Masoretas y Caraitas

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Estudios temáticos de Kivei Hakodesh

   

" Las palabras de Yahvé son palabras limpias, plata pura a ras de tierra, siete veces purgada." Salmos 12:6 .Nueva Biblia de Jerusalén Ed. 1998.

¿Cómo se ha conservado La Biblia hebrea intacta y refinada a través de los siglos?

¿Cómo ha llegado hasta nosotros sustancialmente como fue escrita, si todos sus escribas an cometido fallos al copiar?

Parte de la respuesta a estas preguntas, aparece en el comentario del profesor Robert Gordis: "El logro de [los] escribas hebreos denominados masoretas, es decir, 'conservadores de la tradición', no ha sido debidamente aquilatado. Estos escribas, cuyos nombres no se conocen, copiaron el Libro Sagrado con amor, interés y meticulosidad".

Aunque hasta el día de hoy se desconoce a la mayoría de estos escribas existe constancia indudable de una familia de masoretas: la de los Ben Aser.

La familia de los Ben Aser

Los escribas judíos copiaron con fidelidad la porción de la Biblia en hebreo. De los siglos VI a X de nuestra era, a estos escribas fueron conocidos por el nombre de masoretas palabra del hebreo masohráh o masóreth que significa "tradición".

El hebreo se escribió solo con letras consonantes; el lector añadía las vocales en la lectura. Sin embargo, en la época de los masoretas, la pronunciación correcta del hebreo se iba perdiendo por eso, grupos de masoretas de Babilonia e Israel inventaron signos que, colocados junto a las consonantes, indicaban la pronunciación y la acentuación correctas de las vocales.

Se crearon por lo menos tres sistemas, si bien el que influyó con mayor fuerza fue el de los masoretas de Tiberíades, donde vivía la familia de los Ben Aser. Hay fuentes que mencionan a cinco generaciones, contando desde Aser, el anciano del siglo VIII E.C. Le sucedieron Nehemías ben Aser, Aser ben Nehemías, Moshé ben Aser y, por último, Aarón ben Moshé ben Aser, del siglo X E.C. Estos hombres constituyeron la vanguardia de los que perfeccionaron los signos que reflejarían mejor lo que era la pronunciación correcta del texto hebreo de la Biblia. A fin de crear tales signos, tuvieron que determinar la base del sistema gramatical hebreo. Nunca antes se habían consignado reglas definidas de gramática hebrea. Aarón, el último masoreta de la estirpe de los Ben Aser, fue el primero en escribir el primer texto maestro para las obras de los gramáticos hebreos de siglos posteriores, el "Sefer Dikdukei ha-Te'amim".

El sistema de pronunciación masorético

Los masoretas pasaron siglos buscando el mejor método de anotación de los signos vocálicos y los diacríticos. Los progresos fueron continuos en las generaciones sucesivas de la familia de los Ben Aser. Los manuscritos disponibles revelan los estilos y métodos de los dos últimos masoretas de esta familia: Moshé y Aarón.

Texto agrandado de Lucas 1: 68 mostrando los puntos vocálicos que introdujeron los Masoretas de Tiberíades.

Ben Neftalí fue el coetáneo de Aarón ben Aser. El Códice de El Cairo, de Moshé ben Aser, contiene muchas lecturas que se atribuyen a Ben Neftalí. De ello se desprende que o Ben Neftalí estudió a los pies de Moshé ben Aser, o ambos conservaron una antigua tradición común.

M. H. Goshen-Gottstein afirma que "parece correcto hablar de dos subsistemas de la familia de Ben Aser y clasificar las lecturas comparativas como Ben Aser contra Ben Aser". De modo que sería incorrecto hablar de un solo método Ben Aser. .

La aceptación del sistema de Aarón ben Aser como fórmula final se prefirió únicamente por los elogios del erudito talmúdico cordobés del siglo XII Moshé Maimónides.

