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Club de Planeadores Los Caranchos

Aer�dromo:  Ruta Provincial C-45  -  ALTA GRACIA  -  Departamento Santa Mar�a  -  Provincia de C�rdoba  - Rep�blica Argentina


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Manual del Vuelo a Vela
Wolf Hirth
1942

El vuelo
por Heinz Kensche

2� Secci�n

Propiedades del vuelo

Se comprende con el nombre de propiedades del vuelo el modo de conducirse el avi�n en el aire en reposo o en movimiento, con los �rganos de mando en la posici�n normal; la capacidad de reaccionar, al actuar sobre esos �rgano de mando; las presiones que se desarrollan sobre los timones, as� como la estabilidad est�tica y din�mica en los movimientos alrededor de los tres ejes.
Antes de entrar en el estudio detallado de las propiedades del vuelo, hay que decir algo todav�a sobre las magnitudes que influyen de modo m�s directo sobre la estabilidad, con objeto de poder deducir cu�les son las condiciones precisas para obtener la estabilidad deseada, tanto alrededor del eje longitudinal como del transversal y del vertical.
Se entiende por estabilidad de un avi�n su capacidad para volver a la posici�n normal de vuelo cuando le han separado de ella influencias perturbadoras exteriores a �l y esto sin variar la posici�n de los �rganos de mando, es decir sin actuar sobre los timones.
Si el avi�n no vuelve despu�s de la perturbaci�n a su posici�n primitiva sin actuar sobre los �rganos de mando, sino que sigue volando en la nueva posici�n, se dice que se trata de un caso de indiferencia. Si, por �ltimo, el avi�n sigue la modificaci�n de posici�n iniciada por la perturbaci�n, se dice que hay labilidad o inestabilidad.
Es claro que cierta estabilidad aparece como indispensable para que el piloto no se vea obligado a corregir las menores perturbaciones. En un avi�n inestable se verifica que peque�as perturbaciones le sacan de su posici�n de vuelo y que asimismo peque�os movimientos de los timones perturban la posici�n de equilibrio, y as� estos aviones reaccionan en general violentamente ante la maniobra de los mandos y tienen tendencia a resultar mandados en exceso, aun con peque�os movimientos de los timones, por lo que el volar en tales aparatos resulta agotador para el piloto.

Estabilidad longitudinal est�tica

Una condici�n inexcusable para cualquier clase de avi�n es la de tener estabilidad alrededor del eje transversal, es decir estabilidad longitudinal. Esto es: si se modifica, por una perturbaci�n, la inclinaci�n longitudinal y por consiguiente el �ngulo de ataque, las nuevas reacciones del aire deben tratar de hacer volver al avi�n a su primitiva posici�n y esto sin maniobrar el tim�n de altura.
Pasemos ahora a considerar sucesivamente las magnitudes que influyen sobre la estabilidad longitudinal del avi�n, examinando los fen�menos sin emplear las complicadas ecuaciones de estabilidad.
Para obtener el momento que ha de oponerse a una variaci�n del �ngulo de ataque hay que atender a la magnitud de la superficie del plano fijo de cola; a la distancia de este plano al centro de gravedad del aparato y a la capacidad que tenga el mencionado plano de producir mayor reacci�n del aire que en la posici�n primitiva, cuando al actuar sobre �l se modifique su �ngulo de ataque. La �ltima circunstancia es dependiente, en esencia, de la forma del contorno y del alargamiento del plano, y de tal modo, que cuanto mejor sea este alargamiento tanto mayor ser� el crecimiento del coeficiente de sustentaci�n al variar el �ngulo de ataque. Sin embargo, el modo m�s eficaz de obtener un valor grande del momento recuperador es aumentar la superficie del plano de cola y su distancia al centro de gravedad.
En el proyecto de un avi�n es posible fijar por el c�lculo, hasta un cierto grado de exactitud, la intensidad de la estabilidad longitudinal, determinando la longitud del fuselaje o sea la distancia del plano fijo de cola al centro de gravedad, as� como su superficie, partiendo del conocimiento del ala del avi�n.
Otra influencia tambi�n importante, que solamente puede ser tenida en cuenta parcialmente en la construcci�n, es la posici�n del centro de gravedad, la cual durante el funcionamiento del avi�n puede variar de modo importante por las diferencias de peso de unos pilotos a otros. El constructor dispondr� el centro de gravedad partiendo del peso normal del piloto, de modo que sea necesaria la m�nima reacci�n del aire sobre el plano fijo de cola para mantener el equilibrio de la posici�n de vuelo, en el vuelo normal de planeo, y de este modo no ser� excesiva la reacci�n sustentadora necesaria y, con ello, tampoco demasiado grande la resistencia inducida a que d� lugar el mencionado plano fijo de cola; sin dejar de tener en cuenta, claro es, que al variar el peso del piloto siga habiendo a�n estabilidad suficiente.
En los veleros actuales el sitio del piloto est� generalmente delante de las alas, de modo que un piloto m�s pesado dar� lugar a un avi�n cargado de pico y un piloto m�s ligero a un avi�n cargado de cola, y la f�rmula de la variaci�n de momento del ala, al variar el �ngulo de posici�n de la misma, hace ver que la estabilidad crece al avanzar el centro de gravedad y disminuye cuando �ste retrocede. El valor m�ximo del desplazamiento admisible del centro de gravedad en vuelo, se fija en los ensayos de avi�n, mediante la adici�n de lastre en posiciones anterior y posterior.
Si al hacer los ensayos de vuelo se ve que no pueden admitirse m�s que determinados desplazamientos del centro de gravedad, ser� preciso que cuando el piloto sea de menos peso que el normal se ponga lastre en la proa, mientras que si el piloto es m�s pesado se ponga lastre en la popa, para no pasar nunca de los desplazamientos admisibles del centro de gravedad.
Los aparatos que se emplean actualmente est�n construidos de modo que permiten un desplazamiento del centro de gravedad de 10 cm. aproximadamente. Por otro lado, si se atiende a que, dada una determinada diferencia de peso de pilotos, el desplazamiento que resulta para el centro de gravedad depende en gran medida de la relaci�n entre el peso del avi�n y el del piloto y de la distancia al ala del punto de aplicaci�n de �ste, resulta que los aviones ligeros y aquellos en los que el piloto va muy delante respecto al ala ser�n desde el punto de vista de la estabilidad muy sensibles a las variaciones de peso de los pilotos. Las circunstancias expuestas son la causa de que los aparatos de escuela vayan provistos actualmente de un reglaje de peso.

Equilibrio

La expresi�n usada muchas veces cuando se habla de las propiedades del vuelo de � equilibrio� o de � presi�n din�mica de equilibrio � se refiere a aquel estado de vuelo o velocidad correspondiente, con las cuales la palanca de mando est� completamente suelta. La definici�n correcta de este estado ser�a, por consiguiente, � estado de equilibrio con palanca libre �. La acepci�n exacta de la palabra �equilibrio � es la de representar cualquier situaci�n estacionaria de vuelo, aunque en ella se obre con una cierta acci�n sobre la palanca de mando, tanto tirando de ella como llev�ndola hacia adelante. Naturalmente que para que puedan existir diversas situaciones estacionarias de vuelo, por tanto a diversas velocidades, hay que suponer desde luego que existe estabilidad.
Es obligado que con la velocidad normal de vuelo no sea preciso actuar sobre la palanca de mando y, por tanto, que �sta pueda soltarse en vuelo, es decir que se desea un estado de equilibrio con palanca libre durante la velocidad normal de vuelo.

Fig. 18. �ngulo de posici�n del empenaje respecto al ala o diedro longitudinal

Para explicar la variaci�n de las acciones necesarias sobre la palanca de mando cuando var�a la posici�n del centro de gravedad, se van a exponer las siguientes razones:
Con una posici�n dada del centro de gravedad es necesaria cierta inclinaci�n del empenaje respecto al ala, es decir, esos elementos deben formar entre s� un cierto �ngulo j (fig. 18) para conseguir el equilibrio con la velocidad normal (Para comprender bien lo que sigue es conveniente decir que se llama empenaje al conjunto de todos los �rganos que van en la cola del avi�n para conseguir su equilibrio o el mando, distingui�ndose el empenaje horizontal y el vertical seg�n que se trate de equilibrar movimientos en el plano vertical o en el horizontal. Cada clase de empenaje consta de dos partes: parte fija y m�vil: la parte fija del empenaje horizontal se llama plano fijo de cola, y la parte fija vertical, plano de deriva: las partes m�viles son los timones de altura y de direcci�n, respectivamente. - N. del T.). Si el centro de gravedad avanza, debe aumentar el �ngulo formado por el plano de cola y el ala, lo que se consigue tirando de la palanca, de modo que para mantener el mismo �ngulo de inclinaci�n longitudinal del avi�n es necesario tirar continuamente de ella, para lo que ser� preciso una acci�n constante, aunque sea peque�a. Lo contrario ocurrir� con pilotos menos pesados, es decir cuando el centro de gravedad se retrase, o sea con avi�n cargado de cola, que ser� preciso empujar la palanca para obtener un �ngulo menor entre el tim�n y el ala. Por lo tanto, si se dispone de reglaje de peso para llevar siempre el centro de gravedad casi en la misma posici�n, podr� volar el piloto muy descansado. Otro camino para conseguir evitar la acci�n continua sobre la palanca, pero no la influencia sobre la estabilidad, es el reglaje por variaci�n del �ngulo de posici�n del plano fijo de cola, pues es claro que una peque�a modificaci�n de ese �ngulo dar� lugar al mismo efecto que una maniobra del tim�n y la acci�n del aire conseguida de este modo descargar� la acci�n del tim�n y, por tanto, la de la palanca.
Para completar lo expuesto, es preciso decir a�n algo acerca de la influencia de la forma del ala sobre la estabilidad longitudinal. Las alas en flecha, con un alabeo apropiado son, a causa de sus especiales propiedades, estables por s� mismas, debido a la variaci�n de distribuci�n de la sustentaci�n a lo largo de la envergadura (Se entiende por alas en flecha aquella alas cuyes ejes forman un �ngulo agudo hacia atr�s con el eje del fuselaje, en lugar de ser normales a �l, como lo son las alas rectas. Alabeo del ala es la disposici�n de �sta con la que al �ngulo de posici�n varia a lo largo del ala, siendo �sta como retorcida y precisamente disminuyendo el �ngulo de posici�n hacia los m�rgenes. En la publicaci�n citada de la casa LABOR, El hombre vuela, pueden verse explicaciones m�s detalladas sobre el particular.- N. del T.). En estas alas, las regiones marginales obran como el empenaje de altura en los aviones normales, produciendo un momento recuperador de valor en proporci�n a la variaci�n del �ngulo de ataque, teniendo as� acci�n estabilizadora para los movimientos alrededor del eje transversal del avi�n y, por tanto, los aviones con alas en flecha marcada y buen alabeo, teniendo alas por s� mismas estables, pueden volar sin empenaje de altura, mientras que aviones con d�bil flecha, en los que las alas contribuyen s�lo parcialmente a la estabilidad, exigen un empenaje menor que los aparatos de alas rectas.

