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Radiografía de una civilización perversa
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PASADO, PRESENTE Y FUTURO
IV. Jano Sigue Buceando en el Pasado


CONTENIDO

Presentación

Autosemblanza

Prólogo


(I) El Drama Teatral
La Troika Fantástica
- Elenco
- Preludio
- Jaula Prima
- Jaula Seconda
- Jaula Terza

Parte I en PDF 57 kb

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Parte I (57 kb)


(II) Relatos Iconoclastas y Corrosivos
Tríptico con tres Dedicatorias
i- El Horóscopo
ii- Cómo Volvió a Hablar Zaratustra
iii- Otra vez Dante en Tierra de Tlatoanis

Realidad Bichera
i- Usos y Costumbres de Animales Inferiores
ii- Otras Realidades Bicheras
Parte II en PDF 47 kb

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Parte II (47 kb)


(III) Ensayos Sobre una Civilización Perversa
Sobre Malentendidos y Farsas
i- Malaventurados los Mansos
ii- Abominable Falsificación del Humanismo
iii- ¿Francis Bacon o Víctor Frankenstein?
iv- Lo que Hubiera Dicho Dante

Pasado, Presente y Futuro
i- Fariseísmo Pragmático
ii- Se Necesita a Jano
iii- Lo que Jano Explicó del Pasado
iv- Jano Sigue Buceando en el Pasado
v- Tres Intentos de Asaltar el Cielo
vi- Característica de la Decadencia Social
vii- Decadencia y Corrupción
viii- La Razón Decadente se Vuelve Demente
ix- Jano Imagina Porvenires

Parte III en PDF 134 kb

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Parte III
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Jano observa el pasado, fija la vista en un austero y severo romano de fines del siglo I después de Cristo, Cayo Cornelio Tácito. Es el primer historiador de la antigüedad que, a diferencia de Herodoto, Tucídides y Tito Livio, no mezcla la historia con leyendas ni fantasías literarias. Es absolutamente objetivo y sólo se basa en los hechos, que describe escuetamente, sin florituras. Hay muchos historiadores modernos, de nuestros días, que deberían de aprender de ese estoico romano.

Jano ve a Tácito escribir algo,1 La Germania, la vida y costumbres de los pueblos germanos que nunca pudo conquistar Roma y que, a la postre, la conquistaron a ella. Son de "cuerpos grandes y fuertes solamente para el primer ímpetu. No tienen el mismo sufrimiento en el trabajo y obras de él; no son sufridores de calor y de sed; pero llevan bien el hambre y el frío...", nos dice Tácito, y añade: "...No tienen plata ni oro... vemos que algunos vasos de esos metales que se presentaron a sus embajadores y príncipes no hacen más caso que si fueran de barro..."

Pueblo simple, militar, sin amor a la riqueza, sólo al valor, pues, como decía Tácito: "...Eligen sus reyes por la nobleza; pero sus capitanes, por el valor. El poder de los reyes no es absoluto ni perpetuo..." y "...lo que principalmente les incita a ser valientes y esforzados es que no hacen sus escuadras de toda suerte de gente, como se ofrecen acaso, sino de cada familia y parentela aparte... algunas veces, según ellos cuentan, han restaurado las mujeres batallas ya casi perdidas..." Todo esto habla de clanes familiares muy unidos, solidarios sin distinción de edad y sexo, en los que obviamente aún perduraban fuertes huellas del comunismo primitivo de hace más de 10,000 años. Y, como escribió Tácito, pueblos así no conocieron ni "la propiedad privada para mí solo" ni el esclavismo. Contra esto se enfrentó Roma, sibarita, decadente,2 esclavista de solemnidad. En ese choque entre los 'bárbaros' y los 'civilizados' cae el Imperio Romano. Alarico invade y saquea Roma hacia el 410 después de Cristo. Lo importante a consignar es que de ese choque nace el feudalismo, comienza la Alta Edad Media. ¿Por qué es importante lo anterior? Porque los pueblos germánicos pasaron de una versión avanzada del comunismo primitivo al feudalismo sin pararse en el modo de producción esclavista, "se lo saltaron a la torera". Son los hechos.

Quiere decirse que ejemplos hubo (por cierto, parece ser que los vascos son otro) en los que "se saltó la historia". ¿Por qué? Habría que analizar bien eso... para ver cómo nosotros, hoy, "podemos saltarnos la historia" hacia una mejor civilización.