Maimónides

Moshé Ben Maimon (Maimónides) en un sello israelí

Nació en Córdoba (España) en 1135 E.C. Su padre, Maimón, era un famoso erudito de una distinguida familia rabínica. Cuando los almohades conquistaron Córdoba en 1148, los judíos se enfrentaron a la disyuntiva de convertirse al islam o huir. La familia de Maimónides huyó y vivió errante varios años. En 1160 se estableció en Fez (Marruecos), donde Maimónides estudió medicina. En 1165 la familia tuvo que huir a Israel. La situación en Israel también era inestable. La pequeña comunidad judía se enfrentaba por una parte a los cruzados de la cristiandad y, por otra, a las fuerzas árabes musulmanas. Al cabo de menos de seis meses de estancia en “Tierra Santa”, Maimónides y su familia hallaron refugio en Fustat, hoy El Cairo (Egipto). En esa ciudad se reconoció plenamente el talento de Maimónides. En 1177 se convirtió en el líder de la comunidad judía, y en 1185 fue nombrado médico de la corte del sultán Saladino. Maimónides retuvo ambos cargos hasta su muerte en 1204. Sus conocimientos médicos tuvieron tanta fama que se dice que incluso el rey Ricardo Corazón de León intentó desde la lejana Inglaterra conseguir sus servicios como médico personal. Durante el tiempo en que vivió errante, huyendo de la persecución musulmana, compiló buena parte de su primera gran obra, el Comentario de la Misná. Esta obra escrita en árabe esclarece muchos de los conceptos y términos de la Misná, y Maimónides se permite también en ella ciertas digresiones para explicar su filosofía del judaísmo. En la sección sobre el tratado Sanedrín formuló los trece principios fundamentales de la fe judía.

 

Maimónides intentó definir el orden lógico de cuanto existía, fuera de naturaleza física o espiritual. Rechazó la fe ciega, y exigió explicaciones de todo, basadas en lo que él consideraba pruebas racionales y lógicas. Esta inclinación innata lo llevó a escribir su obra magna: la Mishné Torá. En tiempo de Maimónides los judíos creían que la “Torá” (“Ley”) no solo la constituían las palabras escritas por Moisés, sino toda la interpretación rabínica de la Ley elaborada a lo largo de los siglos. Estas ideas se recogieron en el Talmud y en miles de decisiones y escritos rabínicos sobre esta obra. Maimónides se dio cuenta de que el tamaño colosal y la desorganización de toda esta información impedían que el judío de término medio pudiera tomar decisiones que lo ayudaran en su vida cotidiana. La solución de Maimónides fue resumir esta información, poniendo de relieve las decisiones prácticas, y organizarla en un solo conjunto ordenado de catorce libros divididos temáticamente. La Mishné Torá fue una guía práctica organizada, un logro revolucionario que dió nueva vida a un judaísmo con el que el hombre de término medio ya no podía identificarse ni era capaz de asimilar.

Maimónides, gran admirador de Aristóteles, intentó explicar la esencia de la Biblia y el judaísmo de modo que armonizara con la lógica y el pensamiento filosófico. (Compárese con 1 Corintios 2:1-5, 11-16.)

Magnífica memoria de los Escribas

El interés primordial de Maimónides y de todos los masoretas era la transmisión exacta de cada palabra, incluso de cada letra, del texto bíblico. A fin de cerciorarse de la exactitud, los masoretas anotaban en los márgenes laterales de las páginas cualquier información que indicara la posibilidad de un cambio textual producido inadvertida o deliberadamente por los copistas anteriores (soferím). En tales márgenes anotaban abreviadamente, además, las frases y construcciones poco comunes, indicando la frecuencia con que aparecían en un libro o en todas las Escrituras Premesiánicas.

Como recurso adicional para cotejar, marcaban la palabra y la letra intermedias de algunos libros. Llegaban al extremo de contar todas las letras del Tanaj hebreo para cerciorarse de la exactitud de la copia. En los márgenes superior e inferior, los masoretas glosaban comentarios más extensos sobre las anotaciones abreviadas de los márgenes laterales (A las anotaciones masoréticas de los márgenes laterales se las denomina masora textual pequeña y a las de los márgenes superior e inferior se las llama masora textual grande. Las listas que se escribían en cualquier otro lugar del manuscrito reciben el nombre de masora textual final).