Estabilidad longitudinal din�mica

Si en la estabilidad longitudinal est�tica se atiende a la existencia de fuerzas y momentos recuperadores que aparezcan al salir el avi�n de la posici�n de vuelo considerada, se define la estabilidad longitudinal din�mica por la naturaleza del movimiento que toma el avi�n a consecuencia de una perturbaci�n. Un avi�n es din�micamente estable si tiene la propiedad de volver a su primitiva posici�n quedando en ella, en reposo, sin necesidad de emplear los mandos, cuando despu�s de una perturbaci�n que modifique su inclinaci�n longitudinal o su velocidad toma un movimiento de oscilaci�n amortiguado alrededor de su posici�n normal.
Es fundamental en la construcci�n de veleros que el amortiguamiento de los movimientos alrededor del eje transversal sea peque�o, y por esta raz�n el velero tiene oscilaciones al presentarse una perturbaci�n que en los aparatos din�micamente estables con suficiente amortiguamiento son, como se ha dicho, de peque�a amplitud y, poco a poco, van siendo cada vez menores, mientras que en los indiferentes, la amplitud de las oscilaciones se mantiene la misma y en los din�micamente inestables, por el contrario, van siendo las oscilaciones cada vez de mayor amplitud hasta llegar a la completa p�rdida de equilibrio v entrar en ca�da desordenada. La duraci�n de una oscilaci�n completa es, en general, de veinte a treinta segundos y a consecuencia de esta larga duraci�n no puede decirse que sea peligroso un avi�n din�micamente inestable, puesto que las oscilaciones podr�n ser atajadas por el piloto antes de que el movimiento pueda considerarse establecido. Casi todos los veleros actualmente en uso no pueden considerarse como ideales desde el punto de vista de la estabilidad din�mica. Particularizando, puede decirse que la estabilidad o inestabilidad din�micas se manifiesta, en los veleros de hoy, del siguiente modo:
1.� Al presentarse una peque�a perturbaci�n de la velocidad inicial, de valor aproximado un 10 %, y abandonando y volviendo a tomar la palanca de mando en la primitiva posici�n, han tenido efecto oscilaciones tales que el avi�n despu�s de cinco de ellas entra en ca�da desordenada. Este caso se considera como inadmisible y un avi�n que lo presente al ensayarle en vuelo es rechazado.
2.� Con la misma perturbaci�n y maniobra de la palanca, las oscilaciones se mantienen con la misma amplitud o aumentan tan lentamente que la ca�da desordenada s�lo tiene efecto despu�s de veinte oscilaciones. Este caso se considera como admisible.
3.� El aparato, despu�s de la perturbaci�n supuesta, tiene oscilaciones de amplitud creciente, pero hasta un cierto l�mite, aunque durante la oscilaci�n crezca la velocidad hasta el doble de la normal. Este caso se considera como normal, porque en �l se llega a un estado de oscilaci�n en cierto modo estable.
4.� El avi�n oscila al presentarse una perturbaci�n, pero el aumento de la amplitud depende de la magnitud de la perturbaci�n, lleg�ndose a la ca�da desordenada con las fuertes perturbaciones. Seg�n sea la magnitud de la perturbaci�n que da lugar a la ca�da desordenada, as� se considera este caso como admisible o no.
Es claro que la inestabilidad din�mica no llega a hacerse sensible en el vuelo si se pone atenci�n, pues las oscilaciones se detienen en seguida con los mandos. Sin embargo, las circunstancias no son las mismas en los aparatos de escuela, pues muchos alumnos cogen la palanca f�rreamente hasta romperla, especialmente si en la oscilaci�n descendente hay peligro de tocar el suelo; por lo tanto, en los aparatos de escuela debe huirse de la inestabilidad din�mica.

Estabilidad de direcci�n

Se dice que hay estabilidad de direcci�n cuando, despu�s de una perturbaci�n del avi�n alrededor del eje vertical, el aparato, sin actuar sobre el tim�n, vuelve otra vez por si mismo a la posici�n del vuelo recto, sin que sea necesario indispensablemente el que la nueva direcci�n de vuelo sea exactamente la anterior. El t�rmino usado antes de estabilidad de ruta no est� justificado f�sicamente, puesto que la vuelta a la ruta primitiva no es posible y aun tampoco se exige.
Si el avi�n signe volando en la posici�n oblicua producida por la perturbaci�n o esta oblicuidad va aumentando, se dice que el avi�n es indiferente o inestable en cuanto a direcci�n. Para apreciar el grado de estabilidad de direcci�n hay que atender a la magnitud del empenaje vertical y de la proyecci�n lateral del fuselaje. Si la mayor parte de la superficie interesante de la proyecci�n lateral del fuselaje, incluido en ella el empenaje vertical, est� detr�s del centro de gravedad del avi�n o, dicho m�s exactamente, si el centro de las presiones producidas por la corriente del aire que sople lateralmente sobre el fuselaje y el empenaje vertical est� situado detr�s del centro de gravedad, entonces existe estabilidad de direcci�n. Se ve que se podr� modificar la estabilidad de direcci�n variando la magnitud de la superficie del empenaje vertical y tambi�n hay que observar que la parte que el ala misma influye sobre esta estabilidad puede variarse actuando sobre la forma en V del ala (Para una explicaci�n mas extensa de este punto, v�ase la obra citada, El hombre vuela. - N. del T.).

Estabilidad lateral

Las propiedades de estabilidad lateral de un avi�n est�n definidas por el modo de conducirse ante las perturbaciones del vuelo que ocasionen movimientos alrededor de los ejes vertical y longitudinal, habi�ndose expuesto ya lo relativo a movimientos alrededor del eje vertical al tratar de la estabilidad de direcci�n. Las circunstancias ahora se presentan claras, pues el movimiento de resbalamiento puede considerarse independientemente del de balance; pero un examen del movimiento de balance por s� solo no es posible, porque si el plano de simetr�a del avi�n sale de su posici�n vertical se produce siempre al mismo tiempo un movimiento de resbalamiento por los momentos de las acciones recuperadoras respecto al eje longitudinal. Estos momentos son los que intervienen en la � estabilidad transversal � y nacen, como en la estabilidad de direcci�n, con la existencia de un �ngulo de resbalamiento. El acoplamiento de la � estabilidad transversal �, de la que no se puede tratar en su sentido estricto, con la estabilidad de direcci�n es lo que constituye la llamada estabilidad lateral. La estabilidad de estados de equilibrio, desde ese punto de vista, debe ser conseguida no solamente por la existencia de las estabilidades de direcci�n y transversal, sino tambi�n por la adecuada relaci�n entre ellas.
Aunque, como se ha dicho, no existe una sola estabilidad transversal, se debe hacer ver la existencia de momentos estabilizadores alrededor del eje longitudinal producidos en el movimiento de resbalar, y que pueden ser designados brevemente como momentos de � estabilidad transversal �.
El medio m�s eficaz para conseguir una buena estabilidad transversal es el empleo de ala en forma de V o en diedro; entonces el ala que resulta inclinada hacia abajo, en el movimiento de resbalamiento que en la perturbaci�n transversal toma el avi�n y que relativamente a la corriente a�rea resulta acelerada, recibe esa corriente con un �ngulo de ataque mayor, lo que, en definitiva, origina una acci�n recuperadora. Al mismo tiempo el aumento de las fuerzas tangenciales da lugar a momentos estabilizadores alrededor del eje vertical, como ya se dijo al tratar de la estabilidad de direcci�n. Otro medio que es tambi�n eficaz, en parte, sobre la estabilidad de direcci�n es el alabeo del ala, con el fin de obtener distribuci�n m�s perfecta de la sustentaci�n hacia el centro del ala, pues la estabilidad crece al ser menor el coeficiente de sustentaci�n de las regiones extremas de las alas. Se ve, adem�s, que la estabilidad transversal, a consecuencia de su acoplamiento con la estabilidad de direcci�n, disminuye cuando aumenta la envergadura.
Seg�n demuestra el estado a que hoy se ha llegado del conocimiento del asunto, el conseguir una estabilidad transversal suficiente no puede hacerse sino a expensas de perder en caracter�sticas, por lo que en general se considera bastante si, a lo menos, se llega a la indiferencia en cuanto a inclinaci�n transversal, aunque la inestabilidad transversal fatiga bastante al piloto, si bien no conduce, en la misma medida que la longitudinal, a posiciones de vuelo peligrosas.
Para completar las explicaciones sobre la estabilidad lateral, especialmente sobre su efecto en el vuelo en curva, conviene fijar, desde luego, las propiedades de este vuelo.
Para dar lugar a un movimiento del avi�n alrededor de su eje vertical, es decir, hacerle describir una curva horizontal, es preciso actuar sobre el tim�n de direcci�n. Entonces, a consecuencia del movimiento de rotaci�n ocasionado, el ala exterior tiene mayor velocidad y menor �ngulo de ataque que el ala interior y, seg�n que predomine uno u otro efecto, as� recibir� una sustentaci�n que exceder� en mucho o en poco a la del ala interior, hasta que el avi�n tome una posici�n oblicua en el sentido de la curva, por el momento positivo de escoramiento que se ha producido. Se consigue, pues, el estado ideal en la curva si se establece la inclinaci�n transversal necesaria, seg�n el radio de la curva, sin intervenci�n del mando transversal o si esa posici�n resulta de mandar transversalmente, de acuerdo con la curva descrita; en el primer caso, se dice que hay estado indiferente; en el segundo, que hay estabilidad lateral.
Sin embargo, si predomina mucho la sustentaci�n del ala exterior respecto a la de la interior, es preciso mandar transversalmente al avi�n en sentido contrario, hasta conseguir la inclinaci�n correcta respecto a la curva volada, a lo que hay que a�adir un mando sobre la palanca que resulta tambi�n necesario, todo lo cual fatiga mucho al piloto, dici�ndose, en este caso, que hay inestabilidad lateral. Si un tal avi�n inestable se vuela en curva sin contramando transversal, se llega a la llamada inversi�n de mando; es decir, que a pesar de tirar de la palanca la curva es cada vez m�s ce�ida, hasta llegar a estar el ala vertical con la correspondiente inclinaci�n descendente del eje del fuselaje, de modo que se produce una gran p�rdida de altura con gran aumento de la velocidad y aceleraci�n, dici�ndose entonces que el avi�n cae en espiral. En el vuelo sin visibilidad en las nubes, que es muy dif�cil por ignorar el piloto la verdadera posici�n de su avi�n, ya que falta el horizonte, puede dar lugar esta ca�da en espiral a velocidad y aceleraci�n peligrosas para la resistencia del aparato y esto puede traer como consecuencia la rotura de las alas, aun prescindiendo del hecho de que un piloto poco ejercitado no est� tranquilo ante una ca�da en espiral con un avi�n inestable, porque el mando para salir de un vuelo algo seguido de ca�da en espiral puede f�cilmente llegar a ser excesivo. Las propiedades de la ca�da en espiral pueden modificarse tambi�n mediante un alabeo apropiado del ala, pues su estabilidad, como la estabilidad transversal misma, crecen cuanto m�s marcado sea el alabeo del ala.
En la actualidad no existe un velero que sea claramente estable en sentido lateral, y a este respecto los veleros est�n en franca inferioridad con relaci�n a los aviones de motor, a consecuencia de su gran envergadura. Algunos tipos son indiferentes en cuanto a la estabilidad lateral, hasta llegar a viradas cuya inclinaci�n correcta correspondiente sea de 30�, siendo inestables para mayores inclinaciones, y esto es lo m�ximo que en este sentido ha podido conseguirse. En general, se considera satisfactorio un velero si volando en curva estacionaria es s�lo necesario un contramando transversal que deje disponible todav�a una reserva de mando en ese sentido, la cual permita salir r�pidamente de la curva si el piloto lo desea. Las fuerzas necesarias para el contramando pueden mantenerse suficientemente peque�as por una apropiada disposici�n diferencial de ese contramando.

