Libro completo en PDF 376 kb

Radiografía de una civilización perversa
(376 kb)


TRÍPTICO CON TRES DEDICATORIAS
II. Cómo Volvió a Hablar Zaratustra


CONTENIDO

Presentación

Autosemblanza

Prólogo


(I) El Drama Teatral
La Troika Fantástica
- Elenco
- Preludio
- Jaula Prima
- Jaula Seconda
- Jaula Terza

Parte I en PDF 57 kb

Descarga la
Parte I (57 kb)


(II) Relatos Iconoclastas y Corrosivos
Tríptico con tres Dedicatorias
i- El Horóscopo
ii- Cómo Volvió a Hablar Zaratustra
iii- Otra vez Dante en Tierra de Tlatoanis

Realidad Bichera
i- Usos y Costumbres de Animales Inferiores
ii- Otras Realidades Bicheras
Parte II en PDF 47 kb

Descarga la
Parte II (47 kb)


(III) Ensayos Sobre una Civilización Perversa
Sobre Malentendidos y Farsas
i- Malaventurados los Mansos
ii- Abominable Falsificación del Humanismo
iii- ¿Francis Bacon o Víctor Frankenstein?
iv- Lo que Hubiera Dicho Dante

Pasado, Presente y Futuro
i- Fariseísmo Pragmático
ii- Se Necesita a Jano
iii- Lo que Jano Explicó del Pasado
iv- Jano Sigue Buceando en el Pasado
v- Tres Intentos de Asaltar el Cielo
vi- Característica de la Decadencia Social
vii- Decadencia y Corrupción
viii- La Razón Decadente se Vuelve Demente
ix- Jano Imagina Porvenires

Parte III en PDF 134 kb

Descarga la
Parte III
(134 kb)



Dedicado a una civilización egoísta y violenta que ya dura siete mil años

Si el Zaratustra de Nietzsche fue un Anticristo, pues consideraba al cristianismo un opio adormecedor que transforma a pueblos en rebaños de corderos, nosotros deberíamos ser capaces de elevar la integridad de la humanidad cultivando tolerancias que no sean mansedumbres degradantes, muy mundanas y nada metafísicas, ¡que por ello mismo contengan mil sensibilidades!, que nos acerquen a la nueva civilización que soñamos, pues la actual ya es insoportable. Por ello, precisamos ahora que vuelva a hablar un nuevo Zaratustra... pero, esta vez, a nuestra manera. Yo he imaginado esto en un pequeño ensayo llamado "Así volvió a hablar Zaratustra". Comencemos...

- I -

A los treinta y tres años Zaratustra se quedó dormido, aun si pensaba que había ascendido al cielo. No obstante, su corazón despertó al cabo de tres mil años, se enderezó y bajó a reunirse con los nuevos humanos, que le parecieron los de siempre. Los observó y dijo:

¡Seguís siendo los mismos, el mismo compendio de debilidades llamado egoísmo! ¡Y qué afeminados estáis; vuestro aroma mareante os delata!, hedor de lo demasiado maduro, de corrupción, una droga que os domina por vuestro narcisismo; como sólo pensáis en vuestro Yo olvidando al Nosotros os pasa lo que os pasa: termináis pudriendo por dentro, y vuestro loco frenesí de Ser, Tener y Poder caiga quien caiga termina siendo vuestra mortaja. ¡Oléis, mal!, como todo ser débil que se descompone.

Y así comenzó el descenso entre los humanos de Zaratustra.

- II -

Zaratustra siguió su viaje entre los humanos pero, a poco de esto, se encontró tres despojos: uno era un hombre enmascarado de manera rutilante anunciando "el éxito" pero que finalmente translucía a un anciano decrépito a pesar del envarado porte que pretendía mostrar; el otro era una cortesana, ésta ya sin gran brillo, pues se mostraba como irrelevante mujercita y muy fajada, quizá porque más que no querer tener hijos, a lo que había renunciado era a tener ideales altruistas... y el tercer despojo era más frustrante: era un jovenzuelo displicente, alto, pero retorcido, como esos caracoles que alzan las antenas para, arrastrándose, otear dónde subir y, ¡al mismo tiempo!, asomaba en él una mueca hedonista del escéptico, al que la vida le ha quitado la memoria del pasado y borrado todo ideal futuro. "Juega un poquito" y vive displicentemente el presente sin creer en nada.

