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Radiografía de una civilización perversa
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AUTOSEMBLANZA


CONTENIDO

Presentación

Autosemblanza

Prólogo


(I) El Drama Teatral
La Troika Fantástica
- Elenco
- Preludio
- Jaula Prima
- Jaula Seconda
- Jaula Terza

Parte I en PDF 57 kb

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Parte I (57 kb)


(II) Relatos Iconoclastas y Corrosivos
Tríptico con tres Dedicatorias
i- El Horóscopo
ii- Cómo Volvió a Hablar Zaratustra
iii- Otra vez Dante en Tierra de Tlatoanis

Realidad Bichera
i- Usos y Costumbres de Animales Inferiores
ii- Otras Realidades Bicheras
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(III) Ensayos Sobre una Civilización Perversa
Sobre Malentendidos y Farsas
i- Malaventurados los Mansos
ii- Abominable Falsificación del Humanismo
iii- ¿Francis Bacon o Víctor Frankenstein?
iv- Lo que Hubiera Dicho Dante

Pasado, Presente y Futuro
i- Fariseísmo Pragmático
ii- Se Necesita a Jano
iii- Lo que Jano Explicó del Pasado
iv- Jano Sigue Buceando en el Pasado
v- Tres Intentos de Asaltar el Cielo
vi- Característica de la Decadencia Social
vii- Decadencia y Corrupción
viii- La Razón Decadente se Vuelve Demente
ix- Jano Imagina Porvenires

Parte III en PDF 134 kb

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Parte III
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Antonio Machado dijo en su Juan de Mairena que había dos Españas, y así era y aún así es, "la roja" y "la negra", la de izquierdas y la de derechas, la progresista y la reaccionaria. Se enfrentaron de feroz manera en la Guerra Civil Española de 1936 a 1939. La guerra fue larga, tres años, pues como dijera Saint-Exupéry habían lanzado a un ejército contra todo un pueblo que se defendió hasta con las uñas... pero la guerra la perdió el pueblo y aquella parte que logró salvarse de la masacre de la derrota marchó al exilio... una corriente de sangre roja española que abandonó el suelo patrio, como dijera el poeta Pedro Garfias. México recibió a gran parte de esa corriente, en ella se encontraban mis padres excombatientes republicanos, y yo, que me encontré también en México acompañado de mi madre un día del mes de mayo de 1942 en Veracruz, teniendo apenas 6 años. Sí, abandonamos España en 1939 atravesando la frontera pirináica hacia Francia, mi padre por un lado y yo y mi madre juntos por otro hacia la entonces Francia de Pétain. Mi madre y yo vamos a dar a un campo de concentración asentado en Argeles-sur-Mer vigilado brutalmente por gendarmes senegaleses coloniales llenos de rencor a todo lo europeo. Una noche mi madre y yo escapamos de ese campo y, sans papiers, sin documentación alguna, deambulamos... en fin, para no hacer el cuento largo, terminaríamos tiempo más tarde en las cercanías de Marsella, en "le Chateau du Mont Grand" que acogía entonces a una especie de comuna de hombres y mujeres del exilio republicano e incluso a sus hijos chiquitines como era yo. La comuna se sostenía con la ayuda del gobierno mexicano, canalizada por ese gran amigo del exilio español e insigne revolucionario que fue D. Gilberto Bosques, entonces Cónsul General de México con sede en Marsella. De allí un buen día lograríamos salir y después de varias peripecias llegamos mi madre y yo a Veracruz, como ya dije en mayo de 1942. Poco más tarde nos encontramos con mi padre en la Ciudad de México, él había llegado allí en 1940 con otros excombatientes republicanos españoles después de abandonar en Francia el campo de concentración de Saint Ciprien. Estamos ya reunidos otra vez mi padre, mi madre y yo, una parte de la familia que "empieza desde cero" una nueva vida en esta segunda patria que fue para los exiliados españoles México. ¿Qué es lo que había quedado atrás? Mi abuelo paterno Amado asesinado por el fascismo por ser "padre de un rojo", su viuda, mi abuela Irene, en un pueblo de Castilla la Vieja, Villabrágima, acompañada por mi hermano Germinal pues el levantamiento franquista del 18 de julio de 1936 lo sorprendió en ese pueblo en el que había ido a pasar unos días con los abuelos... quedó aislado en la zona franquista, en esa Castilla la Vieja ancestralmente conservadora y reaccionaria. Finalmente mi abuela Irene y mi hermano Germinal lograron llegar a México en 1945... la Segunda Guerra Mundial estaba en su agonía con la Alemania hitleriana prácticamente vencida y Franco se veía así obligado a aflojar un poco la mano. En fin, a partir de entonces ya somos otra vez una familia unida, en una nueva patria, teniendo que comenzar otra vez en la vida en tierras americanas... pero al menos estábamos juntos y libres, lejos de las sombras de la España franquista.

El exilio republicano español asentado en México vivía en esos días con la ilusión de un pronto regreso a una España liberada del franquismo toda vez que las potencias fascistas habían sido derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. No fue así, fue sólo una ilusión, las potencias capitalistas Estados Unidos e Inglaterra habían desatado la llamada guerra fría contra un mundo socialista encabezado por la Unión Soviética, y en esa lucha consideraban que la España de Franco, fascista o no, podía ser útil por su estratégica posición geográfica... Franco, pues, siguió y España se llenó de bases militares americanas empezando así su sojuzgamiento al imperio norteamericano. El interés capitalista había pesado mucho más que las libertades del pueblo español. Aquella ilusión de los exiliados republicanos españoles los llevó en México, en la década de los años 40 del siglo pasado, a crear varios colegios en donde sus hijos nacidos en España, niños como yo, no sólo estudiaran sino que además se les inculcara el conocimiento de lo que era su patria de origen, el amor a ella y la firme convicción de que había que prepararse para algún día, cercano, liberarla del franquismo y levantarla. En unos de esos colegios, el "Instituto Luis Vives", estudiamos mi hermano y yo.

¿Por qué he narrado todo lo anterior? Para que se entienda que a niños como yo, hijos de una Guerra Civil con todas sus vicisitudes, se nos formó con una conciencia interna "muy a la izquierda" y profundamente antifascista. No todos permanecieron siendo fieles a ello a lo largo de los años pero algunos sí, es mi caso, es el de mi hermano, es el de otros compañeros, éramos biológicamente niños pero en cuanto a ideología y conciencia social ya hombres definidos, si se quiere "bien marcados por lo rojo" ...pues como dijera el gran cantante francés Charles Aznavour "les enfants de la guerre ne sont pas des enfants, ils ont vu déferler la colére", se lo oí cantar en el "Olympia" de París a teatro lleno emocionado en una ocasión. A México lo veíamos como una segunda patria... pero no debíamos meternos en sus problemas sociales y luchas por considerar que había que reservarse "para un Argamedón antifascista, para la lucha final" en la patria de origen contra el franquismo devolviéndole entonces al pueblo español las libertades perdidas. Esto nos inculcaron nuestros mayores y en colegios como el que he mencionado.

Esa "neutralidad" ante los acontecimientos sociales de México terminó un buen día, voy a narrar cómo: terminando el bachillerato ingresé e hice mis estudios de licenciatura en la UNAM, de allí voy becado a Francia en donde estudié y trabajé en Física Aplicada, paso después becado por la UNESCO vía Bélgica a realizar mis estudios de Doctorado en Ciencias en la Universidad Libre de Bruselas, en fin, un buen día de 1964 me encuentro de retorno en México, con el título de doctor en mano, y ya con trabajo como Asesor Técnico de la entonces Comisión Nacional de Energía Nuclear y como investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM. ¿Qué siguió entonces? La vida habitual como un investigador joven yendo de un congreso científico internacional a otro... y, a lo largo de uno de esos periplos, conozco una muchacha italiana, de Trieste, con la que allí me caso un día de enero de 1967. Ya estoy en México, con título de doctor en unos tiempos en que serlo por los pocos que había era como ser duque, con buenos puestos académicos y de investigación, con un buen hogar recientemente fundado... e incluso hasta siendo consecuente con todo ello convertí mi atuendo cotidiano en un buen traje y corbata, muy "pirrurri" como dicen hoy, ¡estaba yo hecho un figurín! ¿Y mi conciencia social de antaño? Bien, gracias, seguía yo siendo el mismo de siempre, "rojo perdido sin remedio", pero la España que había que liberar estaba muy distante, la dictadura franquista muy firme y en la problemática interna de México nuestros mayores nos habían educado a no meternos. ¡Pero llegó 1968!, y se hizo realidad aquel decir "llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, que dios protege a los malos cuando son más que los buenos". Los 'buenos' fueron la UNAM, el IPN, otras universidades y después pueblito que se fue sumando, y los 'sarracenos' fueron el brutal Estado dictatorial de Gustavo Díaz Ordaz que, con todos sus aparatos de represión, de civil o de uniforme, que él llamaba "los honrados Juanes", agredió ferozmente a todos y todo lo que sonara a disidencia y oposición a la dictadura, que, como ya está consignado en la historia, dejó centenares de universitarios muertos en el genocidio de un 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Aquellos acontecimientos sacaron de la inmovilidad e hicieron reaccionar a muchos universitarios, entre ellos a mí, literalmente "quitándome el traje y la corbata" y comprendiendo que la libertad se defiende en cualquier sitio que uno se encuentre y no sólo en tierras lejanas en donde eventualmente se haya nacido. Me integré a las luchas sociales de 1968 empezando por ser miembro, como delegado del Instituto de Geofísica de la UNAM, de la Coalición de Maestros Prodefensa de las Libertades Democráticas, organismo que acompañó de manera paralela en la lucha contra la dictadura díazordacista al Consejo Nacional de Huelga estudiantil. Vino el holocausto del 2 de octubre en Tlatelolco y hubo que replegarse bajo la represión hacia los recintos universitarios en espera de tiempos mejores. Algunos salieron al exilio para no perder la vida, otros lo hicieron voluntariamente como yo en 1969 y, asqueado por el deprimente ambiente político que reinaba en México, allí incluidos los recintos universitarios, me fui a Francia a la Facultad de Ciencias de la Universidad de París donde me habían invitado... y como existe el dicho popular "a los izquierdistas dios los crea y el viento los amontona" no tardaron profesores ayudantes jóvenes galos, que habían participado en el histórico y revolucionario "mayo 68" francés, en invitarme a alguna de sus reuniones cerradas... querían volver a lanzar otra vez un mayo 68 empezando por el Barrio Latino parisino, hago el silencio de quiénes y cómo pensaban intentarlo, llevaron sus ideas a la práctica y a punto estuvo de retornar aquel mayo 68 histórico, sólo que esta vez el Estado francés estaba ya alerta y sofocó todo, en parte con la represión selectiva y en parte simultáneamente haciendo ciertas concesiones a las universidades. Pero París es París, una ciudad en donde su burguesía es la más consciente del planeta de los intereses que defiende, y, en simultánea contrapartida, una ciudad "enferma históricamente de revolución" en otros niveles sociales, por ejemplo los sindicatos obreros y no obreros, por ejemplo el medio universitario en el que en 1969 yo me encontraba... y este medio politizado al extremo era inestable existiendo siempre perturbaciones sociales que en el corazón llevaban el deseo de hacer añicos a la civilización capitalista, ¡perfecta medicina era en esos días aquello para revitalizar en mí la conciencia de extrema izquierda que se me había inculcado desde muy pequeñín! Al cabo de más de un año de estar en París tomé la penosa decisión, digo penosa pues anímicamente no quería irme, de retornar a México. ¿Por qué? Porque tenía una esposa, un hijo chiquitín, a mi esposa embarazada de 4 meses y, además, no había una total claridad de que pudiera tener un puesto estable y remunerado adecuadamente en la Universidad de París... había ofrecimientos pero no seguridades y no quise jugar la vida de mi familia a vaguedades.