Eficacia de los timones

Adem�s de conseguir la estabilidad de direcci�n, el mando lateral tiene otros objetos. En primer lugar, debe permitir en uni�n de los timones transversales la realizaci�n de r�pidas viradas, y en este sentido se presenta otra propiedad del avi�n, desde el punto de vista del mando transversal, cuya influencia puede compensarse, hasta cierto punto, con el mando de direcci�n.
Si se ejecuta una virada con el mando transversal (lo que no es en absoluto rechazable, desde el punto de vista del pilotaje), o, al menos, se ayuda a la virada con ese mando, resulta que en el ala a la que corresponde bajar el aler�n de mando de alabeo crece la reacci�n sustentadora del aire, mientras que en el ala opuesta ocurre lo contrario, y se ha visto en el capitulo anterior que al crecer la sustentaci�n crece tambi�n la resistencia inducida, y que disminuye en el caso opuesto; esto quiere decir, en nuestro caso, que el ala que al describir la curva debe retrasarse, tendr� una aceleraci�n a consecuencia de la disminuci�n de la resistencia, mientras que el ala exterior que deber�a adelantarse experimentar� un frenado a consecuencia del aumento de la resistencia inducida y se retrasar�, y entonces el momento resultante, contrario a la realizaci�n de la virada, deber� compensarse con el de una fuerza sobre el tim�n de direcci�n. Por lo tanto, si se manda una virada con el mando transversal, el de direcci�n ha de intervenir como auxiliar, y cuanto mayor sea el tim�n de direcci�n, m�s f�cil ser� compensar el contramando de virada producido por la resistencia inducida (Este efecto se llama � arrastre de aler�n �. - N. del T.). Tambi�n debe decirse en este lugar que el momento de contravirada de la resistencia inducida puede reducirse con el empleo de un mando transversal diferencial, haciendo que una determinada maniobra de la palanca de mando d� lugar a un movimiento de los timones transversales, de tal g�nero que sea mayor la carrera del aler�n que sube que la del que baja (El mando transversal dispuesto de este modo se llama de � alerones diferenciales �. - N. del T.).
La magnitud del tim�n de direcci�n tiene influencia no s�lo sobre el estado de vuelo que se ha examinado, sino tambi�n sobre el valor del �ngulo de derrape. El derrapar, el llamado � side-slip � (Expresi�n inglesa que quiere decir � resbalamiento lateral �: en espa�ol se dice � derrapar �. - N. del T.), puede decirse bienvenido para un aparato, porque por medio de �l se facilita el tomar tierra en un punto obligado, lo cual es de gran importancia en terrenos dif�ciles y esto es as� porque el derrape empeora el �ngulo de planeo: cuanto mayor es el �ngulo de derrape, es decir, el �ngulo que forma el eje del fuselaje con la direcci�n de vuelo,  tanto peor es el �ngulo de planeo, a consecuencia del aumento de resistencia que supone recibir la corriente de aire lateralmente sobre el fuselaje.
Del mismo modo que la magnitud del empenaje vertical, especialmente la del tim�n de direcci�n, est� relacionada con las posiciones de vuelo que se desean conseguir, igualmente ocurre con la magnitud de los timones transversales, que se fijan con an�logas exigencias. La m�s importante de ellas es ahora la de que exista rapidez de movimientos alrededor del eje longitudinal del aparato, es decir manejabilidad para escorar, la cual es una de las circunstancias m�s importantes para juzgar sobre las propiedades de vuelo que tiene un velero y que es de gran utilidad cuando es preciso actuar sobre el mando transversal en las viradas que exigen los t�rmicos o en la proximidad del suelo. Y no solamente la magnitud, sino tambi�n la forma de los alerones y su disposici�n en las alas tienen influencia sobre el mando de escoramiento. Alerones de mucha profundidad �til, a igual superficie, dan un momento de escoramiento menor que los alerones menos profundos y m�s largos, ya que las ranuras que han de existir necesariamente entre los alerones y el ala producen en el segundo caso menor reducci�n que en el primero de las reacciones del aire y, con ellas, del momento actuante. Por otro lado, tambi�n hay que observar que el momento de escoramiento es tanto mayor cuanto mayor es la distancia de los alerones al eje del fuselaje. El aler�n ideal ser�, por tanto, largo y estrecho, y con la menor profundidad del lado interior y la mayor hacia el exterior (fig. 19).
Fig. 19. Formas de alerones

La circunstancia que ha de servir de base para fijar el grado de eficacia del tim�n de altura es la que se deriva de la necesidad de que en el aterrizaje o al corregir posiciones de vuelo no voluntarias sea posible obtener r�pidos cambios del �ngulo de ataque; adem�s, debe tambi�n atenderse a que mediante su acci�n permita la salida de la barrena con la suficiente lentitud en los aparatos en los que se ejecute �sta voluntariamente.
El remolque con torno, que desde el a�o 1931 se ha extendido mucho, exige tambi�n un grado de eficacia suficiente en el tim�n de altura para poder obtener la inclinaci�n necesaria en el aparato durante la zona de vuelo ascendente ; por este motivo, conviene decir algo m�s sobre los efectos del tim�n de altura. Se sabe que muchos aparatos empiezan a oscilar durante el remolque por torno cuando est�n en vuelo ascendente, y esa oscilaci�n constituye una variaci�n peri�dica del �ngulo de ataque, que resulta desagradable tanto para el conductor del torno como para el piloto, especialmente para este �ltimo, y que para los principiantes resulta de muy dif�cil compensaci�n.
La aparici�n de estos fen�menos es debida a que en el empenaje de altura ocurren los fen�menos siguientes:
Con objeto de obtener el encabritamiento necesario en el aparato para el vuelo ascendente, el piloto tira de la palanca y sigue tirando hasta que ya no es posible obtener mayor reacci�n en ese empenaje que compense la tracci�n del cable. El �ngulo de ataque grande del empenaje, a consecuencia de la maniobra del tim�n, da lugar a la dislocaci�n de la corriente a�rea que recibe este �rgano y esto trae como consecuencia que el aparato pique, con lo que la corriente de aire se normaliza en el empenaje y produce nueva reacci�n, de valor suficiente para encabritar el aparato, y otra vez se repiten los mismos fen�menos y as� con car�cter peri�dico.
Si se tiene un tim�n de altura de suficiente magnitud para que produzca la reacci�n necesaria en el mando sin necesidad de una gran carrera, entonces no se llegar� al �ngulo de ataque cr�tico que produce la dislocaci�n de la corriente, y el aparato tendr� una ascensi�n tranquila durante el remolque con el cable.
Adem�s de llenar las condiciones de manejabilidad suficiente alrededor de los tres ejes, es condici�n esencial de un avi�n la de tener la armon�a necesaria entre los efectos de los mandos: un piloto se encuentra tanto m�s a gusto en un avi�n cuanto �ste reacciona m�s regularmente a la acci�n de todos los mandos, de modo que igual maniobra de palanca que de pedales d� lugar a efectos correspondientes, tambi�n iguales.

Fuerzas en los timones

Hemos hablado muchas veces de las fuerzas necesarias en la maniobra y hay que decir en este aspecto que al piloto le es agradable tener que emplear cierta fuerza para mandar.
Sin embargo, si estas fuerzas llegan a ser demasiado grandes podr�n cansar cuando se hayan de emplear mucho tiempo y entonces mermar el placer del vuelo y la energ�a del piloto, que le ser� necesaria para llevar a cabo un vuelo de marca, como, por ejemplo, en un concurso. Generalmente, se fijan las fuerzas de mando de modo que s�lo el peso de los miembros respectivos, brazos y piernas, sean suficientes para la maniobra correspondiente, pero cuidando de que estas fuerzas no sean necesarias para vencer efectos de rozamiento en los �rganos de mando, sino para contrarrestar de un modo efectivo las acciones del aire sobre los timones. El piloto nota muy bien, en cada caso, si se trata de vencer rozamientos o acciones del aire, y el sentir en la palanca y en el pedal la presi�n del aire sobre los timones da al piloto el sentimiento de una uni�n corp�rea con el aparato y, en cierto modo, una medida de los esfuerzos que en las diferentes acciones y casos de mandos ha de soportar aqu�l. Las fuerzas de mando pueden hacerse bastante independientes de la magnitud absoluta del tim�n, d�ndole una forma h�bilmente concebida.


