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Y DEMÁS/Tontos y
tontas
La tonta
de esta semana: Mariana Mazzucato
Durante
décadas la red estuvo confinada a oficinas burocráticas y a
las universidades públicas sin progresar gran cosa. Cuando
los particulares entraron a ese mercado estalló la
revolución tecnológica más grande de la historia. Pero
contra toda evidencia, hay quienes rehúsan aceptarla. Veamos
porqué esta economista italiana se ha ganado su ingreso al
club de los tontos
Versión impresión
MAYO, 2017.
Quizá al lector este nombre claramente italiano le resulte
desconocido. Sin embargo, en ciertos círculos Mariana Mazzucato se está convirtiendo en la versión femenina de
Thomas Piketty, el autor de otro libro igualmente
alucinado. Por principio, ambos son economistas y comparten
muchas ideas, entre ellas el considerar al Estado como un
ente que tiene como principal encomienda el tomar a sus
gobernados como bebés de teta víctimas de la voracidad de un
sistema injusto, impuesto por los poderosos. Ambos defienden
con vehemencia al Estado, ese mismo que tanto daño nos ha
causado cuando se entromete en áreas que no le competen.
La publicación del libro El Estado Emprendedor ha
convertido a esta economista, nacida en Roma en 1968, en un
éxito de ventas impulsado por todos aquellos que consideran
a la economía de mercado el satanás del universo que nos
sigue chupando la sangre y nos deja con las venas abiertas;
nada importa que el mismo
Eduardo Galeano, poco antes de morir, desacreditara esos
disparates que alguna vez salieran de su pluma: boberías que
lo mismo explotan Michael Moore con sus películas y la
prensa en casi todos los países del mundo.
Asomémonos pues a lo que postula Mazzucato en este libro,
que apareció por primera vez en el 2011. Para esta
economista, uno de los más grandes logros que el Estado
aportó a la humanidad fue el Internet... ah, y el IPhone.
Así como lo leyó: empresas como Google y Apple deben su
éxito al Estado, en principio porque todos ellos, dice,
"fueron financiados con dinero público". Pensar que este
éxito viene del esfuerzo y visión de gente como
Steve Jobs, "indican que ustedes estarían gravemente
equivocados", segun Mazzucato.
Uno de los simpatizantes con esta tesis, cómo no, lo fue
Barack Obama al afirmar cuando buscaba la reelección que
"alguien invirtió en carreteras y puentes. Si tienes un
negocio, tu no construiste eso, alguien más lo hizo posible.
Internet no se inventó por sí solo, la investigación
gubernamental creó Internet para que todas las compañías
pudieran ganar dinero del Internet". Semejante tontería,
como bien lo afirma Ian Vázquez, del Cato Institute, "es
como decir que el gobierno hizo el comercio de naranjas ya
que construyó la carretera".
Ante este logro extraordinario, del que la historia ha
despojado al Estado norteamericano, Mazzucato propone (¿iba
a ser de otra manera?) que el Estado expropie las empresas
del Internet "para así crear nuevos mercados", dado que,
agrega, "el gobierno repartió dinero para ciertos fines que
terminó siendo usado para otros fines no predecibles", lo
cual viene a ser un absurdo inconmesurable: ¿destruir al
mercado creando nuevos mercados, esta vez administrados por
un Estado cuya tradición histórica ha sido sabotear o
destruir a la economía de mercado?
Si realizamos un poquito de historia veremos que,
efectivamente, el conectar computadoras a una central de
datos para intercambiar información, es una
modalidad que se instaló en el Pentágono durante el primer
lustro de los años sesenta y a principios de los sesenta
llegó a las universidades públicas. Originalmente conocida
como Arpanet, esta red interna fue financiada con dinero del
Estado norteamericano, de modo que, hasta aquí, la
economista Mazzucato tiene razón.