En fin, vuelvo a México en 1971, ya estoy instalado como profesor de la Facultad de Ciencias de la UNAM... y aparece entonces "el halconazo" de 1971, el neotlatoani presidencial en turno, el genocida Luis Echeverría Álvarez ha enviado grupos paramilitares armados apoyados por "la fuerza pública" a reprimir sangrientamente el 10 de junio a una manifestación estudiantil a la altura de la Ribera de San Cosme. ¡Otra vez un 2 de octubre! Muchos muertos... en la Facultad de Ciencias de la UNAM, en su Colegio de Profesores, hay sesión extraordinaria en cuyas decisiones intervine con otros compañeros universitarios, se decidió crear grupos de estudio que analicen a nivel ideológico, a nivel político y a nivel económico, con una óptica marxista, lo que era México en tanto que una versión fascista del capitalismo autóctono, incluyendo en estos análisis cómo combatirlo y erradicarlo... Es importante entender que de 1968 a 1971 se había producido un cambio cualitativo en la conciencia de bastantes universitarios. Si en 1968 se había luchado contra los "excesos" del régimen político díazordacista, en 1971 ya se luchaba contra "la esencia misma de todos los males", la civilización capitalista. Pero no pudimos hacer gran cosa si bien lo intentamos, era evidente que "salir otra vez al exterior y tomar las calles" hubiera provocado un holocausto, una represión pavorosa de un Estado político corporativo que ahora ya tenía miedo hasta de su sombra... El miedo cuando es Poder produce genocidios. Al interior de la Universidad nos hicimos la reflexión de que si 'al exterior' no podíamos ya salir lo que teníamos que hacer era cambiar a las universidades por dentro, que la enseñanza, la investigación y la difusión cultural y académica forjaran una nueva cultura y con ello cuadros capaces de accionar no sólo contra el brutal régimen gobernante sino contra la sociedad capitalista contribuyendo así a enviarla en México al basurero de la historia. Es en ese caldo de cultivo entre 1970 y 1980 que nacen en la UNAM la Comisión Mixta de la Facultad de Medicina, el Cogobierno de la Facultad de Economía, el Autogobierno de la Facultad de Arquitectura y los Consejos Departamentales de la Facultad de Ciencias. Eran, en su origen, una especie de comunas nutridas por profesores y estudiantes, e incluso trabajadores administrativos y manuales. A mí en aquellos días me tocó en suerte participar en la coordinación de los tres Consejos Departamentales de la Facultad de Ciencias, aunque a la postre salí un poco frustrado de la experiencia. A final de cuentas todas aquellas experiencias comunitarias de la Universidad se fueron extinguiendo o bien perdiendo totalmente su carácter original, como es el caso de los hoy Consejos Departamentales de la Facultad de Ciencias, básicamente porque buena parte del personal académico, la mayoritaria tanto a nivel profesoral como de investigadores, sólo vieron en aquellas instancias comunales y paritarias creadas antaño a la sombra de luchas sociales ya no presentes, instancias académico-administrativas "más democráticas", sí, pero únicamente útiles para defender sus intereses y privilegios académicos corporativos... que reposa sobre la visión clásica de que "la cultura y así la Universidad, deben de ser socialmente neutras, sólo y exclusivamente crear conocimientos sin meterse en lo social" como expresó no hace mucho un ex rector de la UNAM pues "lo que hay que buscar es el éxito individual".

Pero a la historia y a la evolución social no las paran nadie y, a pesar de todo, antes y después de lo que ya he narrado y como un Ave Fénix, otros acontecimientos sociales se produjeron. Vamos para allá.

No es exagerado decir que crucial fue la década de 1970 a 1980 en la UNAM, en particular para mí en la Facultad de Ciencias por las diversas luchas sociales que allí se dieron. No puedo relatar todas las que acontecieron pero sí puedo señalar algunos sucesos significativos. Fijemos el año de 1972, lugar la Facultad de Ciencias, allí un grupo de profesores, yo entre ellos, proponemos al estudiantado analizar a fondo la realidad mexicana desde las ópticas ideológicas, políticas y económicas capaces de definir a la sociedad capitalista del país... y para ello había que estudiar marxismo. De otra manera no seríamos nunca capaces de cambiar México. En una Asamblea General multitudinaria el estudiantado aprueba en bloque la proposición y los cursos, los que llamaríamos Cursos Debate, arrancan. Los cursos tradicionales de Física, Matemáticas y Biología se suspenden de lunes a viernes dos horas durante el horario matutino y dos horas durante el horario vespertino para llevar adelante esos cursos, que estuvieron coordinados por un grupo de compañeros universitarios que nos preparamos de antemano como pudimos... yo recuerdo que, literalmente, "enseñábamos marxismo al mismo tiempo que lo aprendíamos"; ¡verdaderos "cursos activos"! Yo tengo para mí que aquella fue la experiencia más radical y progresista de toda la historia de la Facultad de Ciencias.

Llegó octubre de 1972, estalla la huelga del sindicato universitario de trabajadores administrativos y manuales, STEUNAM, en demanda de un Contrato Colectivo de Trabajo, son los días de la Rectoría de Pablo González Casanova. Huelga curiosa pues nunca se dejaron de pagar los salarios durante la suspensión de labores que terminaría en febrero de 1973 con el triunfo de casi todas las demandas sindicales, y la renuncia a la Rectoría de Pablo González Casanova. Lo sustituiría Guillermo Soberón Acevedo al que se anunciaba como un "académico apolítico" entre, ¿cómo diré?, "el medio académico también a su vez apolítico", de esos que pretenden creer en la neutralidad social de la cultura y del saber universitario; en realidad acababa de subir a la Rectoría un hombre de derechas, muy conservador, de esos que hubieran podido repetir con Winston Churchill aquello de que "más a la derecha que yo sólo la pared", los tiempos que vinieron después lo fueron demostrando. En fin, el caso es que esa huelga nos obligó en la Facultad de Ciencias a suspender los Cursos Debate... no sin que a raíz de estos hechos algunos profesores e investigadores lleváramos a la práctica un proyecto que se había venido incubando desde tiempo antes, creamos en 1973 el "Programa de Ciencia y Sociedad". ¿Cuál era la idea básica? La concepción de que la ciencia es una actividad humana enmarcada en la sociedad, de la que depende y a la que modifica para bien o para mal, no hay ciencia en sí sin científicos encuadrados e influidos a fortiori por la sociedad. Había en consecuencia que realizar investigación científica, sí, pero estudiando además su relación e interdependencia con todo lo social, buscar alternativas que incidieran en el cambio social anticapitalista, programar cursos académicos con la óptica anterior para ir formando en los estudiantes una conciencia social progresista e, incluso, participar políticamente en las luchas sociales concretas que fuera necesario e involucrar a la Facultad de Ciencias. Logramos que el Programa de Ciencia y Sociedad fuera reconocido institucionalmente a nivel académico. Personalmente considero a ese Programa la experiencia social, académica y no académica, más importante en la que he participado en la UNAM... sé que otros compañeros que allí estuvieron piensan lo mismo.