Fig. 20. Timones compensados de altura y de direcci�n

En los primeros tiempos, los timones se hac�an poco m�s o menos del siguiente modo: se montaban costillas que iban hacia atr�s del larguero propiamente dicho ; el borde de salida se constitu�a por un list�n; todo se entelaba con lienzo y el tim�n as� acabado era provisto de charnelas fijadas al plano fijo o de cola o bien sobre las alas, seg�n el caso. La ranura entre los planos fijos o las alas y los timones, especialmente si se trataba de hacer una construcci�n esmerada, se recubr�a tambi�n cuidadosamente. Entonces se consegu�a aligerar el esfuerzo necesario en la maniobra de los timones por medio de los llamados timones compensados, en los que parte de la superficie del tim�n sobresale del eje de giro (fig. 20). (Con estos timones la acci�n del aire que hay que vencer en el mando es s�lo la diferencia entre las acciones del aire sobre las dos partes de superficie a un lado y otro del eje, pudiendo de este modo hacerse todo lo peque�a que se desee, pero dej�ndola siempre suficiente para que el piloto sienta su avi�n, como antes dec�a el autor. - N. del T.).
Fig. 21. Aler�n de compensaci�n interna

 Este m�todo de compensaci�n de las acciones del aire se sigue empleando hoy en los veleros para los timones de altura y de direcci�n, mientras que en los alerones se emplea ya desde hace alg�n tiempo la compensaci�n interna, la cual consiste en montar el eje de rotaci�n del aler�n dentro de su superficie, con lo que resulta parte de ella delante del eje, dando lugar a una disminuci�n del momento de maniobra necesario y, por lo tanto, de la fuerza que es preciso aplicar (fig. 21).

Fig. 22. Tim�n Flettner 

Otro m�todo de compensar las acciones del aire es el empleo de los llamados alerones de Flettner, los cuales se accionan por el mismo tim�n y producen una dis�minuci�n del momento de maniobra, por tener carrera de sentido opuesto a la del tim�n principal (fig. 22).
Lo que se dijo antes sobre la armon�a entre los efectos de los timones es aplicable tambi�n a la relaci�n entre las fuerzas necesarias para la maniobra, as� como respecto a los recorridos de mando necesarios. En resumen, se puede decir que entre los efectos de los timones, los recorridos de mando y las fuerzas de maniobra necesarias debe haber no una relaci�n num�rica, sino una proporci�n arm�nica en cuanto a las sensaciones, de modo que la construcci�n sea proporcionada a los sentidos y esfuerzos apropiados de un aviador de condiciones medias.

Barrena

Si por maniobra sucesiva del tim�n de altura se va aumentando el �ngulo de ataque de las alas con el fin de obtener una peque�a velocidad de descenso, se llega f�cilmente, en especial si se trata de pilotos noveles, al peligro de entrar en la posici�n critica de vuelo, en la cual, a consecuencia de la peque�a velocidad relativa, disminuye mucho la eficacia del mando transversal. Si un aparato que llega a esa situaci�n toma un escoramiento del que no puede sacarse por el mando transversal, entonces resbala sobre el ala, cae � resbalando �. Numerosos accidentes por resbalamiento de ala causada por la posici�n cr�tica de vuelo, cerca del suelo, en la que no hay altura suficiente para recuperar la posici�n normal del avi�n, son testimonio de lo peligroso de ese estado de vuelo.
Si se sigue aumentando la carrera del tim�n de altura y con ella el �ngulo de ataque, se llega a la dislocaci�n de la corriente en toda el ala: la sustentaci�n disminuye bruscamente, el avi�n cae, por lo tanto, inclin�ndose de pico y empieza a girar alrededor de su eje vertical, puesto que un ala en estado cr�tico tiene la propiedad de la autorrotaci�n; el avi�n entra en barrena con p�rdida grande de altura, a pesar de tener el mando de altura en acci�n m�xima.
El valor de la barrena en los veleros es hoy muy discutido. Los representantes de una tendencia exigen que el velero sea capaz de la barrena, dando las razones de que con ella o se puede evitar el ser aspirado involuntariamente por una nube, o se puede salir de una nube relativamente sin peligro, cuando en el vuelo sin visibilidad se haya perdido la orientaci�n sobre la verdadera posici�n del avi�n y no se est� en condiciones de recuperar, con vuelo ciego, la posici�n correcta. Los representantes de la otra tendencia renuncian fundamentalmente a la barrena, que consideran como un vuelo peligroso en si mismo y exigen por ello al avi�n tal estabilidad propia con mandos sueltos y fijos, que el avi�n con tiempo de turbulencia y, sobre todo, en vuelo sin visibilidad no puede llegar a situaciones en las que se pierda el mando. Los dos modos de opinar son fundados y, sin embargo, como la segunda tendencia lleva aparejada una merma en las caracter�sticas del aparato y supone exigencias muy dif�ciles de llenar por el constructor, se toma el camino marcado por la primera tendencia. Ciertamente, la barrena, especialmente para pilotos poco ejercitados, es, hasta cierto punto, una maniobra peligrosa, puesto que es un movimiento propio del velero no mandado. Sin embargo, se puede hacer que la barrena resulte completamente desprovista de peligro, mediante las oportunas medidas tomadas en la construcci�n del velero, de las cuales se va a tratar a continuaci�n.
Hemos visto al tratar de la estabilidad transversal que puede aumentarse mediante un alabeo negativo del ala. El alabeo del ala o su torsi�n es necesario por las siguientes razones:
Los veleros actuales, en su mayor�a, con motivo de elevar sus caracter�sticas y mejorar sus propiedades de vuelo, no tienen alas rectangulares, sino alas m�s o menos afiladas hacia los m�rgenes. Si un ala de este g�nero recibe una corriente de aire bajo un cierto �ngulo de ataque, se origina, como se ha visto, una sustentaci�n, pero, adem�s, se presenta un fen�meno del que todav�a no se ha hablado: las zonas del ala pr�ximas al fuselaje, que tienen mayor profundidad, inducen en las zonas inmediatas de menos profundidad del exterior una circulaci�n suplementaria, la que tiene igual valor para un mismo aumento dado del �ngulo de posici�n. Las zonas marginales del ala est�n as� en condiciones de producir una mayor sustentaci�n: est�n bajo un �ngulo de ataque �inducido� mayor que el correspondiente a las zonas del ala pr�ximas al fuselaje, y puesto que un perfil de ala s�lo puede producir sustentaci�n hasta un determinado �ngulo de ataque, resultar� que, bajo un cierto valor general de ese �ngulo, la corriente a�rea empieza a dislocarse en las zonas marginales del ala, mientras que sigue adherida al perfil en las zonas interiores, en las que el �ngulo de ataque permanece m�s peque�o. La dislocaci�n de la corriente en las zonas exteriores del ala da lugar al fen�meno ya mencionado de la autorrotaci�n. Mediante un c�lculo adecuado de la repartici�n de la sustentaci�n en un ala, se puede llegar a un tipo de torsi�n tal, que el m�ximo del coeficiente de sustentaci�n del perfil tenga efecto simult�neamente en todas las zonas del ala. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, se llega s�lo en la torsi�n al punto de que con los grandes �ngulos de ataque se disloque la corriente antes en el interior que en el exterior del ala.
Esta medida tiene grandes ventajas desde el punto de vista del pilotaje. Por un lado, el piloto se da cuenta de la dislocaci�n de la corriente, porque el empenaje, que se encuentra en la zona de los torbellinos producidos en la regi�n central donde se ha producido la corriente desordenada, empieza a estar agitado y se producen oscilaciones de balance de la cola del fuselaje, las cuales las percibe muy bien el piloto; adem�s, esta sensaci�n de aviso no llega con retraso, puesto que el avi�n es todav�a capaz de volar con la acci�n de la corriente que aun permanece adherida al perfil en las zonas extremas del ala, si bien se ha producido ya cierta disminuci�n de la sustentaci�n; adem�s, el avi�n tiene todav�a mando transversal, porque los alerones est�n en una zona de corriente sana y son a�n eficaces. Si el �ngulo general de ataque sigue aumentando, el avi�n entra en barrena. Se puede facilitar la dislocaci�n general de la corriente mediante una maniobra hacia abajo del aler�n, con lo que se aumenta el �ngulo de ataque de la semiala correspondiente, y el avi�n resbala entonces de costado por la disminuci�n de sustentaci�n producida en esa semiala, y precisamente hacia el lado contrario de la carrera del aler�n que aun sigue en la zona sana de la corriente. Con esta maniobra del mando transversal y, como se comprende, tambi�n por la ayuda del mando lateral, puede mandarse el sentido de rotaci�n de la barrena en su per�odo de iniciaci�n.
La transici�n del avi�n del vuelo encabritado a la barrena tiene efecto suavemente en aparatos con alas suficientemente alabeadas, en las que la corriente se rompe siguiendo el proceso descrito. Con alas en las que la corriente se disloca simult�neamente en toda su longitud, o en las que la dislocaci�n empiece por el exterior, el paso a la barrena tiene efecto bruscamente.
Las propiedades de la barrena estacionaria de un avi�n dependen no s�lo de la forma de las alas, sino tambi�n de la forma y magnitud del empenaje de direcci�n y de la proyecci�n lateral del fuselaje, todo lo cual influye sobre el �ngulo de derrape durante la barrena, sobre el �ngulo bajo el cual el avi�n recibe lateralmente la corriente a�rea, de dentro o de fuera, medido ese �ngulo respecto al eje longitudinal del fuselaje. En los ensayos sobre la barrena llevados a cabo con aviones de motor fuera de Alemania y en el Instituto alem�n de Navegaci�n a�rea se ha llegado a determinar que las dificultades para salir de la barrena se aminoran si el fuselaje recibe la corriente a�rea de delante o de dentro. Si, por el contrario, el fuselaje recibe la corriente a�rea de fuera, la salida de la barrena es muy dif�cil. Sin embargo, los hechos de experiencia que se han podido reunir durante las pruebas de vuelo de los veleros han demostrado que precisamente cuando el fuselaje recibe el viento relativo de fuera el aparato tiene tendencia a salir por s� mismo de la barrena, que solamente se puede continuar, si se desea, mediante grandes acciones sobre el tim�n de direcci�n.
Un avi�n tiene la barrena m�s agradable cuando la posici�n del eje del fuselaje es muy pendiente, la rotaci�n es lenta y la velocidad peque�a; lo primero depende de la posici�n del centro de gravedad, y los otros dos extremos, de las cualidades del perfil del ala.
En los ensayos de barrena de un aparato, se da especial valor a la conducta del avi�n en la maniobra de salir de la barrena, y es claro que lo que se desea es que cese la rotaci�n en cuanto se empuje la palanca y se accione el tim�n de direcci�n, propiedad que se consigue, adem�s de por el modo de construcci�n del ala, por las condiciones de la proyecci�n lateral del fuselaje; por la magnitud del empenaje vertical y, por �ltimo, mediante el adelanto mayor posible de la posici�n del centro de gravedad.
La posici�n del centro de gravedad influye en el �ngulo de inclinaci�n del fuselaje durante la barrena, de tal modo que si est� adelantado es muy pendiente la posici�n del fuselaje y si est� atrasado, el fuselaje se mantiene con peque�a inclinaci�n y, a su vez, la inclinaci�n del fuselaje determina las condiciones de la corriente a�rea que encuentra el empenaje de altura, y precisamente de modo que, en el primer caso, la corriente a�rea es tranquila y adherida al empenaje y en el segundo caso, la corriente puede ser dislocada. De eso resulta que en la barrena poco pendiente, si la posici�n relativa de ambos empenajes no es favorable, puede estar el �rgano de mando de direcci�n en la zona de torbellinos de la corriente dislocada por el empenaje de altura y resultar, por lo tanto, ambos mandos sin eficacia alguna, con lo que la barrena no podr�a terminarse nunca. Se ve as� que la reuni�n de algunas circunstancias desfavorables puede hacer que la barrena sea verdaderamente un estado de vuelo peligroso, siendo cuesti�n del piloto que ensaye el avi�n en vuelo fijar el retraso l�mite del centro de gravedad, compatible con que la barrena no sea peligrosa.
Los aparatos construidos actualmente llevan en la cabina del piloto un plano de reglaje, en el que se hace ver c�mo y cu�nto puede y debe ser cargado el aparato seg�n el peso del piloto y el lastre de reglaje necesario en cada caso; esta indicaci�n deber� ser tambi�n puesta en el tiempo m�s breve posible en los aparatos construidos anteriormente. Las indicaciones que dan esos planos deben ser seguidas exactamente, puesto que en ellas est�n incluidas tambi�n las posiciones l�mites del centro de gravedad que ofrecen la garant�a necesaria.
No se tratar� aqu� de las posibilidades de terminar la barrena de un avi�n que la realice con poca inclinaci�n. El medio m�s eficaz para poner fin a la barrena es el tim�n de direcci�n, el cual, por esta raz�n, deber� tener dimensiones suficientes, aunque las exigencias del mando ordinario de direcci�n pudiesen ser satisfechas con un tim�n m�s peque�o. Otra circunstancia decisiva para la r�pida terminaci�n de una barrena es la repartici�n de masas, pues la energ�a cin�tica de un avi�n en barrena, supuestas las mismas dimensiones, es tanto mayor cuanto mayor es su momento de inercia respecto al eje vertical, o sea cuanto m�s alejadas est�n de ese eje las masas importantes o las cargas, y entonces mayor ser� tambi�n la dificultad de frenar el movimiento por medio de la maniobra del tim�n de direcci�n. Resulta, pues, de esta observaci�n que ser� cuesti�n del constructor el concentrar las masas en las proximidades del centro de gravedad para mejorar las propiedades de la barrena.
Con lo expuesto se han dado a conocer las propiedades del vuelo y los estados del mismo m�s importantes para un velero de empleo normal en escuela, entrenamiento y concurso. Naturalmente que, adem�s, existen propiedades y estados de vuelo cuyo estudio se sale del cuadro de este libro v cuyo conocimiento no es tan importante para el piloto medio, ya que aunque sean de peligro o puedan llegar a serlo, ser�n eliminadas por los ensayos en vuelo. Desde luego, se har� notar solamente que en la conducta del avi�n desde el punto de vista din�mico puede presentarse la capacidad, o al menos la tendencia, de oscilar con amortiguamiento o sin �l, alrededor de los ejes longitudinal y vertical bajo ciertas circunstancias ; cierta posici�n del centro de gravedad, forma de los alerones y del empenaje de direcci�n, etc., oscilaciones que, en la mayor parte de los casos, pueden dominarse con la acci�n de los mandos v las cuales son desagradables y pueden eliminarse con peque�as modificaciones en la construcci�n.

