos Duke y el tío Jesse. Me sorprendía ver cómo eran capaces de escapar del torpe Roscoe Tanner y de Enos (recuerden que yo pensaba que ese pueblito era real) y como al final huían de la trampa que les tendía cada semana el corrupto Boss Hogg, o de Cuter, un tipo que manejaba una grúa y era siempre ayuda indispensable para que los jóvenes Duke evadieran a la policía de Hazzard. Asimismo, el tío Jesse era el bonachón avispado que, pese a su edad, era capaz de disparar un rifle con una puntería escalofriante y preparar la mejor barbecue local. Parecía de esos abuelos montañeses comunes en época de la Guerra de Secesión o bien un leñador ermitaño como efectivamente lo fue en la serie  Grizzly Adams donde a este actor (el ya fallecido Denver Pyle) lo vi por primera vez.

Seguro que ya adivinaron la tercera razón: Daisy Duke. Ahora que el Internet nos ha permitido acercarnos más con gente de otros países veo que no fui el único a quien las hormonas comenzaron a desperezarse al ver cómo, al principio de cada episodio, aparecía Daisy como mesera de un bar y mientras caminaba todos los tipos la admiraban con ojos desorbitados. He sabido de gente en Honduras, Venezuela, Panamá, Colombia y Guatemala, donde también se exhibió la serie, que sintieron la misma punzada. Suponía yo al principio que Daisy poseía antecedentes latinos por su look, y efectivamente, los tenia. Su nombre era Catherine Bach, de padre alemán y madre mexicana.

Daisy Duke era capaz de derretir con su coqueteo a Enos, quien en él fondo no era tan tonto pues además de ser el eterno enamorado de la prima de los hermanos Duke, nadie puede rebatirle sus buenos gustos, máxime cuando Daisy solía llevar unos pantaloncitos que seguro infartaron a más de uno. Otros preferían a Morgan Fairchild, la rubia despampanante de la serie Dinastía, pero yo me quedaba con el look entre latino y teutón de Catherine Bach. Por cierto, en la entonces Alemania Federal Los Dukes tuvo un éxito descomunal, quizá porque aparte de la Bach, había ahí otro actor con ascendencia germana, "Luke" Duke, encarnado por John Schneider.

Sin embargo y cuando supe que Hazzard no existía, poco a poco se disipó mi interés por la familia Duke, incluida la soberbia Daisy. Y algo similar pasó con los productores, quienes para fines del 83 decidieron cancelar la serie. El actor que encarnaba al tío Jesse tuvo que abandonar el set por motivos de salud, a Enos le dieron su propia serie y más tarde (¡sniff!) le tocó el turno a Daisy Duke.

Recuerdo que los últimos capítulos ya sin el gran tío Jesse eran simplones y reiterativos, además que en un episodio se abordó el tema de los supremacistas blancos, personajes aberrantes, sin duda, pero que para una emisión de entretenimiento puro como que quedaban fuera de lupa. Y creo que muchos espectadores opinaron igual pues el rating se fue en picada y los Dukes de Hazzard desaparecieron del mapa, al menos televisivo.

John Schneider fue el único que pudo extender su fama post Duke al grabar una nueva versión del "Is Now or Never" de Elvis Presley; además participó en algunas emisiones de concurso y en la serie del joven Supermán. De Tom "Bo" Wopat también se le perdió la pista mientras que Daisy (otro sniff) se retiraba para formar una familia. Lo que pasó a continuación fue que The Dukes se fueron al averno de lo que en Estados Unidos llaman reruns.

Para muchos de nosotros Daisy Duke era lo que para muchos jóvenes de los cincuenta había sido la pin up queen Betty Paige, y con atributos similares: morena, con una oscura melena alborotada y figura perfecta. La Paige desapareció sin avisar y hasta hoy es un misterio su destino. Lo mismo parecía suceder con Catherine Bach hasta que en el 96, y entusiasmados por el éxito que The Dukes tenía tras haber brincado a The Nashville Network, los ejecutivos de la CBS volvieron a llamar al elenco en un solo episodio donde los habitantes del condado se unían para evitar que el tío Jesse perdiera su rancho. No tuve oportunidad de ver el episodio pero sí logré enterarme que Daisy Duke ya no lucía sus maravillosos pantaloncitos; "entonces no me perdí de nada", pensé en aquel momento.

La segunda oportunidad llegó en el 2000. Los Dukes regresaban aunque ahora ya sin el tío Jesse ni Boss Hogg, pues ambos actores habían fallecido (se me ocurre que Danny de Vito sería opción para caracterizar a Hogg en la inminente cinta, pero hasta hoy no he sabido al respecto) de modo que la historia se trasladaba a Hollywood donde Bo, Luke, Daisy y Roscoe viajan para proteger la fórmula secreta del excelente sazón que el tío Jesse daba a su carne asada y, luego, un lío con unos delincuentes comunes. Esta vez sí tuve oportunidad de ver a Los Dukes vía-cable iniciando el nuevo milenio.

Catherine Bach ya no portaba sus pantaloncitos pero al igual que Sofía Loren y Jacklyn Smith se conserva magníficamente, tanto así que me hizo vibrar igual que en 1980 cuando supe de su existencia. Roscoe Tanner, sumamente envejecido, ya no traía a su perro Flash mientras que Ben "Cuter" Jones tenía, en su curriculum extra set, haber perdido una elección con Newt Gingrich. Pero este nuevo capítulo con los Dukes originales (y que hasta hoy es el último) logró transmitir a los televidentes, aparte de la nostalgia, el sentimiento que el elenco se la pasaba bien mientras rodaban el episodio. El tío Jesse y Boss Hogg serán siempre añorados por los fans para quienes tampoco habrá otra Daisy Duke. La película enfrentará un reto enorme aunque, para mí, Catherine Bach, aunque ya no luzca sus adorables pantaloncitos, es parte de la suspirante mnemoteca televisiva.

 

 

  

 

  

 

       

 

 

 

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