Transcendamos ahora a la Facultad de Ciencias y vayamos ahora a escala de toda la Universidad. Un 13 de julio de 1974 se funda el sindicato del personal académico, el SPAUNAM. No puedo relatar toda la historia interna, muy compleja, de ese sindicato durante sus primeros pasos pero a grandes rasgos se puede mencionar su problema de fondo de aquellos tiempos iniciales. Al interior de ese sindicato en esos días se agrupaban dos sectores enfrentados entre sí. Uno, minoritario, digamos que agrupaba a un 40% de los miembros, que concebía el sindicato como una instancia social que debiera forzar la democratización interna de la Universidad y la redefinición de sus llamadas "funciones sustantivas" -la enseñanza, la investigación y la extensión académica con la difusión cultural- para incidir en el cambio de sociedad en México, una concepción, vale decir, "revolucionaria y radical" de concebir el sindicalismo. En ese sector sindical minoritario me integré yo siendo uno de sus voceros. El otro grupo, mayoritario, con un 60% de los miembros y que por tanto siempre controló la dirección sindical, concebía al sindicato a la manera tradicional de los a veces llamados "sindicatos economicistas", uno de sus representantes más relevantes resumió lo anterior con la siguiente textual frase: "el sindicato ha de ser el espejo en que se reflejen las reivindicaciones económicas del personal académico"... y finalmente de sus reivindicaciones corporativas individuales. Chocan pues dos visiones, la de los que querían transformar a la Universidad por dentro y a partir de ello incidir en la transformación social de todo el país, contra la de los que sólo querían defender los intereses y reivindicaciones corporativas del personal académico... y, ya digo, perdió siempre, ¡perdimos!, la primera visión. De hecho había (y existe hoy aún más marcadamente) una razón objetiva para lo anterior: el personal académico de la Universidad, con minoritarias excepciones, tiene reducida su conciencia social a la defensa personal de sus condiciones de trabajo académico (salario, promociones, etc.)... Quizá sea una visión pesimista mía pero me temo que no me equivoco mucho.

Cualquiera que fuera el caso el 15 de junio de 1975 el SPAUNAM estalla la huelga -duró unos 10 días- en demanda de un Contrato Colectivo... lucha que, como resultado colateral, produjo una crisis de primera magnitud en el estudiantado. Acontecía que el sindicato por sí mismo era absolutamente incapaz de cerrar la Universidad y estallar la huelga... fue, ¡algo que se suele ocultar!, el estudiantado que la hizo movilizado por "la radical minoría sindical del 40%" que presentó, presentamos, la necesidad de la huelga como una "continuación de la lucha de 1968 y un paso hacia la transformación interna de fondo de la Universidad", fui testigo de excepción de esas luchas y por eso afirmo lo anterior. La huelga termina con la firma de un Convenio Colectivo en el que la Rectoría concedió ciertas reivindicaciones económicas y corporativas al personal académico y, en consecuencia, el estudiantado se sintió traicionado, lo que manifestó en esos días, una noche, con una multitudinaria "marcha de antorchas" que parte de la Facultad de Economía y recorre la Ciudad Universitaria. El sector "moderado" que controlaba mayoritariamente el sindicato ha triunfado... pero el precio que se pagó fue la ruptura de la alianza de los sindicatos universitarios con el estudiantado, de allí en adelante nunca más se recuperaría del todo la confianza de los movimientos estudiantiles en el sindicalismo universitario. Por supuesto, esa era y aún hoy es también, en el marco de una tremenda despolitización reinante, la realidad al interior de la Facultad de Ciencias.

Pero dejando correr un poco el tiempo vayamos hasta 1977, el sindicato académico y el sindicato de trabajadores administrativos y manuales, SPAUNAM y STEUNAM, se fusionan. En realidad fue una medida desesperada del SPAUNAM que se sentía muy debilitado, sin fuerza. Nace así el actual STUNAM y estalla la huelga por la firma de un Contrato Colectivo único tanto para académicos como para trabajadores administrativos y manuales. La Rectoría lo rechaza, llama a la policía y una madrugada entra en la Ciudad Universitaria. Se ha roto la huelga y a varios sindicalistas que estaban haciendo guardia en la huelga se les envía a "hacer turismo" al Cuartel General de Granaderos de Balbuena, a mí también como a otros me toca hacer ese "turismo" allí sólo una mañana y parte de la tarde, para aquellos tiempos muy poquita cosa, "un paseo matinal". Sólo a la dirigencia sindical de la parte académica del STUNAM, la única detenida, le toca un pequeño periodo de unos días de cárcel, creo recordar que como en un par de semanas los dejaron libres.

Ante los hechos anteriores, en la Facultad de Ciencias, nace en el Programa de Ciencia y Sociedad la proposición enviada al Colegio de Profesores de que desde esta última instancia académica magisterial se impulse en la Universidad alguna acción que responda contra el carácter antidemocrático y represivo de la Rectoría que encabeza Guillermo Soberón. Una acción que no fuera ni manifestaciones ni marchas ni huelgas ni ocupación de sedes universitarias pues estos procederes "ya los tenía seminareados el enemigo" y así siempre se termina en represión y cárcel. Se necesitaba "una medida creativa", algo que no esperaban. La idea fue instalar un tribunal, sin validez jurídica pero con alta calidad académica y así autoridad moral, que sesionara y condenara públicamente la antidemocracia y la brutalidad de las autoridades universitarias, los delitos contra la democracia en la UNAM. La idea la acepta el Colegio de Profesores y entonces empezamos varios a entrevistarnos, para invitarlos a ser miembros del tribunal, con diversas personalidades intelectuales progresistas de la UNAM y, en general, del país. Se crea así el "Tribunal Pablo Neruda" ...algo así como, a escala local UNAM, el "Tribunal Bertrand Russell" instalado durante la guerra de Vietnam. Tuvimos apoyo incluso a distancia de personalidades de gran calibre intelectual. Hubo una única sesión plenaria pública del tribunal en el gran auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, lleno hasta los topes con una gran expectación y la presencia masiva de la prensa nacional e internacional y los medios de comunicación, ¡un enorme éxito!... pero al día siguiente no apareció ni siquiera una linea en la prensa consignando el acto y nada en absoluto se dijo en otros medios de comunicación. Tal parecía que el "Tribunal Pablo Neruda" nunca había existido... ¿Qué había pasado? Pues obviamente lo que en el argot político contemporáneo autóctono llaman maicear, como a las gallinas, todos los medios de comunicación habían sido sobornados para silenciarlos.

Pero como dice un refrán que "también los problemas muy pequeños pueden provocar catástrofes mayores en lo social" conviene que narre ahora un acontecimiento último de 1977 que comenzó en la Facultad de Ciencias. Sucedía que en 1977 la vieja Facultad de Ciencias, asentada en plena explanada de la Ciudad Universitaria, se había hecho insuficiente para el continuo aumento de población estudiantil por lo que las autoridades universitarias habían construido una nueva Facultad en la periferia de la Ciudad Universitaria, en donde hoy existe. Una Asamblea General de la Facultad de Ciencias, en cuyas decisiones influye grandemente el Programa de Ciencia y Sociedad, se inconforma frente a las autoridades de la Rectoría porque la comunidad de la Facultad, profesores, estudiantes y trabajadores administrativos y manuales, no había sido colectiva y democráticamente consultada en la realización del proyecto y porque éste contenía una serie de deficiencias, arquitectónicas, de comunicación interna, de falta de espacio suficiente para el estacionamiento vehicular, de vigilancia y cosas así... "no políticas pero que dolían" a todo mundo en la Facultad. Se levanta pues un pliego petitorio demandándose de inmediato negociaciones directas entre una comisión tripartita de delegados estudiantiles, magisteriales y de los trabajadores administrativos y manuales y la Rectoría. ¡Ningún problema social de fondo estaba allí en juego!... pero la forma de cómo la Facultad de Ciencias exigía la resolución del problema era un desafío insólito y mayúsculo para la Rectoría acostumbrada siempre a decidir todo autoritaria y unipersonalmente, se le exigía que negociara de igual a igual con la colectividad de la Facultad y, además, en forma pública. Había pues que "equilibrar la correlación de fuerzas" para obligar a la Rectoría a negociar como queríamos, empezamos entonces a movilizar a toda la Universidad pidiéndole solidaridad... y, poco a poco, esa movilización se fue dando, el problema crecía y, en consecuencia, la plataforma de lucha... ahora ya se iba contra el autoritarismo y el fin de las jerarquías en la Universidad, a luchar por su democratización interna a fondo que había quedado pendiente desde el pasado. Bajo esta presión social se lograron establecer negociaciones entre la Rectoría y los delegados de la Facultad de Ciencias. La presión política sobre las negociaciones aumentaba debido a los acontecimientos externos: por un lado, una parte de las autoridades de la Rectoría quería romper las negociaciones y reprimir, por el otro, y de nuestra parte, el arco de fuerzas sociales crecía y ya no sólo eran universitarias las que nos apoyaban. Baste un hecho para ilustrar este último punto, un buen día se concentra la Facultad de Ciencias en la Escuela Normal Superior sita en la Ribera de San Cosme, nos acompañan muchas otras organizaciones sociales incluso de provincia y rurales, sale a la calle una manifestación que yo calculo habrá tenido unas 300 mil personas con rumbo al zócalo, a la Secretaría de Educación Pública, con varias demandas pero ahora ya contra el Estado siendo la Facultad de Ciencias hegemónica en esa manifestación multitudinaria. Las calles laterales de la Ribera de San Cosme estaban ocupadas por policías, granaderos y el ejército. Como anécdota conmovedora de esos momentos está la de una "María" indígena que se acerca a nosotros y, llorando, nos dice: "¡no salgan muchachos, las calles de los lados están llenas de soldados!" A pesar de todo la manifestación sale y no es reprimida, ¡aquel día pudo repetirse otro 10 de junio!, llega al zócalo y ocupamos en una calle lateral la Secretaría de Educación Pública. Allí dimos una conferencia de prensa nacional... ¿Qué seguía? ¿Movilizar al IPN, a Chapingo, a sindicatos independientes, ¡a todo!, y entonces volveríamos a otro 1968? Esta última reflexión nos la hicimos en la Facultad de Ciencias tres miembros del Programa de Ciencia y Sociedad que teníamos cierta ascendencia en el movimiento originado en la Facultad de Ciencias. Pensamos entonces que "ir más allá" de donde ya estaba el conflicto marchar era de cabeza a la postre, otra vez, a un holocausto como el del 2 de octubre de 1968, pensamos que se debía consolidar lo logrado hasta el momento en términos de democracia interna en la Facultad de Ciencias, en términos de consolidación de grupos sociales no sólo con una conciencia académica crítica sino también progresista, incluso revolucionaria... y, en fin, llegados a estas conclusiones convencimos al grupo de delegados de la Facultad que negociaba con la Rectoría de parar el conflicto, aceptando y consolidando los puntos que ya se habían logrado... ya en el futuro pensaríamos cómo seguir adelante. Así sucedió y el conflicto paró, no sin una gran frustración de la Rectoría que no pudo lograr reprimirnos y se vió obligada, contra su voluntad, a hacer ciertas concesiones negociadas, lo que no tenía precedentes.