Frenos para vuelo desbocado

Por los muchos casos de accidentes, que en parte fueron mortales, producidos por rotura de las alas en el aire, sobre todo en las nubes, se ha dado impulso en los �ltimos a�os al progreso de los medios de frenado en las ca�das desordenadas. Interpretando los accidentes se lleg� a la conclusi�n correcta de que estos accidentes podr�an ser mayormente limitados si se consiguiese un medio para impedir que la velocidad pasase de un cierto limite, por ejemplo, los 200 kil�metros-hora, consecuencia que llev� de un modo natural a la construcci�n de medios de frenado. Estos son, poco m�s o menos, superficies planas que por la acci�n de un mando apropiado se levantan de las alas, sobre las que van abatidas normalmente, y aumentan la resistencia total del aparato. Se consideran actualmente dos sistemas el primero, ideado por el DFS consiste en disponer alerones abatibles, situados en las caras superior e inferior de las alas principales, y los cuales van abatidos, por un lado, en contra de la corriente y, por el otro lado, en sentido de ella, girando alrededor de charnelas situadas hacia el interior de las alas. La disposici�n y proporciones de los alerones de frenado se hacen con el criterio de que las reacciones del aire que sobre ellos se produzcan se destruyan mutuamente en lo posible, lo que se consigue principalmente si se prescinde de las peque�as acciones que, no obstante su peque�ez, se producen con los peque�os giros de los alerones. En otro sistema, nacido de la casa constructora de aviones de deporte G�ppingen (H�tter), los alerones de frenado aparecen en un plano normal a la direcci�n de la corriente para evitar que se produzcan reacciones del aire en los �rganos de mando de los mismos, y esto se consigue impidiendo que circule el aire por la ranura que resulta en el ala al levantarse los alerones. La eficacia de ambos sistemas es la misma. Adem�s de que estos alerones sirven para limitar la velocidad m�xima, tienen tambi�n el efecto de producir una acci�n estabilizadora a todas las velocidades y un apreciable amortiguamiento de la eficacia de los timones. La ventaja m�s importante de los �rganos de que se trata es la de que si se llega a un estado cr�tico de vuelo, por ejemplo, en el vuelo sin visibilidad, al maniobrarlos se recupera en seguida la posici�n normal por el aumento de la estabilidad, d�ndose lugar, en la mayor parte de los casos, a un vuelo en curva con algo m�s de velocidad que la normal y en el cual hasta pueden soltarse los mandos; de este modo es entonces posible salir de la nube relativamente sin peligro. No hay que decir el inestimable valor de los alerones de frenado en su acci�n sobre el �ngulo de planeo para aterrizajes obligados.
Todos los veleros que hoy se construyen van provistos de alerones de frenado cuando se preparan para vuelos de concurso, y a los veleros para el mismo fin que aun existen en uso, se les dota, en lo posible, de iguales medios de frenado, compatibles con sus caracter�sticas.
Los ensayos en vuelo que se realizan con cada nuevo tipo de aparato que aparece dan la garant�a, que permite el estado actual del conocimiento de las propiedades del vuelo, de que el piloto, especialmente el alumno-piloto, tiene en su mano un aparato con el cual, si no comete faltas que se salgan de lo corriente, o sea si sigue las reglas de pilotaje, no son posibles accidentes importantes. Respecto a los llamados aviones asegurados contra las locuras, puede decirse que se est� hoy todav�a muy lejos, quedando, sin embargo, la duda de si el vuelo en ellos tendr� el mismo placer que produce el vuelo en nuestros aviones actuales.

Esfuerzos y resistencia

Si se habla en general de la resistencia de un avi�n, se comprende bajo esa expresi�n su capacidad de resistir a las acciones que en vuelo o en otras circunstancias pueden obrar sobre �l. La necesidad de construir los aviones lo m�s ligeros posible, si se quiere que tengan buenas caracter�sticas, est� limitada por los pliegos oficiales de condiciones que prescriben determinados valores para la resistencia.
Esos pliegos de condiciones fijan las hip�tesis de carga que es preciso aceptar para los veleros, y que han de servir de base para los c�lculos de resistencia, y ahora lo que se quiere explicar es precisamente las ideas que en esos pliegos est�n contenidas, tales como factores de carga, seguridad, velocidades admisibles, solicitaciones en las rachas, etc. Para el piloto de concurso y, sobre todo, para el piloto de acrobacia no deja de ser importante saber lo que puede exigir, de su avi�n cuando va a realizar un objetivo o cuando va a hacer una acrobacia. Con otras palabras: ser� muy distinto de otro el piloto que sepa reflexionar cuando va a realizar una proeza y pueda poner en la balanza sus conocimientos sobre la resistencia de su avi�n junto con las decisiones que piensa tomar.
Por otro lado, hay pilotos que saben algo sobre las solicitaciones que su avi�n ha de sufrir en determinados temas de vuelo y que no se arriesgan ellos mismos y comprometen a su propio avi�n tan sin reflexi�n como parece. Una buena parte de los accidentes que ocurren en el aire por la rotura del avi�n se habr�an podido evitar si los pilotos no hubiesen estado tan poco iniciados en los temas de resistencia.
Hay que decir aqu� a aquellos cuya Aeromec�nica, Est�tica v Resistencia de materiales est� poco cultivada, que de tales estudios se obtienen r�pidamente una porci�n de estimulantes tan pronto como se consideren con un poco de atenci�n. Seguir el juego de las fuerzas en un avi�n y en su construcci�n es seguramente tan interesante como, por ejemplo, conocer la existencia de ascendencias t�rmicas o el tiempo de un modo general.
Quiero tratar de dar en lo que sigue una visi�n del estado de carga de un velero, sin acudir a grandes discusiones cient�ficas y apoy�ndome en lo fundamental de la Mec�nica del vuelo, todo lo que sea necesario para llegar a establecer las hip�tesis de carga, y, adem�s, se tratar� de algunos elementos constructivos y de su resistencia, as� como de las fuerzas que sobre ellos pueden actuar y a las que deben resistir.