Jano parece ahora estar aburrido del Viejo Continente, su visión va hacia el Lejano Oriente, Japón.3 Amanece el siglo XIX. Japón es como una ostra hermética a lo externo, excepto algunas misiones jesuitas de poco éxito. Sueña ese Japón con un legendario Imperio de Nara, edad de oro. El pueblito es ante todo animista en clave sintoísta, y toda la sociedad restante profesa el budismo del 'Gran Vehículo', sobre todo la alta sociedad nipona que además se adhiere a las enseñanzas de Confucio, pues fue un reglamentista preocupado por la etiqueta, por el saber comportarse sumisamente ante los vértices sociales.

Impera el feudalismo, sus señores feudales, daimyos, son encabezados por el Shogún, gran Consejo Feudal cuya más relevante figura histórica fue Tokugawa Ieyasu como seiitaishogun, nombrado oficialmente por un emperador decorativo, de pacotilla, residente en Kyoto. Sintoismo más budismo teocrático, más Confucio y a ras de tierra el shogunato feudal, todo en una ostra cerrada. Ostra muy orgullosa de sí, se consideraba (aún se considera) por encima del resto de los humanos, como muestra su Código Bushido,4 samurai. El pueblo nipón era y es, quizás, el más orgulloso de sí mismo en el planeta. Pero, entrado bien el siglo XIX, todo va a cambiar, sin cambiar realmente, en el fondo, nada. Es Occidente que llega...

Holanda se siente acosada en el Océano Pacífico por el Imperio Británico y busca nuevas vías navales, al menos puertos de abastecimiento intermedio en Nagasaki. De alguna manera, con muchas restricciones, la lengua holandesa y algo de la ciencia y la tecnología occidentales empezaron a penetrar en el mundo nipón, aún firmemente anclado en su shogunato. Pero allí estaban llegando a Edo los herederos de "los pilgrims, los de las 13 colonias que desembarcados en la costa atlántica de América del Norte, creaban un nuevo mundo empujando siempre hacia las nuevas fronteras del oeste". Llegaron al Océano Pacífico en California y siguieron empujando a través del mar. El comodoro Matthew C. Perry arriba con sus cuatro cañoneras al puerto de Edo, con instrucciones del Presidente Fillmore5 de abrir Japón al comercio americano.

Abrieron la ostra nipona, lo que no aconteció sin una crisis terminal del shogunato feudal: el Shogún termina en 1868 con una restauración imperial, en Edo hoy Tokio, que las historias oficiales llaman Revolución Meiji.

Meiji Tenno, el nombre póstumo con el que pasa a la historia el emperador Mutsuhito que, formalmente, encabezó aquella revolución contra el shogunato. Pero, ¿de qué se trató realmente? El orgullo japonés, ante la humillación impuesta por Occidente, procedió, en lo externo, a la industrialización a marchas forzadas pero, en lo interno, conservó su conciencia ancestral e incluso su sistema social de siempre (esta historia es similar a la de Prusia casi en la misma época, pero en el Continente Europeo).6 La industrialización japonesa se hizo dentro de los feudos de los daimyos, por ejemplo, las afamadas marcas que etiquetan los grandes consorcios electrónicos japoneses hoy, son los nombres de los feudos de antaño, sus familias siguen. Ayer eran daimyos y hoy fabrican mundialmente computadoras. El milagro del trabajo japonés que supera la productividad occidental a eso se debe: el obrero ve en su empresa su fuente de trabajo, sí, pero también su familia, su universo y su benefactor social, un siervo de la gleba de días tecnológicos de hoy, una mentalidad corporativa ausente en el trabajador occidental. El caso es que lo anterior desafía "la razón histórica" tradicional, sea ésta capitalista o marxista, de manera inmensa: Japón pasó del feudalismo a la industrialización externa capitalista, pero dentro del feudalismo, ¡industrialización del feudalismo sin éste dejar de serlo! ¿Cómo explicar lo anterior? Otra pregunta pendiente, insoslayable, si hemos de construir el mañana cualesquiera que sean los obstáculos que encontremos.

Retorna ahora Jano su visión hacia el Viejo Continente, pero su mirar fluctúa, pues ¿dónde detenerlo en este caso? Es el Renacimiento, vago, contradictorio, oscilante y, además, ¡difícil de encerrar en un período breve! Sobre el Renacimiento se han escrito millones de páginas con criterios tan disímbolos que, a la postre, no logramos saber lo que fue. Cada quien ve en él lo que quiere ver, según su conciencia y concepciones existenciales, y la mezcla de lo que todos ven se vuelve una neblina, un caos... pero en ese caos tiene que haber un orden, aun si aún no lo captamos.