Los tres, al unísono, hablaron de este modo a Zaratustra:

Viajero, ¡no te conocemos, eres extraño!, tu vestido no es de la moda que consumir se debe, tu porte habla de éxitos etéreos por ello sin sentido, tienes una mirada de arcángel soberbio que, incluso por no esconder nada, no produce placer en el momento... pero, ¡viajero!, ¿no nos das algo?

Zaratustra replicó:

No soy lo suficientemente pobre para dar limosna... Prefiero irme. Si me quedara quizá os quitara todo vuestro egoísmo.

Y así habló Zaratustra esta vez.

- III -

Se adentró más Zaratustra entre esos humanos que él veía como los de siempre, si acaso un poco más frívolos. Se encontró a poco un santo de los nuevos tiempos, parecía un pastor o un conductor, hermano mayor de esos que guían a los tres despojos encontrados antes. Reconoció a Zaratustra de inmediato:

¿Qué haces aquí, en estos tiempos?... ¡Infeliz de ti! ¿Intentas arrastrar otra vez tus viejos ideales por ti mismo y en estas nuevas tierras?

Zaratustra, respondió:

Yo amo a la humanidad... aun si no a los humanos, que son como siempre fueron.

El pastor dijo:

Haz entonces un milagro, cambia todo, ¿verdad que no puedes?, pero yo sí puedo hacerte rey del mundo si me sirves... lo tendrías todo, Zaratustra. Serías, tendrías y podrías... deja a los gusanos allá abajo y sírveme a mí, que es honrar a tu solo Yo propio, como abajo desean y no pueden... ¡Sé tú mismo!

Zaratustra replicó:

Vanidad de vanidades, sólo vanidad. Yo traigo un presente a la humanidad que no puedes comprar. Adiós, pequeña cosa.

Así habló Zaratustra.

- IV -

Encontró un día Zaratustra a un equilibrista, andaba sobre un alambre, cuerda tendida sobre la que, a cada paso, vacilaba. Se maravilló y dijo:

Así es la humanidad, tendida está entre ser biológico buscador instintivo de colaboración mutua para supervivir y la verdadera animalidad que es la suya social, ¡arca milenaria llena de egoísmos que cortar desea la cuerda en la que se sustenta si eso le da monedas que llama "felicidad" cuando sólo es vacuo éxito!, especie matricida, asesina de la naturaleza por monedas...

Por esa vez salvó la vida el equilibrista; bajó del alambre y le preguntó a Zaratustra:

¿Lo hice bien?

Si bien es no caer aún, sí.

¿Entonces?

Entonces... nada... te traía un regalo, no sé, veremos...

¡Dámelo!

Veremos...

Así volvió a hablar Zaratustra.

- V -

Siguió su camino y durante algunos días todo era desierto, desolación, como si la humanidad hubiera huido de la vida. Pero no era así porque, de tanto en tanto, empezó a encontrar grupos aislados y dispersos, unos vociferaban levantando exaltadamente extraños y obscenos íconos, algunos más iban pintados con colores que parecían ser emblema de su etnia ensoberbecida, "clanes de la raza superior", otros aun vestían con turbantes y de ellos, como una ofensa a los oídos, se elevaba una fanática plegaria que sonaba a guerras santas y fundamentalismos; en fin, también clanes había de ávidos comerciantes sonando continuamente unas monedas. Sorprendióse Zaratustra de que cada grupo hablara un idioma distinto sin lograr entenderse mutuamente, por lo que cada uno parecía creerse todo el universo.

Dijo Zaratustra para sí:

¡Quizá mi regalo les llega tarde! Esto es otra vez la llanura de Senaar después de algún diluvio que destruyó toda cohesión, su Torre de Babel enloqueció y se dispersó en trozos y cada vez será en trozos más pequeños que, en su egoísmo, cada uno se sueña una nación y la humanidad por entero, ¡son la debilidad, pues el egoísmo eso viene siendo!, y al haber muerto en ellos los ideales colectivos sólo les han quedado estos dispersos despojos. "Yo, mi clan, mi etnia, mi totem o mi ícono, mis monedas", animales inferiores. Decadencia de especie.

Esto dijo y, disgustado, siguió adelante.

- VI -

Durante cuarenta días deambuló Zaratustra por el desierto hasta que al fin decidió volver a ver a los nuevos humanos; les daría su regalo, lo había decidido. Sería un Maestro, ese sería su regalo. Un día encontró a unos niños jugando con flores, con tréboles, buscando uno de cuatro hojas. Tomó uno de tres hojas, llamó a los niños y les dijo:

Todo lo que existe es, en su conjunto, como este trébol. Uno de los pétalos es el ser humano como realidad física, ¡vive, ama, hace mil cosas!; otro de los pétalos es otra vez el ser humano, pero en sí mismo, en su conciencia, ahí están sus ilusiones e incluso frustraciones, todos sus pensamientos y sus sentimientos; el tercer pétalo es la reunión de todos los humanos pues en soledad nada existe, lo llaman sociedad.