El ala

El elemento m�s importante del avi�n, el ala, tiene la misi�n de soportar, adem�s de su propio peso, el del fuselaje con los empenajes; el del piloto, el del paraca�das y el de los instrumentos. A su vez el elemento m�s importante del ala es el larguero o los largueros en las alas multilargueras. Los largueros son vigas que por su modo de construcci�n est�n en condiciones de soportar los momentos de flexi�n, relativamente grandes, que le son transmitidos por el ala y originados por las reacciones del aire que sobre ellos se producen.
Consid�rese desde luego el ala sola volando en el aire: los pesos en el ala est�n repartidos generalmente con bastante regularidad, de modo que se puede aceptar que cada metro cuadrado del ala tiene el mismo peso, y como cada metro cuadrado de ala contribuye tambi�n en igual proporci�n a la producci�n de la sustentaci�n total, se puede admitir que el ala tiene una carga igual en cada metro cuadrado, resultando que el ala soportar� su propio peso sin que se d� lugar a momentos de flexi�n. Seg�n lo dicho, se puede imaginar el ala sola volando en el aire como un tallo de paja flotando en agua tranquila, en el que igualmente cada punto soporta su propio peso sin que haya flexi�n.
Si ahora se hace pender del centro del ala el peso del fuselaje con todo lo que contiene, ocurrir� que cada elemento de ala tiene que soportar un suplemento de sustentaci�n que compense ese nuevo peso, y estas nuevas reacciones del aire sobre el ala solicitar�n a la flexi�n el larguero o los largueros. Volvamos a la comparaci�n con el tallo de paja: si en su centro se le pone un peso adicional, por ejemplo, se le oprime con un dedo, resultar� igualmente solicitado a flexi�n y si se aumenta la presi�n se doblar� cada vez m�s hasta que llegue a romperse.
En el vuelo uniforme de planeo, s�lo hay que tener en cuenta para la resistencia del larguero los simples pesos del fuselaje y su carga. La mayor parte de los estados de vuelo, que tambi�n se llaman normales, pero que suponen un movimiento acelerado, dan lugar a fuerzas mucho mayores que act�an sobre el larguero. Se entiende por estados de vuelo acelerados, en oposici�n a los no acelerados o estacionarios, aquellos estados de vuelo que van acompa�ados de variaciones de la velocidad o de la direcci�n, entre los que se cuentan el vuelo en curva; el recuperar o salida del vuelo en picado; el vuelo con tiempo de rachas, etc. Por ejemplo, en las viradas hay un cambio continuo de direcci�n y entonces cada elemento del avi�n tiene que soportar, adem�s de su peso propio vertical, la fuerza centr�fuga horizontal que sobre �l act�a y que se compone con el peso, dando lugar a una resultante de mayor valor, que exigir� una reacci�n del aire mayor que en el vuelo normal en planeo. Esta mayor reacci�n del aire sobre el ala equivale a una carga mayor, la cual, seg�n se ha visto en el cap�tulo de propiedades del vuelo, dar� lugar a mayor velocidad. Cuanto m�s ce�ida sea la virada, mayor ser� la fuerza centr�fuga y mayor la velocidad, pero menor el radio de la curva descrita. Un teorema de la mec�nica dice que la fuerza centr�fuga crece con el cuadrado de la velocidad perif�rica e inversamente al radio de la curva; luego, en las curvas muy ce�idas, la carga del ala puede llegar a ser un cierto m�ltiplo de la carga que corresponde al caso de vuelo en planeo no acelerado.
Las mismas circunstancias se presentan al recuperar saliendo de gran velocidad de descenso. Desde luego, recuperar es de por s� un vuelo en curva, s�lo que ahora el plano de la curva no es horizontal, sino vertical y en el caso extremo de curva ce�ida, y tambi�n si se recupera muy bruscamente, o sea si el radio de la trayectoria descrita es muy peque�o, la reacci�n del aire sobre el ala puede ser un m�ltiplo de la que existe en el vuelo de planeo uniforme.
La tercera clase de vuelo con aceleraci�n, sobre cuya intensidad no tiene el piloto acci�n alguna, es el vuelo en tiempo de rachas. Si el aparato mientras va volando en vuelo normal de planeo entra en una racha ascendente, claramente limitada del resto del aire, la velocidad de descenso del avi�n experimenta un cambio brusco: el avi�n trata de tomar la velocidad de la racha, es detenido en su descenso y acelerado hasta una nueva velocidad vertical que es ascendente, sin que en todo este proceso cambie la direcci�n de su vuelo. Seg�n las leyes de la mec�nica, la fuerza es igual a la masa por la aceleraci�n y, por lo tanto, tambi�n en este caso la carga y la reacci�n del aire llegar� a ser un m�ltiplo de la normal, vi�ndose por las leyes de la aerodin�mica que la solicitaci�n producida por una racha crece con la velocidad de la racha y con la del avi�n.
Todav�a existen otras influencias sobre la magnitud de los esfuerzos en una racha, tales como la forma del ala, la carga por unidad de superficie, etc.
Las mediciones hechas en vuelo para investigar las cargas en los casos de virada y de recuperar, as� como en tiempo de rachas, han demostrado que puede llegarse a cargas que sean de tres a seis veces el valor de los pesos y fuerzas en el caso de vuelo normal uniforme. Estos n�meros son los que se designan en la mec�nica del vuelo como � factores de carga � y son n�meros por los que han de multiplicarse las cargas del vuelo uniforme para obtener las que pueden presentarse en el vuelo de un avi�n.
Seg�n el uso que se va a dar al aparato, que vaya a ser, por ejemplo, de escuela o de concurso, as� son los factores empleados en las hip�tesis de carga para planeadores y veleros, correspondientes a los casos que m�s frecuentemente pueden presentarse en la pr�ctica. Estos factores de carga son: para los planeadores de escuela, n = 3, y para los veleros, n = 4, y como estos casos de carga se pueden presentar con mucha frecuencia, no deber� estar ya agotada en ellos la capacidad de resistencia de los elementos del ala. Las hip�tesis de carga exigen todav�a m�s y, precisamente, que los esfuerzos de rotura de los elementos del ala sean dobles de los que resulten en esas hip�tesis, es decir que se pide todav�a que haya un coeficiente de seguridad de 2. Seg�n esto, los factores de carga mencionados antes y que corres�ponden a casos que se presentan en el vuelo se llaman � factores de carga de seguridad �, con los cuales s�lo se llega a la mitad de los esfuerzos de rotura del material. Los factores que se obtienen multiplicando por 2 los anteriores se llaman factores de rotura. En lo que sigue se designar� con el nombre de �estados de seguridad� los que se presentan con frecuencia en el vuelo de un avi�n y que pueden ser soportados por �ste con las dimensiones que se le han asignado.
El piloto tiene una medida para apreciar el grado de solicitaci�n de su aparato al recuperar o en una virada ce�ida o bien en una racha, pues basta que se fije en la fuerza con la que es apretado contra su asiento : si nota que su peso se ha triplicado es que, en la figura de vuelo que entonces ejecuta, el factor de carga del aparato es n = 3. Tambi�n sirve la misma apreciaci�n en la ense�anza, pues el alumno puede saber por ese medio la aceleraci�n con la que es lanzado al vuelo.
El recuperar de un avi�n puede tener efecto desde diferentes velocidades de vuelo, y puesto que el piloto debe procurar, en esa maniobra, no rebasar en ning�n caso el factor de carga de seguridad, la salida de descenso a peque�a velocidad se har� con gran �ngulo de ataque, mientras que en el caso de gran velocidad se dar� un �ngulo de ataque peque�o. Ambos casos est�n considerados en las hip�tesis de carga, pues la distinta repartici�n de la sustentaci�n a lo largo de la envergadura, como a lo largo de la profundidad del ala, da lugar a distintos casos de carga. El caso de �recuperar con gran �ngulo de ataque� se designa abreviadamente por � caso A� y el de �recuperar con peque�o �ngulo de ataque� se llama �caso B�. Como en la recuperaci�n con peque�o �ngulo de ataque, por tratarse de salir de mucha velocidad, el piloto, de un modo instintivo, har� la maniobra m�s suavemente que en el otro caso, el factor de carga del caso B es algo m�s peque�o que el del caso A .
(Para completar las indicaciones del autor, se hacen constar aqu� los casos que se consideran para el c�lculo de aviones:
A. Recuperar del picado con �ngulo de ataque de m�xima sustentaci�n positivo. B. Vuelo planeado a gran velocidad. C. Picado vertical. D. Igual que el B, pero en vuelo invertido. E. Igual que al A, pero con �ngulo negativo. G1 y G2  Acci�n de las rachas.
�stos son los casos para aviones de motor.
En los aparatos de vuelo sin motor se hacen tres categor�as:
1.� Planeadores: se incluyen los aparatos de hasta 11 m. de envergadura y alargamiento de ala, m�ximo de 9, no aptos para acrobacias.
2.� Veleros: los aparatos de caracter�sticas superiores a las citadas, aptos para toda clase de vuelos.
3.� Aparatos de experimentaci�n: los que tienen este fin.
Los factores de carga son distintos, naturalmente, para unos y otros, as� como los casos de carga; por ejemplo, en la 1.� categor�a no se considera el caso de vuelo invertido.
En todos los aparatos se calcula tambi�n el caso de aterrizaje, y en la primera categor�a el factor de carga de seguridad es de 4, mientras que en la segunda es de 3.
Los detalles completos figuran en las Instrucciones Oficiales, dictadas a este fin. -
N. del T.)
Conviene hacer notar que el criterio para fijar los factores de carga de seguridad de los aviones clasificados en diferentes grupos es tambi�n distinto y, por lo tanto, el alumno deber� ser instruido durante su ense�anza en los criterios sobre las solicitaciones y esfuerzos que su avi�n puede y debe soportar.
En el caso de la solicitaci�n de un avi�n al volar en una racha, es posible determinar el factor de carga de seguridad que se presenta partiendo de una velocidad de vuelo dada y admitiendo en la racha una velocidad de 10 m/s, o tambi�n se puede hacer inversamente partiendo del factor de carga con el que est� calculado el aparato, determinar la velocidad con la que puede volar ya libremente o remolcado, en la suposici�n de que existe tiempo de rachas. Esta � velocidad m�xima de vuelo libre o remolcado con tiempo de rachas � deber� constar en el certificado de matr�cula de cada avi�n y no debe ser excedida en ning�n caso cuando exista tiempo del car�cter a que se refiera.
Lo que aqu� se ha dicho sobre estados de vuelo en posici�n normal se puede aplicar tambi�n, hasta cierto grado, a aquellos estados de vuelo en los que el ala est� solicitada por reacciones del aire descendentes, como al volar en racha descendente o en el caso voluntario o involuntario de vuelo invertido. Como estos casos se presentan con poca frecuencia y, adem�s, menos frecuentes ser�n a�n los cambios de direcci�n en este vuelo, como el recuperar partiendo de �l, los factores de carga que se emplean en estos casos son, naturalmente, m�s peque�os. Todav�a se ver� m�s adelante otro caso de carga correspondiente a un movimiento acelerado.