Unos dicen que fue -versión escolástica dominante- el descubrimiento del arte griego clásico, la escultura ante todo, y su proyección hacia un nuevo clasicismo con pontífices como Rafael, Benvenuto Cellini, Leonardo y Miguel Angel. Otros sitúan su cuna en Florencia y un poco en Venecia como si hubiera sido un fenómeno genético de esas dos ciudades. Hay los que dicen que fueron los humanistas como Campanella, Bacon, Erasmo, Luis Vives, Moro. Los que aman la literatura y tienen un fuerte "espíritu nacional" lo colocan en la España del Siglo de Oro de Tirso, de Cervantes, de Lope, de Calderón y, claro, los ingleses ponen por delante a Shakespeare y, faltaría más, los italianos por lo menos a Dante. Los que aman la ciencia hablan de Galileo y un poco de Copérnico.

Los anteriores son algunos de los "optimistas". Pero también hay los "pesimistas" juzgando: son los que dicen que fue una Iglesia Romana, nueva Babilonia, corrompida hasta los cimientos, sibarita, hedonista y cruel, que no en vano Dante colocó en su Infierno de La Divina Comedia casi a toda la Iglesia de su tiempo, y un Martín Lutero insurgió contra ella con la Reforma. Hay también los que señalan a la Inquisición que creara un Inocencio III y alcanzara gran fuerza en España en un aniquilar "el cuerpo y el alma" del libre albedrío, que incluso se propagó a la Nueva España, y éstos aún añaden que fue el Concilio de Trento con los jesuitas al frente y la Contrarreforma que provocó sangrientas guerras religiosas y miles de muertos por dictados de un Carlos V y a manos de un duque de Alba. Los "pesimistas" no paran y dicen que mucho se habla del nacimiento de la ciencia moderna con un Copérnico y un Galileo, pero que ésta realmente se desarrolló7 con la artillería -bombardas, culebrinas, arcabuces, mosquetes- al servicio de un Carlos V, de un Carlos VIII francés, de un Alfonso de Este duque de Ferrara y otros "señores de la guerra" que convirtieron el Renacimiento en fiestas sangrientas. Y se menciona que Leonardo, además de pintor, los servía diseñando máquinas de guerra, como también hacían Tartaglia e incluso Miguel Angel.

Pero añadidos a los "optimistas" y los "pesimistas" hay aún los "intermedios" que pretenden ser objetivos bailando entre politólogos y economistas; suelen decir del Renacimiento que su genio fue Maquiavelo con su El Príncipe, en tanto que la gran obra teorizadora del Estado (sin escrúpulos) moderno, complementando lo anterior con el mencionar que fue entonces que realmente levantó la cabeza la emprendedora burguesía, todo lo cual nos llevó a nuestro avanzado (capitalista) mundo contemporáneo. Incluso cierto marxismo paleolítico de antaño afirma aun lo mismo.

¿En qué quedamos, pues? ¿Qué fue el Renacimiento? Al margen de las sofisticadas explicaciones anteriores, "en donde cada quien tira para su santo" según su concepción ideológica, está el pueblito. ¿Qué hay de esto?

Si bien todo el conglomerado de características anteriores estuvieron presentes en el Renacimiento y, con el tiempo, cambiaron la historia, el ser humano común poco lo percibía en su vida diaria y cotidiana;8 aun en Florencia, considerada la ciudad más culta de su tiempo, el habitante corriente no estaba al tanto de que Colón había llegado al Nuevo Mundo, contaba el tiempo refiriéndolo a festividades religiosas, y su salud y vida eran en mucho aún las de la baja Edad Media. Quiere decirse que el Renacimiento fue un caos múltiple de contradicciones cambiantes que, no obstante todo, el ser común percibía poco a nivel individual y a corto plazo, y esto de que "todo cambia, pero uno a uno no nos damos cuenta, pues nuestra vida parece ser siempre la misma", pudiera ser también nuestro caso de hoy, de allí la fundamental importancia de estudiar con toda precisión el Renacimiento, "buscar el orden subyacente en su caos". No lo hemos hecho, urgente tarea pendiente.

Pero Jano verá para nosotros más sucesos extraños del pasado.

Bibliografía:

l. Tácito, Historias. La Germania, Madrid, Editorial Aguilar, 1961.

2. Petronio, El Satiricón, Barcelona, Libros "Río Nuevo", 1997.

3 P. Akamatsu, Meiji, 1868, Revolución y contrarrevolución en Japón, Madrid, Ed. Siglo XXI ("Historia de los Movimientos Sociales"), 1977.

4. E. D. Myers, La educación en la perspectiva de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, Breviarios N° 188, 1966.

5. New Age Encyclopedia, vol. II, New York, 1965.

6. Historia Universal Siglo XXI, vols. 27 y 28, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1971.

7. Jacques Lafaye, Sangrientas fiestas del Renacimiento, México, Fondo de Cultura Económica, Breviarios N° 534, 1999.

8. J. R. Hale, La Europa del Renacimiento, 1480-1520, Madrid, Siglo XXI (Col. "Historia de Europa"), 1986.

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