¿Y el tallo en donde se unen los tres pétalos?, preguntó un niño.

Es la madre naturaleza que lo sustenta todo, pues el tallo sin pétalos puede existir y los pétalos sin él nada son, no viven.

¡Qué bien está unido el trébol, los tres pétalos y el tallo!, exclamó otro niño.

Esa unión se llama civilización.

¡Qué buen aroma exhala!, afirmó aún otro niño. Lo hace más bello.

Sí porque ese aroma es como si el trébol se pensara a sí mismo, justificara así su existencia. Representa a la cultura, que es como los humanos conciben a su civilización y se la explican. Y flores sin aroma no son nada.

Esta fue la "Parábola del Trébol" de Zaratustra.

- VII -

A poco de alejarse de los niños uno gritó adolorido: ¡Me dañó una ortiga!

Volvió Zaratustra sobre sus pasos y dijo:

El tallo de la ortiga es prismático, cortante, como una naturaleza agredida que responde haciendo daño. Sus hojas, aserradamente agresivas y opuestas entre sí como rechazándose mutuamente, son casi escudo de armas de la agresión mutua de todo lo que exista en la vida... y su aroma no existe, es un líquido lacerante que desgarra a la manera de las culturas dogmáticas e impositivas que pensar no dejan. ¿Cómo pensar cuando nos duele todo? La ortiga es paradigma de una civilización en eterna guerra civil que acaudilla una cultura violenta. La ortiga es violencia porque como veis, cada una de sus agresivas partes es egoísmo. Violencia es...

¿Qué hacemos entonces con ella?, preguntó un niño.

¡Arrancadla violentamente!

¿No es esa la violencia que condenas?

¡No!... Es suprema bondad y ternura, que la verdadera tolerancia consiste en ser intransigente con la intolerancia.

Somos sólo unos niños...

¡Alegraos de ello!, representáis a las nuevas generaciones. Tan pequeños sois que aún no habéis tenido tiempo de adaptar vuestra vida a las ortigas.

Esta fue la "Parábola de la Ortiga" de Zaratustra.

- VIII -

Tanto caminó Zaratustra que fue a dar a las orillas de un lago. Fue entonces que descubrió en la orilla al lirio. Erguido, con tallo de más de cuatro palmas, y el lirio en sí con al menos tres más, como una torre. ¡Parecía un desafío! Las hojas duras, muy firmes, casi como queriéndolo abarcar todo, que decir parecían: "Soy la sinceridad, pero en la integridad". Se conmovió Zaratustra y dijo:

La franqueza puede ser sobre la propia corrupción, "estoy podrido hasta los huesos", es un decir que el escéptico puede exhibir a campo descubierto sin inmutarse... eso es cinismo. Sinceridad es, como este lirio, erguirse defendiendo los ideales propios. Sinceridad es integridad en la vida, tanto en lo colectivo como en lo individual. La insinceridad es debilidad, que en línea recta lleva al egoísmo y a la decadencia, descender la cuesta de la evolución. Yo anuncio al verdadero ser humano nuevo, al que deberá ser frente al ser humano de hoy lo que éste es ante el mono. ¡El nuevo ser humano es un relámpago, una locura!, pues es la utopía que hay que construir. Vivir sin ideales de un mundo mejor es vivir de rodillas, afeminamiento, gran debilidad.

Esto pensó Zaratustra y, musitando, añadió como una oración: "si soy un Maestro esto es lo primero que debo de enseñar".

Y "así volvió a hablar Zaratustra".

Conviene que, como lo preconiza este nuevo Zaratustra, hagamos a un lado las debilidades y luchemos por una nueva civilización. "Malaventurados los mansos, porque ellos llevarán badajo y serán sacrificados en el altar de los intereses creados de los poderosos"... por lo que, como en el lirio de la oración de Zaratustra, conviene no doblarse en la lucha por un mundo mejor. No es de rodillas, sino de pie, que los pueblos construyen futuros mejores...

[ << anterior - - siguiente >>]



oximoron, enero 2005
seminario autónomo
[teoría de redes y sistemas complejos]

http://www.geocities.com/diesonne_2k/index.html

1
Hosted by www.Geocities.ws