Pero tambi�n hay casos de estados de vuelo estacionarios en los que el ala experimenta una carga m�s elevada por la acci�n del aire que en el vuelo de planeo uniforme: tales son en primer lugar los de envuelo por remolque con auto o torno.
Al principio del fen�meno del envuelo la tracci�n del cable de remolque obra en la direcci�n del eje del fuselaje; pero en cuanto se levanta del suelo el avi�n, el piloto cambia la posici�n del eje longitudinal, al tirar de la palanca para ganar altura, y entonces una parte de la tracci�n del cable, su componente normal al eje del aparato, es una carga adicional que se suma al peso del avi�n. El cable act�a en la mayor parte de los casos delante del centro de gravedad y produce, por lo tanto, un momento de picado, el cual deber� ser compensado por otro momento de una fuerza que se produzca en el empenaje de altura. Cuanto mayor sea el brazo de palanca de la tracci�n del cable, mayor ser� el momento de picado que act�a y, por lo tanto, mayor deber� ser la fuerza originada en el empenaje para producir el contramomento de encabritamiento. Por otra parte, se ha visto en el cap�tulo de propiedades del vuelo que, dada una cierta velocidad, el empenaje s�lo puede dar lugar a una fuerza, a una sustentaci�n, en tanto que no sea alcanzado o excedido el m�ximo del coeficiente de sustentaci�n. Por lo tanto, la tracci�n del cable llegar� a su m�ximo valor en el momento en que empiece a dislocarse la corriente a�rea en el empenaje. La sustentaci�n, o mejor dicho, en este caso, la reacci�n descendente del aire que puede producirse en el empenaje es, como se vio en la ecuaci�n de la sustentaci�n, dependiente de su superficie y de la presi�n del aire o, lo que es igual, del cuadrado de la velocidad: si se desea aumentar la velocidad del vuelo ascendente durante el remolque, ser� necesario contar con una tracci�n mayor del cable, que dar� lugar a esa mayor velocidad por sus dos componentes, la mayor en la direcci�n del fuselaje o sea aproximadamente en la direcci�n del vuelo y la menor, normal a la primera, de modo que a la mayor tracci�n corresponde tambi�n crecimiento de la reacci�n del aire en el empenaje, lo que, para la nueva velocidad, ser� �nicamente posible en tanto la corriente a�rea permanezca adherida al empenaje.
El �ngulo de pendiente m�xima de la trayectoria ascendente depende mucho de la relaci�n entre los brazos de palanca del momento de picado y del empenaje, como tambi�n depende de estas magnitudes el �ngulo de pendiente del cable, es decir el �ngulo entre el eje del avi�n y la tracci�n.
De lo expuesto se deduce que las magnitudes que adem�s del peso act�an sobre el aparato, durante el envuelo por remolque con auto o torno, son la tracci�n del cable y la reacci�n del aire sobre el empenaje y, por otra parte, si el brazo de palanca del momento de picado es peque�o y se supone la misma la fuerza que pueda producirse en el empenaje, deber� ser mayor la tracci�n de cable necesaria para el vuelo ascendente y mayor, por tanto, la solicitaci�n adicional que resulte para el ala. Por otra parte, como la tracci�n del cable depende de la velocidad de remolque, �sta es la magnitud que se introduce para la determinaci�n del factor de carga de seguridad, en cuya ecuaci�n intervienen tambi�n los otros elementos del aparato que se han mencionado, como la longitud de los brazos de palanca de la tracci�n del cable y del empenaje, la magnitud de �ste, etc. Tambi�n, como se ha visto en el caso de la racha, se puede hacer la determinaci�n inversa, esto es: dado el factor de carga y las dimensiones del avi�n, hallar la m�xima velocidad de remolque admisible para el envuelo con auto o torno, velocidad que figura en los certificados de pruebas y de navegaci�n del avi�n y que no se debe rebasar en su empleo.
Otra consideraci�n puede hacerse que expresa con toda claridad la importancia de la cuesti�n de resistencia del avi�n en el remolque por torno.
Los cables que se emplean en el remolque por auto y torno tienen una resistencia de rotura de 600 kg. aproximadamente. Si se supone el caso m�s desfavorable de que la tracci�n sea vertical, a�adiendo a la tracci�n del cable la fuerza que se produce en el empenaje de altura y suponiendo que se llega a utilizar toda la resistencia del cable, la carga del ala crece, por la reacci�n suplementaria del aire, en la cantidad de 700 kg.; si se supone, adem�s, que el peso que normalmente insiste sobre el ala, fuselaje, empenaje, piloto, etc., es de 150 kg., resultar� ser la fuerza total que la reacci�n del aire producir� en el ala y, por tanto, que producir� flexi�n sobre el larguero, de un valor de 700 + 150 = 850 kg.: es decir, el factor de carga que corresponde al l�mite de rotura del cable de remolque tiene una cuant�a de 850 / 150 = 5,67, o sea mucho mayor que el factor de carga de seguridad n = 4, que se exige a un velero normal. De todo esto se deduce claramente el l�mite de velocidad posible en el vuelo remolcado con cable fijo en el suelo. Para impedir llegar al l�mite de velocidad es aconsejable proveer al cable de un punto de rotura obligado que tenga una resistencia l�mite de 300 kg. y, de este modo, antes de que se llegue al esfuerzo correspondiente al factor de carga de seguridad se romper� el cable por el punto se�alado, resultando protegido el avi�n contra el caso de esfuerzos excesivos.
Otro caso, y tal vez el m�s importante de los estados de vuelo �no acelerados�, es el del descenso desordenado, en el que desaparece la sustentaci�n total del avi�n. La gran velocidad que resulta en este caso unida al retraso del centro de presiones da lugar a gran esfuerzo de torsi�n del ala. Los elementos del ala que han de soportar esta torsi�n, en el caso de alas bilargueras, son los dos largueros, los cuales sufren una flexi�n por el momento que se origina para contrarrestar el de torsi�n, y en el caso de alas monolargueras, por el cerquillo de la nariz del ala que tiene la forma de un tubo de contrachapado, cuyo material resulta solicitado a esfuerzo cortante por el momento de torsi�n.
Si partiendo de la posici�n de vuelo normal de planeo empieza el descenso desordenado, la velocidad, peque�a al principio, va creciendo con el recorrido, hasta que alcanza un valor tal con el que ya no hay aceleraci�n, que corresponder� al momento en que la resistencia al aire del avi�n sea igual a su peso, dici�ndose que se ha llegado a la velocidad l�mite de ca�da. Esta velocidad es tanto mayor cuanto menor sea el coeficiente de resistencia total del avi�n. Los veleros actuales pueden llegar a una velocidad l�mite de ca�da de 400 Km. /h. y aun mayor.
Si se hubiese de dar a los aviones tales dimensiones que esta velocidad l�mite pudiera soportarse con el factor 2 de seguridad, ser�an tan pesados que sus caracter�sticas de vuelo resultar�an insuficientes. Por lo tanto, se deber� fijar una velocidad m�xima de ca�da tal que las dimensiones del avi�n que puedan resistirla sean aceptables. Esta velocidad l�mite se fija en relaci�n a la carga por unidad de superficie del avi�n y llega, en los tipos de veleros actuales, a los 200 km./h.
Mientras un piloto vuela viendo el terreno no le es dif�cil mantenerse dentro de ese l�mite de velocidad que figura en el certificado de navegaci�n del aparato; pero, en cuanto vuela sin visibilidad, las condiciones de vuelo cambian fundamentalmente, a consecuencia de la agitaci�n del aire de la nube, como ya se ha visto al tratar de las propiedades del vuelo.
Las dificultades que se presentan al piloto para mantener la velocidad en el vuelo a ciegas proceden, en su mayor parte, de la misma perfecci�n aerodin�mica de los veleros, que permite alcanzar en muy poco tiempo grandes velocidades. Muchos casos de rotura que se han producido en las nubes por exceso de velocidad son testimonios de las circunstancias citadas, y seg�n cuentan los pilotos que pudieron salir de ellos con vida, les era imposible actuar de modo alguno sobre la posici�n de su aparato, ya porque el indicador de viraje no era utilizable por haberse helado con la gran altura, ya porque el piloto no ten�a la pr�ctica necesaria en el vuelo sin visibilidad.
Sin embargo, es hoy un hecho que en la pr�ctica del vuelo el n�mero de casos en los que se llega a estados de vuelo que exceden a lo tolerado, especialmente en lo relativo a velocidad de ca�da, es mucho mayor que antes, y esto se debe al esp�ritu que anima a la juventud, que no se detiene ante tan grandes peligros, habiendo llegado a constituir seria preocupaci�n de las autoridades que tienen la responsabilidad de fijar las hip�tesis de carga para el c�lculo de aviones.
Un medio para garantizar, hasta cierto grado, el no llegar al m�ximo de velocidad permitido es elevar el coeficiente de resistencia total del aparato por el empleo de alerones de frenado.
En la ca�da a pico, adem�s de la solicitaci�n de torsi�n, que se transforma en flexi�n de las costillas, se presenta una carga de flexi�n para el larguero, que en los c�lculos de resistencia de los antiguos aviones no se ten�a en cuenta, porque en la mayor parte de los casos se supon�a despreciable v s�lo se empez� a poner atenci�n en ello cuando se introdujo el c�lculo de la distribuci�n de la sustentaci�n.
A consecuencia del alabeo del ala, del que se ha hablado ya en los cap�tulos anteriores, resulta que en el caso de sustentaci�n total nula y en virtud de las diferencias entre los �ngulos de ataque de las distintas zonas del ala, se tiene una reacci�n del aire normal al ala, que en la zona marginal es negativa y en la interior positiva, y ambas relativamente grandes y, naturalmente, cuanto mayor sea el alabeo del ala mayores ser�n las reacciones del aire en el descenso a pico o desordenado. Los momentos de flexi�n del larguero en el descenso a pico pueden ser, en ciertas circunstancias y con alabeo muy pronunciado, mayores que en el caso A.
Otro caso de vuelo en el que el ala puede tener una solicitaci�n importante bajo ciertas circunstancias es el vuelo con mando transversal. Volando con una velocidad, que con bastante frecuencia se presenta en la pr�ctica del vuelo, se supone que se ha maniobrado el mando transversal, el cual tiene como consecuencia que en un lado se aumente la sustentaci�n, con lo cual la semiala correspondiente tendr� una solicitaci�n a flexi�n suplementaria.
Pero, adem�s, la maniobra del aler�n tiene corno consecuencia modificar el perfil del ala en la zona en la que �l se encuentra, en la cual el perfil resulta de mayor curvatura, y ya se ha visto que un aumento de curvatura da lugar a un aumento del coeficiente de momento del perfil, con lo cual el ala tiene tambi�n un suplemento de solicitaci�n a la torsi�n que en muchos aviones puede dar lugar, en algunos puntos, a mayores esfuerzos que el caso de descenso a pico.
Por todo lo expuesto se ve que no basta calcular el ala de un avi�n para un determinado caso de vuelo, admitiendo que �ste sea el �nico que d� la medida del c�lculo de la resistencia, sino que es absolutamente necesario investigar todos los casos de vuelo posibles y estudiar as� qu� caso es el que da la medida del esfuerzo m�ximo para cada elemento del avi�n.