Sin embargo aquí surge una pregunta que Mazzucato en ningún
momento se molesta en formular: si estamos hablando de un
revolucionario invento que nació pocos años después del
asesinato de John F. Kennedy, ¿por qué tuvieron que pasar
siete presidentes por la Casa Blanca para que llegara su
auge mundial? Sencillo: la burocracia norteamericana, aliada
con la comunidad académica, logró que Arpanet fuera
prohibido para usarse con fines de lucro. Vázquez recuerda
cómo en los ochenta, el Massachusetts Institute of
Technology recordaba que "enviar mensajes electrónicos por
Arpanet para beneficio comercial o razones políticas es tan
antisocial como ilegal".
Cuando esa restricción estúpida finalmente cayó en 1989, un
prodigio británico de nombre Tim Barnes Lee mandó a la
obsolescencia al formato que por lustros solo se había
utilizado para mandarse mensajitos en universidades y
oficinas públicas creando el lenguaje HTTM. Berners Lee no
era un burócrata ni nadie del sector público le financió sus
investigaciones.
Indiscutiblemente, el Internet nació dentro de las entrañas
del Estado, pero durante décadas éste evolucionó casi nada y
de poco le sirvió a quienes no eran académicos ni
burócratas. Cuando finalmente los particulares tuvieron
acceso al Internet y se adoptó el lenguaje HTTM, vino la
verdadera revolución con gente como Bill Gates y Steve Jobs
al frente junto con otros protocolos como Netscape y
Compurserve que, confirmando el proceso de destrucción
creativa de Schumpeter, murieron o decayeron en el proceso.
Mazzucato sostiene que todos estos magnates en todo momento
recibieron dinero público para financiarse. De acuerdo, pero
ese dinero fue retribuido hace tiempo vía impuestos además
que, contra lo que dice Obama, de no haber sido por lo que
el fisco norteamericano quita a los norteamericanos, el
Estado jamás hubiera podido construir esas carreteras de las
que tanto se ufanaba Obama.
Para resumir, la tesis de Mazzucato equivale a decir que las
ganancias de las empresas privadas se deben básicamente a
las inversiones del Estado en vez del emprendimiento propio
en busca de satisfacer la demanda de los consumidores. En
tal caso, preguntaríamos a nuestra tonta de esta semana:
¿cómo es entonces que casi no hay empresas públicas que
ofrezcan servicio de Internet y donde las hay el consumidor
prefiere otras opciones aunque tenga que pagar más por
ellas? Como escribió el economista Luis Pazos: "Si en este
momento apareciera una empresa pública que quisiera competir
con Telmex o cualquier otro servicio privado que ofrezca
Internet, nadie se abonaría. La gente suele contratar los
servicios públicos cuando no le queda de otra, como ocurrió
por décadas con Telmex, pero no cuando dispone de más
opciones en el mercado".
Dicho de otro modo: no fue el dinero público que pudo llegar
a financiar los proyectos de los magnates del Internet el
responsable de su éxito, sino los sesos e ideas de quienes
recibieron ese dinero, todos ellos empresarios privados
(dinero que, si lo hubo, no fue un regalo sino que se trató
de créditos). Ya advertía Adam Smith hace 250 años que un
administrador privado siempre será mejor mejor que una
administrador público. O como apunta el columnista Jonah
Goldberg: "Si te regalan 500 dólares probablemente los
gastarás en cosas inútiles, pero si esos 500 dólares son
parte de tu salario seguramente los gastarás en cosas que
necesitas".
Así pues y en contraposición a la tesis de Mariana Mazzucato,
nuestra tonta de esta semana (y que de paso sirva como
coscorrón al expresidente Obama): en estas dos décadas, el
Internet en manos privadas pasó, del usuario anclado frente
a un enorme monitor y un módem lentísimo, a la alta
velocidad, a las redes inalámbricas, al smartphone, a
las redes sociales, al chat inmediato dondequiera que uno se
encuentra, y todo ello a precios accesibles. Y ustedes, los
burócratas federales que por 30 años manejaron a la red como
ente exclusivo, jamás pudieron hacer eso.
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