No lo entendieron así los brigadistas estudiantiles que fueron, digámoslo así, "el brazo activo" de todo aquel movimiento del "cambio de edificio" de la Facultad de Ciencias. Estos estudiantes estaban (y están) agrupados en una organización académico-política interna de la Facultad de Ciencias que buscaba (y busca) sinceramente y con entrega total el cambio social en México, apoyando siempre todas las luchas sociales que han surgido y surgen en esa dirección... pero, ¿cómo diré?, reposan sobre algo así como una ideología ácrata de cierto sabor troskista, yo diría que de manera implícita que, ante todo, cree consecuentemente que la lucha social debe de ser continua y nunca cesar, detenerla pues, cualesquiera que sean los motivos, es claudicar y admitir haber sido derrotados. Desde entonces siguen una vía independiente preconizando en cada eventual lucha social universitaria el continuarla "hasta el fin". No quiero comentar eso, lo respeto profundamente... pero lo menciono pues pienso que nunca se debe ocultar la realidad, le plazca a uno o no. En fin, sigo narrando.

En 1978 tomo mi año sabático y voy, primero, a Toscana en Italia, después a Madrid. Retornaría únicamente hasta principios de 1979... 1978 fue para mí un año ausente de toda problemática universitaria de la UNAM, en general de México, una buena terapia psicológica que bien necesitaba ya.

Hago un pequeño alto en el camino para mencionar un incidente familiar personal acaecido en 1982: mi divorcio. Lo recuerdo porque, como veremos más tarde, tuvo una influencia indirecta en años posteriores en la orientación de mi actividad intelectual. Sigamos ahora con la narración que llevábamos en referencia particular a lo sucedido en la UNAM.

Demos un salto hasta el 1 de enero de 1985. Acaba Jorge Carpizo de tomar posesión como Rector. Apenas nombrado manifiesta insólitamente el deseo de unificar multidisciplinariamente las Letras y Humanidades con la Ciencia y la Tecnología en base a proyectos sociales progresistas, pretendiendo incluso dar cierta participación y relevancia en el gobierno de la Universidad al personal académico de ideología de izquierdas. ¿Era demagógico este planteamiento de Carpizo para consolidarse en la Rectoría? ¿Era un deseo real de reorientar una ya muy anquilosada Universidad?, o ¿era una mezcla de las dos cosas?... Cualquiera que fuera el caso algunos nos dijimos en la Universidad que había que aprovechar la ocasión, "tomarle la palabra al rector", pues si para lograr cambios sociales todo lo habíamos intentado, con muy mediano éxito, tanto como grupos contestatarios y Universidad Crítica, alternativa y disidente, por qué no intentar ahora propiciar los cambios sociales con el apoyo de la autoridad universitaria aprovechando la coyuntura; había que hacer la prueba. Surge así la iniciativa, en su origen de mi hermano Germinal y mía pero después apoyada por varios compañeros universitarios del personal académico, de crear a escala de toda la UNAM un "Programa de Grupos Universitarios Interdisciplinarios" que, de alguna manera, recogiera varios objetivos y orientaciones de lo que antaño fuera el Programa de Ciencia y Sociedad. La idea era la siguiente:

  1. Previo análisis y discusión exhaustiva y colectiva a los más diversos y altos niveles de gobierno de la UNAM, lo que consecuentemente hubiera debido implicar la aprobación final del proyecto por el Consejo Universitario, lograr el consenso para, dirigiéndose a toda la Universidad y a todo su personal académico, exhortarlos a presentar proyectos académicos de investigación e interdisciplinarios que se orientaran básicamente a responder a carencias sociales del pueblo mexicano sin olvidar, por supuesto, impulsar también la llamada "investigación científica de frontera", impulsando sin restricciones la creatividad, integrados estos proyectos por grupos del mismo personal académico universitario. Pensábamos que de esta manera empezaríamos a cambiar socialmente las llamadas "labores sustantivas de la Universidad" para que ésta dejara ya de ser institucionalmente anquilosada y conservadora orientándola a contribuir a impulsar en México el cambio social, no decorativo y sí en profundidad, que necesitaba el pueblo mexicano.

  2. En nuestro proyecto concebíamos que el programa de estos grupos universitarios interdisciplinarios debía institucionalmente radicarse en algún centro académico adecuado -se pensó entonces en el Sistema Universidad Abierta- primero, para poder ejercer una valoración y un control adecuados sobre los resultados obtenidos y, segundo, para que la futura existencia del programa no dependiera de la voluntad del rector en turno ni de otras eventuales autoridades universitarias.

De haber tenido éxito hubiéramos abarcado toda la Universidad cambiándola cualitativamente pero no fue así, no nos lo permitieron. Nuestra pretensión de realizar la "Revolución Cultural desde las alturas" iba demasiado lejos... porque una cosa era darle cierta beligerancia a la izquierda universitaria en la Universidad y otra, muy distinta, permitirle cambiarla cualitativamente y a fondo. Lo que aconteció fue una victoria pírrica para el Programa de Grupos Universitarios Interdisciplinarios, el rector autorizó la creación del programa pero no le dio carácter institucional al no proclamar su existencia oficial e institucionalmente ni avalar esa iniciativa ante el Consejo Universitario... ¿cómo diré?, "existíamos de hecho pero no de derecho" como una instancia exclusiva y directamente dependiente de la Rectoría. Fuimos pues una especie de "Ministerio Sin Cartera" que, por supuesto, nos creó la enemistad de varias autoridades universitarias que sintieron invadidas sus funciones, por ejemplo, directores de Instituto y la Coordinación de la Investigación Científica. Por otra parte, se nos asignó un presupuesto sumamente raquítico que exclusivamente alcanzó, estrictamente y lo recalco, para hacer funcionar 6 grupos de investigación, 2 de carácter teórico y 4 de carácter aplicado... ¡y nosotros que habíamos querido cambiar toda la Universidad! ¿Qué más añadir aquí? Sólo decir que de los 6 grupos de investigación únicamente los 2 teóricos funcionaron perfectamente, no así los otros 4 grupos aplicados, "más populares y metidos en la realidad social", que sólo funcionaron a medias por motivos que algún día habrá que discutir pero ahora no es el momento.

En fin, el Programa de Grupos Universitarios Interdisciplinarios funcionó más o menos normalmente 4 años y se fue rápidamente extinguiendo en los 2 años posteriores que ya correspondían a la Rectoría de José Sarukhán Kermez. Y entonces ya estamos en 1991...

...Pero no demos seguimiento a esta fecha sin antes retroceder provisionalmente a un acontecimiento mayúsculo acaecido durante la Rectoría de Jorge Carpizo. Empiezo por narrar un incidente que, excepto para los que participamos en él, es totalmente desconocido en la Universidad. Una tarde de 1986, en casa de un compañero académico universitario, varios compañeros entre los que me encontraba yo discutieron sobre la posibilidad de inducir al Rector Jorge Carpizo a que en sesión del Consejo Universitario propusiera la realización de un Congreso Universitario para transformar a la anquilosada Universidad, se convocaría institucionalmente a todos los sectores de la UNAM. Dos de los miembros de la reunión de aquella tarde se lo proponemos a Jorge Carpizo; la rechazó tajantemente. Volvemos a reunirnos otra tarde los mismos compañeros de la primera vez, llegando a la conclusión de que la realización de un Congreso que transformara a la Universidad no la podía imponer más que el estudiantado movilizado. Y como entonces no había movimiento estudiantil organizado se sugirió que lo que procedía era que los consejeros estudiantiles universitarios, única representación que entonces había del estudiantado, impulsaran la iniciativa... la sugerencia creo que no cayó en el olvido pues en la reunión que he mencionado nos acompañaba un consejero estudiantil universitario.

Lo que vino después ya son hechos históricos del conocimiento público. Es, de alguna manera, una historia tradicional repetitiva de siempre: los recursos económicos de los que dispone la Universidad, recursos que provienen del Estado, son insuficientes y, por otra parte, el aumento demográfico estudiantil es explosivo, literalmente ya no hay más lugar para nadie. En consecuencia, históricamente la Rectoría en turno intenta periódicamente implantar cuotas de inscripción y colegiaturas, con lo que la Universidad dejaría de ser gratuita, e imponer la obligatoriedad de exámenes de admisión, filtros, impuestos incluso a los mismos estudiantes universitarios egresados del Sistema de Enseñanza Media Superior de la UNAM. El Rector Jorge Carpizo no fue la excepción, un buen día en sesión plenaria del Consejo Universitario en 1986 impone como "de obvia resolución" la aprobación de reglamentos que van dirigidos precisamente a fijar cuotas de inscripción y de colegiaturas apreciables y a cerrar la admisión vía la imposición de exámenes incluso para los egresados de la propia UNAM en su Sistema de Enseñanza Media Superior. Los consejeros universitarios estudiantiles desconocen esas resoluciones y empiezan a organizar un movimiento estudiantil en su contra, ha surgido el CEU, el Consejo Estudiantil Universitario. Lo que siguió es ya en la historia de la UNAM casi un estereotipo con pocas variantes de unos tiempos a otros: mítines, manifestaciones, marchas presionando a la Rectoría que no cede, huelgas... en fin, el problema se agudiza y se radicaliza, cuestionándose ya la estructura y funciones de la Universidad. Se establecieron conversaciones públicas entre el CEU y delegados de la Rectoría en el Auditorio Magno de la Facultad de Filosofía y Letras a fines de 1986 y después en los inicios de 1987 que se transmiten públicamente, realmente un "diálogo de sordos", por Radio Universidad. La confrontación se agrava surgiendo entonces al fin la demanda básica y de fondo del estudiantado, "que haya Congreso Universitario Resolutivo sobre toda la estructura y funciones de la Universidad". El conflicto se encona llevando el enfrentamiento entre ambas partes a la ruptura del diálogo el 16 de enero de 1987. La discordancia estaba en que el CEU exigía que el futuro Congreso fuera resolutivo y la Rectoría, si bien ya aceptaba la idea de Congreso, señalaba que sus resoluciones deberían ser posteriormente aprobadas y sancionadas por el Consejo Universitario... lo que era tanto como abrir la posibilidad de que se anularan las resoluciones congresuales pues, tradicionalmente, el Consejo Universitario ha obedecido en parte a la voluntad del rector en turno y, quizá en mayor parte, a los intereses de las estructuras institucionales de autoridad, anquilosadas y conservadoras, de la Universidad.