¿Cómo podían referirse a diferentes partes de la Biblia para hacer sus cotejos, si los versículos no estaban numerados ni existían concordancias bíblicas? En los márgenes superior e inferior anotaban porciones de versículos paralelos que les recordaban el lugar de la Escritura donde se hallaban las palabras en cuestión. Para que tales notas marginales fuesen útiles, estos copistas debían saberse de memoria prácticamente toda la Biblia hebrea. Las anotaciones demasiado largas para los márgenes se consignaban en cualquier otra parte del manuscrito. Por ejemplo, la nota masorética que aparece en el margen lateral de Génesis 18:3 mostraba tres letras hebreas representativas del número 134. En otro lugar del manuscrito hay una lista que indica 134 lugares donde los copistas premasoréticos quitaron el nombre YHWH del texto hebreo y lo reemplazaron por el término "Adonai". Aunque los masoretas conocían bien esos cambios, no se tomaban la libertad de alterar el texto que recibían. En vez de eso, indicaron tales cambios en sus anotaciones marginales. Ahora bien, ¿por qué llegaron al extremo de no enmendar el texto que los copistas previos habían alterado? ¿Practicaban un judaísmo diferente del de aquellos que los precedieron?

Creencias masoréticas y los Caraítas

Los Judíos Caraitas

 

En la segunda mitad del siglo VIII E.C., los judíos de Babilonia que se oponían a la autoridad de los rabinos y a la creencia en su ley oral, se sometieron al liderazgo de un erudito llamado Anán ben David. Este hombre proclamaba el derecho de todo judío a estudiar libremente las Escrituras Hebreas como única fuente de la religión verdadera, sin tener en cuenta la interpretación rabínica ni el Talmud. Anán enseñaba: “Escudriñad a fondo la Torá y no confiéis en mi opinión”Debido a este énfasis en las Escrituras, a los seguidores de Anán se les conoció como Qa·ra·’ím, palabra hebrea que significa “lectores”. Surgió el movimiento "Caraita" o "los lectores y de ahí el roce de dos posturas antagónicas. Los rabinos prohibían comer carne y leche juntas. Esta era la explicación que, según ellos, ofrecía la ley oral sobre Éxodo 23:19, que dice: “No debes cocer el cabrito en la leche de su madre”. Por otra parte, los caraítas enseñaban que este versículo quería decir ni más ni menos lo que decía. Alegaban que las restricciones rabínicas eran invento del hombre.Según su interpretación de Deuteronomio 6:8, 9, los rabinos afirmaban que los varones judíos debían llevar las filacterias cuando oraban y colocar la mezuzá en la jamba de su puerta. Los caraítas atribuían a estos versículos un significado figurativo y simbólico, y por tanto rechazaban tales regulaciones rabínicas. .

 

En otros asuntos los caraítas imponían muchas más restricciones que los rabinos. Por ejemplo, fíjese cómo entendían Éxodo 35:3, que dice: “No deben ustedes encender fuego en ninguna de sus moradas el día de sábado”. Los caraítas no permitían que en sábado ardiera ninguna lámpara o lumbre, ni aunque se hubiese prendido con anterioridad a la fiesta.

Especialmente después de la muerte de Anán, los guías caraítas tuvieron desacuerdos en cuanto al grado y la naturaleza de ciertas restricciones, y su mensaje no siempre fue claro. Carecían de unidad porque no reconocían a un líder en particular, sino que daban importancia a la lectura e interpretación personal de las Escrituras, a diferencia de lo que hacían los rabinos. Pese a ello, el movimiento caraíta alcanzó una popularidad e influencia que trascendió los límites de la comunidad judía de Babilonia y se extendió por todo el Oriente Medio. Incluso se abrió un importante centro caraíta en Jerusalén.

Durante los siglos IX y X, los eruditos caraítas destacaron en el estudio renovado de la lengua hebrea y experimentaron algo así como su época dorada. Consideraban sagrado el texto de las Escrituras Hebreas, pero no las tradiciones orales. Algunos caraítas llegaron a hacerse copistas meticulosos de las Escrituras Hebreas. De hecho, esta iniciativa caraíta sirvió de acicate para el estudio masorético de las Escrituras entre todos los judíos, lo cual logró que se conservara con más exactitud el texto bíblico que ahora poseemos.

Durante ese período de rápido crecimiento, el judaísmo caraíta se ocupó de hacer proselitismo entre los demás judíos, lo cual supuso una clara amenaza al judaísmo rabínico. El contraataque de los rabinos consistió en una apasionada guerra dialéctica, en la que hicieron gala de una astuta flexibilidad en sus posturas y enseñanzas. Durante el siglo que siguió a la ofensiva lanzada por Anán, el judaísmo rabínico adoptó muchos procedimientos caraítas. Los rabinos se hicieron más competentes en la cita de las Escrituras e incorporaron el estilo y el método caraítas en su retórica.

