Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo a nuestro parescer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por pasado.
Non se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los ríos medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.

Coplas a la Muerte de mi Padre
(Jorge Manrique, 1476)

Persona en Construcción...

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Cuentos sufíes tradición oral
Tractatus Logico-Philosophicus Ludwig Wittgenstein
Tesis Brevísima relación de la destrucción de las Indias Fray Bartolomé de las Casas
El eclipse Augusto Monterroso
Testimonio de los indios de Norteamérica
Declaración Universal de los Derechos Humanos
Antítesis El suelo urbano Fernando Ramón
Crónicas Sarracinas Juan Goytisolo
Síntesis Rubaiyyat Omar Khayyan
Manual de espumas Gerardo Diego
Antología fantástica varios autores

Artículos Software libre y administración pública
La (des)monetarización de las relaciones humanas
Vivienda, derecho constitucional y libre mercado
Reseñas Las Cruzadas: tema de actualidad
Sobre el gobierno civil
Sobre la libertad
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Editoriales El Plan Hidrológico español: un estudio de caso
Transporte: ¿mejor cuanto más rápido?
Notas para entender el Mercado Inmobiliario
Traducciones Historia natural de la urbanización. Lewis Mumford
Cleo y la economía del teclado QWERTY. Paul A. David
Lingüística Morfología:
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El terrorismo en los medios de comunicación
Lingüística aplicada:
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Lexicografía:
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Elementos y compuestos químicos en los diccionarios españoles
Procesamiento de Lenguaje Natural:
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Apuntes Utopías
Antisemitismo
Salvar el mundo
Democracia
2 de mayo
Un juego de naipes

Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente.

Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.

Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira, el tren de juguete
que se llama el corazón.
 
Fernando Pessoa
No quiero rosas mientras haya rosas.
Las quiero cuando no las pueda haber.
¿Qué he de hacer con las cosas
que puede cualquier mano coger?

Sólo quiero la noche si la aurora
la diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora
es lo mismo que quiero poseer.

¿Para qué?... De saberlo, nunca haría
versos para decir que no lo sé.
Siento en mi alma pobre y fría...
¿Con qué limosna la calentaré?
 
Fernando Pessoa
Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y todos mis pensamientos son sensaciones.

Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comerse una fruta es conocer su sentido.

Por eso cuando, en un día de calor,
me siento triste de disfrutarlo tanto,
y me acuesto estirado en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento a todo mi cuerpo acostado en la realidad,
sé de verdad y soy feliz.
 
Alberto Caeiro

Insomnio

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como el perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

Dámaso Alonso

Carlos Jiménez Romera 1