¿Qué siguió? Mítines y manifestaciones estudiantiles, conferencias "en guerra" de unos y otros, alguna huelga de hambre de dirigentes del CEU, tomas de posición de apoyo a la huelga por parte del STUNAM. También definiciones a favor y en contra del movimiento estudiantil por parte del personal académico... No puedo precisar las fechas exactas ni detallar aquellos acontecimientos pues los viví alejado de ellos, como observador, a distancia... aun cuando como observador jugué posteriormente cierto papel que mencionaré luego.

Cualquiera que fuera el caso, Jorge Carpizo finalmente aceptó, en la agonía de su Rectoría a la que no buscaría reelegirse, que se realizara el Congreso Universitario... bajo el rubro ambiguo de que las resoluciones del Congreso "las asumiría" el Consejo Universitario, y digo ambiguo porque el conocido Diccionario Ideológico de la Lengua Española de Julio Casares de la Real Academia Española de la Lengua (Barcelona, 1942) exhibe 137 sinónimos del vocablo "asumir"... varios contradictorios entre sí. Era dejar una puerta abierta a un posible futuro desconocimiento de los eventuales acuerdos del Congreso por parte del Consejo Universitario.

Pero, en fin, con participación de diferentes sectores de la Universidad Congreso habría, si bien ya no siendo Rector Jorge Carpizo. Tiempos ya de José Sarukhán Kermez quien toma posesión al cargo de Rector en diciembre de 1988 y, con ello, obligado institucionalmente a realizar el Congreso... muy a pesar de que su ideología conservadora rechazaba esa medida que, si antaño hubieran sido los tiempos que hoy corren, hubieran etiquetado como "populista".

Desde esos días de ascenso de Sarukhán a la Rectoría hasta mayo de 1990 que comienza el Congreso, la Universidad se transforma en un puchero hirviendo, en caótica ebullición: conferencias de todo tipo, marchas, pronunciamientos y gritos, ¡qué sé yo!... el quid de aquellas broncas estaba en dilucidar quién tendría la cuchara política más grande en las decisiones del futuro Congreso. En fin, una vez finiquitados los anteriores combates "altruistas" de "representación democrática" hacia el Congreso comienza éste el 14 de mayo de 1990. Terminaría el 5 de junio del mismo año.

Creo recordar que en su Romancero Gitano Federico García Lorca escribió el siguiente verso:

no ha pasado nada
pasó lo de siempre
muerto cuatro romanos
cinco cartagineses

verso que por analogía literaria da cuenta de lo acontecido en el Congreso y sus resultados, gritos, sombrerazos, hasta bastonazos a cargo de alguna autoridad energúmena universitaria pero finalmente nada cambiaba institucionalmente en la Universidad pues sus altos funcionarios, se autonombraban ególatramente "autoridades unipersonales", impusieron reglas internas en el funcionamiento del Congreso que las permitían vetar las resoluciones que iban en contra de sus intereses y hegemonía. No quiero insistir en lo anterior pero baste mencionar algunos de los resultados "significativos" de aquel Congreso de acuerdo a un balance que en agosto de 1990 efectúan los académicos pertenecientes al STUNAM y también su "Corriente Roja":

  1. No pudo ser reformada la Declaración de Principios de Existencia de la Universidad para que ésta se volviera más sensible y atenta a la resolución de los diversos problemas del pueblo mexicano. Las "autoridades unipersonales" vetaron sistemáticamente tal iniciativa.

  2. Según la "Corriente Roja" del STUNAM, de los 245 acuerdos del Congreso sólo, quizá, quince tenían alguna trascendencia para la transformación de la Universidad... otra vez las "autoridades unipersonales" se opusieron defendiendo sus ancestrales prerrogativas y feudos.

Como decir que, a la postre, todo fue gatopardismo, no pasó nada transcendente. Hasta aquí acontecimientos que, insisto, sólo viví a distancia que me parecen escenificación, ¡tantas veces vista en la Universidad!, de aquel decir de Lampedusa:"que algo cambie para que, en el fondo, todo permanezca".

¿Por qué he relatado lo anterior? Trataré de explicarme: sólo fui, dije, un observador de aquel proceso... pero un observador crítico que algo pudo expresar públicamente al respecto. Coincidiendo con el final del rectorado de Jorge Carpizo cambié temporalmente de adscripción de la Facultad de Ciencias al Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU), allí me proponía realizar un análisis pluridisciplinario de los mecanismos de información y redes de comunicación al interior de los diversos niveles de la Universidad. "La Información es poder" y quería saber en manos de quién estaba tanto dentro... como en conexión con el exterior. Ha sido ya de años una gran preocupación mía a nivel profesional de la investigación científica el tema "Información, su generación, control y las Redes de Comunicación que complementan todo", sigue aún siendo mi mayor preocupación por sus repercusiones sociales. Sin embargo, en el CESU apenas logré algo en mis poco más de 4 años de permanencia antes de retornar a la Facultad de Ciencias, pues siempre las "alturas institucionales" me ocultaron los datos más relevantes sobre la información manejada en la "Sala de los Botones" a cargo de los más altos niveles institucionales de autoridad de la Universidad. Pero, como la labor sustantiva del CESU es el estudio de la Universidad, por lo que contiene en sus archivos y biblioteca documentos de diverso tipo bastante interesantes, encontré allí el ambiente adecuado para ir analizando y documentando paso a paso el desarrollo del Congreso Universitario y, así, poder valorar sus resultados. Eran tiempos ya de la Rectoría de José Sarukhán Kermez. Vertí entonces las conclusiones de mi análisis en once artículos en el periódico Excélsior en una serie periodística que bauticé: "La Universidad rumbo al siglo XVIII"... artículos que tuvieron apreciable resonancia en el medio universitario. Un resumen muy apretado de lo que entonces manifesté en la prensa sobre el Congreso fue señalar: uno, que las autoridades universitarias se habían comportado como lo que eran, intransigentes y defensoras a ultranza de su poder e intereses creados; dos, que el personal académico conservador fue en última instancia como siempre, apoyador de las autoridades en un defender sus intereses corporativos; tres, que la parte que pudiéramos llamar progresista (al margen de muy minoritarias excepciones que siempre existen) del personal académico fue muy timorata en su mayoría y, en fin, que el estudiantado y su movimiento lleno de buena fe y deseos de transformar la Universidad, finalmente estuvo tremendamente limitado en sus concepciones pues en lo global, en suma, se redujeron a exigir la gratuidad de la enseñanza y el pase automático a la Enseñanza Superior para los egresados del Sistema de Enseñanza Media Superior de la misma Universidad. En esas condiciones, si bien en el Congreso hubo algunos pequeños avances, en general todo quedó igual... Obviamente, si bien sí tuvieron cierta resonancia mis críticas, no fueron del todo bien recibidas... pero no me arrepiento de haberlas hecho pues siempre he creído que cuando Gramsci decía que "sólo la verdad es revolucionaria" tenía toda la razón.

En el fondo de todo lo anterior, y ésta es mi convicción desde hace años, reside una tremenda frustración y desesperanza que produjo a escala mundial en los sectores sociales progresistas y de izquierda el derrumbe de lo que se creía una utopía redentora, el llamado socialismo real. Esa frustración y desesperanza ha producido en general en la izquierda a escala planetaria la ausencia de una concepción alternativa de nueva sociedad frente a la civilización capitalista... y esto, México no es la excepción, también afecta a los movimientos estudiantiles... en consecuencia, es mi opinión, no podían presentarse en el Congreso Universitario una alternativa global y de fondo de transformación hacia una nueva Universidad pues ésta ha de ser coherente a fortiori con una concepción de la nueva civilización que se desea construir... justamente lo que no existía. En fin, se sostuvo la gratuidad de la Universidad y el pase automático de la Enseñanza Media Superior a la Enseñanza Superior dentro del sistema mismo de la Universidad y, bueno, se formaron ciertos cuadros políticos que desde el movimiento estudiantil de entonces fueron a dar, como hoy se ve, a la lucha política partidista dentro del llamado "Estado de Derecho" de la sociedad política mexicana... pero transformación de fondo de la Universidad no hubo.