El líder indiscutible de este combate verbal con los caraítas fue Saadia ben Yosef, que encabezó a la comunidad judía de Babilonia en la primera mitad del siglo X E.C. Samuel Rosenblatt tradujo al inglés la obra cumbre de Saadia, el Libro de las creencias y de las opiniones, y dijo en su introducción: “Aun cuando [...] era la máxima autoridad talmúdica de su tiempo, [Saadia] se vale de esta fuente de la tradición judía en comparativamente escasas ocasiones, al parecer porque deseaba derrotar con sus propias armas a los caraítas, que solo consideraban vinculante la Ley Escrita”.

Con el tiempo se impuso el judaísmo rabínico, siguiendo los pasos de Saadia. Lo logró adaptándose solo lo justo para restar fuerza a los argumentos caraítas. El golpe de gracia lo asestó Moisés Maimónides. Debido a su actitud tolerante hacia los caraítas, con quienes había vivido en Egipto, y a su convincente erudición, se ganó su admiración y debilitó la posición de sus propios líderes.

Con el tiempo, los caraítas modificaron sus criterios y principios. Leon Nemoy, autor especializado en el movimiento caraíta, escribe: “Aunque en teoría el Talmud seguía proscrito, se fueron introduciendo calladamente muchos preceptos talmúdicos en la ley y las costumbres caraítas”. Los caraítas perdieron en esencia su objetivo original y adoptaron gran parte del judaísmo rabínico.Todavía hay unos veinticinco mil caraítas en Israel. Puede encontrarse unos cuantos miles más en otras comunidades, mayormente en Rusia y Estados Unidos. No obstante, tienen sus propias tradiciones orales y difieren de los primeros caraítas.

¿Hasta qué grado influirían las creencias rabínicas o las caraítas en la labor de los masoretas?

M. H. Goshen-Gottstein, experto en manuscritos bíblicos hebreos, afirma: "Los masoretas creían con firmeza [...] que estaban manteniendo una tradición antigua; obstaculizarla constituía, desde su punto de vista, el peor delito imaginable".

Los masoretas veían como una asignación sagrada su trabajo de copiar correctamente el texto de la Biblia. Aunque en lo personal los motivasen fuertemente otras consideraciones religiosas, parece ser que el oficio masorético estaba por encima de cualquier ideología. Las sucintas apuntaciones marginales no dejaban mucho lugar para el debate teológico. El texto bíblico era, en sí mismo, el interés primordial de su vida; no lo iban a manipular.

Beneficios aportados por los Masoretas y los Caraitas

Estos copistas judíos se consagraron a la conservación de Las Escrituras. (Mateo 21:42-44; 23:37, 38.) Los logros de la familia de los Ben Aser y los demás masoretas se resumen muy bien en las palabras de Robert Gordis: "Aquellos trabajadores humildes, pero indomables, [...] realizaron en el anonimato el trabajo titánico de impedir que se perdiera o se adulterara el texto bíblico". (The Biblical Text in the Making.) Gracias a ello, cuando los reformadores del siglo XVI, como Lutero y Tyndale, desafiaron la autoridad de la Iglesia y comenzaron a traducir la Biblia a las lenguas vernáculas con el fin de que todo el mundo la leyera, realizaron sus obras partiendo de un texto hebreo bien preservado. Además, sus textos hebreos son la base de la mayoría de las versiones de la Escritura Premesiánica. Son bastantes los que hoy forman comités de traducción bíblica en diferentes países, cotejan el texto masorético en la elaboración de diferentes traducciones a muchos idiomas con la misma dedicación y el mismo interés en la exactitud que caracterizaron a los antiguos masoretas, y sin apartarse un ápice de la máxima Autoridad divina. (2 Kefas 1:19.)

Los cuidadosos escribas prepararon copias de las Escrituras que se necesitaban en esas sinagogas de la Diáspora, donde nuestros hermanos se reunían para oír la lectura de la Palabra de Elohím en su propia lengua hebrea. (Hch 15:21.) Posteriormente, copistas concienzudos mesianistas reprodujeron otros escritos para las kehilás de habla griega, de modo que se pudiese llevar a cabo un intercambio de epístolas o cartas sagradas y se promoviese su circulación de manera general en todo el Imperio Romano. (Col 4:16.)

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