Los �rganos de mando

Las solicitaciones de los �rganos de mando, o de los empenajes en general, de un avi�n son an�logas a las del ala, puesto que, en cierto modo y durante el caso de vuelo normal, son superficies sustentadoras poco o nada cargadas, como, por ejemplo, las del empenaje de altura, que han sido estudiadas al examinar las circunstancias de los fen�menos que ocurren en el remolque por torno.
En general, y como se ha visto al tratar de la estabilidad longitudinal, el empenaje de altura resulta cargado con una peque�a reacci�n del aire al compensar el momento de picado que es preciso producir para conservar esa estabilidad. Esta reacci�n del aire necesaria para la compensaci�n de momentos aumenta al crecer la velocidad y en los casos de �ngulos de ataque peque�o, puesto que en �stos los momentos de picado son mayores. El m�ximo de la reacci�n del aire sobre el empenaje tiene efecto en el descenso a pico, el cual, en la mayor parte de los casos, es el que sirve para fijar el criterio de c�lculo de ese empenaje, a�adi�ndole la fuerza suplementaria que puede presentarse por la maniobra del tim�n durante el mismo. Adem�s de este caso de carga, puede tambi�n ocasionar importantes solicitaciones del empenaje de altura el caso de una racha, el que sin embargo queda generalmente por debajo de la solicitaci�n que resulta en el descenso a pico.
El criterio de carga para el empenaje de direcci�n resulta de las reacciones del aire durante la maniobra del tim�n y por las del caso de una racha. En cuanto a la carga de los alerones de mando transversal, ya se ha dicho antes lo necesario sobre ello.
Los empenajes son esencialmente construidos como las alas, en cuanto al punto de vista de la resistencia: constan de largueros que soportan los momentos de flexi�n que resultan de las reacciones del aire y los transmiten al fuselaje; como asimismo de elementos resistentes a la torsi�n; celos�a o cerquillos de contrachapado, los cuales soportan los momentos de torsi�n debidos a las reacciones del aire y los transmiten a otros elementos.

El fuselaje

Desde el punto de vista de la resistencia, el fuselaje se puede dividir en dos partes: la zona de popa, en la que principalmente act�an las fuerzas transmitidas por los empenajes, y la zona de proa, que recibe las acciones producidas por el peso del piloto, durante el vuelo; las producidas en el aterrizaje y las debidas a la tracci�n del cable de remolque. Las cargas del empenaje de altura producen en el fuselaje un momento de flexi�n alrededor de su eje transversal, como si fuese una viga volada empotrada por la zona comprendida entre las inserciones anterior y posterior de las alas y, por lo tanto, debe poder resistir ese momento, que alcanza su m�ximo en la inserci�n posterior del ala. Para resistir esta solicitaci�n se dota al fuselaje de largueros, en los cuales el momento origina esfuerzos longitudinales. La carga del empenaje de direcci�n da lugar an�logamente a momentos de flexi�n alrededor del eje vertical, el cual es soportado por el fuselaje tambi�n como viga volada con igual apoyo que en el caso anterior y cuya reacci�n es producida por las fuerzas de inercia del ala, las cuales se presentan al iniciarse la rotaci�n alrededor del eje vertical, manifestadas por la aceleraci�n de ese movimiento.
Como el empenaje vertical, en la mayor parte de los casos, es disim�trico respecto a un plano horizontal, se produce, adem�s del momento de flexi�n, otro de torsi�n alrededor del eje longitudinal, el cual ha de ser equilibrado por una organizaci�n adecuada de elementos resistentes a este esfuerzo que en el caso de fuselaje formado de tubos de acero, est� constituida, por ejemplo, por una celos�a de los mismos tubos. En el caso de fuselaje poligonal o redondeado, provisto de revestimiento de contrachapado, este revestimiento toma parte en la resistencia de torsi�n por los esfuerzos cortantes en �l producidos, pues entonces, como ocurre en el ala monolarguera el fuselaje forma un tubo r�gido para la torsi�n.
En los aparatos de escuela, organizados a base de fuerzas de atirantado en los cuales no se puede decir que exista un fuselaje en el sentido estricto de esta denominaci�n, la carga del empenaje de altura se transmite al ala por la celos�a de la viga que constituye entonces el fuselaje, y los momentos de flexi�n y torsi�n debidos al empenaje de direcci�n son transmitidos al ala por los tirantes de hilo de acero de que va provisto el aparato.
En el caso especial de un fuselaje sin largueros, o sea de los llamados de construcci�n cortical, el revestimiento de contrachapado resiste, �l solo, no �nicamente los esfuerzos de torsi�n, sino tambi�n los momentos de flexi�n y los esfuerzos cortantes.
La zona de proa del fuselaje se calcula a base de la solicitaci�n producida por el peso del piloto y las fuerzas debidas a la tracci�n del cable, debi�ndose tener en cuenta la multiplicaci�n por el factor de carga correspondiente al caso de recuperar del descenso a pico, para prevenir los esfuerzos debidos a la aceleraci�n de ese caso de vuelo. Por lo tanto, resultar� que en la zona de proa del fuselaje y precisamente en el lugar en que pende del ala, o sea la llamada zona principal, se producen grandes momentos de flexi�n, y como en ese lugar el fuselaje se encuentra debilitado por la abertura para el piloto y no est� disponible toda la secci�n del mismo para soportar los esfuerzos, �stos deber�n ser resistidos solamente por los costados y el fondo. La solicitaci�n por la tracci�n del cable, en el caso de remolque por torno, da lugar a consideraciones an�logas.

La zona de proa del fuselaje se encuentra, adem�s de lo dicho, solicitada a grandes esfuerzos durante el aterrizaje, pues entonces el peso total del aparato en vuelo multiplicado por el factor de carga correspondiente puede actuar concentrado en una peque�a zona del pat�n y s� no se quiere correr el riesgo de rotura en un aterrizaje violento hay que estudiar este caso de un modo especial, como asimismo tener en cuenta que despu�s de un aterrizaje de ese g�nero, si no se examina cuidadosamente el aparato, puede haberse producido una rotura o al menos un da�o importante, que puede dar lugar a una cat�strofe m�s tarde en una nueva solicitaci�n del avi�n.

Transmisiones de los mandos

Los �ltimos elementos que figuran entre los m�s importantes de la construcci�n de un avi�n son las transmisiones de los mandos, y claro es que los cables, palancas, varillas, etc., deben tener dimensiones apropiadas para resistir con el coeficiente 2 de seguridad las acciones que las cargas de los timones y momentos respectivos transmitan hasta la palanca y los pedales.
Las fuerzas que la mano o el pie del piloto pueden producir sobre el mando son, en los veleros, grandes la mayor parte de las veces, y las transmisiones han de poder resistir la propagaci�n de esos esfuerzos hasta las palancas que accionan directamente los timones. Pero adem�s, hay que tener presente que se disponen, en la proximidad de los pedales y de la palanca, topes que limitan la carrera de unos y otros y, por lo tanto, las transmisiones han de resistir las acciones que la reacci�n m�xima del aire ocasione en los timones; as� pues las transmisiones se calcular�n desde la palanca y pedales hasta los topes, por la acci�n m�xima de la mano o los pies y desde esos topes hasta los cables que accionan los timones por las reacciones del aire.
Finalmente, hay que decir tambi�n que el empalme de sujeci�n del cintur�n del piloto y del cabo del paraca�das exigen la atenci�n debida para que tengan la resistencia necesaria con el fin de dar al piloto la seguridad precisa en los aterrizajes violentos y en el caso de tener que saltar en paraca�das.
En este cap�tulo se ha visto todo lo que la Ciencia y los constructores han hecho para satisfacer, lo m�s perfectamente posible, las exigencias que se plantean ante el velero, desde los puntos de vista de las propiedades del vuelo, de la obtenci�n de marcas y de la resistencia. Nos encontramos, tanto en la evoluci�n de la construcci�n de aparatos como en el conocimiento cient�fico de los mismos, no en el final, sino solamente con la peque�a edad que tiene la aviaci�n a sus cuarenta a�os; de modo que todav�a hay que ayudar a que se llegue a conseguir cuanto antes el ideal de la aviaci�n, profundizando a�n m�s la ciencia necesaria para ello, ante el ferviente ardor de una aviaci�n llena de ilusiones.
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