Extiendo las reflexiones anteriores añadiendo que siempre pensé que para transformar a la sociedad y crear un mundo mejor es imprescindible poseer una conciencia revolucionaria y esta última sólo es sólida si y sólo si, como se dice en matemáticas, se cumplen tres requisitos: uno, tenemos un conocimiento en profundidad de la civilización existente que queremos erradicar; dos, concebimos claramente la nueva civilización que deseamos construir y, tres, nos hacemos cargo de que para alcanzar esto último habremos de luchar de múltiples formas que habrá que ir adaptando según la marcha de los acontecimientos, porque No hay ningún "manual de vía revolucionaria segura" que responda a todos los interrogantes que nos irán saliendo al paso. Pensar así, en lo que a mí respecta, ha orientado la vida periodística y literaria que desarrollé durante los últimos 20 años. Hablaré ahora de esto último:

En alguna parte anterior de este escrito mencioné que hace algo un poco más de 20 años me divorcié, y que este hecho personal alguna influencia tuvo sobre mis actividades intelectuales. Me explicaré. Yo estaba muy satisfecho y arraigado a mi matrimonio y mi hogar y al producirse mi divorcio resentí en consecuencia la soledad de manera inusual y creciente, la que no se atenuaba del todo con mis actividades como profesor universitario ni con mi activismo social. Acontecía, por otro lado, que siempre tuve cierta facilidad para escribir y esta facultad la transformó la soledad en mí haciéndome escritor, se volvió mi verdadera vocación existencial... ¿Por qué? Porque el escritor, si realmente lo es, se identifica y sumerge en lo que escribe terminando así siendo virtualmente parte interna de los mundos que su escribir crea. De esta manera, físicamente se podrá estar aislado y solo pero psicológicamente ya no, la soledad desaparece, sé que esto es algo similar a lo que les acontece, por ejemplo, a los pintores y músicos. ¡Tengo tantas cosas escritas que espero que salgan algún día a la luz! Cuentos, relatos novelados, ensayos de diverso tipo, alguna obra de teatro, ya veremos si salen en letra de imprenta, ¡espero que no sea a título póstumo! Pero es aquí en donde también entra en juego la ideología y conciencia social que he poseído toda la vida pues nada de lo que escribiera literariamente, y no importa de qué tipo, ha dejado de estar impregnado de mi deseo de contribuir a construir una mejor civilización para todos. Citaré a ese respecto dos ejemplos: los escritores nos podemos equivocar pero aun siendo quizá así en lo que a mí atañe siempre consideré que lo mejor que haya escrito en toda mi vida fueron un relato corto, La Mano de Cardana y un articulín en homenaje a Puschkin. En cuanto al relato, es una ficción literaria yo diría que sumamente romántica pero que en el fondo refleja una concepción muy sensible y humanística que sólo es posible en una nueva civilización... pues en el capitalismo la sensibilidad está muy desvalorizada, no se cotiza en la Bolsa de Valores. Y en lo que respecta al articulín que dediqué a Puschkin, lo hice impulsado por una infinita indignación que ya no cabía en mí por el derrumbe del mundo del socialismo real que se produjo cuando escribí aquello. Realmente en estos últimos años de mi vida, sin perder nunca la conciencia social que porto desde niño, he sido más "escritor comprometido socialmente" que profesor o investigador universitario... me formé en mis estudios cuando joven y en Europa como investigador científico, eso me ha dado de comer toda una vida, pero al transcurrir los años salió a la luz en mí mi verdadera vocación: ser escritor.

Pero vuelvo a aterrizar en la Universidad y en tiempos muy cercanos, los de la última y gran huelga estudiantil que duró unos 10 meses, algo sin precedentes. ¿Qué pasó? Verán.

Fue una huelga que abarcó gran parte de 1999 y el primer bimestre de 2000, la huelga estudiantil más larga que haya conocido la UNAM. Muchos juicios se han emitido sobre aquello, sobre todo satanizaciones que curiosamente siempre vinieron de los sectores sociales que, de una manera u otra, siempre defendieron únicamente sus intereses corporativos personales sin soñar jamás en una nueva y mejor civilización pues en la actual a ellos les va bastante bien, o al menos no tan mal como la mayoría social. Sobre ese acontecimiento huelguístico, para saber lo que realmente fue, prefiero dejarle la palabra a uno de sus actores que me merecen plena confianza por su objetividad y sinceridad, un estudiante que "vivió e hizo la huelga"... omito el nombre por razones obvias. A este estudiante le hice 7 preguntas... van, textualmente, las respuestas a continuación:


1.- ¿En que fecha empezó la huelga?

La huelga estalla simultáneamente en 26 escuelas y facultades a las 0:00 hrs del 20 de abril de 1999, día en que nace el Consejo General de Huelga, el CGH, pero algunas escuelas, como la prepa 2 la inicia desde el día 15.

2.- ¿Por qué motivos?

El detonante es la aprobación ilegítima y autoritaria de las reformas al Reglamento General de Pagos que atentaban contra la gratuidad de la educación, pero previo al estallamiento de la huelga hubo todo un período de debate acerca de las demandas que se incluirían en el pliego petitorio, todas iban en contra del proceso de exclusión educativa que se ha venido imponiendo desde el rectorado de Carpizo. Se pedía la derogación de las reformas del 97 (que limitan el ingreso y permanencia en la universidad, así como el pase automático del bachillerato hacia la licenciatura), y la desvinculación de la UNAM con el CENEVAL. Además, y dado que los poquísimos acuerdos logrados en el Congreso del 90 no se habían (han) cumplido, se demandaba la realización de otro pero que sí fuera resolutivo y que transformara a la universidad (sus estructuras de poder, académicas, distribución de recursos, etc.) Coherente con ello, también se demandaba la eliminación de todo el aparato represivo y el desmatelamiento del equipo de espionaje que recién se había instalado.

3.- ¿En que fecha terminó (y cómo) la huelga?

La huelga terminó el 6 de febrero de 2000 con la ocupación políciaco-militar de la Universidad y con la encarcelación de más de mil universitarios. Desde luego que fue la culminación represiva de todo un proceso, creo que iniciado desde agosto de 1999 y que buscaba terminar con la disidencia de una manera “pedagógica”. Esa ocupación fue transmitida en cadena nacional, y por ello es la que más se menciona, pero la represión siempre estuvo presente, aunque con diversas dosis: amenazas de muerte por medio de llamadas telefónicas a altas horas de la noche, hostigamientos, secuestros, violaciones, sabotajes, porrismo, infiltrados, etc. fueron los eventos cotidianos que prepararon el terreno y que fueron desgastando a los estudiantes. Sumado a ello, los medios electrónicos y la prensa escrita se lanzaron en una campaña sin precedentes para denostar las causas del conflicto y generaron un clima propicio para la aceptación pública de la represión. Nos queda claro que fue el cuadro de aplicación de la guerra de baja intensidad.

4.- En ese momento final, ¿qué reivindicaciones defendía ya el CGH?

Se podría decir que formalmente, con algunas pequeñas modificaciones, el pliego petitorio era el mismo, pero los que participamos no. Hubo un ensanchamiento de nuestra visión inmediata. Ya no sólo era la universidad la que había que defender y cambiar, sino que luego de tanto tiempo, se llegó a la conclusión de que el problema es estructural, aunque claro, no todos concluimos lo mismo, pues algunos salieron expulsados, desmoralizados o asqueados de todo lo que sonase a política.

5.- ¿Cuáles fueron los principales momentos políticos de la huelga? Esto es, cambios de orientación, de dinámica, etc.

El primero creo que fue cuando se dio la primera represión masiva, por allá de agosto (si mal no recuerdo), porque hasta ese entonces el gobierno de la ciudad había mantenido una cierta neutralidad. Digo que fue importante porque nos colocó frente a la posibilidad real de sufrir en carne propia esa represión, cosa que no siempre nos había quedado clara. Luego vinieron las declaraciones de Zedillo acerca de la necesidad de buscar un consenso para poder hacer valer el Estado de Derecho, entre líneas, la justificación 'democrática' del uso de la violencia estatal. De manera muy cercana en el tiempo, se lanzó la llamada Propuesta de los Eméritos de solución al conflicto, misma que fue rechazada, porque postergaba la solución cabal del pliego petitorio una vez reiniciadas las labores universitarias en un espacio muy similar al Congreso del '90, pero mucho menos resolutivo que éste (ja!). Dado que Barnés no pudo echar a andar la iniciativa zedillista, y dado que el proceso electoral del año 2000 ya estaba en marcha, tuvo que renunciar, y al hacerlo se abrió una etapa de incertidumbre pues no se tenía claro qué seguía, por ello cuando designaron a De la Fuente, su imagen y su discurso dieron la impresión de que la vía represiva se alejaba, porque inmediatamente convocó al diálogo con los más diversos sectores, e incluso llegó a presentarse frente a la delegación del CGH en el Palacio de Minería. Parecía que finalmente el conflicto se iba a resolver por medio del diálogo, sobre todo porque se firmaron acuerdos el 10 de diciembre de 1999, y en ellos se rechazaba la violencia como forma de solución. Luego vino el rompimiento del diálogo, el cambio de año, el anuncio del plebiscito y su realización, así como la respuesta estudiantil: marchas, una consulta, y el repudio al plebiscito. Finalmente, el ofrecimiento zedillista se hizo realidad: el plebiscito justificó la posterior ocupación policíaco-militar. Yo creo que siempre se tuvo en la mira la vía represiva, y que la careta dialoguista del nuevo rector fue el disfraz perfecto para poder llevarla a cabo, pues no hay que olvidar que le hace a la psiquiatría. Tal opción mataría varios pájaros de un tiro: se acabaría con la huelga y se lanzaría un mensaje hacia todos los movimientos sociales que pretendieran defender sus derechos.

6.- Al INTERIOR de la huelga se vivieron simultáneamente VARIAS huelgas, ¿cuáles fueron estás? y ¿a cargo de qué sectores estudiantiles?

Debo decir que se me hace difícil poder ubicarlas así, pues hay varios mapas que se pueden hacer para orientarse dentro de ese animal que fue el CGH. Uno sería a partir de la participación, por ejemplo, del género; otro a partir de las diferentes asambleas; otro más a partir de la no tan grata nomenclatura que los medios nos asignaron, la zoología fantástica cegeachera: moderados, ultras y megaultras. En fin, lo que se me hace importante es que desde las diferentes vivencias de cada uno hubo cambios a nivel de conciencia, de participación, de actitudes frente a la realidad, frente a la familia, los amigos, la academia, etc. Se me hace que fue un experimento colectivo, aunque no conscientemente gobernado, que rompió con muchos controles sociales comunes, y por ello alguien la llamó la huelga cimarrona. Por ejemplo, para muchas estudiantas representó un salto hacia adelante, porque rompieron con la imagen familiar tradicional y paterna, con el control de sus novios o simplemente con las actividades cotidianas que supuestamente 'deben' ser realizadas por las mujeres; obviamente eso implicó también una respuesta por parte del género masculino, pues debía responder a ese cambio de actitud. En lo político también se dio esa participación, pues muchas veces las que llevaban iniciativas fueron las mujeres. Lo que te digo es a grandes rasgos, sin importar asambleas, edades o corrientes. Ese fenómeno estuvo presente por doquier.

En cuanto a las diferentes asambleas, me parece que ahí sí es más clara la diferenciación, pues, por ejemplo, los estudiantes de bachillerato tuvieron que enfrentarse, además de a las actividades diarias (como el brigadeo, las guardias y el hostigamiento porril y policíaco, más acentuado porque sus escuelas están ubicadas a lo largo y ancho de la zona metropolitana), a la tutela paterna y debieron hacer valer sus ideas, muchos fueron literalmente corridos de sus casas 'por andar de revoltosos y flojos', para ellos la huelga se convirtió en su familia, en una forma de vida, diría que en su comunidad. De esto último no escaparon los que estaban en la licenciatura, pues también experimentaron ese apego y solidaridad colectiva, aunque muchas veces modulada por las diferentes corrientes políticas. Las escuelas periféricas (Escuelas de artes y ENEP's) vivieron algo parecido a los bachilleratos, en la medida que están dispersas, pero me parece que ahí la diferencia la marcó el hecho de que pudieron interactuar de manera directa con los vecinos de sus escuelas, prestándoles algún servicio o asesoría, por ejemplo, en Cuautitlán hasta regalaban la leche de los establos y atendían a los animales de los lugareños. En la ENAP y en Música se impartieron cursos para niños. Los que se encontraban en CU también participaron de esa manera, pero por ser lo que es, los que estaban en CU creo que sentían una mayor responsabilidad. Me parece que ahí fue desde donde se definieron las diferentes medidas a seguir. Sí, las asambleas del bachillerato pesaron, y también las de las escuelas periféricas, pero el núcleo de la huelga lo representaron las asambleas asentadas en CU.

En cuanto a la participación política en sí, hubo gran diversidad, a pesar de las etiquetas que nos asignó la prensa electrónica. Grosso modo se puede entender el por qué de esa nomenclatura, pero yo diría que los llamados megaultras por sus 'propuestas contundentes' y su 'acción directa y violenta', en muchos otros aspectos actuaron como el más conservador, por ejemplo, en cuanto a las relaciones de pareja donde podían ser muy machistas, diría que en esos aspectos eran megamoderados; y al revés, algunos de los supuestos moderados hacían cosas que desde mi punto de vista eran más radicales que los de la mega, por ejemplo, la idea de que para realizar cambios de largo plazo es necesaria una correcta proporción entre la práctica y la acción, que hay que afinarlas dialécticamente. Pero debo decir que ignoro hasta qué punto esto que digo fue generalizado, pues sólo puedo contar lo que yo vi.

Otra fue la huelga política. Había corrientes que ya tenían visiones formadas, y que fueron importantes en el estallamiento y consolidación de la huelga. Podemos decir que eran (y son) la clase política estudiantil. Era el sector con más experiencia, pues ya se habían enfrentado a las actividades concretas de una huelga: guardias, rondines, volanteo, brigadas de información, boteo, hacer carteles, etc. así como al debate político en sí: la lucha por el control de las asambleas, las comisiones, los discursos, la propaganda y la asamblea general. A esas actividades casi todo mundo le entró, aunque con diversos grados de participación, pues algunos sólo podían ir a hacer guardias, o cocinar y no se quedaban a las asambleas, menos aun iban a la plenaria, que era donde se decidía qué respuestas se darían frente a los medios o las autoridades. Hubo entonces una especie de especialización de funciones: por un lado, los que hablaban en las asambleas y por otro, los que hacían que materialmente fuera posible (en términos de comida, seguridad y boteo). Los que iban a las asambleas y sobre todo a la plenaria lograron hacer contactos con compañeros de otras escuelas y facultades, lo que después derivó en una ampliación de visión, pues ya se tenía el contacto directo con alguien que era diferente, aunque me parece que ello ocurrió muy al final de la huelga y por ello no podemos saber qué hubiera pasado si esos nexos se hubieran consolidado. Quizás las expulsiones se hubieran minimizado, o quizá también se hubieran rotado las asambleas...

Hubo otros efectos que también se vivieron pero que me parece fueron más generalizados: el rechazo a las jerarquías, por ejemplo, lo que se plasmó en la frase: irreverencia nuestra dirigencia. Ello explica la idea de que no había líderes, la rotatividad de funciones, e incluso el enfrentamiento familiar. Acá es donde se ubica el rechazo a los grados académicos como forma de convencer, e incluso generó en varios la desconfianza hacia los profesores, pues éstos no actuaron de manera coherente con sus palabras y así perdieron autoridad moral.

7.- ¿Cómo evolucionaron estos sectores a lo largo del tiempo?

Parte de la respuesta ya fue dada antes. Pero profundicemos. Las corrientes se dedicaron a lo suyo: disputar sus posiciones y el control de la asamblea general. Durante la huelga nunca les preocupó que los estudiantes se fueran formando política, académica o socialmente; exigían lealtad partidaria a sus posiciones y rechazaban casi cualquier postura crítica o autocrítica; sustendados en un cierto amiguismo pretendían atraerse adeptos que pudieran levantar y defender sus posiciones frente a las asambleas, y en caso de no ser así se dedicaban a etiquetarlos y denostarlos verbalmente. Creo que eso fue el germen que posibilitó el que se dieran expulsiones masivas, y que muchos estudiantes se alejaran de la participación pues se asquearon de la política.

Ya dije que muchos estudiantes se enfrentaron a las estructuras patriarcales, pero hay otros aspectos que no he mencionado, y que estuvieron presentes: la experimentación con las drogas y el alcohol. Como medida general se optó por vetar su consumo, pero lo cierto es que muchos recurrieron a ellas para poder soportar el desgaste físico o psicológico que representó sostenernos 10 meses en huelga.

Respecto de los estudiantes de bachillerato principalmente, aunque también a una buena parte de los de licenciatura, se dijo que pertenecían a la generación X por su carencia de ideales, su valemadrismo o su apatía, pero la huelga demostró que esas etiquetas eran a tal punto falsas, que muchos de ellos se involucraron en dinámicas más comprometidas, como las caravanas a zonas indígenas, populares o campesinas; las protestas altermundistas frente a los foros económicos mundiales; y por qué no decirlo, a algunas de las bases sociales que respaldan a varios movimientos guerrilleros clandestinos o no. Muchos siguen embarcados en proyectos como esos; otros más armaron discusiones colectivas para entender qué había pasado y qué había que seguir haciendo; unos más, al sentirse completamente fuera de lugar, abandonaron sus estudios y se volcaron al trabajo social; otros más siguen haciendo un cierto activismo que los satisface pero que ha dejado de lado la visión global y sólo se hace sentir en momentos coyunturales como las elecciones para consejeros universitarios; otros, de plano deprimidos y agobiados porque no se encuentran a gusto con la vida previa que tenían, de manera que no se reconocen en lo que fueron, han abandonado sus estudios y navegan hacia donde las coyunturas los lleven. Otros más fueron sorprendidos por nuevas responsabilidades y debieron asumirlas, con todo lo que ello implica. En fin, que hubo una diáspora. Pocos, realmente pocos, de los que conocí en la huelga regresaron a las actividades que tenían antes de ella.

Como experimento, creo que la huelga representó una coordinación colectiva concreta, la praxis que muchas veces le falta a los teoricistas del cambio social. Pero, en la medida en que la gran mayoría era inexperta, fue víctima de las disputas de las corrientes. Lo poco del quehacer político que aprendimos fue a pesar de ellas. Esa inexperiencia fue tanto virtud como limitante, pues de haber sabido todo lo que hoy sabemos, la huelga hubiera evolucionado de una forma diferente. Creo que se hubieran echado a andar propuestas mucho más trascendentes, como por ejemplo, las autogestivas, mismas que hubieran configurado escenarios muy diferentes: cambios en las estructuras de poder universitario, pero sobre todo en las formas de aprendizaje, ya sea individual o colectivo. Nuevamente, no sé si lo que digo es generalizado, pero con matices y todo, aprendimos que la universidad no es todo, que hay más mundo afuera, como dirían los zapatistas; concluimos que la gran tarea a enfrentar es la de una transformación civilizatoria en múltiples niveles.

Y ya hablando de los aprendizajes concretos, inmediatos, de mi esfera de influencia, o sea los que a mí directamente me ocurrieron al transcurrir de la huelga, pero que no sólo me afectaron a mí, sino a varios más, puedo decir que nos imbuimos en discusiones teórico-prácticas sobre la transformación social, la utopía, las diferentes experiencias históricas de cambios sociopolíticos, como el socialismo real y las luchas latinoamericanas. Intentamos romper con el sectarismo académico (y político), pues los que eran de humanidades empezaron a leer textos científicos y viceversa: discutimos sobre política, historia, sociología, matemáticas, literatura, música, ecología, redes, complejidad, termodinámica, etc. y tratamos de hacer analogías con los fenómenos sociales. Nos empapamos de experiencias hermanas de latinoamérica y de México, aunque siempre quedan muchas lagunas por llenar: conocimos un poquitín de los movimientos estudiantiles argentinos, chilenos; de los movimientos de liberación nacional de centroamérica en los ochentas; del movimiento zapatista y el de los Sin Tierra de Brasil; las intensiones imperiales norteamericanas en cuanto al ALCA, el Plan Puebla-Panamá, el TLCAN... La huelga fue un hervidero de ideas, un espacio que congregó a muchos luchadores sociales, no sólo estudiantiles, pues conocimos a personajes que habían participado políticamente en diferentes épocas y con diferentes fines... aunque todo lo anterior, claro, nunca lo quisieron ver los medios electrónicos. O tal vez sí y por eso hicieron todo lo posible por distorsionar lo que nos ocurrió y presentar sólo las confrontaciones internas, que las hubo, pero que no fueron lo único que ocurrió. También intentaron mostrarnos como seres incapaces de pensar y decidir por nosotros mismos, de estar manipulados por grupos sociales y políticos con intereses para nada académicos... nada más falso. Fue a partir del acercamiento de grupos como el Frente Popular Francisco Villa, la Central Unitaria de Trabajadores, diversos sindicatos obreros (entre ellos, por supuesto, el STUNAM), y otros más que pudimos ensanchar la corta visión estudiantil en cuanto a las problemáticas sociales nacionales, pero de ahí a que ellos nos manipularan hubo una gran distancia.

La duración de la huelga tuvo efectos que no se ven, pero creo que de largo plazo. Ya dije que muchos no volvieron a ser los que eran... y por tanto sus aspiraciones, intereses, expectativas profesionales, futuro laboral, deseos y esperanzas fueron trastocados. Por ello muchos siguen deprimidos pues han comprendido que el orden social es excluyente, y que la propiedad privada hay que abolirse; siguen deprimidos porque la forma en que terminó la huelga y el regreso a las labores académicas cotidianas marcaron una diferencia abismal entre los que vivimos la huelga y los compañeros que simplemente se fueron a esperar a sus casas a que “se resolviera el conflicto”, porque hay que recordar que la gran mayoría de la llamada comunidad universitaria ni siquiera participó en el plebiscito, pues ocurrió como en todas las elecciones: ganó el abstencionismo. ¡Ni siquiera pudieron acudir a votar para que nos reprimieran y se levantara la huelga! En fin, el caso es que muchos de los que sufrimos la huelga desde las guardias y las barricadas, y no tan sólo desde las asambleas, abordamos de manera diferente los procesos de enseñanza-aprendizaje; la idea clásica de la educación tradicional donde el maestro es el que sabe y el alumno el que tiene que aprender fue borrada y de plano le entramos a algunos experimentos autodidactas... y visto de manera global, holística, pues alguien citó a Freire: 'todo hecho pedagógico es político y viceversa'. De ahí que ya no podamos hacernos los desentendidos cuando un profesor que imparte cátedra ocupa cierto cargo de poder dentro de la estructura universitaria... la conclusión es casi directa: existe la impostergable necesidad de cambiar las estructuras académicas universitarias, pero eso no se logrará si no hay transformación real y de fondo de las formas de gobierno, que formalmente son laicas, pero irremediablemente corresponden a la edad media. Es así que el congreso universitario fue repensado con esa visión, una visión de largo plazo y la idea de que el cambio civilizatorio pasa, a no dudarlo, por el cambio de los espacios de conocimiento como son las universidades... pero se nos acabó la huelga. Una vez que regresó la 'normalidad', para muchos la coyuntura y el manifestar su inconformidad se volvió prioritario y ese hervidero de ideas-personas no pudo consolidarse en una estructura de coordinación más estable. Fue como eliminar el lugar donde se dieron todas esas interacciones... pero las ideas y los individuos seguimos ahí, tratando de generar nuevos espacios en nuevos tiempos...

8.- ¿En qué ha quedado la idea, plataforma básica de lucha, del Congreso Universitario?

Pues, como ya decía, muchos de nosotros fuimos aprendiendo sobre la marcha, y por ello cuando se levanta el pliego petitorio incluyendo la realización de un congreso, pues ni idea de qué se trataba. Creo que eso le paso a la gran mayoría del estudiantado, porque hay que recordar que la huelga estalla gracias a la labor de agitación de las múltiples corrientes estudiantiles existentes en ese momento, algunas de las cuales cuentan con elementos que participaron muy de cerca, no sólo en el Congreso de 1990, sino que incluso estuvieron participando en la huelga del CEU, en 1986-87. Es decir, la demanda del Congreso inicialmente sólo los grupos políticos la entendían más o menos lo que se estaba demandando, aunque a la postre, creo que sólo de manera muy parcial y muy corta, pues en algunos documentos que circularon en la huelga plasmaron las ideas que tenían en mente en cuanto al congreso, y francamente, todas ellas me parecen acertadas, pero sin una visión de largo plazo. Por ejemplo, y creo que eso responde un poco la pregunta, se elaboró una lista de demandas generales, misma que se dio en llamar la 'plataforma de lucha del CGH', y que se pretendía poner en la mesa de la discusión una vez que se lograra el congreso y que se cumpliera el pliego petitorio. En esa 'plataforma' se incluían ideas como las siguientes: eliminación de los torniquetes y enrejados de los bachilleratos, democratización de la universidad, la defensa del proyecto original del CCH (que contemplaba diez planteles y no sólo cinco), la transformación de la ley orgánica, el replanteamiento de la autonomía universitaria, etc. pero en ningún lado se especificaba para qué y en qué sentido hacer los cambios. Claro, se sobreentiende que con alguna visión 'de izquierda', cualquier cosa que eso signifique, y entonces el problema radica ahí pues el término 'izquierda' abarca una gran diversidad de visiones, muchas contradictorias, pero no sólo políticamente, sino hasta llegar a los golpes, como exponencialmente magnificaron los medios.

Se trabajó un poco en la huelga al respecto, pues hubo un 'precongreso' donde se abordó la discusión colectiva de varios temas; hubo las mesas de análisis siguientes: reforma académica y pedagógica, formas de gobierno, relación universidad – sociedad y financiamiento universitario. De ahí surgieron varias propuestas generales, pero se esperaba afinar un poco más las propuestas en otros espacios previos a la realización de un congreso. Es decir, las propuestas están pendientes de la realización de un evento y las ideas concretas en torno a la transformación universitaria, valiosas porque han surgido a partir del trabajo estudiantil y muchas veces bajo hostigamiento y bloqueo de las autoridades, se limitan a la toma de cubículos, una que otra cafetería, algunos proyectos culturales como clases de baile, pintura, música, reproducción de materiales didácticos, proyecciones de cine, denuncias de las agresiones porriles, etc. cosas que uno podría pensar que son 'de subsistencia' para el activismo estudiantil, pero uno no puede plantear la transformación de la universidad únicamente a partir de ellas, pues cotidianamente se hacen cambios a lo largo y ancho de la universidad que apuntalan un proyecto excluyente, sectario y elitista. Ahí están las modificaciones al estatuto del personal académico, la desaparición de dependencias y programas universitarios que no cumplen con los requisitos 'de excelencia', el constante bloqueo de proyectos académicos por motivos políticos y no académicos, etc. No hay un trabajo estudiantil coordinado que vaya encaminado a la participación dentro de un congreso, ya sea el planteado por el rector, u otro espacio similar a conquistar, pues, como varias veces han declarado diversos 'dirigentes' estudiantiles: “el CGH sólo tiene fuerzas para boicotear un congreso amañado por las autoridades”. Lo cual refleja las expectativas, pero también las deficiencias de las propias fuerzas y capacidades. En fin, me parece que para los grupos estudiantiles medianamente organizados la participación en un congreso es meramente de contragolpe defensivo y por ello no abren las discusiones necesarias al respecto, y así, creo que en caso de realizarse otro congreso, sus propuestas las harían de llenos de buena fe y basados en lo que se les ocurra en el momento.


Ante estos acontecimientos, ¿cuál fue mi actividad? Realmente muy pequeña, aunque sí puedo decir que muy acorde con mi conciencia social independientemente de que no tuviera consecuencias. Apenas comenzada la huelga estudiantil en dos o tres reuniones que se hicieron con diversos miembros del personal académico de diferentes centros académicos, reuniones efectuadas en la Facultad de Ciencias, propuse que el personal académico de la Universidad apoyara incondicionalmente la huelga estudiantil que comenzaba no sólo porque me parecían justas sus reivindicaciones sino incluso porque políticamente, primero, se formaría un muy amplio frente universitario compacto que obligaría a la Rectoría a ceder rápidamente a las demandas estudiantiles con lo que la huelga duraría poco tiempo; segundo, porque me parecía obvio que sólo siendo un leal aliado del movimiento estudiantil el personal académico podría entonces intervenir en la redefinición de las reivindicaciones que se exigían a la rectoría... ¿cómo decirlo?, "sólo el que se la juega con integridad y sinceridad en la lucha social concreta con un aliado puede entonces influir en sus planteamientos y decisiones"... porque, en última instancia, la verdad es que transformar la Universidad para que vaya siendo coherente con una nueva y mejor civilización debe de ser labor de todos... o no habrá cambio. Por supuesto, no tuve ningún éxito en mi proposición... la conciencia social del personal académico, excepto honrosas minorías, deja mucho que desear pues muy anclada anda en la defensa de derechos y prerrogativas corporativas personales. En fin, así fueron las cosas que pueden resumirse en lo que en público expresó, en Asamblea del Personal Académico de la Facultad de Ciencias, cierto miembro del mismo: "en esta huelga estudiantil hay dos extremos, uno lo representa el Rector Barnés en contra de las demandas estudiantiles, el otro extremo lo representa Flavio Cocho a favor total de las demandas estudiantiles... y nosotros, el personal académico de la Universidad, estamos enmedio de los dos extremos". Sí, exactamente eso pasaba, no tengo aquí ya nada más que añadir... y si he insistido demasiado en el insólito movimiento estudiantil del CGH es porque en sí mismo es, a mi juicio, un magnífico retrato de lo que es socialmente por dentro la Universidad.

¿Qué más decir en esta ya larga "autosemblanza" de mí mismo? Únicamente expresar que con un énfasis cada vez mayor en mi vocación literaria, sumergida en la conciencia social de un soñar con un futuro mundo mejor para todos, pienso seguir adelante en la última parte de mi vida... Sé que no voy a llegar a ver realizada la nueva civilización con la que siempre soñé pero creo que luchar siempre por su realización ya es, en cierta manera, empezar a vivirla.

FLAVIO COCHO GIL

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oximoron, enero 2005
seminario autónomo
[teoría de redes y sistemas complejos]

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